La nueva ola de la guerra comercial desatada por el presidente estadounidense Donald Trump ha realzado el interés de China por los países del Sur Global.
El presidente chino Xi Jinping recién ha culminado una gira por Vietnam, Malasia y Camboya. Y si no se acercó a Tailandia e Indonesia es porque sus mandatarios ya le visitaron en Beijing hace poco, en febrero y diciembre, respectivamente. También el PCCh organizó su primera conferencia central en doce años centrada en la diplomacia de vecindad, ciertamente enfocada como trampolín para ir más allá. Complementariamente, varios emisarios chinos han visitado Sudáfrica, Arabia Saudita y la India. En cuanto al Ministro de Asuntos Exteriores, Wang Yi, en línea con las estrategias de larga data de China en África, visitó Namibia, la República del Congo, Chad y Nigeria. Mientras, los BRICS en su plataforma Plus sopesan una larga lista de más de 40 países interesados en calibrar alguna forma de incorporación al grupo.
La idea central china nos remite a “reforzar los lazos estratégicos” con el Sur Global en su conjunto, al tiempo que insta a unir fuerzas para defender el libre comercio y la vigencia del multilateralismo ofreciendo un mecanismo de cooperación basado en la persecución del beneficio mutuo. Todo ello en un contexto en que la agresividad de Washington, más allá de las treguas arancelarias temporales, demanda respuestas rápidas de todos los países. El mensaje para EEUU es claro: no es el único mercado de China y la diversificación de sus relaciones comerciales marcha a buen ritmo: en la radiografía global de su comercio exterior, la participación de las exportaciones a EEUU cayó del 19,2% en 2018 al 17,4% en 2024.
Un modelo win-win (ganar-ganar)
En lo que llevamos de siglo XXI, el modelo de relaciones de China con el Sur Global se ha concretado en un persistente afán de acceso a materias primas para nutrir su desarrollo complementado con el impulso a las infraestructuras locales, muy especialmente a través de la adhesión a la Iniciativa de la Franja y la Ruta (IFR). Al abrigo de esta propuesta, China firmó alrededor de 340 acuerdos relacionados con la IFR en 149 países, por un total de 121.800 millones de dólares estadounidenses en inversiones y contratos, y financió ferrocarriles, carreteras, puertos y proyectos energéticos en Asia, África y América Latina.
¿Cómo diluirá ese marco de relación unos aranceles que si bien penalizan a todo el mundo lo harán de forma particularmente gravosa a China? La relación estratégica con el Sur Global tiene importancia por varios motivos. En primer lugar, político, buscando una complicidad que aísle a EEUU defendiendo conjuntamente el compromiso con el multilateralismo y las reglas asociadas a la globalización, fortaleciendo, en paralelo, la coordinación estratégica. En segundo lugar, económico, pues la expansión internacional del comercio como política de supervivencia que compense la pérdida del mercado estadounidense se antoja una variable inevitable.
Si bien la empatía con la posición expresada por China se diría que es prácticamente universal, en los países del Sur Global se complementa con el temor a que se concrete en una ofensiva exportadora que acabe afectando negativamente a sus industrias locales, incapaces de competir con la apabullante manufactura china. Esto podría abrir un frente incómodo para Beijing de encontrarse con respuestas proteccionistas para contener un desembarco abrumador en sus mercados.
Con una economía inmersa en una reforma profunda y con ambiciosos objetivos en el horizonte (5% de crecimiento para este año), ese escenario debe y solo puede ser eficazmente evitado incrementando los estímulos internos para que la propia demanda de la sociedad china se implique activamente en el logro de los objetivos estatales.
Si la búsqueda de un desarrollo compartido es el santo y seña de la diplomacia china en relación al Sur Global, la prevención de fricciones económicas requiere una altura de miras que tenga en cuenta las singularidades de los países del Sur Global, preservando así los lazos con esta comunidad de países cuyo apoyo hoy a Beijing le puede resultar vital en muchos sentidos.
Más que mercados debieran ser considerados como espacios de oportunidad para el crecimiento que China puede apoyar fortaleciendo su estructura productiva sometida a la doble presión de los aranceles y de la expansión diversificadora de riesgos de la segunda potencia económica del mundo que se reclama una más del Sur Global. De lo contrario, donde hasta ahora agradecían sus bienes de consumo de bajo precio y aceptable calidad, puede encontrarse con opiniones públicas desafectas si consuma una hipersaturación de los mercados para aminorar pérdidas en su balance.
El Sur Global no es una opción automática y absolutamente idónea para que China pueda sortear la presión arancelaria de Trump. Requiere matices y ajustes, so pena de generar fricciones económicas y socavar la excelente salud de unas relaciones diplomáticas que ha podido construir en estos años con un alto nivel de eficiencia.
Xulio Ríos es asesor emérito del Observatorio de la Política China
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