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Colombianos de rumba en Sudán

Fuentes: Rebelión

Los tratados de paz entre los diferentes gobiernos de Colombia y las insurgencias marxistas que operaron por décadas en el país, como las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), el Ejército de Liberación Nacional (ELN) o el Movimiento 19 de abril (M-19), del que formó parte el actual presidente de la república Gustavo Petro, a partir de 2016, con sus más y sus menos, han funcionado.

Una de sus consecuencias inmediatas de estos acuerdos ha sido que, producto de la desmovilización y las jubilaciones de militares en torno a los 40 años, miles de hombres formados para combatir a las antiguas guerrillas y los cárteles del narcotráfico han quedado en la calle con muy bajas pensiones.

Por lo que para muchos, entre manejar un Uber o seguir ejerciendo su oficio empleándose como mercenarios donde pueden ganar 2.600 dólares los soldados y 3.400 los sargentos -cinco o seis veces su jubilación- la elección es clara. Una tendencia que viene profundizándose desde 2010 con el inicio de la Primavera Árabe, cuando muchos militares jubilados e incluso activos pidieron la baja del ejército colombiano para integrarse al ejército de Emiratos Árabes Unidos (EAU) para formar unidades y batallones del ejército, a los que también se sumaron desde América Latina panameños, chilenos y salvadoreños.

Es por esto que muchos de estos combatientes, en su mayoría exmiembros de las fuerzas armadas de Colombia, han marchado fuera de su país a integrarse en alguno de los múltiples frentes de guerra que se abren de manera constante alrededor del mundo.

Refiriéndonos en particular a los efectivos colombianos se sabe que muchos de ellos se encuentran combatiendo en Ucrania, en el bando de la OTAN, respondiendo a su perfil de ultraderecha, como también lo hicieron a partir del 2015 en Yemen, en este caso pagados por Arabia Saudita. (Ver: Yemen: Cumbias en el desierto.)

Desde hace algunas semanas, medios colombianos están denunciando que muchos de sus compatriotas se han incorporado a la guerra civil de Sudán, la que desde abril del año pasado está demoliendo el país africano.

Los latinoamericanos, en un número de 300, tras un largo raid por Libia, llegaron a Sudán para combatir junto al grupo paramilitar conocido como Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR), una organización autónoma liderada por Mohamed “Hemetti” Dagalo, que se ha negado a someterse a las órdenes del general Abdel Fattah al-Burhan, comandante de las Fuerzas Armadas de Sudán (FAS).

El 20 de noviembre un convoy compuesto por unas 15 camionetas, proveniente de la ciudad libia de Bengasi, sobre el Mediterráneo, ingresó a Sudán después de un periplo de ocho días en los que recorrieron más de 1.500 kilómetros de desierto, atravesando zonas plagadas de innumerables milicias que ya no se sabe para quién juegan en el confuso contexto libio. El convoy fue atacado, apenas ingresó a Sudán, por la Fuerza Conjunta de Movimientos Armados de Darfur, una milicia de autodefensa aliada de las FAS, sin conocerse fehacientemente cuántos han muerto y cuántos resultaron prisioneros.

Lo que sí se conoció es que tras los combates quedó desperdigada en el desierto una importante cantidad de cédulas y pasaportes colombianos, entre ellos uno de ellos a nombre de Christian Lombana Moncayo, así como su tarjeta de transporte y cédula de ciudadanía, además de una carta en español de caligrafía infantil donde dice amar a su padre y “le pide a Dios” que le pueda dar “la dicha de seguir compartiendo”.

Este incidente dejó al descubierto la operatoria entre los Emiratos Árabes Unidos (EAU) y una firma de seguridad privada colombiana llamada A4SI (Academy for Security Instruction).

El A4SI fue fundado en 2017 por Omar Antonio Rodríguez Bedoya, un excoronel del Ejército Nacional de Colombia (EJC). Actualmente esta empresa está dirigida por Álvaro Quijano, otro excoronel del mismo cuerpo, dado de baja en 2007, que estuvo detenido hasta 2010 por sus vínculos con el Cártel del Norte del Valle, el cual fue desactivado en 2008. Además, el excoronoel es un ferviente opositor del presidente Gustavo Petro.

Los mercenarios colombianos son derivados a Sudán a través de la principal empresa de seguridad privada de los emiratos, Global Security Service Group.

Una segunda constatación de la presencia de mercenarios colombianos en Sudán que combaten junto a los paramilitares, se produjo a partir de un informe de ejército regular sudanés que daba cuenta de la muerte de: “22 mercenarios de nacionalidad colombiana entre las filas de las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR)”, tras un ataque con drones en Darfur, en el occidente del país, una de las regiones más devastadas por el conflicto. (Ver: Sudán, el eterno eco de Darfur.)

Según algunos de los mercenarios detenidos en Sudán, habrían sido engañados por quienes los contrataron, ya que el acuerdo era prestar servicios de seguridad a infraestructuras petroleras de los Emiratos Árabes y no participar de un conflicto armado.

Lo que recuerda las declaraciones de los sicarios, también provenientes de Colombia, que en 2021 afirmaron haber sido engañados para cometer el asesinato del entonces presidente haitiano Jovenel Moïse, hecho que precipitó al país caribeño al actual estado de anarquía terminal que está viviendo. (Ver: Haití: Los Tonton Macoutes están de vuelta.)

En el terreno

Se ha conocido que actualmente los efectivos colombianos se encuentran componiendo dos unidades de aproximadamente 150 hombres cada una. Al menos una de ellas se encuentra apostada a una media hora de el-Fasher, la capital de la provincia de Darfur del Norte, con cerca de dos millones de habitantes, bajo el control del FAS y algunas milicias de autodefensa darfuríes, que se encuentra asediada desde el mes de octubre por las FAR. (Ver: Sudán, donde siempre es posible que todo sea peor).

En uno de los ataques a el-Fasher murieron otros tres colombianos, al tiempo que cinco resultaron heridos, en la jerga de los exmilitares colombianos “tenemos tres durmiendo y cinco con sueño”. Entre los muertos figura el cabo retirado Diego Edison Hernández.

Hasta ahora ninguno de los muertos o heridos latinoamericanos ha sido repatriado y es muy dudoso que ese traslado finalmente se realice.

Si bien el plan original era juntar entre 1.500 y 1.800 mercenarios colombianos en Sudán, estas denuncias, sumadas al pedido del presidente Petro acerca de la necesidad de que se debe prohibir el “mercenarismo”, el pedido a la Cancillería para que encuentre medios para poder sacar a sus exmilitares de África y la denuncia de los propios mercenarios de que no se les han depositado sus salarios en las cuentas que los mismos empleadores les abrieron en el North International Bank, un banco de Antigua y Barbuda, como se sabe un país catalogado como paraíso fiscal, es muy difícil que más colombianos quieran viajar a Sudán.

Una fuente ha revelado que un contingente de 160 colombianos ha quedado varado en Bengasi, y que ya de ese grupo unos 40 están reclamando volver pero no se les estaría permitiendo.

En reiteradas oportunidades los Emiratos Árabes Unidos han sido acusados por las FAS de estar proporcionando a las FAR, vía Libia, Chad y Sudán del Sur, armas, logística y vehículos, por lo que, más allá de las pruebas existentes, es muy creíble que Dubái también haya comenzado a aportar hombres al conflicto sudanés. Además de que ninguna organización privada, por poderosa que sea, consigue poder transportar hombres armados por vía terrestre hasta Sudán atravesando Libia, un país en constante guerra desde 2011, donde también los EAU tienen mucha injerencia, habiendo aportado armas y logística al general Khalifa Hafther en su guerra contra Trípoli, habiendo quedado como Señor del este libio, que alcanza la frontera con Sudán, donde parece que los colombianos están buscando rumba.

Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.