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Sobre el encuentro de Bush y Olmert en Washington y sus proclamas de paz

Bush-Olmert: una alianza de bestias

Fuentes: www.europalestine.com

Traducido del francés para Rebelión por Caty R.

¿El discurso del primer ministro en el Congreso estadounidense recibió 38 ovaciones como dicen Maariv y Haaretz [1] ó 41 como afirma Yediot Ahronot [2]? ¿Era el discurso de su vida -redactado con la ayuda de Elie Wiesel- o su «vuelta de honor»? ¿Qué más da? Los que leyeron el coro unánime de alabanzas de los medios de comunicación israelíes a Ehud Olmert podrían pensar que fue una visita histórica que había logrado grandes progresos para la paz en Oriente Próximo.

De eso nada.

Lo que hubo en Washington fue un encuentro entre los dirigentes de dos países que comparten, como dijo certeramente en su discurso el primer ministro, «principios y valores comunes». Efectivamente, Estados Unidos e Israel son actualmente los países más odiados del mundo. Ambos son responsables de ocupaciones brutales y de derramar sangre inocente; ambos luchan contra el terrorismo sin detenerse en las razones ni considerar la raíz de las verdaderas causas que lo provocan; ambos ponen en peligro la paz universal y sus dirigentes difunden eslóganes por la paz carentes de sentido; ambos se rodean de muros. La única diferencia entre ellos si es que existe después de tres años, es que en Estados Unidos se vislumbran algunos signos de que la gente está despertando, decepcionada por la guerra criminal contra Iraq; en cambio en Israel siguen creyendo las mentiras del pasado sobre sus derechos a los territorios ocupados y la seguridad; como siempre desde hace 39 años que dura la ocupación.

La alianza renovada entre el primer ministro israelí y el presidente estadounidense es una alianza de bestias; dos bestias que se arrogan a sí mismas derechos que les están prohibidos al resto del mundo. Estados Unidos e Israel pueden utilizar todas las clases de armas que quieran y al mismo tiempo amenazan a cualquiera que pretenda hacer lo mismo. ¿Por qué? Porque son poderosos. Esa es la razón por la que el discurso de Olmert fue vitoreado con 38 ó 41 ovaciones; Olmert «tendió una mano por la paz» a Mahmoud Abbas en Washington. No es tan largo el brazo israelí como para cruzar el Atlántico desde Washington hasta las ruinas de la Muqata en Ramallah. Si esa hubiera sido su intención, Olmert habría podido hacer un viaje de 15 minutos que le condujera a la oficina de Abbas. 

«El Presidente Abbas» como le llamó Olmert por primera vez en un gesto sin sentido, está intentando negociar desde hace tiempo como lo haría el dirigente más moderado que hubiesen tenido los palestinos. Pero ahora Olmert y antes que él Ariel Sharon, rechazan sistemáticamente la mano de paz que les tiende Abbas.

Olmert no tiene ninguna intención seria de negociar con Abbas. Sabe que Abbas es un dirigente débil. Se reunirá con él, después declarará que no trabaja lo suficiente contra el terrorismo y ahí terminarán las negociaciones. Además el primer ministro no tiene la intención de dar el paso verdadero y valiente que se espera de él: no sólo no piensa entrevistarse en la ciudad relativamente confortable y próxima de Ramallah con el antiguo dirigente de Palestina; tampoco lo hará con el nuevo dirigente de los palestinos, Ismail Haniyeh en la franja de Gaza, lugar sofocante y acosado por el hambre. No es atractivo viajar a la franja de Gaza, un lugar superpoblado, amenazador y muy peligroso. Olmert no sería recibido allí con aplausos como en Washington. Pero allí y sólo allí es posible ahora negociar la paz.

Para eso habría que tener verdadero coraje, no el que aplauden los estadounidenses. Y Olmert no tiene esa clase de coraje; hay nuevas voces que vienen de la franja de Gaza. La entrevista realizada por Daniel Rubinstein a Haniyeh, publicada en Haaretz [3], en la que habló de paz en las fronteras de 1967, así como el «documento de los presos» [4] firmado en la prisión de Haradim, tendrían que haber suscitado una importante reacción positiva. No ha sido así. Como de costumbre, los esfuerzos palestinos por la paz han caído en saco roto. 

Olmert vendió a los estadounidenses los mismos eslóganes de siempre: dijo de Hamas -que ahora explícitamente está hablando de un compromiso con Israel- que es una «organización que se caracteriza por su antisemitismo envenenado y pretende la destrucción de Israel». Olmert sólo tiende su mano hacia los estadounidenses y los israelíes. Sólo ellos creen aún en la leyenda de que Israel busca la paz y no quiere conservar los territorios ocupados. Sólo en Israel y Estados Unidos la gente todavía cree en esas personas que han implicado al mundo entero para bombardear, destruir, asediar y matar de hambre al pueblo palestino. 

Olmert ha prometido poner en marcha su «plan de convergencia» dentro de dos años y ahora está hablando de evacuar a más de 40.000 colonos y reasentarlos en los «bloques de colonias». Obviamente no hay plan de paz; es un plan para perpetuar la ocupación en condiciones más favorables para Israel. Al final de este «plan de convergencia» -si se llega a poner en práctica algún día-, vivirán más colonos que ahora en los territorios ocupados, en «bloques de colonias» que no son menos peligrosos que el puñado de colonias evacuadas. El hecho de que el gobierno estadounidense no esté entusiasmado con el plan de Olmert no debe inquietar a nadie; de todas formas lo apoyará. Después de todo ambos países comparten «los mismos principios y valores».

NOTAS:

[1] Periódicos israelíes

[2] Ídem

[3] http://www.rebelion.org/noticia.php?id=31932

[4] http://www.rebelion.org/noticia.php?id=32092

Fuente: http://www.europalestine.com/article.php3?id_article=2145

Caty R. es miembro del colectivo de Rebelión.