Es importante notar que mucho de lo que se dice hoy en la izquierda sobre la campaña presidencial de Bernie Sander se dijo sobre la campaña de [Jessie] Jackson en los años 80. Lance Selfa Sanders se concentra en promover su mensaje: la desigualdad [económica]está matando la clase media, el cambio climático hay que […]
Lance Selfa
Sanders se concentra en promover su mensaje:
la desigualdad [económica]está matando la clase media,
el cambio climático hay que enfrentarlo, la política del dinero
tiene que reformarse, y nuevas ideas progresistas,
como la educación universitaria gratuita y la expansión
de los beneficios de la Seguridad Social …
David Corn
I.
Cuando, en 2012, criticó en el Senado estadounidense las repúblicas bananeras, nutridas por Estados Unidos durante el siglo XX para beneficio de la United Fruit Company (hoy Chiquita Banana), Bernie Sanders (1941) reafirmaba a quemarropa el espacio político que ha ocupado en Washington D. C. desde 1990, en la Cámara de Representantes, y desde 2007, como senador independiente. En ambos casos, Bernie representa la cara de una política populista. La democracia democrática en el país de Walmart y Wall Street.
Probado senador independiente (ni demócrata ni republicano, la excepción a la regla) del relativamente progresista estado de Vermont (donde estudió el ecoperiodista Carmelo Ruiz-Marrero), Bernie se define como «socialista democrático.» Es decir, social demócrata. Definición que, para algunos socialistas de enjundia, le queda grande; la trayectoria de Bernie, dicen, está marcada por una hilera de complicidades con el poder corporativo-militar, siempre en contra de los movimientos más contestatarios y anticapitalistas. Trayectoria que estos críticos de base, como Tom Hall en » The right-wing political record of Bernie Sanders » (2015), definen como «el récord de derechas» de Bernie.
No obstante, la importancia del lenguaje no se debe perder de vista: declarase en Washington socialista democrático en pleno recrudecimiento neomedieval y neofascista, como ha hecho Bernie, resulta importante. Que un creciente número de estadounidenses, lo cual quedó demostrado este verano en Wisconsin y en Maine, lo apoyen como candidato a la presidencia, también lo es. Sin embargo, no podemos soslayar que, para llegar a estas primarias presidenciales, Bernie ha dejado de ser un candidato independiente. Para algunos, como se verá en breve, la historia del Partido Demócrata se repite en el surgimiento de Bernie.
Por la dimensión social que es, un economista marxista como Richard Wolff, entrevistado en Democracy Now el 7 de julio, ve con buenos ojos el fenómeno Bernie, que sin duda le dará textura de clase a la contienda presidencial demócrata, partido al cual adhiere el antiguo senador independiente de Vermont. Por otro lado, el fenómeno Bernie, un patrón que se repite, ha sido contextualizado en la historia del partido demócrata, dada a este tipo de apariciones contestatarias en situaciones como la actual. Por ejemplo, Bernie como una irrupción dentro del Partido Demócrata más a la izquierda que la de la candidata oficial, Hilary Clinton, ahora que el presidente Obama, otro demócrata, ha cumplido su término en la Casa Blanca.
El fenómeno Bernie, más bien un espejismo, es una estrategia de la que se vale el Partido Demócrata, para sumar a los desencantados con el país y con el propio partido. La historia del partido, resume Lance Selfa, está minada de contestatarios progresistas como Bernie, que ladran mucho pero que a la hora de la verdad, no muerden al amo neoliberal. ¿Por qué imaginar, pregunta Selfa, que el ladrido de Bernie será diferente?
II.
Post-colapso de Wall Street (2008), post- Citizens United (2010), post- Occupy Wall Street (2011), post- People’s Climate Change (2014): la creciente popularidad de Bernie, hasta hace poco, un desconocido para el resto del país, marca otra instancia en la cual los estadounidenses, como el resto de los trabajadores del mundo, se saben atacados, empobrecidos y precarizados por el capitalismo radical de los banqueros, que en Usamérica, como representantes del .01%, lo han comprado todo, razón por la cual acaparan las ganancias del país.
En su ponencia de 2012, el senador independiente de Vermont puso los puntos sobre las íes: Estados Unidos, planteó, se está pareciendo a la Centroamérica que, entre tantos otros, Ronald Reagan brutalizó durante 1980. Lo que a él, Bernie, le habían enseñado en la escuela sobre las repúblicas bananeras de Centroamérica, el Caribe y Suramérica, estaba ocurriendo en los Estados Unidos: usurpación corporativa del gobierno, a desmedro ostensible de las mayorías. El empobrecimiento es real, señala Bernie; la pérdida de las libertades constitucionales, alarmante. Wall Street se lo quiere llevar todo, absolutamente todo.
Las guerras en Afganistán, Iraq, Somalia, Yemen, etc. no son las únicas que Estados Unidos lleva ininterrumpidamente a cabo, planteó Bernie en su mensaje antibananero de 2012. Sin embargo, la más importante de todas las guerras que pelea el país, pasa desapercibida en el senado, subrayó: la masacre de clase desatada contra el pueblo estadounidense. Como señala Eugene Nulman en «¿Bernie Sanders y el renacimiento del socialismo en Estados Unidos?» (2015), la propuesta de Bernie, para nada radical ni revolucionaria, plantea el socialismo en términos de una vuelta al estado de bienestar. Por eso, Nulman cita esta propuesta emblemática de Bernie:
Si somos realmente serios acerca de revertir el declive de la clase media, necesitamos un importante programa de empleos federales que ponga a millones de estadounidenses a trabajar en empleos bien remunerados y decentes. En un momento en que nuestras carreteras, puentes, sistemas de agua, ferrocarriles y aeropuertos están deteriorándose, la forma más eficaz para crear rápidamente empleos significativos es reconstruir nuestra infraestructura en ruinas.
Aunque algunos piensan que, por razones financieras (poco dinero) y etno-políticas (poco contacto con afroamericanos y latinos), la campaña de Bernie no podrá durar más allá de abril (2016), por lo pronto, desde el libreto del Partido Demócrata, Bernie promete convertirse en la pesadilla de Hillary Clinton, demócrata neoliberal, como el propio partido demócrata, cuya campaña presidencial empieza a darse cuenta de que el senador de Vermont se puede convertir en el nuevo Obama; ese inesperado contrincante que en la primaria presidencial de 2009 le robó a Hilary lo que más quiere: convertirse en la primera presidenta neoliberal del país de Walmart. Cambio en la repetición; a diferencia de Obama, Bernie no figura en el libreto como el candidato favorito de Partido Demócrata, para quien Hilary es la número uno.
Por el momento, Estados Unidos y el mundo conocerá la voz del pueblo estadounidense desde el llamado populismo económico y el socialismo democrático de Bernie, crítico de la republicabananización de Estados Unidos, cuya política, la más de las veces a la izquierda de Hilary y del partido, opera en el fondo, según la historia del Partido Demócrata, para beneficio de ella, antigua abogada de Wallmart, y del partido.
III.
Para una muestra, dos botones. Desde la izquierda estadounidense, Bernie se juega dos críticas puntuales. Por un lado, está la propuesta feroz del periodista, escritor, profesor y pastor Chris Hedges, para quien el trueque de Bernie con el partido demócrata, un «pacto faustiano,» invalida todas las promesas de su socialismo democrático, por el cual aboga activa, desafiante y pacíficamente Hedges, quien, desde la invasión de Iraq en 2003, se ha convertido en uno de los grandes críticos del neoconservadurismo y el neoliberalismo usamericanos.
El partido demócrata es parte del problema oligárquico, plutocrático, nepotista y autoritario que enfrenta la clase media trabajadora y profesional de Estados Unidos, por lo que Hedges lo descarta como posibilidad de cambio. Punto. Impase político ante el cual Hedges plantea y practica, como única solución, la resistencia civil desde el cuerpo rebelde, que resiste el «autoritarismo invertido» de la corporatocracia usamericana con lo único que no le han quitado a los estadounidenses: su corporalidad democráticamente desobediente.
De ahí que Hedges, para quien el cambio, una vez extinguida la clase liberal (partidos políticos, sindicatos, prensa, iglesia, educación…), está fuera de los partidos políticos de Wall Street, descarte categóricamente la candidatura de Bernie como el regreso, en términos generales, de otro Obama más. Punto.
A su vez, en » Sander’s Bullshit Meter Goes Off the Charts in Portland, Maine / El Metro de babosadas de Sanders se dispara en los gráficos de Portland y Maine» (2015), la crítica de Bruce K. Gagnon desmiente de plano, como han hecho otros, el socialismo de Bernie, pues el mismo deja consistentemente fuera del blanco crítico la causa estructural del problema en que se ha convertido doméstica e internacionalmente un imperio como Estados Unidos: el Pentágono (los ecos del «pentagonismo» que propuso Juan Bosch en 1966 se oyen con bastante claridad: «el pentagonismo no explota colonias; explota a su propio pueblo»).
Por eso, Thomas H. Naylor termina un artículo titulado «The Myth of Bernie Sander Myth / El mito de Bernie Sanders» (2015), de esta manera (que traduzco del inglés): «A Bernie Sanders le encanta arremeter contra la América corporativa, Wall Street y los súper ricos, pero no pude demostrar que haya conseguido algo con eso. Ha hecho poco para frenar su poder e influencia. Pero todo el mundo en la izquierda ama a Bernie.»
Descartes absolutos de Bernie como el nuevo Mesías, a julio de 2015: por la complicidad con el partido de Bill Clinton, el gran traidor de la clase trabajadora, y por no oponerse en serio al Pentagonismo, raíz de la guerra de clase contra la que aboga retóricamente.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.