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Cooperación Sur-Sur y desarrollo verde en un mundo incierto

Fuentes: Rebelión

En medio de una era marcada por tensiones geopolíticas, guerras comerciales y una reconfiguración del orden internacional, el XIV Plan Quinquenal de China (2021-2025) no solo reafirma el rumbo estratégico del país, sino que también redefine su papel en el mundo. Este plan, centrado en el desarrollo de alta calidad, la autosuficiencia tecnológica, la apertura internacional y la sostenibilidad ecológica, ha tenido un impacto tangible más allá de sus fronteras. En particular, los logros en cooperación internacional y desarrollo verde están transformando las dinámicas del Sur Global y aportando estabilidad a un sistema global en tensión.

Uno de los pilares más visibles del XIV Plan Quinquenal es la intensificación de la cooperación Sur-Sur, particularmente a través de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI, por sus siglas en inglés). Aunque esta estrategia comenzó antes del actual quinquenio, en el periodo 2021-2025 ha entrado en una nueva fase, más madura y alineada con los objetivos de desarrollo sostenible (ODS).

Durante este período, China ha firmado multitud de acuerdos de cooperación con más de 140 países, la mayoría del Sur Global, en áreas que van desde infraestructura y energía hasta salud y economía digital. Solo en 2024, los datos sobre la participación china a través de inversiones financieras y cooperación contractual en los 149 países de la Iniciativa de la Franja y la Ruta muestran alrededor de 340 acuerdos por valor de 121.800 millones de dólares. Esta red de alianzas ha permitido a naciones de África, América Latina, el Sudeste Asiático y Asia Central acceder a financiación, tecnología y desarrollo de capacidades que de otro modo serían inalcanzables.

Dentro del impacto en el Sur Global de esta política de cooperación internacional destacan tres hitos principales.

En primer lugar, la infraestructura como palanca de desarrollo; con proyectos emblemáticos como ferrocarriles en Kenia, puertos en Pakistán o redes 5G en América Latina que no solo mejoran la conectividad, sino que aumentan la capacidad productiva local y generan empleo.

En segundo lugar, la transferencia tecnológica. China no solo exporta productos; también exporta conocimiento. A través de centros de capacitación, institutos de investigación conjuntos y transferencia de tecnología, el país ha contribuido al fortalecimiento de capacidades locales. De acuerdo con las declaraciones del ministro de Ciencia y Tecnología de China, Yin Hejun, “China ha establecido más de 70 laboratorios conjuntos de «la Franja y la Ruta» con cerca de 50 países y ha creado 10 plataformas internacionales de transferencia de tecnología que prestan servicios a regiones como la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), África y Latinoamérica”.

Y en tercer lugar, la alternativa geopolítica. En un mundo donde las potencias tradicionales imponen condiciones políticas o financieras para la ayuda, China ha ofrecido acuerdos más flexibles. Esto ha reposicionado a muchas naciones del Sur Global como protagonistas y con mayor margen de maniobra.

La diversificación de alianzas económicas y estratégicas del Sur Global, con China como socio clave, ha contribuido a amortiguar el impacto de sanciones, bloqueos o exclusión de sistemas financieros dominados por Occidente. Este cambio multipolar ayuda a contener conflictos y permite una redistribución del poder económico global, lo que puede reducir tensiones estructurales a largo plazo y mejora la estabilidad en el contexto geopolítico.

Otro componente central del XIV Plan es el desarrollo verde. China ha definido su transición hacia una economía baja en carbono como una prioridad nacional, comprometiéndose a alcanzar el pico de emisiones antes de 2030 y la neutralidad de carbono antes de 2060. Este compromiso no es simbólico y está respaldado por inversiones masivas en energías limpias, reforestación, electrificación del transporte y regulación ambiental más estricta. Además, en su reciente intervención en la ONU, Xi Jinping ha presentado las nuevas Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC) de China para 2035, comprometiéndose a reducir las emisiones netas de gases de efecto invernadero entre un 7 % y un 10 % con respecto al nivel máximo alcanzado, a elevar la proporción de energía no fósil por encima del 30 % del consumo total, y a multiplicar por más de seis veces la capacidad instalada de energía solar y eólica respecto a 2020, hasta alcanzar unos 3.600 gigavatios. También ha propuesto la expansión del mercado nacional de comercio de carbono, incluyendo los sectores de mayores emisiones, y el establecimiento de una sociedad resiliente al cambio climático mediante una adaptación integral de infraestructura, agricultura y gestión urbana.

Entre los logros concretos en el período 2021-2025 destaca el liderazgo alcanzado en energías renovables. China ha consolidado su posición como el mayor productor e instalador de paneles solares y turbinas eólicas del mundo. De hecho, la mayor parte de la nueva capacidad solar global entre 2021 y 2025 se ha instalado en territorio chino y, concretamente, más del 55% de las capacidades añadidas en 2024 a nivel mundial y el 67% de las capacidades añadidas globales en el primer semestre de 2025. Algo similar a la nueva capacidad eólica donde, por ejemplo, en el primer semestre de 2025 China ha instalado más del 70% de las nuevas instalaciones eólicas offshore a nivel mundial. De igual modo, el país lidera el mercado de vehículos eléctricos (VE), representando más del 50% de las ventas globales mundiales. Esto no solo reduce su dependencia del petróleo importado, sino que establece un modelo para países en desarrollo que desean saltar directamente a tecnologías limpias. Y a través de bonos verdes y fondos de inversión sostenibles, China ha movilizado capital para proyectos ecológicos, tanto internos como internacionales.

China ha comenzado a exportar su capacidad verde al Sur Global. Esto incluye desde paneles solares de bajo costo hasta inversión directa en parques eólicos en América Latina o África. Al reducir el costo de entrada a la transición energética, China se convierte en un aliado clave para que países en desarrollo puedan cumplir sus propios objetivos climáticos sin sacrificar crecimiento económico.

La relevancia de estos logros no puede entenderse sin considerar el contexto geopolítico, que abarca desde la guerra en Ucrania, al genocidio en Palestina, la guerra comercial y tecnológica de EE.UU. contra China, a la fractura de las cadenas de suministro globales, e incluso a las tensiones en torno al Mar de China Meridional. En este entorno volátil, los avances de China durante el XIV Plan Quinquenal actúan como un factor estabilizador, tanto para su economía como para sus socios del Sur Global.

China ha optado por un enfoque pragmático que no impone ideologías, sino que ofrece infraestructura, comercio y soluciones climáticas. Esta lógica de «ganar-ganar», aunque criticada por algunos sectores en Occidente, ha tenido una recepción favorable en muchas partes del mundo que buscan desarrollo sin injerencias.

Además, al consolidar alianzas económicas diversificadas, China reduce su vulnerabilidad ante sanciones o bloqueos, lo que a su vez disminuye el riesgo de choques sistémicos en la economía global. Una China integrada en cadenas de valor del Sur Global es menos propensa al conflicto y más comprometida con la estabilidad internacional.

El XIV Plan Quinquenal de China ha resultado ser algo más que un plan interno. Se ha convertido en una hoja de ruta con implicaciones globales, especialmente para el Sur Global. Su énfasis en la cooperación internacional y el desarrollo verde está reconfigurando el mapa de oportunidades para decenas de países que buscan una vía de crecimiento inclusiva, sostenible y soberana.

Mientras el mundo atraviesa una etapa de incertidumbre y polarización, los logros de China en este quinquenio no solo consolidan su poder nacional, sino que ofrecen un contrapeso que equilibra el sistema global. En un escenario cada vez más multipolar, ese equilibrio es más necesario que nunca.

Pedro Barragán es economista. Asesor de la Fundación Cátedra China y autor del libro “Por qué China está ganando”

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.