El 30 de noviembre, el yuan chino se unirá al dólar, el euro, la libra y el yen como moneda de reserva oficial mundial, tal como recomendó el Fondo Monetario Internacional (FMI). Lo que esto augura es una ampliación del desarrollo extremadamente desigual y el abuso de los excedentes económicos chinos, una vez más, con […]
El 30 de noviembre, el yuan chino se unirá al dólar, el euro, la libra y el yen como moneda de reserva oficial mundial, tal como recomendó el Fondo Monetario Internacional (FMI). Lo que esto augura es una ampliación del desarrollo extremadamente desigual y el abuso de los excedentes económicos chinos, una vez más, con el propósito de rescatar un sistema financiero internacional frágil y corrupto. Aparte del propio FMI, el principal impulsor parece ser el Banco Popular de China, que ahora debería rebautizarse para llamarse Banco de China de los Banqueros Occidentales. Su declaración oficial habla de un «acuerdo en que todos salen ganando, China y el mundo.»
Claro que la palabra «China» se refiere en realidad a la camarilla neoliberal responsable de la gestión económica en Pekín y por «mundo» debe entenderse un capitalismo tambaleante que sufre periódicos espasmos en sus centros financieros hiperespeculativos. Durante los últimos quince años, dichos centros han contado con la malla de protección de Washington, que se beneficiaba de la compra por el Estado chino de bonos del tesoro de EE UU. Después de alcanzar la cota de 1,3 billones de dólares a finales de 2013, este proceso ha acabado revirtiéndose, pues desde entonces se ha registrado una venta neta de dichos bonos, por parte de China, por importe de unos 100 000 millones de dólares. Sin embargo, Pekín todavía mantiene alrededor de un tercio de sus reservas exteriores en esos bonos, que representan más de un quinto de todas las carteras de bonos del tesoro de EE UU en manos extranjeras (a su vez, los 6 billones de dólares de bonos del tesoro emitidos constituyen alrededor de un tercio de toda la deuda exterior de EE UU, un importe tan enorme que solo podrá devolverse poniendo a trabajar la impresora de billetes de la Reserva Federal).
Pekín es consciente de sus problemas económicos internos, incluido su vasto sobreendeudamiento, el colapso inmobiliario de las ciudades de segundo orden y la pérdida de 3,5 billones de dólares que registraron las principales bolsas de valores del país a mediados de año. Si los banqueros londinenses están en lo cierto, cuando el FMI dé la bienvenida al yuan, otro billón de dólares de reservas globales podrían integrarse en los activos financieros chinos. Esto invalidaría la devaluación del 2 % de su moneda que practicó China en agosto de 2015 y haría que el conjunto del sistema esté aparentemente más equilibrado, aunque en el fondo se vuelva mucho más caótico a resultas del contagio internacional de una futura crisis de la deuda china. Mientras tanto, China probablemente reforzará la campaña del FMI a favor de incrementar los créditos en su nueva cooperación monetaria nada altruista.
¿Existe alguna alternativa, alguna escapatoria de ese «abrazo del oso» financiero entre China y Occidente? Y para los demás BRICS, ¿existe alguna manera de apoyar al Banco del Sur (que sin el respaldo de Brasil nace muerto), o de no pagar la «deuda odiosa» (como hizo Ecuador en 2009), o de imponer estrictos controles de cambios (como hizo Malasia para detener una fuga de capitales en 1998), o de insistir en que las autoridades estatales controlen a los financieros locales y no al revés? Aparte de Rusia, que se enfrenta a sanciones financieras parciales de Occidente, parece que no, al menos con los responsables neoliberales de las finanzas que están al mando actualmente. Para ilustrarlo, el Acuerdo sobre la Reserva Contingente (CRA) suscrito por los BRICS se concibió de manera que el FMI se refuerza tanto más cuanto más urgente y desesperadamente los prestatarios de los BRICS necesitan un préstamo de rescate. Las normas del CRA obligan al prestatario a acudir a Washington para solicitar un préstamo de ajuste estructural del FMI después de reducir nada menos que un 30 % de participación en las instituciones supuestamente «alternativas».
Poco después de ponerse en marcha el CRA de los BRICS el pasado mes de septiembre, la declaración de Barack Obama durante la visita del líder chino Xi Jinping confirmó la jugada: «China desempeña un papel importante en el mantenimiento y el refuerzo y la modernización de las instituciones financieras mundiales, y Estados Unidos da la bienvenido a las crecientes aportaciones de China a la financiación del desarrollo y la infraestructura en Asia y más allá.» A la defensiva después de que Washington quedara en fuera de juego en este frente a comienzos de año -cuando el Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras, impulsado por Pekín, recibiera el apoyo de Europa y de las instituciones de Bretton Woods-, Obama dijo a su huésped: «Estados Unidos se compromete a realizar a la mayor brevedad posible las reformas de 2010 relativas a las participaciones y la gobernanza del FMI y reitera que el reparto de derechos de voto debería seguir favoreciendo a los dinámicos mercados emergentes y los países en vías de desarrollo.»
Diputados republicanos del Congreso de EE UU bloquean esta iniciativa desde hace cinco años, pues les preocupa la pérdida de poder en el FMI, pese a que la reducción de su participación es mínima (del 17 % al 16,5 % de participaciones con derecho a voto). Obama ha mantenido el poder de veto de EE UU al no dejar que las participaciones con derecho a voto de sus delegados desciendan por debajo del 15 %. La defensa del reajuste de las participaciones en el FMI procede principalmente de países que obtendrán más votos cuando de ponga en práctica el acuerdo de 2010: China +37 %, Brasil +23 %, India +11 % y Rusia +8 %. (Sudáfrica sale perdiendo, ya que su participación descendería un 21 %.)
¿Qué países, por tanto, pierden más votos si se pone en práctica el pacto de 2010, tal como ha prometido Obama? Entre ellos se encuentran los delegados que representan a los siguientes países del Sur: Nigeria -41 %, Venezuela -41 %, Libia -39 %, Sri Lanka -34 %, Uruguay -32 %, Argentina -31 %, Jamaica -31 %, Marruecos -27 %, Gabón -26 %, Argelia -26 %, Bolivia -26 % y Namibia -26 %. (Bélgica, Kuwait, Arabia Saudita y Nueva Zelanda también pierden peso significativamente en el FMI.) Esto con respecto a la solidaridad de los BRICS con los países del Sur. A cambio, dijo Obama, «Estados Unidos apoya la presidencia china del G-20 en 2016.» Después de todo, Pekín también «promoverá el comercio internacional y la inversión como motores del crecimiento mundial», aunque se quede fuera de los acuerdos comerciales suscritos por Obama.
Para ser más realistas, China será el motor de la crisis mundial. Aunque no siempre sea de fiar, el exdirector del presupuesto bajo Ronald Reagan y posterior financiero de Wall Street, David Stockman, critica agriamente, con razón, la sobreacumulación de capital por parte de China: «Al incrementar su deuda de 2 billones en el año 2000 a 28 billones de dólares en la actualidad, China ha creado de hecho una ristra interminable de compañías de servicios públicos y elefantes blancos industriales antieconómicos que dejan a uno pasmado. Por ejemplo, tiene una capacidad de producción de 1 100 millones de toneladas de acero, de 400 a 500 millones de toneladas más que su economía nacional será capaz jamás de absorber sobre una base sostenida.»
Por esta razón, los inversores más frívolos del mundo, conocidos por sus acrónimos cambiantes y la volatilidad de sus inversiones, acaban de abandonar los BRICS: entre ellos, Goldman Sachs. El 8 de noviembre, el banco que llevó al mundo al borde del abismo financiero después de especular con hipotecas estadounidenses y otros productos «tóxicos», cerró su principal fondo de inversión en los BRIC (sin la S de Sudáfrica). Su valor máximo de 842 millones de dólares en 2010 se había reducido un 88 % a 98 millones. Durante ese mismo periodo, Goldman y otros inversores han retirado 15 000 millones de dólares de las mismas cuatro economías.
En este contexto, la asimilación del yuan por el FMI ayuda a preparar a los mercados financieros del mundo para la próxima versión de la «expansión cuantitativa» practicada por la Reserva Federal en 2008-2013 y de los rescates con Derechos Especiales de Giro al estilo de los del FMI en 2009. Si en los próximos meses soplan vientos de recesión, como se espera, parece ser que los BRICS, y sobre todo China, soplarán todavía más fuerte para mantener en pie el castillo de naipes financiero de Occidente. No debieran, pero el equilibrio de poder actual en el seno de los BRICS parece imponer una posición subimperialista en relación con las finanzas mundiales, en vez de una actitud antiimperialista. (Los dos hombres que acaba de enviar el gobierno de Pretoria para codirigir el Nuevo Banco de Desarrollo de los BRICS en Shanghái dejan atrás sendos empleos bien pagados en, adivina, ¡Goldman Sachs-Johanesburgo!)
Sería mucho mejor que los ministerios de finanzas y los bancos centrales de los BRICS pasaran a manos de los activistas bregados durante la oleada de luchas estudiantiles por la rebaja de las tasas, en las luchas europeas contra la austeridad, en las acciones de Occupy, en la defensa de la cancelación de las deudas y en las miles de movilizaciones en el Tercer Mundo contra el FMI a lo largo del último tercio de siglo. Claro que todavía no hemos hecho méritos, toda vez que nuestro contrapoder ha crecido repetidamente para hundirse poco después en las protestas de la era neoliberal contra las elites empresariales y bancarias. Pero algún día habremos de conseguirlo.
Patrick Bond es profesor de economía política de las universidades de Witwatersrand en Johanesburgo y de KwaZulu-Natal en Durban (Sudáfrica).
Traducción: VIENTO SUR