El odio es tan americano como el pastel de manzana. Los estadounidenses blancos racistas, tanto liberales como conservadores, aman odiar a los estadounidenses blancos y no blancos, y les encanta odiar a los no estadounidenses, blancos o no.
Odiaban a los nativos americanos cuando los conquistaron y los mataron y les robaron sus tierras (un proceso continuo, incluso en la época del coronavirus). Odiaban a los afroamericanos cuando los esclavizaron y después de liberarlos, como lo siguen haciendo en la era del Nuevo Jim Crow.
Odian a los inmigrantes no blancos y se aseguraron de que el ex presidente Barack Obama reuniera a tres millones de «ilegales» entre ellos, antes de que el presidente Donald Trump continuara la campaña racista. Pero también odiaron a los alemanes estadounidenses de raza blanca durante la Primera Guerra Mundial, y los odiaron nuevamente junto con los estadounidenses de origen japonés durante la Segunda Guerra Mundial, lo que llevó a más de 130.000 de ellos a campos de concentración.
Víctimas del imperialismo estadounidense
Desde entonces, el odio racista de los estadounidenses blancos se ha manifestado contra todas las víctimas del imperialismo estadounidense, indochinos, latinoamericanos, árabes y luego los musulmanes, y los rivales del poder estadounidense, principalmente los rusos y más tarde los chinos.
Pero sería injusto hablar solo de odio racista de los estadounidenses blancos. Los británicos racistas, los australianos y los europeos blancos, en general, también adoran odiar, y a menudo se hacen eco del racismo blanco de los Estados Unidos y lo superan a pasos agigantados. Desde el comienzo de la pandemia de coronavirus en Wuhan (China) los tuits racistas anti-chinos aumentaron en un factor del 900%.
La política imperial estadounidense ha encontrado otra oportunidad en la pandemia de coronavirus para expresar su odio agresivo y destruir a sus enemigos en Irán, Irak, Venezuela y Nicaragua.
A la luz de la campaña racista de Trump contra el virus Covid-19, el FBI advirtió sobre un aumento en los crímenes de odio contra los asiático-americanos : «Tres miembros de la familia asiático-estadounidense, incluidos los niños de dos y seis años, fueron apuñalados … El sospechoso indicó que apuñaló a la familia porque pensaba que la familia era china e infectaba a las personas con el coronavirus».
El odio es tal que incluso Gregg Orton, director nacional del Consejo Nacional de Americanos del Pacífico Asiático, lo desvió de los asiático-estadounidenses a China: «Tal vez sea culpa de China o del gobierno [chino] … Habrá un tiempo y lugar por esa conversación. Pero en este momento estamos en el meollo de esto y tenemos que tener en cuenta el lenguaje que estamos usando».
Además del «virus chino», otros nombres por los cuales se conoce el coronavirus dentro de los corredores de la Casa Blanca incluyen «gripe kung». Algunos políticos y comentaristas racistas estadounidenses han culpado a los hábitos alimenticios chinos como la fuente del virus.
Este tipo de racismo no explica cómo los hábitos alimenticios blancos occidentales, por extraños que sean para los no occidentales, «contribuyen a la propagación de todo, desde la enfermedad de las vacas locas, en Inglaterra, hasta la E. coli (1) en los Estados Unidos”. La periodista afroamericana Elie Mystal se preguntó si estos racistas estadounidenses de raza blanca, incluido el intolerante senador por Texas John Cornyn, quien culpó del virus a la dieta china, se opondrían si se mencionara a E. coli como «la peste del vaquero americano».
Escupiendo odio liberal
Pero si los demócratas liberales de EEUU y algunos de los medios liberales de EEUU critican el racismo anti-chino de Trump, a su vez se apresuran a arrojar más odio liberal hacia China (y Cuba, Rusia, Irán y Venezuela) con los mismos viejos celos juveniles característicos de los Estados Unidos en general y su cultura política e intelectual durante el apogeo de la Guerra Fría con la Unión Soviética.
Si bien gran parte del mundo está aclamando el éxito de China en contener el virus y su magnanimidad para ayudar a otros países que sufren la pandemia (en comparación con la muy tacaña Alemania y Francia, y mucho menos EEUU y la Unión Europea), el liberal celoso interminablemente presenta artículos sobre los males de los motivos chinos, si no la supuesta falta de confianza de China en haber combatido con éxito el virus mortal.
Mientras tanto, envidioso del sistema de salud cubano muy superior, el Departamento de Estado EEUU está ocupado difamando a los médicos cubanos que han sido enviados a todo el mundo para ayudar a países afectados, como Italia, a controlar sus brotes.
Rusia también sigue recibiendo propaganda vil, revivida con mucho veneno en los medios liberales de Estados Unidos, que continúan lamentando sin control la derrota de su candidata incompetente, neoliberal y odiosa, Hillary Clinton, en las últimas elecciones presidenciales de los Estados Unidos (el odio de Clinton se manifestó de manera famosa en su referencia a los blancos pobres que apoyaron a Trump como «deplorables»).
En cuanto a Trump, al no encontrar a nadie entre sus detractores liberales dispuestos a alabarlo, no tiene más remedio que alabarse a sí mismo y a su actuación durante la pandemia.
Países falsos
Trump está en consonancia con la tradición cultural estadounidense blanca, que, como Alexis de Tocqueville había identificado en el siglo XIX, es tal que «los estadounidenses en su relación con extraños parecen impacientes ante la más pequeña censura e insaciables de elogios … Te hostigan sin cesar, te extorsionan para que los elogies, y si te resistes a sus súplicas, caerán en alabanzas a sí mismos … Su vanidad no solo es codiciosa, sino inquieta y celosa”.
La pandemia ha expuesto a los EEUU y sus aliados neoliberales en la Unión Europea como países falsos, no solo incapaces de salvar a sus propias poblaciones de la pandemia, sino también contribuyendo activamente a las muertes y al sufrimiento debido a sus economías neoliberales que han destruido el estado de bienestar en sus países y en los EEUU y su sector de la salud.
Aquí no estoy hablando de los partidarios de Reagan, los Bush y Trump, sino de los apologistas liberales de las políticas neoliberales de los Clinton y los hombres Clinton y Barack Obama, que todavía esperan impulsar a su esposa, Michelle, en Estados Unidos como futura presidenta, a pesar de las persistentes y poco convincentes negaciones de ella.
Mientras tanto, la política imperial de Estados Unidos ha encontrado otra oportunidad en la pandemia de coronavirus para expresar su odio agresivo e intensificar los esfuerzos para destruir a sus enemigos en Irán, Irak, Venezuela y Nicaragua, todo con la ayuda de los medios de comunicación liberales, que siempre han estado a la vanguardia de la propaganda anti-Trump y a favor de Hillary Clinton desde las elecciones de 2016.
Los medios de comunicación están llenos de descalificaciones contra Irán, alegando que un gobierno iraní incompetente es responsable del brote, en lugar de culpar a las continuas y crecientes sanciones de Estados Unidos que impiden que el país compre suministros médicos.
De hecho, un artículo en la revista liberal Foreign Policy, que buscaba matar dos pájaros de un tiro, se deleitaba también en culpar a los chinos por el brote en Irán: «La acusación más condenatoria de la respuesta a la crisis de Irán se produjo el 24 de febrero, cuando Mohammad Hossein Bahreini, presidente de la Universidad de Ciencias Médicas de Mashhad, en una entrevista con la agencia estatal de noticias para estudiantes iraníes, advirtió que la presencia de 700 estudiantes de clero chino en el Seminario Qom preparó el terreno para la difusión del coronavirus en todo Irán.»
Antes y después de la pandemia
En cuanto a Venezuela, en medio de la pandemia, Estados Unidos, en su tradición de vaqueros blancos coloniales, emitió una acusación contra el presidente venezolano electo, Nicolás Maduro, y sus ayudantes por falsos cargos de narcoterrorismo ofreciendo una recompensa por su captura. El Congreso, en su mayoría blanco y controlado por el Partido Demócrata, a su vez se ha tomado el tiempo de la pandemia para aprobar un proyecto de ley, sin un voto de oposición, que busca derrocar al gobierno democráticamente elegido de Nicaragua .
Por su parte, el odio de Israel hacia los palestinos conquistados y colonizados por Israel se está traduciendo en la pandemia que amenaza a las zonas colaboradoras de la Autoridad Palestina en Cisjordania y Gaza asediada por Israel, donde Covid-19 podría invadir el densamente poblado y prisión al aire libre territorio gazatí (sin mencionar a las cárceles reales de Israel, que albergan a 5.000 palestinos, entre los cuales la infección podría estar propagándose). En la época del coronavirus, el asesinato de palestinos por parte de Israel y el robo de sus tierras están avanzando rápidamente.
La pandemia no es más que otra ocasión para que la violencia imperial y el odio procedan sin obstáculos.
Si el amor es la enfermedad paralela al cólera en la famosa novela de Gabriel García Márquez, entonces el odio racista de los estadounidenses blancos, o al menos el de Trump, como algunos han sugerido, es la enfermedad paralela al coronavirus.
Sin embargo, lo que se pierde en esta analogía es el hecho de que el odio racista y la agresión imperial de los estadounidenses blancos (y mucho menos el racismo europeo y el odio colonial y racista israelí a los palestinos) precedieron y seguramente sucederán a la pandemia.
De hecho, el odio en el momento del coronavirus es el mismo que en otros tiempos. La pandemia no es más que otra ocasión para que la violencia imperial y el odio procedan sin obstáculos.
Nota de la traductora:
(1) La E. coli es Escherichia coli (E. coli), una bacteria presente frecuentemente en el intestino distal de los organismos de sangre caliente y que puede causar graves intoxicaciones alimentarias. El autor hace referencia a un tipo de enfermedad muy frecuente en ciertas zonas ganaderas de EEUU y que también llegó a Europa en 2011 a través del consumo de hamburguesas.
Joseph Massad es profesor de política árabe moderna e historia intelectual en la Universidad de Columbia en Nueva York.
Traducido para el CEPRID (www.nodo50/ceprid) por María Valdés
Fuente: https://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article2471&lang=es