Desde que a George W. Bush le entregaron en el 2000 su primera jefatura imperial (personas que su propio padre había colocado en la Corte Suprema de Justicia del país del norte), no he sabido si reír, gritar o llorar cuando descubro de lo que anda haciendo y diciendo por el planeta que él gobierna. […]
Desde que a George W. Bush le entregaron en el 2000 su primera jefatura imperial (personas que su propio padre había colocado en la Corte Suprema de Justicia del país del norte), no he sabido si reír, gritar o llorar cuando descubro de lo que anda haciendo y diciendo por el planeta que él gobierna. Que no se me tome con levedad. Realmente no sé si reír de sus ocurrencias y comentarios cirquenses, gritar por sus desaciertos y burlas propias de alguien que no tiene la menor idea de lo que está haciendo, o simplemente llorar, del dolor que causa imaginar que el policía, el juez y el abogado del mundo en que vivo sean él y únicamente él.
Sí, así es, da risa y duele que estemos hablando del creador de los bushismos, brillantes y antológicos pensamientos que prosperarán por los siglos de los siglos. Los ejemplos de estas genialidades bushistas tienen voz propia: El futuro será mejor mañana, Es tiempo para la raza humana de entrar en el sistema solar, y entre los más eruditos, La gran mayoría de nuestras importaciones vienen de fuera del país y Un número bajo de votantes es una indicación que menos personas están yendo a votar. La tierra vibra, el cielo se eclipsa y los vientos redoblan en marcha triunfal: es el Gran Arquitecto de un siglo sombrío e ilógico, lleno de contradicciones, muertes y mayormente, estupideces.
La nueva de Bush vino esta semana. Ahora sucede que le dijo a Bill Sammon, corresponsal del Washington Times, que él «cree» (las comillas son mías) que Bin Laden le ayudó a ganar las elecciones de noviembre de 2004, frente a John Kerry. Esto en referencia al video divulgado cuatro días antes de dichas elecciones, en el que el líder de Al-Qaeda embiste contra Bush y amenaza, recordando los atentados del 11 de septiembre de 2001, aún frescos en la memoria colectiva. Según The Examiner, que reproduce la noticia, Mr. George dijo al respecto: «Yo pensé que iba a ayudar y que ayudaría a la gente a recordar que si Bin Laden no quiere que Bush sea presidente, algo bueno tendrá Bush».
Su lógica y omnisciencia me superan por mucho. Pienso en los ex-dictadores latinoamericanos de manos sangrientas: aplicando la lógica bushista, la oposición del pueblo era señal irrefutable que algo bueno tenían los dictadores. Pienso en el caso nicaragüense: el hecho de que Sandino no quisiera nada con los gringos invasores, significaba que algo bueno tenían los gringos invasores. Tremenda lógica.
¿Qué bueno tiene Bush? ¿Sus conquistas imperiales en Afganistán, Iraq, y ahora probablemente Irán? ¿Su estela colonizadora disfrazada de TLC que creará en Centroamérica y República Dominicana más de lo que sucede en México, aquello que su propio aliado, Mr. Fox, llamó «zonas de pobreza inevitable»? ¿Su mira telescópica de destrucción apuntando a Cuba, Venezuela, Bolivia y a cualquier otro país que no sepa decir Sir, yes, sir?
Tampoco entiendo la lógica de los votantes norteamericanos, pues ni siquiera ellos han tenido salvación bajo la túnica aguileña de su Presidente: Quiebras multimillonarias como las de Enron; Nueva Orleáns borrada del mapa porque Bush no quiso hacer nada frente al Katrina; miles de trabajos cerrados, recortes a Medicare, Medicaid y educación en pro de engordar aún más el gasto militar de una guerra invasora que ya alcanza cifras exorbitantes y ofensivas para cualquier ser humano (US$ 244,577,928,372.00 es el costo de esta guerra al momento de escribir este artículo, según nationalpriorities.org), causando la peor deuda nacional en EE.UU. en los últimos años. Aunque sí puedo darme una idea de porqué votaron por él: el miedo.
Cuando uno actúa guiado por el miedo, lo irracional se mezcla fácilmente con lo racional. Sólo el miedo le pudo entregar unas elecciones que ya estaban en manos de Kerry, y casualmente hubo mucho miedo en suelo estadounidense el día de las elecciones. Tanto el video de Bin Laden, como la repetición permanente de los ataques y las escenas de destrucción por parte del mass-media, así como aquellos ataques de ántrax que vinieron y desaparecieron, tan efectivos y a la vez tan fugases, propiciando el ambiente adecuado para que Bush no sólo ganara, sino que también siguiera aprobando las leyes de seguridad nacional más ilegales, inseguras y antinacionales de la historia gringa. Estas leyes hoy día se han extendido al aplastamiento de los derechos humanos y civiles mínimos, como la privacidad al hogar, la libertad de expresión, de culto y de cátedra. P. e., en su reciente State of the Union (Informe de la Unión), Mr. Bush hizo público un plan que permite la intervención de teléfonos y de correos sin previa orden judicial, como determinan las leyes de los Estados Unidos. Si bien lo único que está haciendo es «formalizando» las ilegalidades e irregularidades que ya estaban en práctica. Por algo Chávez le ironiza bajo el nombre de Mr. Danger (Señor Peligro).
Porque, ¿de qué otra forma expresar su firmeza absurda sobre las armas de destrucción masiva en Iraq, que luego reconoció saber que nunca existieron? ¿O sus cráteres lunares en Afganistán gracias a tantos bombardeos para «encontrar» a Bin Laden, nunca encontrado? ¿O de los miles de jóvenes norteamericanos enviados a asesinar y ser asesinados a merced de una guerra sin sentido? ¿O de los negocios turbios con el petróleo de él y su círculo cercano? Hay tantas cosas para tener en cuenta, que yo no sé, en mi gran ignorancia, dónde está lo bueno que Mr. Bush dice tener.
Lo que Bush no sabe, o quizá sabe demasiado bien para decirlo, es que las encuestas demuestran que la mayoría norteamericana ya no cree en él (vg. en temas de dirección financiera, manejo de la situación en Iraq y de la guerra como camino idóneo para la lucha contra el terrorismo). Bush sabe que es un presidente escogido por los amigos de su padre y la influencia de su hermano Jeb Bush (Gobernador de la Florida, Estado que técnicamente le permitió la victoria), y luego electo producto del miedo, de la confusión y del odio, y le enoja tanto admitirlo que ya no sabe que decir o hacer para disimularlo.
Como afirmó en su momento Umberto Eco, no se debe pretender que los gobiernos estén al mando de filósofos y eruditos, pero sí de personas con sensatez e ideas claras. Con comentarios y acciones erróneas como las de Bush, sólo demostramos que cada vez es más fácil empujar a los hombres hacia lo que queremos a través del miedo, la desconfianza, el odio, y cada vez más difícil lograrlo a través del liderazgo sincero y bienintencionado.
Entre la minoría que cree que Bush tiene algo bueno, el más ferviente admirador es él mismo. Nosotros, los que somos minoría según su óptica y mayoría según matemática simple, nosotros, los que estamos al sur de la frontera imperial (o quizás en su propio estómago, porque ya hemos sido tragados), tenemos y vivimos otra realidad, una realidad que no espera ningún bushismo mágico que disfrace mágicamente la miseria a la que nos han encaminado.
Los latinoamericanos estamos en una realidad que nos enseña que Mr. George Walker Bush, a final de cuentas y sin que él lo desee, sí puede tener algo bueno: ha unido más y más a los pueblos humildes, solidarizándolos y concientizándolos que la Tierra completa no debe ni será anexada al Imperio de su Majestad Bush, y que sus habitantes, es decir nosotros (y el propio pueblo norteamericano que ha sido excluido y olvidado), merecemos y demandamos respeto.
Sí, Bush sí tiene algo bueno, algo maravillosa y portentosamente bello. La unión creciente de los pueblos por una esperanza posible es quien mejor lo atestigua.