Las elecciones en EEUU en noviembre y la reciente fotografIa de la agresión sionista en Líbano son una buena oportunidad para intentar aportar algo de luz a las complicadas relaciones entre los neoconservadores de WashinGton y para analizar el engranaje que ha hecho posible que el presidente george w. Bush siga en la casa Blanca […]
Las elecciones en EEUU en noviembre y la reciente fotografIa de la agresión sionista en Líbano son una buena oportunidad para intentar aportar algo de luz a las complicadas relaciones entre los neoconservadores de WashinGton y para analizar el engranaje que ha hecho posible que el presidente george w. Bush siga en la casa Blanca
La nueva configuración de la geopolítica internacional y los esfuerzos de EEUU para asentar y desarrollar el imperio tienen una relación directa con la plasmación de los planes y las políticas que los neoconservadores llevaban tiempo preparando. El ascenso de Bush a la presidencia, su reelección e incluso los acontecimiento del 11-S han posibilitado llevar adelante esa ideología neoconservadora tras haber esperado pacientemente en la sombra durante décadas.
Esta hegemonía mundial que desarrolla Washington es el fruto de lo que algunos analistas como Roszak han descrito como «la convergencia de tres fuerzas sociales. El dinero, el cerebro y el músculo». La primera engloba los nuevos líderes de las corporaciones que se han adueñado de la economía estadounidense. Las políticas neoliberales y globalizadoras han mostrado el verdadero rostro de esa elite económica y de sus ilimitadas ambiciones, a las que están dispuestos a llegar «a cualquier precio». Estos protagonistas, señalados como «los corporativistas» aportarían la capacidad económica, no sin recibir ingentes beneficios, del proyecto.
El segundo grupo lo componen ideólogos ultraderechistas y partidarios de la intervención militar, que durante estos años han ido copando los puestos de los más importantes grupos de presión y think-tanks, «lo que les ha permitido ejercer una importante influencia y control sobre universidades, medios de comunicaciónŠ». Roszak los califica como «los triunfalistas».
Finalmente se encontraría la base electoral que ha permitido a Bush alcanzar la presidencia. Toda una serie de «fundamentalistas» han conformado una importante red de influencia y movilización que ha logrado al mismo tiempo desarrollar un pensamiento ultraconservador y que las interpretaciones religiosas más fundamentalistas tengan un importante eco en la administración y en la sociedad de EEUU.
Intereses comunes
Cada uno de esos grupos tiene su propia agenda y prioridades, pero «todos ellos coinciden en la política para transformar radicalmente el papel del gobierno, evitar la distribución de la riqueza, reformar la economía global y redefinir el significado de democracia».
Paralelamente, esa alianza estratégica no debe llevarnos a una homogenización de los diferentes sectores e intereses. Remarcando esa confluencia táctica, dentro de cada grupo conviven y pelean diferentes tendencias e ideologías.
Mientras que los «corporativistas» siguen trazando las líneas intervencionistas desde una óptica economicista y de rentabilidad de la política exterior, los «triunfalistas» logran enmarcar en el mismo proyecto su ideas neoconservadoras y la influencia militar, al tiempo que a través de buena parte de las multinacionales al uso asistimos al matrimonio perfecto entre esos dos grupos.
Finalmente, la masa electoral que mueven los «fundamentalistas» les permite ir minando los avances en diferentes ámbitos sociales y políticos de la sociedad estadounidense. En los últimos años la labor combinada o independiente de los grupos fundamentalistas nos ha llevado a una percepción de la sociedad norteamericana en sus aspectos más reaccionarios y conservadores. Se nos presenta una situación muy próxima a la teocracia más reaccionaria del mundo. La mayoría de las intervenciones en política exterior de EEUU llevan ese sello reaccionario, desde Israel hasta Iraq.
La administración de Bush no tiene ningún reparo en impulsar esas políticas e interpretaciones que dejan en muy mal lugar las llamadas «libertades» del país. De esta forma, los asuntos relativos a la ciencia deben someterse a la censura, las interpretaciones religiosas (teorías de la creaciónŠ) y los valores de la familia conservadora se imponen (matrimonio, castidad, religiosidad absoluta, puritanismo reaccionario).
Las agendas y avances en temas como el sida, el aborto, homosexualidad, la ciencia o el divorcio son abordados desde el mismo prisma religioso, fundamentalista y reaccionario. Todas estas maniobras permiten ver cómo la extrema derecha religiosa ha logrado dominar buena parte del partido Republicano y al mismo tiempo la propia administración de George W. Bush.
Alianzas
Una de las alianzas que más han llamado la atención en los últimos tiempos se crea en torno a las llamadas políticas del Apocalipsis. La influencia del sionismo cristiano y el desarrollo de las doctrinas en torno a la «restauración judía» han permitido la confluencia de dos sectores, los «nuevos cristianos» y los «sionistas» más reaccionarios.
Esta mezcla de religión y política, en base a interpretaciones apocalípticas y milenaristas del mundo, ha permitido materializar esta coalición de intereses, con un claro eje central en torno a un militarismo mesiánico.
El cristianismo sionista es un movimiento en alza (más de 5 millones en EEUU), hace una lectura literal de la Biblia, lo que le permite señalar «el retorno judío a Tierra Santa», como premisa para «la Segunda Llegada» y el inevitable «Armageddon». Con unos medios humanos y materiales muy importantes, esta alianza condiciona la política exterior estadounidense, al tiempo que no duda en promocionar intereses comunes entre el estado de Israel y el resto del mundo «cristiano».
El peso de todo este complejo entramado de alianzas e intereses es clave para entender la situación actual de Bush, pues más del 40% de su electorado tiene sus raíces en alguno de estos sectores, y el presidente sabe que su nivel de movilización es elevadísimo. Consciente, por tanto, de esta realidad, no debe extrañarnos que Bush «mime» a esos grupos llevando a cabo políticas reaccionarias. Los recortes en planificación familiar y lucha contra el sida contrastan con las millonarias sumas para los grupos que promueven la abstinencia sexual y el matrimonio. También en el ámbito judicial han logrado acaparar los puestos más importantes de la judicatura, desde donde pueden ahora «maniobrar para evitar la separación de estado y religión». La derecha religiosa ha logrado también influir en materia educativa y de investigación, «las teorías creacionistas se imponen en aulas y centros de educación, se garantizan derechos humanos para los fetos» y se llega a proclamar en estos círculos que el propio Bush «ha sido elegido por Dios».
El alcance de la influencia y el peso de decidir de estos grupos es tan elevado que hoy en día, y de momento no tiene muchos visos de cambio, dirigen la política interna y externa del país que busca convertir el mundo en un imperio bajo su control. Las consecuencias de todo ello podemos apreciarlas todos los días y los datos aquí aportados no son más que una mínima prueba de todo ello. Durante mucho tiempo han estado esperando su momento, y el viaje hacia el poder de manera pública e indisimulada se inició con Reegan y se ha materializado con Bush. Y ahora el elevado precio de ello lo estamos pagando todos. –
(*) Txente Rekondo: Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN).