Las transmisiones vía satélite han acelerado la devastación del patrimonio cultural de la comunidad bereber de Marruecos. Antiguas tradiciones ahora se desvanecen bajo la influencia de los imanes que predican desde la televisión. Los bereberes son un pueblo autóctono del norte de África. Están presentes en el Magreb desde hace unos 5.000 años. Geográficamente, su […]
Las transmisiones vía satélite han acelerado la devastación del patrimonio cultural de la comunidad bereber de Marruecos. Antiguas tradiciones ahora se desvanecen bajo la influencia de los imanes que predican desde la televisión.
Los bereberes son un pueblo autóctono del norte de África. Están presentes en el Magreb desde hace unos 5.000 años. Geográficamente, su tierra natal se extiende desde el océano Atlántico hasta la frontera entre Egipto y Libia, y desde la costa del mar Mediterráneo hasta Níger, Malí y Burkina Faso.
Se estima que en esa región viven entre 30 y 40 millones de ellos, principalmente en Argelia y Marruecos.
En el mundo se conoce a los bereberes como comerciantes nómadas que cruzaban el desierto del Sáhara vestidos de negro y montados en camellos (los tuaregs), imagen que popularizaron las artes y los medios de comunicación occidentales.
Actualmente, la población islámica considera que sus prácticas ancestrales son «satánicas» o por lo menos «paganas».
A comienzos de este año, el gobierno de Marruecos prohibió poner nombres bereberes a los niños recién nacidos, a fin de enfatizar la identidad islámica de la población.
Los bereberes vienen resistiendo los esfuerzos por arabizar a sus comunidades ya desde la llegada del Islam, en el siglo VII.
Pero actualmente muchos de ellos señalan que en los últimos años se produjo un drástico cambio cultural, esta vez desde dentro de sus propias comunidades.
Tarama, un pueblito aislado en el sur de Marruecos, se vuelve cada vez más silencioso. «La gente ya no hace música y baila menos. Los festejos de bodas se han reducido por lo menos a la mitad y las viejas tradiciones están desapareciendo», dijo Abdelftah Aït Argane, un joven bereber que vive allí.
Una antigua práctica consiste en tatuar las frentes de las mujeres. Hace 10 años esto era común, pero ahora la costumbre se ha perdido por completo.
Los bereberes creían en la posesión demoníaca. «Brujas» y «magos» eran convocados para curar enfermedades.
Pero esas creencias que persistieron durante siglos ahora se desvanecen. «Eso es razonable y justo. Hoy en día las prescripciones islámicas se siguen más estrictamente que antes. Ahora la gente entiende que hasta hace pocos años llevaba una vida pecaminosa, llena de rituales paganos. Ahora es mejor: la gente no baila porque hombres y mujeres no deben mezclarse», opinó Argane.
En la bulliciosa y occidental ciudad de Marrakech, los jóvenes rehúyen de las tradicionales celebraciones matrimoniales. Y hacen que se vuelva dominante la vestimenta típica salafí, común en Arabia Saudita.
«Nunca hubo un cambio como éste», dijo Simohammed Zerrouni, quien vive en Marrakech desde que nació.
«Los jóvenes están volviendo cada vez más a los fuertes principios del Islam. Y eso es para mejor», aseguró.
Tanto Zerrouni como Argane dijeron que el cambio se aceleró con la recepción de transmisiones satelitales.
«En los últimos cuatro años cada hogar marroquí adquirió una antena satelital. Hay 300 canales, 30 de los cuales son estrictamente religiosos. Si uno entra en una casa en la ciudad o en el campo verá que la televisión siempre está encendida. Y sintonizada en un canal religioso, principalmente de Egipto o de Arabia Saudita», señaló.
«Esto es un suicidio cultural», opinó el analista político Murad Errarhib, de la no gubernamental Fundación Friedrich Ebert, en Rabat.
Estudios realizados por esta entidad en 2007 mostraron que las transmisiones extranjeras se han convertido en una importante fuente de información religiosa para más del 60 por ciento de los marroquíes.
También revelaron que el 68 por ciento de los jóvenes de entre 18 y 24 años dependen de la televisión para informarse sobre temas religiosos, en comparación con el 40 por ciento de la población que ronda los 60 años.
La antena satelital está destruyendo el patrimonio cultural de Marruecos, sostuvo Errarhib.
«Día tras día, las personas ven a imanes televisivos diciéndoles cuál es la diferencia entre el bien y el mal. Estos imanes proceden de lugares con religiones y marcos de referencia judiciales y doctrinarios completamente diferentes», planteó.
«Esto lleva a la desaparición de hábitos que datan de hace siglos, así como a una presión cultural. Ahora la gente piensa que lo que ha practicado durante años no está permitido por su propia religión», explicó.
Las enseñanzas de los imanes de las televisiones saudita y egipcia han cambiado el rostro del Islam en Marruecos.
«El Islam era una religión compartida, comunitaria, basada en la hermandad. Ahora el mensaje es: tenemos que hallar al enemigo adentro, y determinar quién es un mal musulmán, un buen musulmán y un musulmán perfecto», dijo Errarhib.
«Éste no es el Islam marroquí, pero vemos cada vez a más personas rindiéndose ante esta línea de pensamiento, acelerando la desaparición de nuestro patrimonio cultural», agregó.
Mohammad Bekouchi, profesor de sociología en París, Quebec y Rabat, señaló que hay alternativas.
«El Estado tiene que invertir sabiamente en el patrimonio cultural de este país», expresó a IPS.
«Hay dinero para impartir clases de danzas y cultura nacional en las escuelas, para que los jóvenes comiencen a entender qué significa su cultura y cuáles son sus valores específicos. Si ellos no la aprecian por sí mismos, probablemente se extinguirá», añadió.
«Es el vacío cultural de Marruecos lo que vuelve a la población susceptible al radicalismo de la televisión y que fue creado por los rápidos cambios que el país experimentó en los últimos 30 años: globalización, industrialización, turismo y urbanismo», dijo Bekouchi.
«Nuestra gente está confundida y necesita un baluarte. Nosotros podemos ofrecer uno organizando a las comunidades, mediante iniciativas culturales. Es la única manera», aseguró.