La historia reciente de Burkina Faso, desde la década de los ’70 en adelante, nos recuerda a la de muchos de los países del sur: una subida unilateral de los tipos de interés por parte de la Reserva Federal de los Estados Unidos provoca un trágico aumento del endeudamiento de Burkina Faso (por entonces Alto […]
La historia reciente de Burkina Faso, desde la década de los ’70 en adelante, nos recuerda a la de muchos de los países del sur: una subida unilateral de los tipos de interés por parte de la Reserva Federal de los Estados Unidos provoca un trágico aumento del endeudamiento de Burkina Faso (por entonces Alto Volta) y el resto de los países de la periferia.
A principios de los años 70, Burkina Faso comienza un periodo de dictadura bajo el gobierno de Sangoulé Lamizana, un régimen que tuvo reconocimiento internacional, con su presidente invitado a cenas y visitas privadas a la Casa Blanca con el entonces presidente de los EEUU, Richard Nixon.
Después hubo una rápida sucesión de dictadores y golpes de estado, en uno de los periodos más políticamente convulsos de su historia. En 1980 gobernó el coronel Saye Zerbo, seguido del aún más breve periodo de gobierno de Jean-Baptiste Ouédraogo entre 1982 y 1983.
El 4 de agosto de 1983, Thomas Sankara tomó el poder en un golpe de estado soportado popularmente. Thomas Sankara, capitán militar y revolucionario marxista, subió al gobierno con el objetivo de eliminar la corrupción del antiguo poder colonial Francés. Para simbolizar la nueva autonomía que aspiraba para su país, le cambió el nombre por el de Burkina Faso, «Tierra de los hombres libres».
Sus políticas estuvieron destinadas en torno al antiimperialismo, rechazando toda ayuda extranjera y luchando por la reducción de la deuda odiosa del país, advirtiendo de la influencia del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial y de su responsabilidad en la situación de todos los países del sur. Con una poderosa combinación de carisma personal y una organización social con participación democrática, su gobierno trabajó en iniciativas contra la corrupción y para mejorar la agricultura, la educación, la salud pública y el estatus de las mujeres.
En 1987, durante una Cumbre de Jefes de Estado Africanos, Thomas Sankara abogó por un llamado a la unidad de los países africanos y la creación de un club de países contra el pago de la deuda:
«Oímos hablar de muchos clubes, Club de Roma, Club de París […] Es nuestro deber crear un frente unido de Addis Abeba contra la deuda. Sólo de este modo podremos decir hoy que negándonos a pagar no venimos con intenciones belicistas sino, al contrario, con actitud fraternal para decir la verdad […] Así, nuestro Club de Addis Abeba tendrá que explicar por qué esa deuda no debe ser pagada.
Si Burkina Faso, solo, se negara a pagar la deuda, ¡yo no estaría presente en la próxima conferencia! En cambio, con el apoyo de todos podríamos evitar pagar. Y evitando el pago podríamos dedicar nuestros magros recursos a nuestro propio desarrollo».
Tres meses y medio después, el 15 de octubre de 1987, Thomas Sankara fue asesinado en un nuevo golpe de estado organizado por el dirigente Blaise Compaoré con apoyo del gobierno francés. Blaise Compaoré era un antiguo amigo de infancia de Thomas y su compañero durante el primer golpe de estado de 1983. Lo primero que hizo en su nuevo mandato fue «rectificar» todas las políticas introducidas por Thomas Sankara, abriendo fronteras y aceptando ayudas internacionales, y devolviendo en definitiva la corrupción al gobierno y el endeudamiento a su país.
La muerte de Thomas Sankara se suma a la de otros muchos activistas y luchadores por un movimiento panafricano. Las fuerzas coloniales han buscado con ello siempre el mismo objetivo: mantener al pueblo de África preso.