Un año después de que arrebataran a los republicanos la mayoría en el Congreso y a falta de un año para la pugna electoral definitiva por la Casa Blanca, los demócratas repiten que han hecho un trabajo formidable. No opina así buena parte de los que entonces les votaron El 2 de noviembre del año […]
Un año después de que arrebataran a los republicanos la mayoría en el Congreso y a falta de un año para la pugna electoral definitiva por la Casa Blanca, los demócratas repiten que han hecho un trabajo formidable. No opina así buena parte de los que entonces les votaron
El 2 de noviembre del año pasado, y navegando sobre una marea de descontento debido en gran parte al desastre de la
ocupación de Irak, los demócratas vencían en las elecciones de medio mandato y tomaban el control, bien que de manera muy ajustada, en las dos cámaras. Prometieron entonces que iban a hacer añicos a un presidente, George W. Bush, en el final de su último mandato.
El balance no pueder ser más negativo. No sólo han decepcionado a los que esperaban ver el final de la ocupación de Irak sino que acaban de impulsar las nuevas sanciones contra Irán, que incluyen la esperpéntica inclusión del núcleo duro de un ejército de un país soberano, los Guardianes de la Revolución, en su «lista de organizaciones terroristas». Sanciones que formarían, según muchos analistas, parte de un guión para una agresión contra Irán.
En este aspecto, a la división interna demócrata en torno a Irak se suma su mayoritaria beligerancia contra Irán.
Los demócratas, todavía lejos de la mayoría de dos tercios necesaria en el Congreso para poder sortear el veto presidencial, han fracasado sistemáticamente en sus intentos de imponer un calendario de retirada de tropas de Irak, cambios de estrategia e incluso un simple alargamiento del período de reposo de los soldados entre misiones.
Estos fracasos han eclipsado el programa de la nueva mayoría y, según un sondeo de CNN/ Opinion Research, han convertido al Confreso en más impopular aún que el propio presidente, con apenas un 22% de opiniones favorables.
Impopularidad del Congreso
La semana pasada, la prensa estadounidense anunció una gran operación mediática demócrata para tratar de vender sus «éxitos»: «Las recomendaciones de la Comisión sobre el 11-S han sido elevadas a rango de ley, los salarios mínimos han aumentado, los préstamos a los estudiantes han sido alargados y las relaciones con los grupos de presión son más saneadas».
Los líderes demócratas han intensificado sus críticas contra Bush, al que presentan como un presidente alejado de la realidad, sean en Irak o con respecto a la cobertura médica para los menores más desfavorecidos o sobre la economía en general.
Todos los argumentos son buenos para rebatir la etiqueta de que «el Congreso no sirve para nada» que está popularizando la minoría republicana.
«El Congreso debe mantener sus promesas, dejar de perder el tiempo y garantizar que los trabajos salgan adelante», se ha permitido aconsejar Bush.
Los republicanos han recordado que, del centenar largo de leyes aprobadas este año, 46 se limitan a cuestiones como correos, tribunales o carreteras.
Por contra, la nueva mayoría tiene una ventaja en los próximos comicios. De los 33 escaños del Senado que se renovarán, 21 están ocupados por republicanos y es en estas circunscripciones en las que el futuro de los republicanos es incierto.
Además, los sondeos que revelan la impopularidad del Congreso afectan de forma indiferenciada a demócratas y repu- blicanos. Pese a la decepción, cuando los electores son preguntados sobre cuál será el sentido de su voto, otorgan entre 10 y 12 puntos de ventaja a la actual mayoría demócrata.