Occidente acusa a China de levantar barreras al comercio internacional, mientras que Beijing asegura defenderse de lo que considera una regresión a la era de saqueos que sufrió el imperio chino tras las Guerras del Opio del siglo XIX y que precipitó su colapso. El malestar internacional por el control de China sobre los metales […]
Occidente acusa a China de levantar barreras al comercio internacional, mientras que Beijing asegura defenderse de lo que considera una regresión a la era de saqueos que sufrió el imperio chino tras las Guerras del Opio del siglo XIX y que precipitó su colapso.
El malestar internacional por el control de China sobre los metales de «tierras raras» (como se conoce a un conjunto de elementos que incluyen al neodimio, el samario y otros, usados en artículos de altas tecnologías) dejó en evidencia una vez más las dos diferentes formas de ver al gigante asiático: como una nueva y agresiva potencia mundial o como una nación emergente que se defiende de las ambiciones hegemónicas occidentales. La demanda de elementos de tierras raras necesarios para fabricar sofisticados artículos electrónicos se ha disparado en todo el mundo, pero China, con el monopolio de la oferta, recorta sus exportaciones arguyendo necesidades industriales propias y preocupaciones ambientales. Beijing redujo sus cuotas de exportación este año alrededor de 40 por ciento respecto de 2009, señalando que se ve obligada a proteger sus reservas, imprudentemente explotadas en los últimos 20 años.
Funcionarios chinos afirman que su país, con un tercio de las reservas conocidas de tierras raras en el mundo, ha cubierto más de 90 por ciento de las necesidades internacionales de esos elementos. «China es la tierra de los elementos raros de la misma forma que Medio Oriente tiene petróleo y Australia mineral de hierro. Pero China no ha disfrutado de los grandes beneficios que esos países han conseguido a través del control de sus preciados recursos», sostuvo la semana pasada en una editorial el diario 21st Century Economic Herald.
Beijing sostiene que la antigua falta de supervisión del sector y los bajos estándares ambientales permitieron la explotación desenfrenada, el contrabando y la subvaloración de los metales de las tierras raras. Algunos minerales metálicos se han despreciado en el mercado mundial por amplio margen debido a las operaciones no autorizadas de minas chinas, donde el costo de los estándares ambientales es bajo o inexistente. El contrabando ha sido otro factor.
Según informes de la prensa china, cerca de 20.000 toneladas de metales raros fueron sacados de ese país por contrabandistas en 2009, lo que representa cerca de un tercio de sus exportaciones de ese año. Representantes del sector están indignados por la presión que sufre Beijing de parte de naciones occidentales y de Japón para que flexibilice sus controles a la exportación mientras trata de poner en orden su propia casa. Estos aseguran que los planes para regularizar la industria están en marcha desde 2004.
El gobierno chino ha publicado directrices para el desarrollo del sector, las cuales requieren una reducción gradual de las exportaciones de 10 por ciento anual a partir de 2006. «Las tierras raras de China enfrentan la incómoda situación de verse repartidas entre las mayores potencias mundiales», dijo en un editorial la semana pasada el International Business Daily, periódico del Ministerio de Comercio chino.
El humor en la prensa ha sido de rebeldía. Algunos medios hablan de una «guerra de productos básicos» e instan al gobierno a enfrentar el acoso de Occidente y «decir no» a las demandas de levantar los controles a la exportación. Para Occidente, la reducción de las ventas por parte de China no se debe solamente a un plan para la reestructura del sector.
Las interrupciones de los envíos a Japón, en disputa territorial con China por las islas Senkaku-Diaoyu, han levantado suspicacias de que Beijing utiliza su monopolio sobre el abastecimiento para influir políticamente. Para el nacionalismo chino no es difícil trazar un paralelismo entre esta situación y las Guerras del Opio (1839-1842 y 1856-1860), desatadas por los diferendos entre China y Gran Bretaña por el comercio de opio. El imperio chino perdió ambos conflictos y se vio obligado a tolerar el tráfico del narcótico en su territorio.
El nacionalismo económico también ha sido palpable en recientes declaraciones de funcionarios del Ministerio de Comercio. «El gobierno debería aprovechar nuestras ventajas en recursos y en producción de metales raros como punto de partida para consolidar el poder de China en la política de precios de los productos básicos», opinó Mei Xinyu, considerado un gurú en comercio internacional en ese país.
Se dice que la importancia de los metales raros para cada aspecto de la vida del siglo XXI había sido percibida mucho tiempo atrás por Deng Xiaoping, el artífice de las reformas económicas chinas. «Medio Oriente tiene petróleo, China tiene tierras raras», había dicho Deng durante un viaje por zonas de exportación chinas en 1992 cuando el país aún trazaba el camino para convertirse en el taller de fabricación del mundo.
El grupo de 17 metales con propiedades magnéticas, luminiscentes y otras son vitales para la producción de una amplia gama de aparatos modernos y el avance de las tecnologías verdes. Se encuentran en reproductores multimedia portátiles, teléfonos inteligentes, turbinas eólicas y autos eléctricos. Algunos de los metales como el samario son usados en sistemas de guiado de misiles. China carece de la tecnología necesaria para fabricar muchos de estos sofisticados productos, y dentro del país los metales son usados principalmente para magnetos permanentes.
El freno a las exportaciones desató especulaciones de que Beijing pretende obligar a las compañías extranjeras a trasladar su producción de artículos sofisticados a territorio chino. El plan económico de Beijing para los próximos cinco años se centra en avanzar hacia el encadenamiento productivo. Beijing ha negado repetidamente que pretenda usar su posición dominante en esta crucial industria como una «herramienta de negociación» con sus naciones rivales.
La secretaria de Estado (canciller) de Estados Unidos, Hillary Rodham Clinton, dijo la semana pasada en Hanoi haber recibido la garantía de su par chino, Yang Jiechi, de que Beijing «no tenía la intención de retener esos minerales» del mercado mundial. No obstante, el tema ocupará un lugar prominente en la cumbre del Grupo de los 20 (G-20) países industriales y emergentes, que se realizará esta semana en Seúl.
Grupos de presión empresariales de Estados Unidos, Japón y otros consumidores de metales raros han presionado al G-20 para que convierta en «una prioridad» el acceso sin restricciones a las valiosas tierras raras.