Recientemente se ha vuelto a hablar de la región de los Grandes Lagos por dos motivos: El terremoto que ha sufrido la región en la mañana del domingo, 3 de febrero y la Conferencia de Paz que ha tenido lugar en Bukavu (Congo RD), donde todos los movimientos rebeldes y sus facciones han firmado un […]
Recientemente se ha vuelto a hablar de la región de los Grandes Lagos por dos motivos: El terremoto que ha sufrido la región en la mañana del domingo, 3 de febrero y la Conferencia de Paz que ha tenido lugar en Bukavu (Congo RD), donde todos los movimientos rebeldes y sus facciones han firmado un acuerdo de paz con el gobierno central de Kinshasa. Todo esto conseguido por las presiones insistentes, tanto del secretario general de la ONU, Ban Ki moon, como de parte de los Estados Unidos. Ante estos dos acontecimientos nos preguntamos: ¿Vuelve la paz a las colinas?
EL CAMINO RECORRIDO
Hace dos años y medio, el 19 de agosto de 2005, Pierre Nkurunziza fue elegido democráticamente Presidente de la República de Burundi. Así terminó un lento y prolongado proceso de conversaciones y de reconciliación entre el Gobierno y los diversos movimientos rebeldes, surgidos a finales de 1993, cuatro meses antes del asesinato del presidente Cipriano Ntaryamira junto con el presidente de Ruanda, Juvenal Habiarimana, ocurrido el 6 de abril de 1994, cuando ambos regresaban en el mismo avión de un encuentro en Arusha (Tanzania). Atentado perpetrado por las fuerzas del coronel Paul Kagame, que fue el detonador del doble genocidio de Ruanda.
UN ROSARIO DE DESGRACIAS SOCIALES Y ÉTNICAS
Desde su independencia, en 1962, Burundi ha sufrido sucesivamente varios golpes militares, luchas interétnicas y guerras civiles. Paralelamente a su vecina Ruanda, el antagonismo Tutsi – Hutu (los primeros son el 14% de la población y los segundos, el 85%) ha sido el acicate constante de los conflictos. En Ruanda se llegó a la independencia con una mayoría hutu en el poder, por eso los Tutti de Burundi (más concretamente el clan Hima de Bururi, en el sur) se las arregló para hacerse con el poder, particularmente en el ejército. Así transcurrieron 10 años. En 1972, se produce el primer genocidio hutu, atizado por la minoría tutsi. La orden era: «Eliminar a todo hutu instruido». Bandas de asesinos entraban en los colegios y allí mismo en los patios de recreo asesinaban con metralletas y a machetazos a los alumnos hutu.
En general, la Iglesia reaccionó positivamente procurando salvar al mayor número posible de hutu instruidos, comenzando por el clero, los religiosos y religiosas. Por desgracia, el arzobispo de Bujumbura, el tutsi Andrés Makarakiza, entregó al ejército una lista de 14 sacerdotes hutu, siendo todos detenidos, torturados y asesinados. Ante esta conducta bochornosa, el Vaticano lo obligó a dimitir y a su muerte el Nuncio de S.S. le negó la sepultura en la catedral. Durante aquellas masacres perecieron más de 300.000 hutu y otros 200.000 huyeron hacia la vecina Tanzania, que estableció campos de refugiados cerca de la frontera.
Después de la caída del muro de Berlín y por presiones de Francia en particular, los estados africanos comenzaron a pensar que debían pasar al régimen de multipartidismo (o pluripartidismo). En Junio de 1993 se celebran en Burundi las primeras elecciones democráticas. El entonces presidente, Pierre Buyoya, militar tutsi del partido UPRONA, perdió frente al candidato del FRODEBU, Melchior Ndadaye, civil hutu. En octubre de ese mismo año, el ejército secuestra a Ndadaye y lo asesina en un cuartel en circunstancias atroces. Según el historiador Charles Unama, este golpe de estado fue animado y apoyado por el FPR (Frente Patriótico Ruandés) del actual presidente de Ruanda, Paul Kagame, temiendo que Ruanda repitiera la experiencia burundesa y eligiera a un presidente hutu, hecho que habría contrariado los planes del FPR de conquistar el poder por la fuerza.
Tras el asesinato del presidente Ndadaye, las masas campesinas furibundas y miles de estudiantes llenos de rabia mataron a millares de vecinos tutsi. Cuando el ejército intervino, los oficiales, tutsi en su mayoría, atacaron a los hutu, para vengar a sus hermanos de sangre. Esta «crisis» de Burundi, – como es llamada eufemísticamente,- tuvo graves repercusiones en Ruanda, donde las posiciones se radicalizaron. Por otro lado, fue el detonante del principio de una larga guerra civil en Burundi.
LA CLAVE PARA COMPRENDER ESTOS CONFLICTOS
Es en este contexto, que se comprende el atentado del 6 de abril de 1994, contra el avión presidencial, a que aludimos más arriba. Decíamos que fue el detonador del doble genocidio: Primero, hutu contra tutsi y luego la revancha que alcanzó hasta fuera de las fronteras del país: Tutsi cazando y liquidando a todos los hutu, que se ponían a su alcance. La mente diabólica que organizó primero el atentado y después los asesinatos masivos fue Paul Kagame, que pretendía el poder a toda costa. Llegó a eliminar a sus propios compañeros y lugartenientes, para que nadie le hiciera sombra.
INTENTOS DE SOLUCIÓN DE ESTOS CONFLICTOS
El entonces presidente de Sudáfrica, Nelson Mandela y el de Uganda, Yoweri Museveni, intentaron encontrar una solución al conflicto burundés. Después del asesinato de Ndadaye por los militares, fue designado para sucederle, Silvestre Ntibantunganya, otro hutu, pero con el país sumido en el caos y la violencia, en 1996, Pierre Buyoya, que ya fuera presidente de 1987 a 1993, lo derrocó. Este militar siempre tuvo una conducta ambigua entre los militares y tuvo la inteligencia de darse cuenta de que la guerra sólo terminaría con una negociación de todas las partes en conflicto. Acudieron a las negociaciones los dos principales movimientos rebeldes: Las Fuerzas para la Defensa de la Democracia (FDD) y el grupo más radical, Fuerzas Nacionales de Liberación (FNL). Después de múltiples reuniones, finalmente en 2001, los rebeldes y el gobierno alcanzaron un primer acuerdo, al que dio consistencia el despliegue de una fuerza de paz de la ONU. Solamente al año siguiente, después de firmar un segundo protocolo, el FDD empezó a integrarse en el Gobierno y en el ejército. Finalmente el período de transición terminó con el referéndum que aprobó una nueva Constitución en marzo de 2005. En junio de ese año se celebraron elecciones pluripartidistas, que fueron ganadas por el CNDD-FDD (Consejo Nacional para la Defensa de la Democracia-Fuerzas para la Defensa de la Democracia), cuyo líder, Pierre Nkurunziza, fue nombrado presidente. Viene de la provincia norteña de Ngozi y es hutu, antiguo rebelde. Se sitúa en las antípodas de lo anteriores presidentes militares: Michel Michombero, Jean-Bte Bagaza y Pierre Buyoya, todos tutsi del sureño Bururi.
UN PUEBLO QUE ANSÍA LA PAZ
Charles Mungiraneza, presidente de Oxfam-Intermón afirma: «Burundi posee un récord poco habitual en un país africano, tiene cuatro ex presidentes que viven en el país y participan pacíficamente en su vida política». Cuando se viaja por el interior de Burundi, densamente poblado, se tiene la impresión de estar recorriendo un parque inmenso, repleto de verde belleza. Ahora reina una relativa seguridad, aunque las patrullas militares son constantes. Hay toque de queda para los viajes por carretera, desde las 4 de la tarde hasta las 8 de la mañana, por causa del peligro de emboscadas en los desfiladeros de las montañas.
Fuera de eso la vida en los poblados de las colinas es normal, las escuelas funcionan, los mercados rebosan de vendedores y compradores, se ve gente cultivando sus campos. El pueblo parece relajado y libre en su manera de expresarse. El misionero Germán Arconada, padre blanco, que lleva más de 40 años en el país, reconoce que «por fin, parece que se han dado cuenta de que no tienen más remedio que vivir en paz, los tutsi rodeados por los hutu.» En todo caso, todos los burundeses reconocen que en su país hay más libertad que en Ruanda. Existen ocho emisoras de radio y tres periódicos y empieza a tomar forma una cierta cultura de la diversidad y de libertad de expresión, en la que los medios de comunicación vigilan el buen gobierno.
UNA SOMBRA EN EL HORIZONTE
Según un estudio publicado el 17 de enero 2008, por la organización de Defensa de los Derechos Humanos ITEKA, sobre la existencia de armas ligeras. Parece que existe un tráfico intenso de armas cortas provenientes del Congo, cuyo número alcanza las 100.000. Son introducidas de contrabando y vendidas a los civiles, que pretenden estar armados para defenderse de los cada vez más frecuentes asaltos y crímenes violentos, cuya represión eficaz escapa a las posibilidades del Estado. En algunas inspecciones de la policía se han confiscado pequeños lotes de armas, como en la provincia de Ruyigi, que en el pueblo de Sanzu fueron encontradas 30 armas cortas. La campaña de desarme lanzada por el presidente en 2005, fue bloqueada por el partido en el poder, que está bien armado, para salvaguardar la paz. Por lo menos, eso dicen ellos.
*Antonio Molina Molina es miembro de la Fundación Sur