El pasado 15 de octubre once mineros zambianos que trabajaban en la empresa de capital chino Collum Coal Mine, recibieron disparos por parte de sus patronos chinos, durante las protestas en las que reclamaban mejoras salariales y en sus condiciones de trabajo. Dos de ellos quedaron gravemente heridos. En esta mina cobran 70 dólares mensuales, […]
El pasado 15 de octubre once mineros zambianos que trabajaban en la empresa de capital chino Collum Coal Mine, recibieron disparos por parte de sus patronos chinos, durante las protestas en las que reclamaban mejoras salariales y en sus condiciones de trabajo. Dos de ellos quedaron gravemente heridos. En esta mina cobran 70 dólares mensuales, mientras que en otras los salarios rondaban los 100 dólares mensuales. El presidente de Zambia, Rupiah Banda, condenó los hechos pero pidió que no se «politizaran los asuntos laborales«. Banda reclamó que se aplique la ley contra los responsables de los disparos. El presidente quería evitar que se produjeran revueltas xenófobas que pudieran espantar a los inversores chinos. Su principal contrincante es Michael Sata, líder del opositor Frente Patriótico que acusa al gobierno de dar un trato privilegiado a las más de 300 empresas chinas que han invertido en minería, construcción y agricultura.
China ha puesto un pie en África para quedarse, con fuertes inversiones en infraestructuras, algunas de ellas necesarias aunque en general estén orientadas a un modelo extractivo-exportador basado en una intensa explotación de los trabajadores, ya sean chinos o africanos. El tratamiento mediático occidental de la presencia china suele venir aderezado con las consabidas alarmas acerca del «peligro amarillo», al desplazar inversiones como la de la francesa Areva en Níger o Shell en Nigeria, que no es que sean precisamente beneficiosas para la población local. Titulares como «los nuevos amos de África» pasan por alto el papel de las elites africanas e identifican sin más a China con las potencias coloniales europeas, lo cual es engañoso y excesivamente benevolente con las antiguas metrópolis. Con estas reservas en mente, me gustaría referirme a una interesante aplicación gráfica que ha publicado la cadena francesa RFI, en la que se muestra en un mapa -de manera muy clásica por cierto- algunos indicadores de la presencia china en África (más importante en unos países que en otros), como la población, las cifras totales de inversión pública y los principales sectores económicos.
Población
La mayor presencia de trabajadores temporales chinos (más de cincuenta mil por país) se da en países muy poblados como Nigeria y Sudáfrica, seguidos de países como Argelia, Angola, Sudán, República Democrática del Congo o Madagascar. Lástima que no haya cifras de los africanos que trabajan en empresas chinas.
Inversiones
Con las cifras totales de inversión hay que tener especial cuidado, pues es habitual que se mezclen promesas, proyectos e inversiones efectivamente realizadas. En cualquier caso, las mayores cifras de inversión (en dólares estadounidenses) corresponde a algunos de los países antes mencionados, a los que hay que añadir Gabón, Mozambique o Etiopía.
Sectores
Entre los sectores, el más visible es el de la construcción y las infraestructuras físicas, que se reparte prácticamente por todo el continente. A retener también la inversión en telecomunicaciones en algunos países del eje oriental.
Pero estas infraestructuras son funcionales a las industrias extractivas. Ya se trate del petróleo (aunque China sólo refine petróleo en Argelia y Nigeria)…
…como de la minería y la industria forestal (plantaciones).
La República Popular China no está sola en África. El comercio entre Brasil y África se ha multiplicado por cuatro durante el mandato del presidente Lula, también en sectores extractivos. Mayor aún ha sido el crecimiento de las inversiones indias, de las que apenas se habla. Otros sectores, como la banca o las telecomunicaciones, cuentan con una fuerte presencia árabe. África diversifica sus socios, con países «del Sur» que no necesitan alqaedas para intervenir en el continente. Pero su papel bajo el capitalismo parece que ha cambiado poco.