En el Centro de Salud de Kakonko, en la zona rural de la región de Kigoma, en Tanzania, el asistente médico Abdu Mapinduzi se dispone a intervenir a Joanitha, una joven embarazada. Esta ya dio a luz otras tres veces por cesárea en un hospital regional, pero ahora está feliz de poder tener a su […]
En el Centro de Salud de Kakonko, en la zona rural de la región de Kigoma, en Tanzania, el asistente médico Abdu Mapinduzi se dispone a intervenir a Joanitha, una joven embarazada.
Esta ya dio a luz otras tres veces por cesárea en un hospital regional, pero ahora está feliz de poder tener a su cuarto hijo en una clínica rural cercana a su hogar.
Estos nuevos centros tienen capacidad para brindar servicios a las aproximadamente 50.000 personas que viven en cada división administrativa, pero no todos están equipados para realizar cirugías. Son el nivel de atención médica más directo después de los servicios de enfermería en aldeas.
La región tanzana de Kigoma se convirtió en uno de los primeros lugares de África oriental en capacitar a trabajadores de la salud para clínicas rurales.
Luego de la cesárea, Joanitha dijo a IPS que estaba contenta de poder tener a su hijo en forma segura en un centro de salud rural.
El Centro de Kakonko ahora sí está equipado para realizar operaciones, incluyendo cesáreas.
«Un amiga mía murió el año pasado cuando daba a luz en su casa con una partera tradicional, y hace unos cuatro meses otra parió un niño muerto cuando era trasladada al hospital», contó.
La Fundación Mundial Lung renovó cinco centros de salud rural en la región de Kigoma, incluyendo el de Kakonko, en el marco de un proyecto piloto iniciado en 2009. Varios trabajadores de la salud fueron capacitados en cirugías básicas.
«Hemos podido manejar con éxito todos nuestros casos complicados, y las madres han parido en forma segura», dijo Mapinduzi a IPS. El funcionario también se desempeña como supervisor del Centro.
«Cuando tenemos un parto complicado, es como que todo se detiene para salvar una vida», añadió.
Mapinduzi dijo que cuando el Centro comenzó a atender a embarazadas en 2010, el número de partos aumentó de 20 a 120 por mes, con un promedio de seis cesáreas por semana.
«Hemos creado una red a nivel de base en la que se aconseja a las mujeres con complicaciones que tengan el parto en un centro de salud o en el hospital del distrito», añadió.
«Antes, algunas mujeres no entendían la necesidad de venir al centro de salud, especialmente las que presentaban complicaciones, porque sabían que nadie podría ayudarlas. Algunas se quedaban en su casa y esperaban la gracia de Dios, mientras que otras acudían a otros lugares», señaló.
Tanzania tiene una alta mortalidad materna, de 578 fallecimientos por 100.000 nacidos vivos.
Según la Organización Mundial de la Salud, la mortalidad promedio en los países en desarrollo es de 240 por 100.000 nacidos vivos, contra 16 por cada 100.000 en las naciones del Norte industrializado.
Kate Gilmore, subsecretaria general de la Organización de las Naciones Unidas y directora ejecutiva del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), señaló que Sudán del Sur tiene la mayor mortalidad materna del mundo, con más de 2.000 muertes por cada 100.000 nacidos vivos.
En su momento, la región de Kigoma tuvo el índice más alto de Tanzania, con 933 por 100.000 a comienzos de los años 80.
Pero, entonces, el ginecólogo Godfrey Mbaruku, subdirector del Instituto de Salud de Ifakara, la principal institución de investigación en salud de Tanzania, lanzó una serie de exitosas iniciativas hasta reducir la tasa a 186 por 100.000 nacidos vivos en 1991.
Aunque no hay disponibles estadísticas recientes, la mortalidad materna en esta región es considerada la más baja del resto del país.
Fue el trabajo de Mbaruku el que inspiró a socios en del desarrollo a unirse al proyecto. El médico dijo a IPS que eso permitió equipar a centros rurales para que realicen cirugías.
«La mayoría de los tanzanos viven en zonas rurales, y uno debe estar bromeando para sugerir que deben recibir servicios en hospitales regionales o de distrito. Las madres no mueren por enfermedades crónicas, sino por casos de emergencia», dijo Mbaruku.
El coordinador del proyecto en la región de Kigoma, Amri Mulamuzi, dijo a IPS que una combinación de factores ayudó a reducir las muertes maternas.
«También equipamos todos los centros de salud con ambulancias, para que pudieran derivar los casos complicados a los hospitales de distrito o regionales… Además iniciamos campañas en el terreno, en colaboración con las autoridades de gobiernos locales, para asegurar que todas las embarazadas se dieran cuenta de que es importante recibir atención prenatal», dijo Mulamuzi.
Aunque los centros de salud de Kigoma fueron un éxito, activistas de la salud temen que programas como éste no puedan sostenerse en el tiempo debido a que dependen demasiado de donantes, y podrían colapsar cuando estos reduzcan su colaboración.
Por ejemplo, el Proyecto de Apoyo a la Reducción de la Mortalidad Materna, que comenzó en 2006, y es implementado como prueba en tres regiones, recibe solo 10 por ciento de sus fondos del gobierno. El resto viene de donantes.
Irenei Kiria, director ejecutivo de Sikika, organización no gubernamental que trabaja por la calidad de los servicios de salud, dijo a IPS que no habrá cambios significativos en la mortalidad materna si no hay una mayor inversión del gobierno.
«Las cosas en el terreno deben cambiar para que el gobierno pueda demostrar que realmente quiere trabajar por la salud materna», señaló Kiria.
Mbaruku coincidió. «No se puede esperar que los donantes ayuden a hacer esto. El gobierno debe comprometer sus propios recursos para reducir la mortalidad materna», opinó.