La búsqueda de ventajas y el respecto mutuos marcan la diferencia entre la actuación de China en África y la de los antiguos colonialistas y especuladores occidentales de hoy. Recientemente, el presidente de la Comisión de la Unión Africana (AUC), Jean Ping, mencionó en su nuevo libro «África brillará con más fuerza que mil llamas,» […]
La búsqueda de ventajas y el respecto mutuos marcan la diferencia entre la actuación de China en África y la de los antiguos colonialistas y especuladores occidentales de hoy.
Recientemente, el presidente de la Comisión de la Unión Africana (AUC), Jean Ping, mencionó en su nuevo libro «África brillará con más fuerza que mil llamas,» que África está en peligro «de ser colonizada de nuevo» por Occidente en el período pos-Guerra Fría, y que muchos países africanos temen que sus antiguos explotadores estén volviendo por sus fueros.
Esto nos recuerda una palabra muy popular en los medios informativos occidentales: neocolonialismo, vocablo que con especial fruición asocian a China.
Los chinos y la mayor parte de los africanos nunca aceptarán que China es neocolonialista. Piensan que tal noción es absurda. ¿Por qué entonces algunos medios occidentales se muestran tan impacientes por colgarle el sambenito de neocolonislista a China?
Hay dos razones. Por un lado, Occidente, al menos hasta ahora, sigue dominando el conglomerado de la información mundial. Por otra parte, parece que las refutaciones y aclaraciones de China no han sido lo bastante elocuentes. La situación se ha agravado al punto de que la misma afecta ya la imagen del país y su reputación.
Al acusar a China de neocolonialista, los occidentales suelen decir que China «saquea los recursos de África» e «indunda a África con sus mercancías», y que las empresas chinas evaden su responsabilidad social en el continente. Sin embargo, no sólo se trata de una afirmación aviesa. Es además falsa.
Lo cierto es que las prácticas de China en África divergen por completo de las establecidas allí por los colonialistas occidentales. Por décadas, el desarrollo de las relaciones sino-africanas en todos los órdenes se ha basado firmemente en la igualdad, las ventajas mutuas y la reciprocidad.
China nunca ha arrebatado a África ni una pulgada de tierra, ni ha adquirido nunca recurso africano alguno por la fuerza. Esta es una diferencia total en comparación con los siglos del colonialismo occidental, que de la manera más desembozada saqueó a todo el continente.
Pongamos la energía y los recursos como ejemplo. Cada barril de crudo que China adquiere en los países africanos se tasa según acuerdos mutuos y acorde al precio de mercado internacional.
La cooperación en el sector de energía con Angola y Sudán ha permitido que ambos países arrasados por la guerra desarrollen una perspectiva totalmente distinta, especialmente en las mejoras significativas de sus respectivas infraestructuras.
Por otro lado, incluso hoy es posible comprobar que los precios de los más lucrativos recursos minerales de África los siguen decidiendo las corporaciones multinacionales occidentales, lo que deja un exiguo margen de beneficio a los países africanos en la explotación de sus propios recursos. De ahí que estos países acojan de buen grado la implicación de China, con la cual insisten en cooperar.
Algunos medios informativos occidentales disfrutan sustituyendo la verdad por la mendacidad, citando una parte del todo y propalando a los cuatro vientos su doble rasero. Un comportamiento de una empresa individual no puede representar la política de un gobierno hacia Africa y ningún país puede garantizar que todas sus empresas se desempeñen a pedir de boca en esa zona geográfica.
Si lograra desplazar a China, que es hoy uno de los socios más importantes de África, Occidente disfrutaría de mejores posibilidades de controlar a África. De eso están concientes quienes saben aquilatar los hechos en su justa dimensión, ya sea en China, en África y hasta en los propios países occidentales.
No es menos cierto que la cooperación sino-africana dista de ser perfecta, pero creo firmemente que siempre y cuando China y los países africanos puedan consolidar y mejorar constantemente sus intercambios, obtengan mayores y mejores resultados de la misma y garanticen ventajas para ambas partes, esta cooperación continuará recorriendo un camino más sólido y más amplio.