El conflicto salarial seguía abierto en la mina sudafricana de Marikana, escenario de un tiroteo el 16 de agosto en el que murieron 34 trabajadores, donde este lunes se reunieron cientos de mineros para proseguir la huelga y algunos volvieron al trabajo. «Según los primeros datos la cifra es de un 13% para todos los […]
El conflicto salarial seguía abierto en la mina sudafricana de Marikana, escenario de un tiroteo el 16 de agosto en el que murieron 34 trabajadores, donde este lunes se reunieron cientos de mineros para proseguir la huelga y algunos volvieron al trabajo.
«Según los primeros datos la cifra es de un 13% para todos los equipos de la mañana. Entendemos que los empleados esperan que el ambiente sea seguro antes de volver al trabajo», indicó en un comunicado Lonmin, el grupo basado en Londres que controla la mina de platino.
«Hubo incidentes e intimidaciones en contra de los conductores de autobús esta noche e intimidaciones en contra de los trabajadores del emplazamiento Este esta mañana, para impedirles volver al trabajo», destacó Lonmin.
Lonmin, que llamó a volver al trabajo el lunes por la mañana, añadió que la dirección se reuniría durante el día con las Iglesias, que actúan de mediadores, y representantes de los huelguistas.
Una muchedumbre de unos 2.000 mineros se reunió fuera de la mina, decidida a proseguir la huelga.
«No vamos a reanudar el trabajo, la huelga sigue», indicó Alfonso Mofokeng, minero venido de Lesotho.
«Sabemos que algunos han vuelto al trabajo, este comportamiento no se nos ha escapado y vamos a encargarnos de ello», añadió.
«Al ir a trabajar, ¡están diciendo que estos asesinatos han sido en vano!».
«Si nos echan, habrá violencia. Nuestra postura no ha cambiado, queremos dinero», añadió Lungisani Nogwanya, oriundo de Cabo Oriental (sureste).
Sandiso Mpumlwana, uno de los líderes del movimiento, fue más claro aún con los esquiroles.
«La policía no podrá protegerlos todo el tiempo, la policía no duerme con ellos en sus barracas. Si alguien va a trabajar, debe saber que sufrirá las consecuencias», declaró a sus camaradas.
«Yo digo: ocupémonos de ellos cuando vuelvan del trabajo», apostilló.
A cierta distancia de la reunión, los vehículos blindados de la policía controlaban la situación y protegían a los esquiroles.
Unos 3.000 perforadores, de los 28.000 empleados en la minería, iniciaron la huelga el 10 de agosto, reclamando importantes aumentos de salario.
Diez hombres, incluidos dos policías, murieron entre los días 10 y 12 de agosto en enfrentamientos entre sindicatos. Y un tiroteo policial dejó 34 muertos el 16 de agosto.
Según el diario The Star, los informes de autopsia sobre la mayoría de muertos de Marikana muestran que han sido tiroteados por la espalda.
Las autoridades, mientras tanto, se negaron a hacer declaraciones. Una comisión de investigación especial está encargada por el presidente Jacob Zuma de esclarecer la muerte de las 44 víctimas de Marikana.
Los policías aseguran que fue legítima defensa, y que la multitud hostil que se les abalanzó el 16 de agosto estaba armada con machetes, garrotes y armas de fuego.
Este lunes, los alrededor de 250 huelguistas detenidos tras el tiroteo empezaron a declarar ante la justicia, respondiendo de cargos que van desde violencia pública hasta asesinato.
«El día de la balacera, la policía negociaba desde la mañana para pedirles que depusieran las armas peligrosas. Como se negaron, se decidió dispersar a la muchedumbre», declaró en la audiencia el general de brigada que dirige una de las comisiones de investigación sobre la masacre.
«No se desplazaban como huelguistas, se movían como una formación» militar, sostuvo.