Se susurraba desde hace un tiempo: la decisión del presidente gabonés de suspender momentáneamente sus actividades para hacer su duelo ocultaba mal una gran preocupación por su estado de salud. Con su hospitalización en una clínica de Barcelona hace ya una semana, afirmar que el año 2009 habrá sido el de los sufrimientos para el […]
Se susurraba desde hace un tiempo: la decisión del presidente gabonés de suspender momentáneamente sus actividades para hacer su duelo ocultaba mal una gran preocupación por su estado de salud. Con su hospitalización en una clínica de Barcelona hace ya una semana, afirmar que el año 2009 habrá sido el de los sufrimientos para el decano de los jefes de Estado africanos es decir poco. Más allá de sus problemas de salud y del fallecimiento de su esposa Edith, el 14 de marzo pasado, el presidente gabonés hace frente, con cierta irritación, a una denuncia en el Hexágono por malversación de bienes públicos, y asiste impotente al embargo de algunas de sus cuentas bancarias por la justicia francesa, conforme a una decisión de la Corte de Apelación de Burdeos.
Y del lado de Libreville, su decisión de suspender momentáneamente sus actividades y su ausencia prolongada del país, han vuelto a situar en el centro de los debates la muy preocupante cuestión de la sucesión de este hombre de Estado que habrá pasado 42 de sus 73 años de vida a la cabeza del Gabón. Los largos reinados son muchas veces generadores de turbulencias sociales, y el ejemplo de Togo está ahí para, si fuera necesario, ilustrarnos.
Por muy hombres de Estado que sean, estos príncipes que gobiernan están hechos en primer lugar de carne y hueso y el reloj biológico de ningún modo miente. ¿Cómo entender que la presidencia gabonesa se afane en encontrar disimulos al mal que sufre el jefe de Estado, al hablar de simples exámenes de rutina, como si fuera un crimen para un hombre de 73 no estar en plena forma o sentirse abandonado por las fuerzas de la naturaleza? esto es de estar enfermo.
Así, a pesar de los desmentidos de las autoridades de Libreville, que afirman urbi et orbi que la sucesión del jefe de Estado no está en la agenda, ya que el Presidente estaría en plena posesión de sus facultades, la opinión pública está ahora informada de que el decano de los jefes de Estado del continente tendría un cáncer intestinal agudo y de que su estado, según los médicos españoles, es grave, aunque estacionario.
Es decir, que Bongo ha alcanzado el apogeo de su largo reinado e inicia ahora la inexorable curva descendente que nos espera a cada uno de nosotros, y ello, tanto más cuanto ya había sido hospitalizado dos veces durante estos meses pasados. De ahí que los gaboneses piensen que una vez restablecido, el presidente debería ordenar la casa en favor de una sucesión suave que evite al país el caos, que en otros sitios se ha instalado duraderamente.
Más que todo, los interrogantes y suputaciones sobre la sucesión del presidente Bongo están confrontadas por la febril agitación que se ha apoderado de todas las jerarquías del Partido democrático gabonés (en el poder), que piensan cada uno, en su convicción más íntima y profunda, que ha sonado la hora de usurpar el poder del Estado, hasta tal punto que pisotean la ley fundamental del país que prevé sin embargo de manera clara, en su artículo 13, las modalidades de la sucesión.
En el seno de la clase política de este país, si bien algunos piensan que todavía no ha llegado la hora de escribir el epílogo sobre une eventual sucesión, y ello porque el decano se va a restablecer pronto y va a recuperar sus funciones, otros, y son numerosos, parecen muy inquietos sobre un futuro que prevén muy tumultuoso.
La mayoría de los gaboneses parecen bastante perturbados cuando piensan en el pos-Bongo, a causa sobre todo de ese impulso extremista que viene a ser la característica de algunos tenores del partido y de los que se sospecha están prestos a aliarse con el diablo para hacerse con el poder del Estado. Hay nombres que no cesan de circular cuando se evoca la sucesión del decano de jefes de Estado del continente: se trata por ejemplo de Ali Ben Bongo, ministro de Defensa e hijo del presidente.
Sin embargo, si se escucha atentamente a los que parecen estar al tanto de la política gabonesa, éste último no tiene ni las bases necesarias, ni la popularidad, ni, menos todavía, la representatividad que podrían permitirle ganar una elección presidencial transparente. Además de Ali, está, como emboscada, su hermana Pascaline Mféri Bongo, directora del gabinete presidencial (y esposa del ministro de Asuntos Exteriores, Paul Toungi), a la que se presta una gran influencia en la cima del Estado. El yerno de Bongo, Paul Toungi, antiguo ministro de Finanzas del país y miembro de la familia presidencial por alianza, ciertamente no arrojará la toalla y también él podría pensar que ha llegado la hora de presidir los destinos del país del presidente Léon Mba y del enorme músico Pierre Akendengué. En este nuevo gobierno, fuertemente reducido a causa de la crisis (había antes 64 ministros) de unos cuarenta miembros, hay tres viceprimeros ministros y tres ministros de Estado, y el primer ministro Jean Eyeghé podría tener algo que decir en caso de vacante a la cabeza del Estado.
Se cita de manera recurrente, si, a pesar de todo, esta sucesión que se apunta en el horizonte se hiciera de manera regular, el nombre del vicepresidente de la República, Di Djob Divungu Di Ndingué, quien, hasta ahora no parece interesado en el asunto y se contenta con inaugurar crisantemos. Está también emboscado el presidente de la Asamblea Nacional, el honorable Guy Nzouba, que posee una popularidad y audiencia reales en el país. En esta lista de presidenciables, el todopoderoso secretario general del partido en el poder, Faustin Boukoubi, podría tener también algo que decir.
Si bien estas personalidades parecen inscribirse en la continuidad, incluso en la herencia de un régimen de 40 años, sin duda marcado por resultados catastróficos en la casi totalidad de los sectores de la vida nacional durante estos últimos años, otros hombres políticos de la oposición, que se definen rupturistas con el inmovilismo, quieren jugar a fondo la carta de la alternancia.
En este bosque de pretendientes, algunos de los cuales se afirman como de oposición civilizada y otros de pura y dura, hay nombres que se repiten en las discusiones cuando se aborda la cuestión de la sucesión de Omar Bongo Ondimba: se trata de Zacharie Myboto, antiguo barón del poder, el cual, cansado de guerrear, ha asumido sus responsabilidades bautizando a su partido, la Unión Gabonesa para el Desarrollo y la Democracia (UGDD) en 2004; de Jules Bourdes Ogouliguendé del CDJ, ambos opositores recientes.
Pero está también y sobre todo el carismático y virulento presidente de la Unión del Pueblo Gabonés (UPG), Pierre Mamboundou, reputado como un hombre íntegro, con propuestas para hacer frente a los problemas que asaltan a la población y que, desde la creación de su partido en 1989, ha permanecido siendo uno de los raros hombres políticos gaboneses que no ha sucumbido a la tentación de acercarse a la sopa, a pesar de los llamamiento y ofrecimientos maravillosos de Bongo. Tal y como lo ha dado a entender un colega, los finales de reinado tienen ese ligero inconveniente de que a menudo se eternizan, producen raramente bellos efectos y se hunden en guerras de sucesión. El ex – pequeño emirato petrolero africano, desdichadamente, no es una excepción a esta regla.