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Biden dice que EE.UU. no es un líder geoeconómico

Fuentes: La Jornada

Jamie Dimon, mandamás del banco de inversiones JP Morgan, en su carta anual a sus accionistas, confiesa que algo ha pasado terriblemente mal en EE.UU. y China lo sabe perfectamente: los líderes chinos creen que EE.UU. está en declive y “desafortunadamente tienen gran parte de verdad (https://bit.ly/320L0IN)”.

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Uno de los principales argumentos del presidente estadunidense para rescatar la abandonada infraestructura de su país es que es esencial para competir con China. [Foto Afp]

A mi juicio, uno de los factores que han descarrilado a EE.UU. es la falta de inversión en su abandonada infraestructura.

Uno de los principales argumentos de Biden para financiar la abandonada infraestructura de EE.UU. por US$2.3 trillones –plan tildado de socialista por sus detractores– radica en ser esencial para que EE.UU. compita con China cuando EE.UU.no es más el líder (¡megasic!) del mundo porque no está invirtiendo, en clara alusión a su rezago geoeconómico (https://bit.ly/325JuF3). Biden no oculta que el gasto federal del gobierno en infraestructura se desplomó a 0.7% de su PIB, en paralelo a su declive de inversión publica en I&D.

Cabe destacar que el gasto militar de EE.UU. asciende a 3.4% de su PIB (https://bit.ly/3215LEb), que en realidad es el doble (6.8%) debido a su dispersa inversión en otros centros de investigación militar. Dependiendo de cómo se calcule, el gasto militar de EE.UU. es entre 5 a 10 veces mayor que su inversión en infraestructura.

En contraste, China invirtió en 2019 más de 6% de su PIB en infraestructura (https://bit.ly/3g1D4zc)”. Ya en 2018 la inversión en infraestructura de China era diez veces mayor a la de EU, según la OCDE.

Anthony Rowley considera que el plan de infraestructura de Biden reconoce audazmente el papel del sector público cuando “los impuestos a las trasnacionales de EE.UU. serán elevados para ayudar a financiar el mejoramiento de la infraestructura y el gasto de bienestar social (sic) que EE.UU. necesitará para alcanzar al puntero China (https://bit.ly/3a3xS9Y)”.

A juicio de Rowley el plan Biden es un reconocimiento tácito de que los sistemas financieros en las economías de mercado, como la de EE.UU., no son las mejor adaptadas para financiar el gasto público (sic).

El proyectado gasto público de Biden por US$2.25 trillones (en anglosajón) –no confundir con el estímulo por la pandemia de otro tanto ni con el otro proyectado US$1 trillón para salud y educación– servirá para reparar la alicaída infraestructura de EE.UU., de los cuales se estima que US$1.6 trillones provendrán de impuestos adicionales a las trasnacionales de EE.UU. escalonados en más de 15 años.

Rowley afirma que EE.UU. se encuentra detrás de la economía estatal china en los siguientes rubros: transporte doméstico (https://bit.ly/3uD07UU), energía y/o infraestructura digital de telecomunicaciones (https://bit.ly/3a0TSSU), y las Rutas de la Seda de China a escala global.

Al unísono de Jin Liqun, presidente del notable Banco AIIB (https://bit.ly/3dOMVpm), y de Naoyuki Yoshino, anterior decano del Asia Development Bank Institute, Rowley opina que la pobre infraestructura es comúnmente acompañada por una baja productividad cuando las economías de mercado anglosajonas ostentan un prejuicio ideológico contra la inversión pública.

Rowley arguye que el paquete Biden, que puede alcanzar alrededor de US$3 trillones, palidece con las decenas de trillones de dólares, por lo menos, que serán necesitados a escala global para la inversión en infraestructura en las décadas por venir.

En su libro Bases del futuro: la batalla global para la infraestructura (https://amzn.to/3d6L7sm), Rowley aduce que la mayoría de las economías más avanzadas del mundo han descuidado las inversiones en infraestructura básica con alto riesgo para su desarrollo social y económico.

Los parásitos financieristas que controlan los multimedia globalistas le hicieron una propagandista pésima fama a la inversión pública (sic) en infraestructura básica con tal de proseguir las egoístas ganancias individuales de la plutocrática bancocracia oligopólica de Wall Street, en detrimento de la aplastante mayoría de los ciudadanos, lo cual devela la congénita naturaleza antidemocrática del neoliberalismo global.

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