A pesar de haber perpetrado durante sus treinta años en el poder infinidad de crímenes contra su pueblo, la muerte del presidente Idriss Déby, anunciada el pasado martes 20 de abril, no deja de ser, en este momento, una trágica noticia, no solo para el Chad, sino para toda la región.
En un comunicado oficial el ejército chadiano, informó la muerte de su líder en la aldea de Mele, cerca de la ciudad de Nokou, capital de la región de Nord Kanem, a más de 300 kilómetros al norte N’Djamena, la capital del país, en la noche del domingo, durante los combates contra una columna tropas rebeldes del Front pour l’alternance et la concorde au Tchad (Frente de Alternancia y Concordia en Chad o FACT) un grupo político-militar chadiano formado en su mayoría por exmiembros de las fuerzas armadas pertenecientes a la etnia gorane, quienes había ingresado al país el pasado día once tras conocerse el resultado de las elecciones, desde el sur de Libia, donde habían perdido su “empleo”, junto al Ejército Nacional Libio (ENL) del general Khalifa Hafther, obligado a dar un paso al costado tras los acuerdos de paz de Ginebra en febrero pasado (ver: Libia o la serpiente que se muerde la cola)
Para algunos analistas la muerte de Déby presenta algunas dudas, ya que el anuncio oficial habla de la “muerte en combate” mientras que algunos sospechan del resultado de una intriga “palaciega” y otras versiones hablan de que la muerte se produjo en una reunión con los rebeldes del FACT, que digamos, pasó a mayores.
La alternativa de la muerte en el frente no es para nada descabellada, ya que Déby, siendo presidente, participó en algunos enfrentamientos contra rebeldes como los de febrero de 2008 en Massaguet, a unos ochenta kilómetros N’Djamena, la capital de Chad, en la que estuvo en juego su vida y donde murió el jefe de su Estado Mayor, el general Daoud Soumaïn, y más recientemente apareció junto a sus hombres en una operación contra los grupos integristas nigerianos Boko Haram y la Willat de África Occidental (ISWAP). (ver: Boko Haram, el potente músculo del terrorismo).
Más allá de las verdaderas circunstancias de su muerte Déby deja al país en una situación tan crítica como lo encontró cuando dio un golpe de Estado en un sucesivo y trágico juego de mamushkas contra el presidente Hissène Habré, “el Pinochet Africano”, en diciembre de 1990, quien a su vez había llegado al poder a través de una asonada contra Goukouni Oueddei en 1979.
Déby, de 68 años, apenas tuvo tiempo para disfrutar el inició de su sexto mandato tras imponerse el pasado once de abril por “apenas” un casi 79.65 por ciento, en cuya campaña electoral no faltaron represión, hostigamientos, como el asalto al domicilio de Yaya Djerou, antiguo jefe rebelde, sobrino de Idriss Déby y miembro de la misma etnia los zaghawa, quien acusó de corrupción y malversación a la ahora viuda, Hinda Déby. La campaña también fue aderezada por prohibiciones de la “Corte Suprema”, que anuló la participación de siete candidatos de la oposición, lo que hizo que otros tres abandonaran. Dada las irregularidades, líderes opositores reclamaron la anulación del comicio para instalar una mesa de dialogo. Para lo que se lanzó la campaña Wakit Tama (Ahora es el momento), la que no tuvo ningún éxito.
La familia y el círculo personal del presidente muerto, que ocupan los principales cargos políticos, económicos y militares, están acusados de corrupción. El clima de represión e inestabilidad fue también matizado con la utilización de la pandemia, que permitió al gobierno establecer restricciones, apuntado a la movilización de los partidos opositores.
Déby será remplazado por su hijo, el general de cuatro estrellas Mahamat “Kaka” Déby, de 37 años, aproximadamente la edad que tenía su padre al hacerse con el poder, el heredero será acompañado por el Consejo Militar de Transición (CMT) de catorce generales, que, ahorrando tiempo para acudir a la Constitución revisada en diciembre del año pasado, solo para permitirle a Déby mantenerse en el cargo hasta 2033, indica para casos como este deberá asumir de manera interina el presidente de la Asamblea Nacional.
Kaka, cuyo bautismo de fuego lo tuvo en la batalla de Am-Dam en 2009 contra una coalición rebelde en el este del país, es un profundo conocedor de los entretelones de poder, ya que desde muy joven su padre lo depositó en posiciones claves como la de Comandante en jefe de la Guardia Presidencial; la dirección general de los servicios de seguridad o DGSSIE y el cuerpo de élite las Fuerzas Armadas chadianas, no solo disolvió el Gobierno, sino que cerró el Parlamento, decretó el toque de queda y dispuso un cierre de fronteras por 48 horas, Kaka además anunció que una transición hasta una nueva elección “libre y democrática” de 18 meses, cuando la Constitución da 90 días para realizarla. Además se dispuso duelo nacional por dos semanas para rendir honores al “egregio” difunto.
Desde N’Djamena se informa de tensiones dentro del círculo del poder por el reparto de roles más cercanos a la caja del Estado que, si bien es rica por las diferentes explotaciones de recursos naturales como el uranio, el oro y el petróleo, con una producción de 130 mil barriles de petróleo al día, la miseria somete el 90 por ciento de los 16 millones de chadianos, atrapados en un país con los más altos índices de pobreza donde millones de personas vive con menos de un dólar al día y el 70% de la población es analfabeta y el 90% está sin trabajo.
Las tasas salud son tan alarmantes como las económicas, donde según la ONU el 8% de los bebés no sobrevive su primer año y el 20% no llega a cumplir los cinco y en los adultos el promedio son los 53 años de vida. En el país, para cubrir la salud de 16 millones de personas, solo existen cien hospitales sin las condiciones mínimas para la atención brindada por apenas unos pocos cientos de médicos y profesionales. En 2019 Transparencia Internacional encontró al Chad entre los países más corruptos del mundo, ocupando el puesto 162 (de 180) mientras que en la lista de naciones por Índice de Desarrollo Humano (IDH), que mide valores como la esperanza de vida, la escolarización o el PIB per cápita, la desnutrición, el matrimonio infantil y la violencia sobre los menores, se encuentra en el puesto 187 de 189
Los frentes de guerra
Las últimas informaciones señalan escándalos en el interior del Palais Rose, la casa de gobierno en N’Djamena, entre Mahamat y su medio hermano, Zakaria, mano derecha de su padre en la administración del Estado. Ya que en el marco de la sucesión presidencial distintos observadores señalaron durante las primeras horas de la muerte del tirano a Zakaria como el hombre indicado. Aunque también reclaman su espacio el general Abderamane Dicko, quien dice representar la mayoría de las tropas, que no aceptan el liderazgo de Mahamat y la viuda del presidente Hinda Déby, estrecha colaboradora política de su marido y de hecho su ministra de petróleo.
El general Déby, en sus tres décadas de poder, consiguió construir un ejército que figura entre los mejores del continente, por lo que lo convirtió en su más poderoso brazo político, tanto para el interior del país como para las relaciones internacionales. Sus hombres, con ayuda francesa, lograron vencer las rebeliones de 2006, 2008 y 2019. Experiencias que le han permitido en coordinación con el Grupo Sahel Cinco (GS5) (Burkina Faso, Mauritania, Mali y Níger) donde participan más de 1200 efectivos chadianos y articulando con tropas de Naciones Unidas, Estados Unidos y la Francia con cinco mil hombres de la Operación Barkhane, cuya base se encuentra en N’Djamena, combaten a los grupos vinculados a al-Qaeda y el Daesh que desde 2012 se ha convertido en una pesadilla para los países de la región, además participa en la Misión Multidimensional Integrada de Estabilización de las Naciones Unidas en Malí (MINUSMA), con unos 1400 efectivos.
La muerte de Déby y la división interna puede ser visto como una oportunidad para intensificar los ataques de los grupos takfiristas por el noreste del país y por el noroeste las diferentes agrupaciones rebeldes, no integristas, que, en procura de una victoria sobre el poder militar, hace meses han comenzado un proceso de integración bajo las banderas del FACT, que dispuestos a seguir con ese aire de victoria que les ha dado la desaparición de Déby, advirtieron a los diferentes jefes de Estado que no participen de los funerales de este viernes “por cuestiones de seguridad”. A pesar de las amenazas el presidente francés Emmanuel Macron, junto a una decena de presidentes y primeros ministros africanos han participado de las exequias sin mayor novedad, lo que también se puede interpretar como un respaldo para el joven Mahamat.
Nadie puede asegurar cómo se resolverá finalmente la sucesión, aunque Paris, quien ha apoyado sin protestas al déspota muerto, responsable de miles de desapariciones y muertes extrajudiciales y el saqueo a su pueblo. Dados sus intereses logísticos y económicos, el Eliseo, quien verdaderamente define, parece ya haber dado su veredicto.
La inestabilidad con un nuevo gobierno no consolidado puede afectar profundamente al país, como ya lo hace con todos sus vecinos envueltos en guerras civiles como Libia y República Centroafricana, en plena transición política como en Sudán, donde también se está incrementado la violencia armada en Darfur y Kordofán y la guerra contra el terrorismo wahabita en Níger, Nigeria y Camerún, que podría desatar en el Chad una guerra civil con varios bandos. Una tormenta perfecta que ya se puede divisar en el horizonte.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.