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Contra la democracia en África

Fuentes: Viento Sur

La jactancia de Robert Bourgi (consejero del presidente Sarkozy para las relaciones con los países africanos, ndt) ha confirmado un secreto a voces. Revelando, en una entrevista en RTL el pasado septiembre cómo las redes neocolonialistas habían logrado expulsar a Bockel, secretario de estado para la cooperación, Bourgi ha provocado malestar. Los periodistas de derechas […]

La jactancia de Robert Bourgi (consejero del presidente Sarkozy para las relaciones con los países africanos, ndt) ha confirmado un secreto a voces. Revelando, en una entrevista en RTL el pasado septiembre cómo las redes neocolonialistas habían logrado expulsar a Bockel, secretario de estado para la cooperación, Bourgi ha provocado malestar. Los periodistas de derechas fingen descubrir el poder de esas redes y ofenderse por ello. Malestar también en el gobierno que, sin desmentir los hechos, se contenta con reafirmar que Bourgi no ocupa ninguna función oficial.

En cuanto a los expertos que nos anuncian, en montones de páginas, que la Françafrica (la red de relaciones de las antiguas colonias francesas en África con la antigua metrópoli, ndt) no existe ya, quedan desairados. Es cierto que ciertas situaciones tomadas aisladamente podrían hacerlo creer.

Desde el fin del giscardismo, existen dos tendencias sobre la forma de conducir la política africana de Francia. Tienen un zócalo común -el de perennizar y optimizar la relación imperialista que Francia impone a África- pero divergen sobre las formas de lograrlo. La primera tendencia es la de las redes africanas puestas en pie por Foccart, que reúnen a hombres de negocios, policías secretas, militares y altos funcionarios alrededor de lazos de negocios, amistades, hechos de armas y/o logias masónicas, etc. La segunda, que se pretende modernista, piensa que Francia debe, no romper, sino tomar sus distancias con esas redes, juzgan su acción nefasta para su reputación y la llevan a situaciones perjudiciales a nivel de la política exterior. Estos dos planteamientos no están ligados a una corriente política particular y atraviesan tanto a los gobiernos de derechas como de izquierdas.

Mitterrand, proclamado candidato del cambio, intentará tomar sus distancias con las redes africanas, particularmente tras las extravagancias de Giscard y de Bokassa en África Central. Jean-Pierre Cot en el ministerio de la cooperación en 1982 intentará instaurar una cierta moralización desarrollando una relación más conforme al estándar internacional con las antiguas colonias. Lo que siguió es conocido: dimisión de J.P. Cot del gobierno y victoria de las redes africanas que habrán derrotado, por mucho tiempo, a la tendencia modernista. Mitterrand volverá al redil. Hará apadrinar por las redes africanas a su hijo, que se convertirá así en el responsable de la célula africana del Elíseo y será conocido, en el continente, con el mote de «Papámehadicho». Luego, continuará una carrera clásica, idéntica a la de sus padrinos traficando armas, particularmente hacia Angola, con su colega Pasqua. En cuanto al padre, implicará a Francia, su ejército y sus servicios secretos en el genocidio de los Tutsis en Ruanda; su mujer, Danièle Mitterrand, se ocupará del aspecto humanitario con «France-Libertés» (por respeto a la cultura, no evocaremos al sobrino).

Sarkozy, proclamado candidato de la ruptura, decide también tomar sus distancias respecto a las redes africanas. Así, el secretario para la cooperación, Jean-Marie Bockel, emprende un tímido avance en una entrevista en Le Monde en enero de 2008, con la excusa de aplicar la política de Sarkozy. Tiene cuidado de no atacar a ninguna personalidad y piensa que lo hará mejor que Cot. Al producir las mismas causas los mismos efectos, Bockel será destituído algunas semanas más tarde.

La imposible ruptura.

Se estila mucho relativizar el interés económico de Francia por África, pero la realidad de las cifras demuestra lo contrario. Los intercambios económicos en 2008 se elevaban a más de 52 millardos de euros. El CIAN (Consejo Francés de Inversores en África) anuncia 40 millardos de euros de cifras de negocios para las 80 empresas adherentes a este organismo. Los principales sectores económicos (logística, construcción, transporte, agua, telecomunicaciones…) están en manos de las filiales francesas. En definitiva, como resume en abril de 2008 en la página web Linternationalmagazine.com la patronal francesa y los financieros anglófonos: «África sigue siendo muy rentable».

Pero el imperialismo francés está confrontado directamente a la competencia de los demás imperialismos. Los chinos en primer lugar: el valor de los intercambios pasa de 817 millones de dólares en 1997 a 10 millardos en 2000 para superar los 100 millardos en 2008. La curva es idéntica en el caso de India: en 1991 los intercambios comerciales eran de 967 millones de dólares para culminar en 35 millardos en 2008. Es posible que este volumen aumente poco pues la economía india está mucho menos vuelta hacia la exportación que su vecina asiática.

A esto se añade la voluntad de los Estados Unidos de diversificar sus fuentes de aprovisionamiento, particularmente en petróleo. Los países visitados por Hillary Clinton como Angola y Nigeria muestran la importancia de esta vía considerada como uno de los elementos de la segurización energética del país. Esta voluntad estadounidense es, para Francia, una real amenaza. La única ventaja competitiva de Francia -por hablar como los economistas liberales- reside justamente en las redes neocolonialistas que han construido un sistema simple pero eficaz: los dirigentes africanos favorecen a las empresas francesas que, a su vez, les subvencionan. El «plus» reside en la protección política y a veces militar de Francia. En otros términos, hacer negocios con las empresas francesas es la garantía de enriquecerse, ¡pero es también la garantía de permanecer en el poder o de conquistarlo!

Es así como la política francesa en África actúa en dos frentes: preservar el personal político fiel a los intereses de Francia e impulsar la desestabilización de quienes tengan alguna veleidad de autonomía respecto a las exigencias de la antigua potencia colonial. Las crisis recientes que sacuden el África francófona dan fe de esta situación.

Níger acaba de concluir un acuerdo con Areva para la explotación de Imouraren, la mayor mina de uranio. En contrapartida, el presidente nigeriano Tanja puede disolver la Asamblea nacional y luego el Consejo constitucional, prohibir las manifestaciones, revisar la Constitución por un voto trucado que roza el 98% y encarcelar a los opositores. Francia se contenta con hacer un llamamiento … a la «contención».

En el Congo Brazzaville, uno de los feudos de Total y Bolloré, las elecciones tienen lugar el 12 de julio. Unos meses antes, el 28 de marzo, Sarkozy declaraba: «Gracias al presidente Sassou Nguesso, Congo ha encontrado la estabilidad y la seguridad». Tras este apoyo oficial, algunos diputados UMP se han transformado en observadores electorales y han afirmado que las condiciones de elección eran buenas, legitimando el 78,6% de votos recogido por Nguesso. Han llegado hasta a protestar contra el «neocolonialismo» del representante de la Unión Europea, Miguel Amado, que dudaba de la sinceridad del escrutinio.

En Madagascar, Francia apoya al hombre de negocios Rajoelina que ha fomentado un golpe de estado contra el otro hombre del asunto Ravalomanana que había desarrollado una política más independiente que sus predecesores. Este apoyo a Rajoelina se añade a un apoyo a la corriente más independiente de Didier Ratsiraka que disfruta de los aviones de ETEC para acudir a las conferencias sobre la salida de la crisis en Maputo.

En Mauritania, tras haber condenado oficialmente el golpe de estado que derrocó al presidente electo, Sarkozy lo ha justificado, para luego apoyar, sin reservas, un proceso electoral manchado de fraudes dirigidos por Bourgi y el representante local de la DGSE (servicios de inteligencia franceses en el exterior, ndt). El objetivo: hacer ratificar por la comunidad internacional el hecho consumado del putsch.

En Gabon, la mayor parte de los candidatos a las elecciones presidenciales, tras la muerte de Bongo, no habían manifestado jamás voluntad de ruptura con París. Lógicamente, Francia habría debido respetar una total neutralidad. Y sin embargo Bourgi ha defendido la candidatura del hijo de Bongo, Ali. Y una vez proclamado vencedor, Sarkozy se ha apresurado a felicitarle, mientras se acumulaban las pruebas de fraude.

El análisis detallado de la relación imperialista de Francia respecto a África muestra que las oficinas africanas siguen siendo un paso insoslayable para la defensa de los intereses de las multinacionales francesas. Cuanto más se agudiza la competencia, más van a galvanizarse estas redes y a oponerse frontalmente a las exigencias de democracia de los pueblos africanos. No porque la democracia pueda cambiar algo la naturaleza de las relaciones imperialistas françafricanas. Puede sencillamente marginar un sistema construido desde hace muchos años. En este sentido, la política de Francia es el obstáculo mayor para la democracia en África. Sobre esta comprensión se desarrolla nuestra solidaridad antiimperialista con los pueblos de África.

Publicado en «Afriques en lutte»

Traducción: Alberto Nadal para VIENTO SUR

Fuente: http://www.vientosur.info/articulosweb/noticia/index.php?x=2583