Han pasado varias semanas desde que las protestas de varias decenas de jóvenes, y ya no tan jóvenes, se iniciaron en Wall Street en respuesta a las condiciones de rapiña que han instituido los señores que despachan ahí. Cada día, las protestas cunden a otros centros urbanos. Sin embargo, los dirigentes políticos no parecen darse […]
Han pasado varias semanas desde que las protestas de varias decenas de jóvenes, y ya no tan jóvenes, se iniciaron en Wall Street en respuesta a las condiciones de rapiña que han instituido los señores que despachan ahí. Cada día, las protestas cunden a otros centros urbanos. Sin embargo, los dirigentes políticos no parecen darse cuenta de que algo serio sucede. Ignorar algo tan evidente es no darse cuenta de que en la sociedad estadunidense hay un germen de inconformidad por el rumbo que el país ha tomado, que crece conforme pasan los días. Fue hasta el jueves pasado cuando el presidente Obama se refirió a quienes han tomado las calles de Wall Street como los ciudadanos que exigen el pago de mayores impuestos a quienes más ganan
. La forma con que se refirió a las protestas llama a pensar que, como han dicho algunos observadores locales, hay un divorcio entre la realidad en que viven millones de personas y la percepción que de esa realidad tienen quienes despachan en Washington. Que alguien como Obama, tan informado y con la sensibilidad de quien inició su carrera política en movimientos sociales y en defensa de los derechos humanos, concluya que quienes protestan lo hacen sólo por un problema de impuestos, es reflejo de ello. Poco o nada se podrá esperar de otros políticos que tal vez ni siquiera han registrado las protestas, o si lo han hecho se refieren a ellas como una muchedumbre que trata de dividir al país
.
No lo es, pero pareciera una conspiración para negar el significado que tienen esas movilizaciones. Quienes protestan hacen un juicio de un sistema que a todas luces es incapaz de satisfacer las expectativas de millones de personas. No son sólo los impuestos. Es también el cinismo de quienes se han beneficiado con la crisis, las deficiencias de un sistema jurídico que se ensaña con quienes carecen de recursos para defenderse, la venta de puestos de elección en campañas políticas cada vez más onerosas, el desempleo, la educación cada vez más selectiva, el deterioro del ambiente y un largo etcétera.
Si alguien debiera entender la urgencia de atender esas demandas es Obama. Responder a ellas sería una forma de cumplir con sus promesas cuando llegó a la presidencia. Quienes se oponen a él acusándolo de socialista saben que no lo es, ni ha pretendido serlo. En el fondo lo único que busca es rescatar un proyecto liberal del que cada vez se benefician menos personas. La prueba está en las calles. No es la primavera árabe, pero pudiera llegar a serlo.
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2011/10/10/opinion/015o1pol