El chino Peng Gaofeng encontró en febrero a su hijo Wenle, secuestrado tres años antes, gracias a las campañas que lanzó en Internet y que reunieron a 300.000 seguidores. Pero la sociedad reclama más medidas del gobierno y castigos más duros contra los responsables. «Encontré a mi hijo, pero nunca dejaré de ayudar a los […]
El chino Peng Gaofeng encontró en febrero a su hijo Wenle, secuestrado tres años antes, gracias a las campañas que lanzó en Internet y que reunieron a 300.000 seguidores. Pero la sociedad reclama más medidas del gobierno y castigos más duros contra los responsables.
«Encontré a mi hijo, pero nunca dejaré de ayudar a los padres que perdieron a los suyos», señaló Peng, de 34 años, quien logró reunirse con Wenle gracias a que uno de sus seguidores dijo haberlo visto pidiendo limosna en las calles de Pizhou.
La ciudad está en la septentrional provincia de Jiangsu a más de 1.200 kilómetros de Shenzhen, donde vivía con su familia. «Sé lo que están sufriendo. Perdieron de vista a su hijo un momentito y no lo vieron más. Quizá nunca lo encuentren», añadió.
Miles de niños y niñas, hijos de inmigrantes, están desaparecidos en China. Hay muchos casos en Shenzhen y en otras localidades costeras con gran población flotante.
La tradicional preferencia de los chinos por los varones hace que la mayoría de los menores secuestrados sean niños, vendidos por los delincuentes hasta en 10.000 dólares.
Algunos niños terminan en Singapur, Malasia u otro lugar de Asia. Pero la mayoría son comprados por familias del medio rural del sur de China, personas sin hijos o que no tienen varones. Algunos de ellos son obligados a mendigar.
Los casos de secuestro y trata de mujeres, niños y niñas aumentaron en los últimos años, según la Federación Mujeres de Toda China. Entre enero y julio de 2010 hubo 1.200 en los tribunales del país, 45 por ciento más que en el mismo periodo del año anterior.
Las autoridades chinas rara vez permiten que los casos de secuestro infantil estén en las noticias y los que circulan se cubren con relatos de cómo la policía desbarató a una red de trata de personas.
Pero el caso de Peng Wenle concentró la atención de todo el país, apareció en la prensa estatal y fue difundido por Internet. El reencuentro del niño con su familia coincidió con otro hecho importante. Yu Jianrong, profesora de la Academia China de Ciencias Sociales, lanzó otra campaña motivada por una carta que recibió de una madre angustiada por el secuestro de su hijo.
Yang Weisin, un niño de seis años de Quanzhou, en la sudoriental provincia de Fujian, desapareció en 2009 y fue obligado a mendigar.
Yu instó a los usuarios de Internet a enviar fotografías de niños mendigos a distintos foros de los populares portales QQ y Sina para que los padres pudieran verlas y fueran comparadas con las de la policía. El impulso de la iniciativa llevó a QQ a crear la página «Bebes vuelven a casa».
Tres semanas después del llamado de Yu se habían compartido 1.800 fotografías y se encontraron cuatro niños, según Information Times, del grupo de medios Guangzhou.
Un voluntario creó una aplicación que permite a la gente cargar las fotografías desde su teléfono celular a una base de datos.
El jefe de la oficina de secuestro infantil del Buró de Seguridad Interna de China, Chen Shiqu, apoyó la campaña en su propio blog. Varios delegados a la Asamblea Nacional Popular, que comenzó sus sesiones anuales la semana pasada en Beijing, tienen previsto redactar una propuesta para atender el asunto.
El gobierno central lanzó su propia iniciativa para frenar el flagelo en abril de 2009, informó el China Youth Daily. Fueron encontrados 6.785 menores y 11.839 mujeres, indicó el periódico.
Las penas previstas para secuestradores y responsables de trata de personas son muy blandas, según numerosos críticos.
Una persona condenada por obligaron a mendigar a discapacitados o menores puede ser castigada con una multa y no más de tres años de prisión. Si hay agravantes, puede llegar a estar hasta siete años.
Secuestradores y traficantes pueden ser sentenciados a entre cinco y 10 años de prisión, más una multa. Los cabecillas de redes delictivas pueden ser condenados a muerte, al igual que la persona que secuestra a tres o más mujeres o menores.
Las iniciativas de la sociedad civil son útiles, pero el gobierno debe fortalecer la legislación, prohibir la mendicidad infantil y adoptar un papel más activo respecto de niñas y niños desaparecidos, indicó Hu Xingdou, profesor de economía del Instituto de Tecnología de Beijing.