Es larga, muy larga la lista de propuestas, ocurrencias, amenazas y propósitos esbozados por Donald Trump desde que inició su asalto a la Casa Blanca y, con mayor razón y en más alta medida, desde que hace 13 meses llegó a la Sala Oval. Pero un recuento por somero que sea de la correspondencia entre […]
Es larga, muy larga la lista de propuestas, ocurrencias, amenazas y propósitos esbozados por Donald Trump desde que inició su asalto a la Casa Blanca y, con mayor razón y en más alta medida, desde que hace 13 meses llegó a la Sala Oval. Pero un recuento por somero que sea de la correspondencia entre sus palabras y los hechos revela una gran distancia entre ambos.
De esto último hay varios ejemplos emblemáticos. Trump amenazó con borrar del mapa a la República Popular Democrática de Corea. Fue enorme la alarma mundial y todo quedó, como se dice popularmente, en agua de borrajas. Una cosa es amenazar y otra muy distinta arrostrar las consecuencias de llevar los amagos al campo de los hechos.
También Trump ha amenazado a Venezuela con una intervención militar para derrocar al gobierno de ese país. Igualmente la alarma mundial ha sido muy grande, pero Venezuela, como Corea del Norte o Irán, está preparada para resistir una agresión bélica de muy incierto destino final para el invasor. La más reciente ocurrencia del mandatario es la de imponer aranceles a la importación de acero y aluminio. La pura declaración tuitera ha generado alarma sobre la posibilidad de que se desate una guerra comercial, es decir, que esa medida provoque semejantes represalias contra Estados Unidos por cuenta de los países afectados por los aranceles propuestos por Trump.
Pero no hay indicios en el horizonte de que la propuesta trumpiana pudiera hacerse realidad. Para empezar, Trump ha anunciado que México y Canadá serían eximidos del dicho impuesto si Estados Unidos logra concretar un TLCAN más beneficioso para su propia economía.
Y esto, dicho precisamente en los momentos en que se está renegociando o actualizando ese mismo TLCAN, tiene todo el aspecto de un vulgar chantaje. Y en materia de chantajes y chantajistas, la experiencia, la ciencia criminalística y el sano sentido común aconsejan no caer en la trampa de ceder a la intimidación o a las promesas vanas. De modo que hay razones para desestimar la veracidad de la nueva ocurrencia, esta vez arancelaria, del magnate.
Para calificar las declaraciones tuiteras de Trump quizás el mejor vocablo sea la expresión en lengua inglesa bluff, la que suele traducirse al español como fanfarronada, bravata, engaño, baladronada, farol, faramalla. Palabras, actitudes y desplantes que buscan intimidar o impresionar a aquellos a quienes van dirigidos, sobre todo si éstos son personas débiles, temerosas, impresionables, lo que ciertamente no son los casos de Venezuela, Irán o Corea del Norte o, incluso de Siria, pero que lamentablemente sí es el caso de los actuales gobernantes mexicanos.
Nadie, desde luego, puede desear una guerra. Ni castrense ni comercial. Y debe hacerse todo lo posible por no llegar a ella. ¿No decía el comandante Fidel Castro que la única manera de ganar la guerra es evitarla? Y quizás la mejor manera de evitarla es prepararse para ella. Si vis pacem, dice el aforismo clásico, para bellum: si quieres la paz, prepárate para la guerra.
Frente a las fanfarronadas de Trump, lo sensato es tener preparadas medidas de defensa y respuestas adecuadas. Nadie quiere una guerra comercial con Estados Unidos. Pero si ésta es probable o inevitable, lo inteligente es prepararse para esa eventualidad.
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