China ha puesto sus ojos en África. Durante el año 2006 condonó la deuda a 33 países africanos y comprometió nuevos préstamos por más de 8.000 millones de dólares a Nigeria, Angola y Mozambique. En el mismo periodo de tiempo, el Banco Mundial dedicó 2.300 millones de dólares para todo el continente.Los dirigentes africanos parecen […]
China ha puesto sus ojos en África. Durante el año 2006 condonó la deuda a 33 países africanos y comprometió nuevos préstamos por más de 8.000 millones de dólares a Nigeria, Angola y Mozambique. En el mismo periodo de tiempo, el Banco Mundial dedicó 2.300 millones de dólares para todo el continente.
Los dirigentes africanos parecen cada vez más atraídos por las iniciativas chinas que por las que vienen desde la vieja Europa. En la última Conferencia de Jefes de Estado de África y Francia, celebrada en Cannes, la mitad de los presidentes de los países africanos estuvieron ausentes. En Noviembre, 40 de los 53 Jefes de Estado africanos estuvieron en Pekín para celebrar el 50 aniversario de relaciones con el gigante chino y establecer acuerdos comerciales para los próximos años.
El presidente chino, Hu Jintao, ha realizado tres viajes por el continente africano desde el año 2003. El comercio entre China y África se ha multiplicado por diez en la última década; creció hasta los 55.000 millones de dólares en 2006 y puede doblarse en 2010. Novecientas empresas y más de 100.000 chinos se han instalado ya en países africanos. » Además, el gigante asiático ha concedido créditos preferenciales en tres años para sus socios de África por valor de 3.000 millones de euros para la construcción de carreteras, ferrocarriles, hospitales y para la explotación de yacimientos petrolíferos.
El país más poblado del mundo se ha convertido en el segundo socio comercial de África, sólo por detrás de Francia. A cambio recibe el 30% de las exportaciones de petróleo que necesita para continuar su desarrollo industrial y abre un nuevo mercado para su industria textil.
La indiferencia del gobierno chino hacia el respeto de los Derechos Humanos ha provocado las críticas de los países occidentales. Según Pekín, las ayudas se ofrecen de manera sincera y desinteresada, sin condiciones políticas ni interferencias en los asuntos internos. Sin embargo, el derecho a veto de China en el Consejo de Seguridad de la ONU ha servido de paraguas al gobierno de Sudán ante posibles sanciones por los genocidios cometidos en Darfur, que se han cobrado la vida de más de 200.000 personas y han obligado a cerca de tres millones más a huir de sus hogares. Este país africano, presidido por el general Omar al Bashir, que llegó al poder en 1989 tras un golpe de Estado, destina el 80% de sus exportaciones de crudo a China. Es una de las economías africanas que más rápido crece, un 13% anual. Pekín controla el 40% de la compañía sudanesa Grater Nile Petroleum.
Desde el siglo XVIII, África ha vivido bajo el yugo de la potencia hegemónica dominante. Los primeros colonizadores europeos impusieron la civilización, el cristianismo y el comercio. Arrebataron a los africanos su enorme riqueza humana, sus costumbres y ritos ancestrales, la capacidad de su pueblo para vivir en armonía con la naturaleza y los recursos naturales sin los que ahora el Norte no podría vivir.
Desde que alcanzó su independencia y se estableció el sistema neoliberal globalizado, África sufre los abusos comerciales de los países occidentales. «África no es un continente olvidado de la globalización. Es el continente más integrado en el mundo capitalista como periferia explotada y con una integración desigual», dice el sociólogo francés Françóis Houtart.
Es el único continente más pobre hoy que hace 20 años. Si, al alcanzar su independencia, hubiese rechazado el sistema comercial impuesto por los países del Norte es difícil que estuviese peor que hoy. Sin embargo, los países enriquecidos, que ahora acusan a China de aprovecharse del continente africano, no podrían mantener el actual nivel de «bienestar».
África posee las riquezas suficientes como para poder desarrollarse de forma autónoma, con un modelo propio que le permita explotar sus recursos y hacer progresar a sus gentes. No puede soportar más los efectos de un sistema que la ningunea y desprecia. Tampoco puede esperar a que llegue una nueva superpotencia que le ayude a progresar de manera desinteresada.
La esperanza de África son sus 800 millones de habitantes, sus paisajes, su cultura y su potencial agrícola. Los países africanos, como decía el ex presidente de Tanzania, Julius Nyerere, no necesitan que les echen una mano. Basta con que les quiten el pie de encima. Será entonces cuando África tenga su propio esplendor.