«La historia será la que tenga la última palabra. No será la historia enseñada en la ONU, Washington, París o Bruselas, sino la historia que se enseñe en los países que se han liberado del imperialismo y sus marionetas. África escribirá su propia historia y, tanto al norte como al sur del Sahara, ésta será […]
«La historia será la que tenga la última palabra. No será la historia enseñada en la ONU, Washington, París o Bruselas, sino la historia que se enseñe en los países que se han liberado del imperialismo y sus marionetas. África escribirá su propia historia y, tanto al norte como al sur del Sahara, ésta será una historia de gloria y dignidad.» Patricio Lumumba
La sed energética del mundo se agudiza cada día más. A pesar de la mediática puesta en escena de maniobras diversivas como la de los agrocombustibles o el recalentamiento global, lo cierto es que los círculos dominantes de las grandes potencias capitalistas del mundo (incluyendo por supuesto a China), no han cesado un instante en sus intentos de controlar todos y cada uno de los yacimientos de energía fósil que existen en nuestro planeta.
El descubrimiento en los últimos años de grandes reservas de hidrocarburos en territorio africano ha colocado sobre el tablero de ajedrez de la geopolítica energética mundial a pueblos y países de ese continente que durante casi todo el siglo XX fueron ignorados y marginados, y en donde el saqueo de sus estratégicas riquezas minerales y sus condiciones de trabajo semiesclavas se hizo, en forma más o menos concertada, entre las diferentes potencias coloniales (EEUU, Francia, Inglaterra, la Sudáfrica del apartheid), que a su vez hicieron causa común en enfrentar los intentos de la antigua URSS por establecerse en el continente.
El derrumbe de la URSS, la emergencia de China como gigante económico y la consolidación de los EEUU, en el plano militar, como única superpotencia imperial en el orbe, han marcado la geopolítica mundial de los últimos años del siglo XX y los primeros del siglo XXI.
El lento pero sostenido avance de África como zona productora de petróleo ha provocado un reposicionamiento de las potencias mundiales en ese continente en defensa y apoyo de sus corporaciones energéticas.
En el caso de los EEUU, ya desde el gobierno de Clinton se iniciaron programas de «ayuda» económica y militar como el de las «Operaciones de Contingencia para el Entrenamiento y la Asistencia» (OCEA por sus siglas en español), el «Acta de Crecimiento y Oportunidades para África» (AGOA I y II) y la «Iniciativa Estadounidense de Respuesta a las Crisis Africanas» (African Contingency Operations Training and Asístanse ACOTA) programa este último creado para la instrucción militar y «entrenamiento antiterrorista» de unos 10 a 12 mil militares africanos, cantidad elevada en los últimos 4 años a 40 mil. Una especie de Escuela de las Américas para África.
La creciente importancia de África como suministrador de petróleo estriba en que ya produce cerca del 12% del que se consume en el mundo y el 25% del que consumen los EEUU, más del que este último país importa desde Arabia Saudita. África posee reservas por el orden de los 110 mil millones de barriles de petróleo (9% del total de las reservas mundiales) de una calidad excelente, de bajos costos de producción y rápido y fácil transporte, con unos yacimientos off-shore que constituyen las áreas de exploración y producción de más rápido crecimiento en el mundo.
La importancia estratégica de África para el proyecto imperial de los EEUU puede deducirse de las repetidas giras de altos funcionarios usamericanos (incluyendo a los presidentes Clinton y Bush) por ese continente en los últimos años. En enero del 2006 la secretaria de estado Condolezza Rice anunció que «los EEUU reducirían su personal diplomático en Europa para aumentarlo en otras regiones emergentes del mundo, especialmente África». A su vez el subsecretario de estado para África Walter Kansteiner declaró en su momento que: «El petróleo africano es de interés estratégico nacional para nosotros y lo será aun más en el futuro», y el influyente congresista republicano William Jefferson afirmaba que: «hay que redefinir a África como una región estratégicamente crucial para los EEUU».
La mayor prueba del valor que para los intereses energéticos estadounidenses ha adquirido África lo encontramos en la decisión anunciada en febrero de este año (2007) por la administración Bush de crear el «The United States Africa Command (AFRICOM), un comando militar de sus fuerzas armadas con competencia exclusiva para África. Hasta este año la responsabilidad de las operaciones militares usamericanas en África se las repartían el comando europeo (Eurocom), el comando central (Centcom) y el comando del Pacífico (Pacom).
Hasta la fecha el gobierno de los EEUU aun no ha anunciado en cual país africano va a funcionar la sede principal del Africom, pero ateniéndose a los libretos y guiones de lo que ellos denominan «políticamente correcto» ya se ha anunciado que el primer comandante del Africom será un afroamericano, el General William Ward.
Aun antes de establecer el Africom los EEUU habían venido instalando una serie de base militares alrededor de los puntos estratégicos del mapa petrolero africano. En la isla de San Tomé y Príncipe, frente al golfo de Guinea que aporta el 10% del petróleo africano que consumen los EEUU, ya funciona una gran base aeronaval y hacia el noreste del continente ocupa la gran base militar de Camp Lemonier en Djibuti, en pleno estrecho de Bab al Mandab (Puerta de las Lágrimas) entre el Mar Rojo y el Golfo de Adén, antigua sede de una base de la legión extranjera francesa. Aunque los galos conservan tropas en ese país, la cesión de esta base por parte del gobierno de Djibuti, en el que todavía Francia mantiene una considerable influencia, es prueba de la concordancia de intereses que en materia energética africana existe entre el Elíseo y la Casa Blanca desde la época de Chirac y ahora reforzada aun más con el atlantista Sarkozy en la presidencia francesa.
Además de estas bases, los usamericanos tienen importantes contingentes de tropas en varios países africanos, con gobiernos disciplinadamente alineados con los intereses de Washington, destacándose entre estos a Kenia, Etiopía, Uganda y el Chad. Este impresionante despliegue militar (con los altos costos que ello conlleva) tiene como indignante contrapartida el hecho de que los EEUU son el país desarrollado que menor porcentaje de su PIB (0.3%) dedica a la ayuda para el desarrollo de África. Francia por su parte, mantiene dos grandes bases militares en Dakar (Senegal) y Libreville (Gabón) además de tropas en Djibuti, República Centroafricana, Chad, Costa de Marfil y Mauritania.
Acá es interesante señalar que los franceses parecen haber resignado su papel de gran potencia colonial africana a favor de la fuerza y el poder militar estadounidense en la zona y no quieren repetir los feroces choques de intereses (hasta ahora no combatidos por sus propios soldados) que los enfrentaron a mediados de la década de 1.990 en la región de los grandes lagos (Ruanda, Burundi, Congo) y a finales de esa misma década en el África occidental (Liberia, Sierra Leona, Costa de Marfil).
El establecimiento de bases militares y gobiernos satélites de los EEUU en países que hasta ahora Francia había considerado como parte de su imperio neocolonial (Camerún, Chad, Gabón, Djibuti, Congo Brazzaville) y el control de las operaciones de exploración, perforación, producción y comercialización del petróleo en esos países por parte de las grandes petroleras anglosajonas (Exxon, Chevron, Shell), en desmedro de la corporación francesa Total, con cierta pasividad y complacencia del Elíseo, permiten inferir que existen nuevos acuerdos de reparto de influencias y control de las riquezas energéticas africanas, donde Francia y sus multinacionales, por razones estratégicas y de supervivencia han subordinado su participación en beneficio del hegemón estadounidense; esto aun cuando la última iniciativa gala de una «Unión Mediterránea» pareciera ser una ofensiva destinada a salvaguardar lo que los franceses siempre han considerado su espacio vital, esto es, el norte de África. Aquí es interesante señalar que en el año 2005 la policía sudafricana, alertada por la inteligencia francesa, desmanteló y detuvo un grupo de mercenarios, dirigidos nada menos que por Mark Tatcher, hijo de la otrora «Ironmaden» británica Margaret Tatcher, a través de los cuales intentaban los EEUU, Inglaterra y España (el trío «antiterrorista» de las Azores) derrocar al dictador Teodoro Obiang de Guinea Ecuatorial, para expulsar a la petrolera gala Total de ese país en beneficio de la Repsol y de la Shell (la Exxon ya está allí) e instalar la mayor central de licuefacción de gas del mundo sin participación de París. Francia se enteró y sus servicios de inteligencia, tal y como en una novela de Forshite o de Le Carre, dieron el soplo a la policía sudafricana que desmanteló la operación.
Así como en 1.885 las potencias coloniales europeas presentes en la conferencia de Berlín (Francia, Inglaterra, Bélgica, Alemania, Portugal y España) acordaron un «reparto entre caballeros» del continente africano, la «operación antiterrorista» para África, «Libertad Duradera» promovida y liderada por la administración Bush y secundada por Francia, Alemania, Inglaterra, Italia y España, (¡sólo faltarían Japón y Canadá para ser el G-8!) parece constituir la fase inicial de un nuevo reparto de este continente.
Esta coalición, utilizando el manoseado, hipócrita y falso, pero aun útil argumento de la lucha contra el terrorismo, (en donde, como siempre, la etérea y fantasmal presencia de Al Qaeda y el «fanatismo musulmán» sirven perfectamente de excusa a los intereses imperiales) busca no sólo repartirse el botín africano sino erigirse como un muro de contención contra la actual penetración de China en África y frenar los futuros intentos de potencias emergentes (Brasil, India, Sudáfrica) de posicionarse y competir por los recursos energéticos y minerales africanos.
Las elites políticas chinas perciben el siglo XXI como «su siglo», pero la creciente dependencia del petróleo importado puede convertirse en el talón de Aquiles de tal aspiración, por ello, en materia de seguridad energética han asumido la misma estrategia de los EEUU, esto es, no colocar todos los huevos en una misma canasta, es decir, diversificar al máximo sus fuentes de aprovisionamiento petrolero, por ello, desde hace ya cierto tiempo, en forma firme y sutil, han venido tomando posiciones en el tablero energético africano. Sus empresas petroleras SINOPEC y la CNPC (China Nacional Petroleum Company) se han asentado firmemente en el suelo (o mejor sería decir en el subsuelo) africano, compitiendo de igual a igual con las grandes petroleras anglosajonas y francesas.
Esta posición de privilegio que detentan las dos grandes petroleras estatales chinas en África ha sido posible, entre otras causas, gracias a la agresiva expansión económica china en ese continente y a la correspondiente influencia política que ella ha conllevado. El intercambio comercial sino-africano ha subido de un poco más de cuatro mil millones de dólares a principios de los años noventa a superar los cuarenta y cinco mil millones de dólares en este 2007, con proyecciones a duplicar esta cifra en los próximos diez años.
En noviembre del año 2006 40 presidentes africanos fueron a Beijing para celebrar allí la primera cumbre de jefes de estado sino-africana.
China ya obtiene de África más del 30% del petróleo que consume y asegura su posición en este mercado con una sutil y heterodoxa (para África) estrategia de ayudas de carácter tecnológico, social, financiera y diplomática, que representa para los países de este continente una opción diferente a las brutales estrategias coercitivas que históricamente efectuaron (y aun lo hacen) allí los europeos y contemporáneamente los usamericanos con sus acciones militares y las terapias de shock y programas de ajuste del Banco Mundial y el FMI.
La gira que realizó durante febrero de este año 2007 el presidente chino Hu Jintao por ocho países africanos, (diplomacia del dólar la llamaron algunos), sirvió para fortalecer en grado sumo la presencia china en ese continente. El jerarca chino firmó acuerdos comerciales, condonó deudas a los países africanos más pobres por el orden de los dieciocho mil millones de dólares, otorgó becas y programas de intercambio estudiantil para que miles de jóvenes africanos se preparen en universidades chinas y formalizó acuerdos de cooperación y formación militar con varios Estados.
Estas actividades no podían dejar de encender las alarmas en Washington que se apresuró, apenas despegando el avión de Hu Jintao de territorio africano, en anunciar la creación del Africom como una forma de advertencia a China sobre las intenciones de los EEUU de controlar los recursos de ese continente.
En asociación con la estatal sudafricana South African Petroleum (alianza por lo demás interesante y estratégica mucho más allá de lo simplemente comercial o técnico) Sinopec acaba de firmar acuerdos con Nigeria por el orden de los 2.300 millones de dólares para producir 200.000 barriles diarios de crudo, con lo que de hecho puso fin al histórico monopolio que las compañías anglosajonas (Shell, Chevron y Exxon) habían mantenido sobre el petróleo de ese país. En este mismo país, China invirtió más de cuatro mil millones de dólares en la modernización de la refinería de Kaduna y a cambio sus empresas estatales obtuvieron cuatro licencias de explotación en el delta del río Níger. Es significativo que el presidente nigeriano Obasanjo, durante el banquete de recepción en honor a Hu Jintao, declarara en alta voz su deseo y esperanza de que «China dirija a el mundo durante el siglo XXI».
El pasado año 2006 China otorgó préstamos por más de diez mil millones de dólares a Nigeria, Ghana y Angola, países que comparten la condición de productores de crudo y en los que no es difícil imaginar que el petróleo figuró en dichos contratos como garantía del pago. En ese mismo año 2006, el Banco Mundial y el FMI otorgaron ¡a toda África¡ sólo 2.300 millones de dólares y en condiciones que oscilan entre la usura y el gangsterismo puro y simple.
Sinopec también ha realizado prospecciones en Níger, Mauritania y Malí, países que hasta ahora no resultaban atractivos desde el punto de vista de sus posibles reservas pero que ahora, con un barril de petróleo cotizándose a casi 100 dólares, sí lo son, y China lleva la delantera en ellos. De igual forma China firmó acuerdos con el pro estadounidense gobierno de Kenia para la exploración petrolera en sus costas con todos los gastos operativos por su cuenta.
Cuerno de África:
En el cuerno de África China se ha instalado sólidamente, controlando la mayoría accionaria de la empresa estatal de petróleo de Sudán. La principal zona petrolera de Sudán está ubicada al sur de ese país, en las alturas del Darfour, zona que ha vivido en los últimos años un sangriento conflicto que a pesar de los intentos de la división mediática del imperio estadounidense (CNN, FOX, Reuters, incluso participación de divos tipo George Cloney etc.) de presentarlo como un genocidio de carácter étnico (malvados «árabes musulmanes» del norte masacrando buenos negros animistas y cristianos del sur) lo cierto es que dicho conflicto rezuma petróleo por todas partes. Sin minimizar el horror de toda guerra, es asqueante la forma en que se utiliza ésta para manipular y preparar a la opinión pública mundial para una posible intervención armada. Nunca las constantes guerras y hambrunas del cuerno de África habían sensibilizado para nada a estos medios que sólo las han visto como «noticias» con las que vender espacios de TV, manipulando a la vez el morbo y la solidaridad de los telespectadores de sus sociedades. La guerra civil que azota a Sudán ha producido, desde 1.985, más de un millón de muertos y tres millones de desplazados, pero hasta que no se supo de su riqueza petrolera este conflicto fue simplemente ignorado por las acuciosas agencias de noticias internacionales.
EEUU ha insistido con el tema del genocidio en el Darfour como una forma de justificar la intervención (ya aprobada) de la ONU (en un principio había propuesto que fueran miembros de la OTAN quienes la hicieran). Los EEUU, a través de sus regímenes vasallos en el Chad y en Uganda, ha entrenado y armado a los rebeldes sureños del Ejercito de Liberación Popular de Sudán, dirigido hasta su muerte, en un extraño y nunca aclarado accidente de aviación, por John Garang, sujeto entrenado en la Escuela de Fuerzas Especiales de los EEUU en Fort Benning, Georgia.
Como han hecho casi todos los países petroleros del mundo, Sudán dividió su territorio en bloques para ofrecerlos en licitación. El bloque número 6 (precisamente el del Darfour) con reservas estimadas en diez mil millones de barriles, le fue otorgado a empresas chinas, lo que implica para los EEUU no sólo la pérdida para sus transnacionales de unos enormes yacimientos sino el posicionamiento de China en el superestratégico Cuerno de África!
El principal movimiento guerrillero en la zona del Darfour es el Movimiento por la Justicia e Igualdad (JEM, por sus siglas en inglés) promovido por la mayoría de los medios occidentales como los «verdaderos» representantes del pueblo del Darfour; estos se han caracterizado en los tres últimos años por sus sistemáticos ataques a las instalaciones petroleras chinas en la zona, ataques que persiguen, según palabras de Jhalil Ibrahin, uno de sus máximos voceros, «desplazar del área a Beijing». Como se puede apreciar en estas declaraciones existe una curiosa coincidencia de intereses y fines (más allá del genocidio y los desplazados) entre los rebeldes del Darfour y las grandes petroleras anglosajonas y sus representantes del departamento de estado usamericano.
Sudán mide 2.503.890 kilómetros cuadrados, siendo el país de mayor extensión territorial de África. Es el puente entre el África central y el mar Rojo y entre otras condiciones que lo hacen vital y estratégico está la de controlar buena parte del caudal del río Nilo. Sudán posee más de 700 kilómetros de costas sobre el mar Rojo (recordemos por ahí circula casi todo el petróleo que viaja desde el golfo pérsico hacia Europa). China ha invertido en los últimos años más de quince mil millones de dólares en Sudán, incluyendo la construcción de una refinería en las afueras de Jartum y está construyendo oleoductos para transportar el crudo desde el sur del país hasta Port Sudán en el Mar Rojo.
También es interesante desde el punto de vista geopolítico señalar que en Sudán se han aliado la empresa estatal china CNPC (China Nacional Petroleum Company) con la empresa estatal del otro gigante asiático, la india ONGC (Oil and Natural Gas Corporation) para conformar la GNOPC (Greather Nile Petroleum Operative Company) que abre un número importante de variables estratégicas en esa zona.
Somalia. A pesar de que actualmente este país no es productor de petróleo sus 3.330kilómetros de costas en el Golfo de Adén, Mar de Arabia y Océano Índico así como su vecindad con casi todos los países del cuerno de África le confieren la condición de corredor estratégico vital para los intereses petroleros imperiales en la región, una especie de Afganistán africano.
La actual condición de país no productor no significa que en su subsuelo no existan yacimientos petrolíferos; en 1.991 un informe del Banco Mundial señalaba la existencia de importantes yacimientos en su plataforma marina, especialmente frente al Yemen en la zona del Golfo de Adén. Esta información al parecer ya era conocida en los altos círculos del poder petrolero mundial pues en la década de los años 80 el dictador Siad Barre entregó en concesiones la casi totalidad del territorio somalí a cuatro grandes petroleras usamericanas: Conoco, Amoco, Chevron y Phillips, y como nos demuestra la historia petrolera contemporánea, estas corporaciones juegan siempre a ganador y con las cartas marcadas, esto es, jamás invierten en un país sino cuando poseen información fidedigna y confiable de que sus inversiones están aseguradas..
A diferencia del golfo de Guinea en donde sus intereses y las características sociohistóricas de los pueblos que allí habitan aconsejan a los estrategas usamericanos promover la estabilidad política interna y la buena vecindad entre sus miembros, en el cuerno de África los EEUU instigan y maniobran a favor de la desestabilización, las guerras civiles y la balcanización de los países que lo integran. Al igual que en Irak, esta inestabilidad, aunada a la condición islámica de la población de sus países otorgan una patente de corso permanente para intervenir militarmente cada vez que sus intereses así lo indiquen, y es a la vez un cuchillo en la yugular energética de Europa (Golfo de Adén, Mar Rojo) que les permitirá a los usamericanos controlar cualquier intento europeo de sacudirse su control y dominio.
Para mejor asegurar sus objetivos en esta región, el imperio usamericano ha utilizado la añeja estrategia romana de «Divide Et Impera» partiendo a Somalia en 3 países: Somalilandia al noroccidente, Puntland en la parte nororiental y Somalia propiamente dicha en el sur; esta última invadida por el cipayo ejército etíope (tradicional rival de Somalia) en mercenaria función para los EEUU y con la aparente próxima intervención de fuerzas ugandesas y nigerinas. Todos estos elementos configuran un escenario altamente explosivo que podría involucrar a las minorías somalíes que viven en Etiopía, Uganda, Djibuti, Kenia y Sudán, con efectos catastróficos para la región pero que al parecer corresponden a la estrategia de guerra permanente que los ideólogos del poder imperial usamericano han diseñado para el control mundial en este siglo XXI.
*Joel Sangronis Padrón es profesor de la Universidad Nacional Experimental Rafael Maria Baralt (UNERMB), Venezuela.