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Amenazas y esperanzas del acuerdo con Corea del Norte

Fuentes: La Vanguardia (México)

Una perogrullada en materia humana así como en asuntos mundiales es que si usted amenaza a un pueblo, ese pueblo se defenderá. Y si usted se aproxima a otro pueblo de buena fe, ese pueblo es muy posible que reaccione de la misma manera. Uno de los ejemplos que corroboran ese criterio son las prolongadas […]

Una perogrullada en materia humana así como en asuntos mundiales es que si usted amenaza a un pueblo, ese pueblo se defenderá. Y si usted se aproxima a otro pueblo de buena fe, ese pueblo es muy posible que reaccione de la misma manera.

Uno de los ejemplos que corroboran ese criterio son las prolongadas y tortuosas relaciones entre Estados Unidos y Corea del Norte. Una de las muchas demostraciones fue cuando, en el 2002, el presidente George W. Bush calificó a Corea del Norte como un miembro colegiado del «eje del mal».

Corea del Norte estaba desarrollando bombas de plutonio y representaba una amenaza inminente, según la Inteligencia de Estados Unidos. Los cargos en realidad instigaron las propias amenazas contra las que Washington había advertido.

Corea del Norte, a diferencia de Irak, ya podía defenderse a sí misma con una artillería masiva apuntando a Seúl, Corea del Sur, y a las tropas de Estados Unidos cerca de la zona desmilitarizada. Las apuestas se elevaron a medida que Corea del Norte comenzó a acumular su arsenal de armas nucleares.

Luego, en febrero de este año se realizaron conversaciones multilaterales en Beijing (que incluían a China, Japón, Rusia y Corea del Sur como también a Corea del Norte y a Estados Unidos). En unos pocos días, en un aparente cambio de táctica, tanto para Pyongyang como para Washington, las conversaciones produjeron alentadores resultados: el Gobierno de Pyongyang, respondiendo a ofertas conciliadoras, estuvo de acuerdo con iniciar el desmantelamiento de sus instalaciones nucleares y permitir a los inspectores nucleares que volvieran a su país.

La administración Bush declaró que las conversaciones fueron un éxito. Se alegó que Corea del Norte, enfrentada con un aislamiento cada vez mayor de la comunidad mundial, había decidido dar marcha atrás. Lo que en realidad pasó es bastante diferente, e instructivo sobre cómo ayudar a desactivar la crisis de Corea del Norte y otras similares.

En octubre pasado, Corea del Norte condujo una prueba nuclear en montañas cercanas a la frontera china.

Aparentemente, la prueba fue un fracaso, aunque con suficiente poder de fuego como para empujar al mundo un poco más hacia el Armagedón nuclear. En julio pasado, Corea del Norte reanudó las pruebas de misiles de largo alcance. Y aunque tampoco en esta ocasión se logró el éxito, la prueba ofreció la ominosa señal de que la carga útil y la entrega podrían finalmente llegar juntos.

Leon V. Sigal, uno de los principales expertos en diplomacia nuclear en la región, establece el contexto: «cuando el presidente Bush asumió el cargo», escribió Sigal en el número de noviembre del 2006 de la revista especializada Current History, «Corea del Norte había paralizado las pruebas de misiles de largo alcance. Tenía una o dos bombas de plutonio, y, según se verificó, no estaba fabricando más. Seis años más tarde, tiene entre ocho y 10 bombas nucleares, ha reanudado los tests de misiles de largo alcance, y existen escasas restricciones sobre las pruebas nucleares».

Revisando el récord, Sigal concluye que «Pyongyang de hecho ha estado jugando al toma y daca respondiendo a Washington, siempre que Washington coopere y adoptando represalias en caso contrario».

Luego en el 2002, el militarismo del «eje del mal» preconizado por Bush tuvo los predecibles efectos: Corea del Norte retornó al desarrollo de misiles y armas nucleares, expulsó a los inspectores de las Naciones Unidas y se retiró del Tratado de No Proliferación.

Finalmente, sin embargo, bajo presión de los países asiáticos, la administración de Bush aceptó las conversaciones, que condujeron al acuerdo en septiembre del 2005 por el cual Corea del Norte abandonaría «todas los armas nucleares y programas existentes de armas» y permitiría inspecciones, como intercambio por ayuda internacional con un reactor de agua liviana, y una promesa de no agresión por parte de los Estados Unidos.

En función del acuerdo, los dos bandos «respetarían la soberanía de cada uno, existirían juntos pacíficamente y darían los pasos para normalizar las relaciones».

Si ese acuerdo hubiera sido implementado, no habría habido una prueba de la bomba de Corea del Norte o un aumento del conflicto, siempre acercándose al borde de una guerra nuclear.

De un modo muy similar a lo que pasó con Irán durante los mismos años, la administración Bush eligió la confrontación en lugar de la diplomacia, socavando inmediatamente el acuerdo. Desmanteló el consorcio internacional establecido para proveer el reactor de agua liviana, renovó las amenazas de fuerza y presionó a los bancos para congelar las cuentas de divisas de Corea del Norte. Los fundamentos fueron que Corea del Norte estaba usando los bancos para transferencias ilegales, tal vez para falsificación, aunque la evidencia es, en el mejor de los casos, incompleta.

El nuevo acuerdo es similar al que Washington había torpedeado en el 2005. Inmediatamente después de que se alcanzó el nuevo acuerdo, Washington concedió que sus cargos contra Corea del Norte en el 2002 estaban basados en evidencias dudosas. La administración Bush, célebre por hacer que los hechos encajaran con la política en Irak, puede también haber alterado los datos de Inteligencia en Corea del Norte.

Y así, el círculo ha dado la vuelta completa en relación con el «eje del mal», especialmente con un poderoso e impredecible cuarto socio.

La lección del ciclo de reciprocidad y retaliación, de conversaciones y amenazas demuestra, como observa Sigal, que la diplomacia puede funcionar, si es conducida de buena fe.

* Noam Chomsky es profesor de linguistica en el Instituto de Tecnologia de Massachusetts en Cambridge. Su libro mas reciente, que escribio en colaboracion con Gilbert Achcar, es «Perilous Power: The Middle East and U.S. Foreign Policy».