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«Buenas prácticas» para salir de la crisis

Fuentes: Revista Pueblos

Resumido de un trabajo mas amplio publicado en la revista «Utopía», quiero compartir en estos momentos de crisis, un compendio de «buenas prácticas» alternativas, que como no se dan en la actualidad se convierten en razones de mas para secundar una Huelga General. Y es que al poder se lo ponemos a huevo, porque ¿como […]

Resumido de un trabajo mas amplio publicado en la revista «Utopía», quiero compartir en estos momentos de crisis, un compendio de «buenas prácticas» alternativas, que como no se dan en la actualidad se convierten en razones de mas para secundar una Huelga General.

Y es que al poder se lo ponemos a huevo, porque ¿como es posible que nuestra sociedad se esté dejando dar esta paliza?, ¿Cómo podemos permitir esta brutal agresión de un gobierno que se dice socialista, que no contento con tocar las pensiones y los salarios, ni con los casi 5 millones de parados reales, deja irse de rositas a los que siempre se han forrado (y aún ahora con la crisis) sin ofrecer medidas serias que afecten a los especuladores financieros, o a los jugadores de bolsa o a los bancos?.

Hoy día estamos asustados, pasivos, desmovilizados. Pero no podemos quedarnos así, porque como me recuerda todos los días un buen amigo en sus correos, «la indiferencia es la antesala de la esclavitud«.

No son alternativas válidas, ni mucho menos «buenas prácticas» unas políticas de recorte del gasto que afecten a las pensiones, al salario de los funcionarios, a la inversión pública o a las prestaciones sociales como la ley de Dependencia.

Las alternativas, incluso para reducir el déficit público, tienen que pasar necesariamente por el aumento de la contribución fiscal de los que más tienen y ganan, es decir por una reforma fiscal progresiva, que empiece ya con medidas urgentes, por un plan serio de lucha contra la economía sumergida y el fraude fiscal, y por programas de racionalización y control del gasto público. 

Sirva pues este decálogo de buenas prácticas quizás algo tedioso, que -si se diera dentro de un plan de convergencia y armonización fiscal europeo- demostraría que otro mundo es posible, si conseguimos que otras políticas económicas también lo sean:

    1. La reducción drástica del loco gasto militar incluyendo la compra de armamento, las partidas de investigación y desarrollo militar y la retirada de las tropas de Afganistán. ¿Nos hemos parado a pensar cuanto nos cuestan las guerras, independientemente de cuestiones éticas, morales o de Paz?. Según el Centre d’Estudis per la Pau, el gasto militar actual equivale a casi 50 millones de euros diarios. Solo en 2009, España gastó más de 700 millones de euros en Afganistán, cantidad que lógicamente aumentará este año con los 500 efectivos más que enviamos de contingente.

      ¿Cómo se puede permitir que el Estado gaste 18.000 millones de euros en la compra de aviones, blindados y helicópteros de combate o que haga inversiones en armamento de alta tecnología, que son tan caras?.

      No hace mucho que acaba de salir publicado el último informe sobre venta de armas según el cual en España seguimos vendiendo a tutti-plen con un incremento del 44% en el peor año de la crisis. También es reciente la última matanza de 52 civiles en Afganistán a manos de nuestros pilotos de la OTAN (y digo nuestros porque se entrenan en Albacete a 900 metros de mi casa) o la publicación de Wikileaks sobre la verdad de la guerra de Afganistán con más de 90.000 documentos clasificados en los que, entre otras cosas, se recogen cientos de asesinatos de civiles.

    1. La racionalización del gasto público también es una medida para reducir el tan temido déficit público. Y habrá que racionalizar no con pensionistas, jubilados o dependientes y si reduciendo las subvenciones a la Iglesia Católica o a la Casa Real, o al gasto de altos Cargos  de las administraciones públicas y del Sector Público Empresarial.
    1. La fiscalidad progresiva, eso de que paguen mas, quienes más tienen o ganan, está ya tan extendida, que hasta se difunde en Internet con cuatro grandes medidas como son:

      * Recuperar los Impuestos de Patrimonio y Sucesiones, que se eximieron a los más ricos.

    * Elevar el tramo máximo del IRPF al 50%, para quienes ganan más de 60.000€/año.

    * Gravar las SICAV (Sociedades de Inversión de Grandes Fortunas) al 20%, pues pagan al 1%, y

    * Subir el Impuesto de Sociedades a las empresas con beneficios al 35%.

    A esta popular receta podríamos añadir otras alternativas como la abolición de los paraísos fiscales o la supresión del secreto bancario, que también serían buenas medidas a contemplar en este apartado.

    1. Aumentar también, los impuestos a las empresas cotizadas en bolsa, a las sociedades con más beneficios, a los bonos, primas y remuneraciones extrasalariales de directivos y súper jubilados de instituciones financieras, a los deportistas de élite… a los ricos -en suma- y al capital, para que pueda equipararse la contribución fiscal de las rentas del capital y las del trabajo y así poder dar más servicios a toda la ciudadanía. La célebre Tasa Tobin aplicada a las transacciones bursátiles y todas las propuestas económicas de ATTAC y de IU, también serían muy buenas prácticas alternativas.
    1. Reorientar la reforma del IVA, eliminando la subida general de tipos que entró en vigor el 1 de julio, estableciendo un IVA SÚPER ESPECIAL (pongamos del 25%) para los artículos de lujo, productos perjudiciales para la salud como el alcohol o el tabaco y bienes  como, joyas, abrigos y prendas de piel, yates y aeronaves etc, y a la vez, estableciendo un IVA SUPER REDUCIDO (pongamos del 4%) para los alimentos y productos de primera necesidad.
    1. Incorporar disposiciones de fiscalidad verde o incluso una Ley de Fiscalidad Medioambiental que grave todo aquello que perjudique el medio ambiente como las emisiones de CO2 de las empresas y particulares, el uso de combustibles fósiles, los residuos contaminantes o el empleo de bolsas de plástico, incentivando con deducciones, todo lo que tenga efectos favorables, innovadores y de inversión en sistemas productivos más limpios.
    1. Combatir la economía sumergida, interviniendo con campañas agresivas contra el vergonzoso fraude fiscal, y haciendo emerger el dinero negro, así como pagar por los billetes de 500€, que en España son un escándalo con la cuarta parte de los existentes en toda Europa. Y todo ello para obtener recursos suficientes con los que mantener la calidad de los servicios públicos y las prestaciones sociales.
    1. Otra buena alternativa es el «decrecimiento«, filosofía que reza que «es posible vivir con mucho menos, para vivir mejor«, o trabajar menos, para que tod@s puedan hacerlo, o como decía Mahatma Gandhi: «Vivir sencillamente para que todos puedan, sencillamente vivir«. Como ejemplos digamos que necesitamos mas trenes convencionales y menos AVEs, apoyar más alternativas «eco-bio-justo», reducir la huella ecológica, copiar la sabiduría de la naturaleza y los ecosistemas o «biomímesis».

      Tenemos que reivindicar el ocio frente al trabajo obsesivo, debemos favorecer las relocalizaciones, fomentar las cooperativas, recuperar el trueque, o promocionar el transporte público, y también cambiar la excesiva dependencia de las energías fósiles, reconvertir los ejércitos, reducir la industria armamentística (OTAN incluida), la automovilística, la aeronáutica o la del ladrillo, eliminar las políticas de transvases, o exigir un marco legal, que no meras declaraciones como las ultimas de Copenhague, que garantice unas políticas verdaderamente decrecentistas.

    1. La crisis es una oportunidad para la defensa de lo público. Todo lo que sea defensa de lo público es una buena práctica alternativa económica. Y aunque pudiéramos pecar de exhaustivos quiero explicitar lo que serían esos servicios públicos esenciales o de interés general que no podrían mercantilizarse ni privatizarse por ser  indispensables para la vida o para la sociedad. Así hablamos del abastecimiento del agua y el saneamiento, de la salud, del cuidado de la infancia, de la educación, de los transportes, de las semillas, de las pensiones, del paro, de la ayuda a la familia y a la población dependiente, de los servicios de inserción social, del suministro energético, de los servicios medio ambientales, o del servicio de correos. Para estas prestaciones, tenemos que reclamar siempre la gestión pública, ya que todos estos servicios no pueden ser medidos en clave de rentabilidad económica, sino social y no puede estar mediatizados ni por el cortoplacismo, ni mucho menos, por los mercados.

     

    1. Y finalmente, habría que construir un nuevo modelo productivo alternativo (NMPA) para una sociedad diferente, superadora del capitalismo (el Socialismo del Siglo XXI), donde un estado social participativo sería la alternativa al Estado de Bienestar Keynesiano. Hablamos de un estado que -como hemos visto- sea capaz de mantener la centralidad de lo público como elemento capaz de promover el interés colectivo, la equidad y la solidaridad, y que -mediante la descentralización del poder, y la articulación de mecanismos plurales y participativos- permita un proceso de toma de decisiones consensuado con toda la ciudadanía.

      Ese NMPA sería un programa de transición hacia esa sociedad, cuyo objetivo tendría que llevar apareado la consecución del pleno empleo (digno, estable y de calidad). También haría falta un cambio del modelo de relaciones laborales, así como una reforma empresarial y no la reforma laboral, como está planteando y endureciendo cada día, este gobierno.

      Habría que cambiar la gestión empresarial en este país, penalizando el modelo de salarios bajos, de tanta precariedad y de tantísima desregulación; y sin embargo el PSOE nos aprueba una Reforma Laboral que va en sentido contrario.

      Hay que modificar profundamente el sector financiero, recuperando y desarrollando el papel de la Banca Pública y utilizando las Cajas de Ahorro como soportes públicos del desarrollo regional.

      Es preciso defender y desarrollar la protección social, la S.S., y los servicios sociales. Y finalmente, hay que producir un cambio radical en los fundamentos de la política agraria para que sea productiva y sostenible y donde la alimentación sea considerada un asunto estratégico.