La semana pasada la agencia electoral del Chad ha anunciado que se realizarán, por fin, las tantas veces postergadas elecciones presidenciales, que constarán de dos vueltas: la primera el 6 de mayo y la segunda el 22 de junio y cuyos resultados “provisionales” se esperan para el 7 de julio. Hecho que encaminaría al país a un orden democrático que nunca tuvo desde que Francia, a principio de los años 60, comenzó a deshacerse de sus colonias tras la trágica experiencia argelina.
Tras la muerte en abril del 2021 del presidente Idriss Déby, un autócrata de manual que a la sombra de Francia gobernó el país durante 30 años de manera ilegal, fue sucedido por su hijo, el general Mahamat Idriss Déby, acompañado por una junta militar saltándose todas las normas sucesorias establecidas en la constitución jurada años antes de la muerte de Déby, con la que el presidente intentaba normalizar el país y dejar atrás la fantasía democrática que lo llevó a imponerse en una media docena de elecciones, desde 1996 hasta la última, una semana antes de su muerte, en combate contra el Front pour la alternance et la concorde au Tchad (FACT), un grupo de exmilitares que opera principalmente en la esquina norte del país, junto a las fronteras de Libia y Sudán, y que se alquila, según sus necesidades, para participar en las guerras civiles de ambos países. (Ver: Chad, la tormenta perfecta.)
Tras la asunción del Consejo Militar de Transición (CMT) se dio un plazo de 18 meses (septiembre de 2022) para llamar a elecciones, que más tarde fue postergado hasta el próximo octubre.
La innecesaria dilación provocó revueltas populares en lo que pasó a conocerse como el jueves negro (22 de octubre del 2022) que dejó cientos de muertos, desaparecido y detenidos (Ver: Chad, la masacre anunciada), ya que el presidente muerto había dejado una constitución con todos los mecanismos aceitado, no solo para su reemplazo en caso de muerte, sino también todo el proceso eleccionario.
En un marco histórico de rivalidades familiares y tribales que han sacudido a la élite política y social, siempre sometida al control del dictador, lo inesperado de su muerte volvió a exponer y profundizar las diferencias, obligando a muchos a cambio de lealtades para ubicarse frente a lo que vendrá.
En diciembre pasado se volvió a votar, afirmativamente, una nueva constitución, lo que no dejó de preocupar a la clase política y los observadores internacionales por temor a que las nuevas leyes afiancen todavía más el poder del “príncipe reinante” Mahamat Idriss Déby, que si bien en aquel momento no había declarado oficialmente su candidatura, el pasado 2 de diciembre confirmó que participaría. A lo que se ha sumado el largo periodo de recuento para un padrón de no más de siete millones de una población de 18 millones de ciudadanos. La agencia electoral también anunció que las listas de candidatos seleccionados por el Consejo Constitucional serán publicadas el día 24 de marzo.
Más allá de estos anuncios, desde hace algunos meses se perciben ciertos cambios políticos, quizás atendiendo al nuevo contexto regional tras las revoluciones de Mali, Burkina Faso, Guinea y Níger impulsadas por los jóvenes oficiales, cansados de las viejas estructuras de poder y centrados particularmente en el pésimo manejo de la guerra contra los grupos terroristas tributarios del Dáesh y al-Qaeda que causan estragos en esas repúblicas, un mal del que N’Djamena no está exento, ya que cuenta con dos frentes activos, el ya mencionado FACT, en el noreste del país y en la región del lago de Chad, al suroeste, donde tanto los grupos de origen nigerianos como Boko Haram,así como el grupo escindido en 2017 conocido como Wilayat Gharb Afriqiyah (Estado Islámico de África Occidental) o ISWAP, por sus siglas en inglés, operan con frecuencia.
En previsión de un posible golpe a ejemplo de sus vecinos, Déby había diferido las elecciones esperadas para septiembre de 2023 a octubre de 2024, apurándose a concordar con la misma oposición a la que había masacrado un año antes.
El presidente nombró entonces Primer Ministro al antiguo jefe del partido opositor Transformers, Succes Masra, un execonomista jefe del Banco Africano de Desarrollo quien tras el Jueves Negro se había exiliado en los Estados Unidos.
Etnias, familias y fronteras
En medio de la agitación política que ya venía desde meses atrás, de manera inmediata tras conocerse el llamado a elecciones del miércoles 28 se produjeron una serie de disturbios y tiroteos en N’Djamena, tiroteos que dejaron varios muertos, entre ellos Yaya Dillo Djérou, jefe del Partido Socialista Sin Fronteras (PSF), y otros militantes.
En prevención de que se incrementen las protestas, el Gobierno ordenó que se corten los servicios de internet en todo el país, aumentando todavía más la incertidumbre.
La versión oficial indica que fueron los socialistas quienes habrían iniciado las revueltas atacando a miembros de la fuerza, lo que ha sido negado por los líderes del PSF. Según lo poco que ha podido filtrar la prensa chadiana, todavía sometida a una fuerte censura, tras los disturbios iniciales del miércoles habría sido atacada la sede central del PSF, dejando decenas de heridos y muertos entre los que se contaba Dillo, quien además era pariente de la familia presidencial.
Dillo, hasta el 2021, fue miembro del partido gobernante, el Movimiento Patriótico de Salvación (MPS), fundado por Idriss en 1990. Renunció en febrero del 2021, dos meses antes de la muerte de su tío, para fundar el PSF y desde entonces se convirtió en un fuerte opositor al Gobierno de Idriss, por lo que intentaron detenerlo.
En un confuso hecho, cuando las autoridades allanaron su casa en N’Djamena resultó muerta su madre, lo que exacerbó el odio hacia el entonces presidente y continuó tras el asalto al poder de su primo Mahamat.
Según las autoridades, el día miércoles, tras anunciarse la fecha de las elecciones, hombres del PSF de Dillo atacaron la sede de la Agencia Nacional para la seguridad del Estado (ANSE) después de que se conociera el arresto y asesinato de Ahmed Torabi, un importante miembro del PSF que estaba acusado de intentar asesinar al presidente de la Corte Suprema, Samir Adam Annour.
Los militantes socialistas dijeron que fueron atacados cuando se presentaron en el edificio de la ANSE para recuperar el cuerpo de su camarada muerto en esa dependencia.
Las rivalidades familiares y políticas del clan vinculado a los Déby se confunden como en una trama shakespeariana desde hace décadas, aunque se han profundizado entre Dillo y el actual presidente después de que Saleh Déby Itno, hermano menor de Idriss Déby, se incorporaba al PSF en enero pasado. Saleh fue detenido después de los sucesos del miércoles y hasta el momento sigue en esa condición.
En este contexto, la guerra civil sudanesa no está ausente, ambos países comparten una frontera de casi 1.400 kilómetros y desde el inicio del conflicto ya son cerca del medio millón de sudaneses refugiados, especialmente de la provincia de Darfur, en distintos campamentos.
A pesar de que los Déby pertenece a la etnia zaghawa, que también se extiende a Darfur donde infinidad de sus hermanos han sufrido persecución y muertes por parte de milicias aliadas a las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR), el general Mahamat Déby apoya a las FAR, mientras que Dillo estaba totalmente diferenciado de esa postura.
Al punto de que para algunos analistas locales existe una gran posibilidad de que los zaghawas, que ocupan mayoritariamente la estructura de seguridad del Chad, puedan llegar a producir un intento golpista contra Mahamat Déby, lo que pudo haberse iniciado con las acciones que llevaron a la muerte de Dillo, razón por la que el Gobierno, respondió tan duramente.
Si bien en todo este reciente proceso Francia no se ha manifestado públicamente, no cabe la menor sin duda de que el presidente Emmanuel Macron está operando intensamente, ya que más allá de cualquier alteración que pueda producirse en el Chad, que desde siempre ha jugado el rol de gendarme de Francia en el área saheliana, podría de manera definitiva sacarlo de cualquier discusión teniendo en cuenta que después de las asonadas militares en Mali, Burkina Faso, Níger y Guinea, los nuevos gobiernos, casi al unísono, decidieron terminar con la agobiante presencia de la vieja metrópoli, expulsar a los contingentes militares y cortar la influencia política. Así, el Chad se ha convertido en la única isla donde todavía perdura el poder colonial francés, por lo que la alambicada realidad chadiana dará mucho más para analizar
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC
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