Al atentado de Boston del pasado 15 de abril, que dejó 3 muertos y que fue inquietante por la cantidad de informaciones contradictorias, le sucedieron en pocos días una serie de noticias (que no hechos) que añadían más confusión a una semana loca de terrorismo. 15 de abril: nos informan de la explosión en una […]
Al atentado de Boston del pasado 15 de abril, que dejó 3 muertos y que fue inquietante por la cantidad de informaciones contradictorias, le sucedieron en pocos días una serie de noticias (que no hechos) que añadían más confusión a una semana loca de terrorismo.
15 de abril: nos informan de la explosión en una biblioteca y de bombas en dos hoteles en EEUU.
16 de abril: la policía de Washington dice haber interceptado una carta con ántrax enviada a Barack Obama. Esta vez el remitente tampoco es Saddam Husein, a quien acusaron en su día y nos enteramos siete años después de que el verdadero autor era un investigador estadounidense. Nos dicen que esta vez era un doble de Elvis Presley. Inocente, han detenido a otro…
16 de abril: «Dos explosiones en la Casa Blanca. Obama está herido», leemos en un tuit de la agencia Associated Press. Había sido haqueada, dicen. Wall Street por los suelos.
17 de abril: una explosión en una fábrica química de Texas deja 70 muertos y unos 200 heridos. Terrorismo ecológico, dicen.
22 de abril: Canadá afirma haber detenido a dos tunecinos de Al Qaeda, apoyados por Irán, que planeaban atentar contra un tren de pasajeros en Toronto. El guionista, un aficionado, desconoce que los wahabitas consideran a los chiítas iraníes herejes y enemigos de Dios. Es tan chapuza que el Gobierno se resiste a implicar a Irán, a pesar de que el año pasado cortó sus relaciones con Teherán.
23 de abril: dicen que han detenido a un iraní en Katmandú por el intento de atentado contra la embajada israelí.
23 de abril: dice el secretario de Defensa estadounidense, Chuck Hagel, que «Irán es una verdadera amenaza» y, en su viaje a Israel, Jordania, Arabia Saudí, Egipto y Emiratos Árabes Unidos, habla de un eventual ataque israelí a Irán, mientras vende armas sofisticadas a los hebreos y a los árabes por el valor de 10.000 millones de dólares.
26 de abril: Washington y Londres dicen tener pruebas de que Assad ha utilizado sus armas de destrucción masiva en Alepo. Mientras, él asegura que fueron «terroristas» respaldados por Turquía, socio de la OTAN. El líder fugitivo de Al Qaeda al-Zawahiri, con un pie en la lista de «asesinatos selectivos» de la CIA. Curiosamente, la Casa Blanca pidió una investigación y prudencia, aunque ya se va preparando la opinión pública para poner fin al Gobierno de Damasco.
Tanta «conmoción» y «pavor» no suelen juntarse en pocos días golpeando el poco ánimo que la crisis económica ha dejado a los ciudadanos. No importa que en ninguno de los casos haya habido una investigación, o que los acusados no hayan pasado por un tribunal para ser considerados culpables. El propio Obama, graduado en Derecho, cometió esta falta en su segundo discurso tras el atentado de Boston: un presidente tiene que tener respuestas para todo, aunque sean inventadas.
Material para los «conspiracioncitas» que preguntan… … ¿Por qué nunca un afgano o un iraquí ha atentado en los países de la OTAN y ahora aparecen unos chechenos antirrusos (cuya insurgencia recibe apoyo de la CIA) y quieren vengarse de la tragedia de los 45 millones de víctimas de Irak y Afganistán, matando a tres personas? En los últimos veinte años, EEUU y sus aliados han atacado -por motivos geopolíticos y económicos-, a siete naciones musulmanas: Somalia, Sudán, Afganistán, Pakistán, Libia, Irak y Yemen, arrancando la vida de decenas de miles de inocentes, provocando millones de heridos, refugiados, desesperados.
… ¿Por qué un estudiante de Arabia, sospechoso y herido en el atentado, fue deportado a su país, tras un encuentro sorpresa del embajador saudí con Obama?
… ¿Es cierto que Tamerlan, contradiciendo el relato del FBI, era un agente doble de EEUU y de los islamistas radicales, según el diario israelí Debka? La presencia de cerca de 8.000 policías y de los miembros de la empresa de seguridad privada International Craft, con mochilas negras y ropa militar en el escenario, ¿indican que estaban listos para un (simulacro de) atentado?
… ¿Por qué durante los magnicidios de Kennedy o Luther King no se estableció el Estado de Sitio como en Boston? Tampoco lo hicieron los noruegos cuando el fundamentalista cristiano Anders Breivik mató a 77 personas.
Nos dicen que estos chavales raperos, antes de cometer un acto de esta magnitud, en vez de cumplir con el ritual -ponerse a rezar-, se fueron de fiesta, y que su madre, en vez de mostrar su orgullo por tener hijos mártires, acusó al FBI de haber tendido una trampa a sus hijos.
… ¿Por qué esos yihadistas no ocultan su rostro ante cientos de cámaras, ni tenían ningún plan de fuga o de suicidarse? ¿Por qué en vez de dispararse en la cabeza el más joven se ha pegado un tiro en la garganta? ¡Es que se han roto todos los esquemas!
Es cierto que la policía en Occidente somete a los inmigrantes a la presión para que espíen a sus compatriotas. Lo hacen con amenazas de expulsión y (pocas veces) dándoles algún premio. Dzhojar tenía una beca para estudiar, algo que ni todos los estadounidenses de pura cepa consiguen.
Los antiguos colaboradores como Saddam, Gaddafi, Bin Laden, una vez muertos, no cantarán. Tampoco lo harán los mudos.
Las consecuencias A falta de información, vamos a especular sobre los posibles objetivos:
A nivel interno: reavivar la pesadilla del choque de civilizaciones, y canalizar la ira y la conmoción de la población hacia los musulmanes (muchos, compatriotas); presionar a Obama para que los neocon consigan el apoyo público para sus políticas belicistas; justificar la necesidad de la actividad y relevancia del millonario presupuesto de las compañías de seguridad privadas -como Blackwater o Craft- después de que Obama prescindiera de parte de sus servicios en los países ocupados; restringir aún más el estado de derecho. Al detenido se le negó un abogado y le condenaron sin ser juzgado. Método que podrán aplicar a los movimientos sociales que luchan contra la crisis económica como «Occupy Wall Street»: sacar de la chistera al enemigo extranjero con el fin de unir a la sociedad fragmentada estadounidense y desviar las miradas de la grave situación del país. Y, de paso, restringir la ley migratoria.
A nivel externo: que la nacionalidad de los acusados fuera chechena, esperemos que no signifique el envío de los drones al Cáucaso. Presionar a Rusia y a Irán es una locura que se planeó durante la cumbre de la OTAN en Lisboa, cuando diseñaban su nuevo «concepto estratégico». En su pulso contra China por la hegemonía mundial, la Alianza pretende ampliar su «perímetro defensivo» para «actuar en cualquier lugar del mundo». Debilitar a Rusia, como miembro de BRICS (que acaba de anunciar la creación de un banco alternativo a los organismos financieros de EEUU y la Unión Europea) ha llevado a Washington a respaldar, desde finales de 1980, a los terroristas chechenos dirigidos por Shamil Basayev. La CIA y el ISI, Inter Servicios de Inteligencia de Pakistán, les entrenaron en Afganistán. Las compañías anglo-estadounidenses soñaban con el control del petróleo y las rutas de los oleoductos que nacen del Mar Caspio. Basayev, luego, con el apoyo de Arabia saudí, creó una base en Grozny, luchando contra los rusos, los nacionalistas laicos y el islam sufí (credo mayoritario), sembrando caos y terror talibanianos entre los chechenos.
El Poder de las Pesadillas «The Power of Nightmares» es el título de un documental de la BBC (Adam Curtis, 2004) en el que altos cargos de la CIA admiten que Al Qaeda es un mito creado por los políticos occidentales y no existe. La versión oficial no mejora ésta: dijo Robin Cook, Ministro de Exteriores del Reino Unido (1997-2001), que durante los 80 la CIA y los saudíes financiaron y armaron a los yihadstas dirigidos por Bin Laden -apodados por Ronald Reagan «luchadores por la libertad»-, y que aquello fue un error de cálculo monumental. Sin embargo, la OTAN de 1997 utilizó el mismo patrón en Kosovo reclutando a esta misma gente para integrarla en el Ejército de Liberación, que allanó el camino de la agresión de la Alianza. Incluso después del 11-S, Washington siguió utilizando a estos terroristas para llevar a delante su agenda por todo el Globo (en Libia, primero, y ahora en Siria), y así materializar la «guerra global contra el terrorismo».
Hoy los aspirantes a yihadistas son reclutados, incluso en los propios países de la OTAN, y enviados a luchar contra Siria.
Aun con la versión oficial, lo sucedido es una violencia de ida y vuelta y demuestra hasta qué punto es inútil atacar al nido de los terroristas (Afganistán, Pakistán o Yemen).
Por cierto, si, a partir de ahora, las ollas a presión con clavos son armas de destrucción masiva, ¿qué eran las que acabaron con la vida de 260.000 japoneses en Hiroshima y Nagasaki?
Fuente: http://blogs.publico.es/puntoyseguido/695/boston-conmocion-y-pavor/