Primera visita en cuatro años a Mohamed Lamine Haddi
Mohamed Lamine Haddi, preso político del grupo de Gdeim Izik, fue sentenciado por Marruecos a 25 años de prisión en un juicio plagado de irregularidades procesales.
Aparte de las torturas previas al juicio, Mohamed Lamine sufre unas condiciones carcelarias dramáticas. Desde septiembre de 2017 está en aislamiento. No recibe atención médica a pesar de sus múltiples dolencias ni siquiera cuando protagonizó, entre otras, dos huelgas de hambre impresionantes de 69 y 63 días en el mismo año de 2021. Tampoco en esos momentos permitieron la visita de la familia que se había desplazado 1.300 km para saber si estaba vivo o muerto porque no podían comunicarse con él ni tenían noticias.
Ayer, 7 de febrero, recibió la primera visita después de 4 años. Le ha visitado su hermano Mohamed Alí y no le ha reconocido, tanto se ha deteriorado su aspecto. Está muy delgado, le han cambiado los rasgos y la estructura física. Su estado de ánimo está tan enfermo como su cuerpo.
Menos de quince minutos duró la visita. El hermano viajó desde El Aaiún hasta la infame cárcel de Tifilt 2, para que sólo le permitieran estar un cuarto de hora con él tras cuatro años. Durante ese tiempo Mohamed Lamine estuvo tosiendo; se le veía enfermo. Sin derecho a asistencia médica, ni en esos momentos ni nunca.
Tras la primera gran huelga de hambre que terminó el 22 de marzo de 2021, sufría de “parálisis parcial en el lado izquierdo, temblores en las piernas, sensación de tener una piedra en la mano izquierda, pérdida de la memoria y dolor severo en el estómago y los riñones”. Todo esto no se trató ni se curó, y la huelga de hambre resultó en complicaciones que todavía lo acompañan, como, según sigue enumerando la familia, “enuresis, acidez estomacal, síndrome del intestino irritable, vómitos y nauseas como resultado de la podredumbre de la celda, que es un retrete junto al que duerme, y fuertes dolores en la cabeza y articulaciones producto de las torturas, así como mala visión en el ojo izquierdo por el golpe que recibió el 15 de marzo de 2022. Le duele mucho el oído izquierdo de donde sale pus”. También en este caso la administración penitenciaria le niega una visita del médico.
El hermano le llevaba libros, bolígrafos y miel, pero los carceleros no permitieron su entrega.
Las fotos que tenemos de Mohamed Lamine son de hace más de 12 años. Ese joven guapo, sonriente, valiente, corresponsal de radio de la RASD, enamorado de la vida y de la causa saharaui, ya no existe. En su lugar hay un enfermo avejentado, deformado y consumido por la tortura, las huelgas, la enfermedad, la soledad, la falta de esperanza. El sufrimiento de 12 años materializado en un cuerpo degradado.
Sufrimiento que se ha venido clavando en todos los miembros de la familia. Entre ellos, la madre, Munina, que le fue a visitar y acabó detenida, y que difundió con ahínco la causa de Mohamed Lamine hasta que encarcelaron a su otro hijo, Ahmed, para comprar el silencio de la familia; la hermana, Tfarah, que lleva tres abortos espontáneos, dos ocurridos cuando Mohamed Lamine entró dos veces en huelga de hambre. El horror de una huelga de hambre de 69 días y de otra de 63 es algo inasumible, inimaginable. Tanto más para la familia que no podía ni verle ni hablarle ni tenía noticias, que no sabía si estaba vivo o muerto. El tercer aborto sucedió cuando arrestaron a su hermano Ahmed.
La vulneración de los derechos humanos por Marruecos acaba de ser reprobada por la Unión Europea (con algunas deshonrosas excepciones: el PSOE se opuso, el PP se abstuvo). Más concretamente, es notorio el ensañamiento de Marruecos con los presos políticos saharauis, pero es preciso personalizar el relato de la tortura para descubrir la verdadera dimensión de la crueldad de Marruecos con los inocentes e indefensos. El caso de Mohamed Lamine Haddi es significativo.
Dentro de dos semanas se cumplirán 5 años del fallecimiento, un 21 de febrero de 2018, de Mohamed El Ayoubi, otro preso de Gdeim Izik, por las secuelas de las torturas y la negligencia médica que había padecido en la cárcel. Su muerte no sirvió de nada. Nadie ha tomado medidas para que esto no se repita.
Cristina Martínez Benítez de Lugo – Movimiento por los Presos Políticos Saharauis