En África, el número de personas infectadas con el coronavirus sigue siendo bajo, las pocas explicaciones avanzadas relacionadas con la demografía o la naturaleza del virus siguen siendo poco convincentes. Sin embargo, estas estadísticas deben ser matizadas. La baja tasa de detección podría ocultar una situación mucho más grave de lo que sugieren las cifras [1]. Especialmente porque la cantidad de personas infectadas es más alta precisamente donde las infraestructuras de salud son las que menos fallan. De hecho, por ejemplo, en Egipto hay 2350 y en Sudáfrica 1850, mientras que en países como Burundi se cuentan cinco casos, en Sudán del Sur dos casos y cero en el país de Lesotho sin embargo enclavado en África del Sur [2].
Lo que es notable es que la cantidad de contaminación se ha duplicado en unos pocos días [3] y recuerda el mismo proceso conocido en Europa o en los Estados Unidos, es decir, una tasa baja y luego un aumento muy fuerte. Quizás sea diferente para África, solo podemos desearlo.
Se necesitan medidas radicales para detener la epidemia de Covid-19
Una cosa es cierta, frenar la epidemia en el continente todavía está dentro del ámbito de lo posible, pero requiere medidas mucho más drásticas que las que se toman actualmente. De hecho, la cuestión del confinamiento sigue siendo una medida que es muy difícil de aplicar para una gran parte de la población, por un lado, porque las condiciones de vivienda en las periferias urbanas son totalmente inadecuadas, como explica un activista keniano: «En Mathare, un área densamente poblada en Nairobi, 68.941 personas viven en un solo kilómetro cuadrado. En Kamkunji, otra área de bajos ingresos, 24.455 personas viven en un kilómetro cuadrado. En Makadara, 16.150 personas viven en un kilómetro cuadrado. En muchos casos, las personas comparten una habitación que también es la cocina, el dormitorio y la sala de estar» [4]. Por otro lado, porque la mayoría de las personas vive al día de la economía informal (trabajos ocasionales, vendedores ambulantes, correos, vendedores de mercado, etc.). Este estado de cosas requiere la distribución masiva de kits de alimentos para ayudar a reducir el desplazamiento, la provisión de máscaras en cantidad suficiente, la restauración del agua corriente en los barrios marginales que, en algunos casos, se ha eliminado bajo presión de las empresas de distribución o el establecimiento de un tanque de agua, así como la provisión de jabón y gel desinfectante. Testear las poblaciones tanto como sea posible y poner en cuarentena a las personas contaminadas en condiciones decentes permitiría ralentizar la epidemia. Es más fácil y mucho menos costoso en vidas humanas implementar estos dispositivos de prevención que actuar cuando la epidemia está fuera de control, especialmente porque en el continente abundan otras pandemias como el VIH y la tuberculosis, la malaria o el ébola. De hecho, la República Democrática del Congo (RDC), que pensaba que había terminado con esta epidemia, acaba de registrar, después de unos cuarenta días, dos nuevos casos.
La experiencia de las epidemias: el caso del ébola
La epidemia de Ébola como recordamos había golpeado fuertemente a tres países en África Occidental en los años 2014. Estos fueron Liberia, Sierra Leona, emergiendo de una terrible guerra civil y Guinea, uno de los países más pobres de la región. Estos tres países tuvieron que enfrentar esta epidemia que habrá matado a más de 11.000 personas.
Por décima vez, la epidemia de Ébola ha estado presente en la RDC nuevamente durante un año y ha causado más de 2.000 muertes. La transmisión del virus Ébola es a través de fluidos corporales, por lo que es mucho menos contagiosa que el virus Covid 19, pero su letalidad es mucho mayor, se estimó en un 30% en África occidental durante el infección de 2014.
La lucha contra esta epidemia implica aumentar la conciencia pública y renunciar a los rituales funerarios que se acompañan del lavado de los cuerpos de los muertos por parte de familiares y que es un importante vector de transmisión. Por lo tanto, es necesaria una relación de confianza entre la población y las autoridades. Sin embargo, esto último ha sido socavado en gran medida por años de política de abandono de las poblaciones a su propio destino. ¿Qué legitimidad pueden tener las autoridades para imponer algo en áreas que han sido abandonadas en gran medida por sus políticas?
No es casualidad que los dos nuevos casos aparezcan en la localidad de Beni, en la región de Kivu del Norte, plagada de violencia endémica, donde docenas de milicias extorsionan dinero, abusan y a veces masacran a las poblaciones que se benefician de la inacción de las fuerzas armadas del país pero también de MONUSCO (fuerzas armadas desplegadas por la ONU).
El ébola para las personas de los países afectados ha sido un gran trauma, ya que han sido víctimas tanto de la enfermedad como de la violencia de la respuesta del gobierno. Recordamos todos los barrios que fueron aislados por el ejército, dejando a las poblaciones sin ninguna posibilidad de alimentarse adecuadamente y tener la atención sanitaria necesaria.
Las experiencias más exitosas en la lucha contra el Ébola han sido posibles gracias al apoyo de las poblaciones, rara vez sin ellas, y ciertamente no contra ellas.
La confrontación de los países africanos contra las diferentes epidemias es una baza, las poblaciones son más conscientes de los problemas, ya existen estructuras de sensibilización, el personal ha adquirido conocimientos, pero esto no puede compensar las debilidades del sistema de salud afectado por décadas de ajuste estructural y otras restricciones presupuestarias impuestas por los países ricos a través de grandes instituciones financieras como el FMI o el Banco Mundial
Estructuras sanitarias devastadas por la guerra y el liberalismo
Las estructuras médicas y de salud en África están fallando, como lo indica el número de camas de reanimación [5]:
– 15 en Burkina Faso (incluidos 8 para el único CHU de Tengandogo).
– 15 en Somalia.
– 20 en la República del Congo.
– 22 en Gabón.
– 25 en Malawi.
– 40 en Mali.
– 50 en la RDC.
– 55 en Uganda.
– 130 en Kenia.
– 80 en Senegal.
– 1.000 en Sudáfrica (una gran parte de ellos en los establecimientos del grupo privado Netcare).
Así como el número de respiradores:
– 3 en la República Centroafricana.
– 4 en Togo (donde han encargado 250).
– 5 en Níger.
– 10 en la República del Congo.
– 11 en Burkina Faso.
– 15 a 20 en Camerún.
– 20 en Costa de Marfil (donde se encargaron 18 a principios de abril).
– 56 en Malí, según el Ministerio de Salud (15 en el sector privado, 41 en hospitales públicos y otros 60 por encargo del proveedor chino Mindray).
– 60 en Tanzania.
– 80 en Senegal.
– 400 a 500 dispositivos en Nigeria (pero la gente más pesimista menciona solo 169).
– 6.000 en Sudáfrica, de los que 4.000 están en establecimientos privados.
Estas estructuras sanitarias se concentran principalmente en las capitales y algunas en grandes centros urbanos, lo que plantea problemas para las regiones y provincias remotas, según lo indicado por el Dr. Matshidiso Moeti, Director de la Oficina Regional de la OMS para África : «Su propagación más allá de las grandes ciudades significa la apertura de un nuevo frente en nuestra lucha contra este virus»[6].
Además, están las cárceles de África, paradójicamente un importante punto de contagio. En efecto, las familias regularmente van a llevar comida a las y los prisioneros. Por lo tanto, son un vehículo importante para difundir la epidemia, aunque en algunos países se hayan tomado medidas para liberar a las y los prisioneros y así reducir el hacinamiento en las cárceles.
Otra fuente de preocupación son las zonas de conflicto, y lamentablemente son numerosas en el continente. Podemos citar a los países sahelianos que son presa de los ataques yihadistas en la franja sahelo sahariana, alrededor del lago Chad y en el centro de Mali, África central, donde los diversos grupos armados están actuando en el Congo (RDC) pero también en la República Centroafricana, finalmente en las zonas orientales y meridionales de África, especialmente en Somalia con los Shebab, pero también en Mozambique con menos intensidad. Estas guerras conducen a la destrucción de todas las estructuras médicas y sanitarias y a la partida del personal de enfermería y crean grandes dificultades para la intervención médica de las ONG o la OMS. Estos conflictos provocan el desplazamiento de centenares de miles de personas tanto en el interior como hacia el exterior de su país, personas que viven en campos de refugiados y refugiadas en una situación de promiscuidad y de precariedad importantes.
Finalmente, hay que tener en cuenta que Arabia Saudita, muy infectada con Covid-19, no duda en enviar a casa a miles de trabajadoras y trabajadores etíopes potencialmente infectados, arriesgando el desarrollo de la epidemia en un país que actualmente tiene pocos contagios.
No se trata de dibujar una imagen exageradamente pesimista, sino solo de indicar las importantes dificultades para las poblaciones, en particular los más pobres, frente a discursos y escritos que uno puede escuchar y leer que minimizan los riesgos de un brote de la epidemia que aún se puede controlar. Aun así, los países ricos deberían detener sus políticas de estrangulamiento financiero que empeoran la situación también al disminuir las existencias de alimentos disponibles.
Riesgo alimentario agravado
Es probable que la epidemia de coronavirus exacerbe la escasez de alimentos. De hecho, la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) está preocupada porque África es un importador de productos alimenticios, como consecuencia de la falta de diversificación económica, particularmente para los países que exportan materias primas. La caída de los precios aumenta mecánicamente en el presupuesto la parte dedicada a la importación de productos alimenticios, lo que resulta en un aumento de los precios que penalizará a los más pobres. Especialmente si se tiene en cuenta que con la crisis y las dificultades de suministro, los precios de los alimentos se han disparado en parte también por la especulación de los grandes comerciantes.
A esto se suman las malas cosechas debidas al calentamiento global que, con el efecto Niño, provoca sequías e inundaciones y acentúa fuertemente la invasión de langostas que han devastado los cultivos, particularmente en los países de África Oriental como Kenia, Etiopía, Somalia y Uganda, debilitando a más de 25 millones de personas.
La publicidad de Macron
Emmanuel Macron precisó la política de Francia hacia África durante su entrevista con Radio France International el 14 de abril. Muchas fórmulas huecas y demagogia para ocultar el vacío de las proposiciones organizadas en torno a cuatro ejes. El primero es satisfacer las necesidades sanitarias. La propuesta es tomar parte del dinero recaudado por el Fondo Mundial de Lucha contra el SIDA, la Tuberculosis y la Malaria para financiar la lucha contra la epidemia de coronavirus, en otras palabras, desnudar a un santo para vestir a otro. Segundo eje, compartir conocimientos entre las diferentes redes de investigadores. Tercer eje dedicado a la ayuda humanitaria mediante la movilización de agencias de la ONU como el Programa Mundial de Alimentos, como si éste hubiera esperado la luz verde de Macron. En cuanto a Francia, se comprometería a participar en esta política humanitaria utilizando … sus fuerzas armadas con base en África. El último eje es financiero. Si Macron confirma sus palabras sobre la cancelación de la deuda de los países africanos durante su intervención televisiva del lunes 13 de abril, la cosa se queda en mera palabrería. De hecho, la medida propuesta por el G20 y apoyada por Francia es solo una moratoria. Como explica Macron, “significa que durante la crisis, dejamos que las economías africanas respiren y no paguen los intereses de la deuda. Es una etapa esencial, (…) debe preceder a otras etapas en las que debemos trabajar, que son etapas de reestructuración de la deuda africana».
Una medida que la OCDE considera notoriamente insuficiente[7]. De hecho, la deuda de los países africanos es de 365 mil millones de dólares con un reembolso anual de 32 mil millones.
La moratoria solo cubre 20 mil millones. Para muchos países africanos que son exportadores de materias primas, la fuerte caída de la economía tiene consecuencias desastrosas para el presupuesto, especialmente porque las autoridades locales han malgastado constantemente el dinero de estos ingresos en la corrupción, la fuga de capitales y las grandes obras tan costosas como inútiles para el mayor beneficio de las empresas industriales y bancarias de los países ricos.
La contención de la epidemia requiere la liberación rápida de grandes sumas de dinero para poner a flote estructuras médicas y sanitarias, proporcionar equipos para el personal médico y poner los productos de primera necesidad a disposición de las poblaciones más pobres.
Al pronunciarse por la cancelación de la deuda africana, Macron realiza una operación política contra China, que ella sola tiene el 40% de esta deuda y la utiliza para anclar su presencia en el continente y acaparar los recursos naturales, mediante el intercambio de una parte de los créditos por activos.
Si miramos más de cerca, más allá de la propaganda, la ayuda real de Francia asciende a 1.200 millones de euros desglosados en mil millones de préstamos (por lo tanto, deudas futuras) y solo 150 millones en donaciones y además estas sumas estaban presupuestadas ya que, de acuerdo con la confesión del Ministro de Asuntos Exteriores, Jean-Yves Le Drian, se trata de una reorientación del presupuesto de ayuda para África[8].
Se encuentre en Francia o en África, definitivamente no hay nada que esperar de Macron a menos que se sea un jefe o un potentado, los primeros de las cordadas que tiran a la humanidad hacia el abismo.
Notas
2 Cifras a 15/04/2020. Fuente: https://www.jeuneafrique.com/910230/societe/coronavirus-en-afrique-une-carte-pour-suivre-au-jour-le-jour-lavancee-de-lepidemie/
3 https://www.afro.who.int/fr/news/loms-sinquiete-de-lacceleration-des-cas-de-covid-19-en-afrique
6 https://news.un.org/fr/story/2020/04/1066112
Texto original en inglés: https://npa2009.org/actualite/international/afrique-contre-le-covid-19-confinons-le-liberalisme
Traducción: Faustino Eguberri para viento sur