El pasado 4 de noviembre, fuerzas armadas de Costa de Marfil bombardearon Bouake, capital de los rebeldes. El país se halla dividido en dos desde el inicio de la guerra civil hace dos años: rebeldes al norte y fuerzas gubernamentales al sur. Según indicó el Coronel del Ejercito, Philippe Mangou, «no es una declaración de […]
El pasado 4 de noviembre, fuerzas armadas de Costa de Marfil bombardearon Bouake, capital de los rebeldes. El país se halla dividido en dos desde el inicio de la guerra civil hace dos años: rebeldes al norte y fuerzas gubernamentales al sur. Según indicó el Coronel del Ejercito, Philippe Mangou, «no es una declaración de guerra, sino que estamos intentando reunificar nuestro país». En el comunicado emitido por los rebeldes, este ataque provocó «unos cincuenta heridos, tanto civiles como militares». La semana anterior, la guerrilla se había retirado del proceso de desarme, porque -según declararon- el Gobierno no había aplicado las reformas políticas previstas en el Acuerdo de Accra III, de julio de 2004.
Dos días después, 9 soldados franceses de las fuerzas de paz murieron a consecuencia de otro bombardeo llevado a cabo por el ejército de Costa de Marfil sobre Bouake. Tras este nuevo acto de violencia, el presidente francés, Jacques Chirac, ordenó represalias militares contra el gobierno del país africano, por lo que la fuerza Licorne en la ex colonia francesa, que apoya a tropas de Naciones Unidas, destruyó dos aviones de ataque y unos cinco helicópteros en el aeropuerto de Yamusukro (toda la fuerza aérea del país), ocupó el aeropuerto de Abidján, bombardeó el palacio presidencial y disparó contra miles de encolerizados manifestantes que asaltaron locales y oficinas de franceses. Por la noche helicópteros franceses trataron de disolver a tiros a las miles de personas que marchaban hacia el aeropuerto de Abidjan para «recuperarlo». Hubo 64 muertos y más de 1.000 heridos civiles.
Chirac, que acusó al gobierno del presidente marfileño Laurent Gbagbo de haber roto la frágil tregua existente, resolvió además enviar al país africano dos compañías adicionales, como refuerzo a los 4 mil 500 soldados que ya tenía desplegados, para garantizar la seguridad de sus 14 mil ciudadanos en su antigua colonia.
Reacción internacional
Aunque la comunidad internacional apoya al presidente Laurent Gbagbo, tanto Francia como los rebeldes del norte pugnan por destituirlo. Esa fue una de las causas de la guerra civil iniciada hace tres años, y ha sido el detonante de los nuevos ataques. El gobierno de Gbagbo acusa a Francia de colaborar con la guerrilla. Francia se vio desplazada en 2002 del escenario económico de hegemonía que mantenía desde 1960, cuando la Unión Europea y organismos multilaterales de crédito le brindaron ayuda financiera a Costa de Marfil a cambio de que abriera su economía a otros países, lo cual perjudicó al monopolio que mantenía el régimen neocolonial francés.
Hubo condenas internacionales contra el gobierno de Costa de Marfil, pero ni una declaración que criticara la venganza francesa. En Nueva York, el Consejo de Seguridad de la ONU decidió por unanimidad una declaración de condena al ataque del gobierno del presidente Gbagbo contra las fuerzas francesas, al considerar que se violó el cese el fuego del 3 de mayo de 2003. A la par, hubo condenas contra el régimen marfileño por la Unión Africana y la Unión Europea.
Según el portavoz de la Embajada de Costa de Marfil en Italia: «Costa de Marfil proclamó su independencia el 7 de agosto de 1960, pero el 6 de noviembre se puede considerar la fecha de la verdadera descolonización. El papel de los militares franceses tenía que ser la defensa de Costa de Marfil, pero no lo han hecho». Estas palabras amargas han mostrado el sentir de muchos marfileños que se han visto traicionados, una vez más por Francia, a la que se considera responsable de armar a los rebeldes y de la división del país desde septiembre de 2002.
El pasado lunes (13 de diciembre), el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó la imposición de un embargo de armas que tuvieran como destino Costa de Marfil. La medida fue una ofensa camuflada contra el actual presidente marfileño Laurent Gbagbo, quien juró reconstruir su aviación militar.
El miércoles, la Unión Africana convocaba una reunión de urgencia de su propio Consejo de Seguridad y de Paz, con el fin de evitar un nuevo estallido del conflicto civil. En su declaración, el organismo multinacional se comprometía a «estudiar los últimos acontecimientos desarrollados en Costa de Marfil y a acordar las medidas necesarias que contribuyan a la restauración de la seguridad y de una paz duradera».
Acuerdos de paz
Este deterioro de la situación ilustra la fragilidad del proceso de paz que se estaba llevando a cabo en Costa de Marfil. Los acuerdos de Marcoussis (enero de 2003) nunca llegaron a ser verdaderamente aceptados por Gbagbo, que ve en ellos un dictado de París y la conculcación de la constitución marfileña. Dos acuerdos posteriores (marzo y julio de 2003), firmados en Accra (Ghana) con el respaldo de la Unión Africana, de la Comunidad de Estados de África del Oeste (Cedeao) y de las Naciones Unidas habían impuesto un reparto de poder entre los actores políticos (gobierno de unión y primer ministro aceptado por el norte), el desarme de las fuerzas rebeldes, así como una reforma del código territorial y del código de la nacionalidad.
El politólogo senegalés Babacar N’Diaye ha denunciado recientemente que los acuerdos de paz de Marcoussis son una «ayuda para la rebelión». En un clima favorable para la balcanización de África, «los intereses económicos de Francia son una de las causas principales de la crisis político-militar que sufre Costa de Marfil desde hace diez años». Francia juega un papel ambiguo en el país, pero su política es la de preservar sus intereses económicos, militares y políticos.
Intereses enfrentados
Según se ha podido conocer la semana pasada, traficantes de armas israelíes ayudaron al ejército de Costa de Marfil en el ataque llevado a cabo contra la base militar francesa de Bouake. Este hecho ha encendido de nuevo las tensiones entre Israel y Francia.
El pasado miércoles (15 de diciembre), el periódico francés Le Monde publicaba la noticia de que «un grupo de 46 consejeros israelíes dirigían un centro de vigilancia electrónica al servicio del ejército de Costa de Marfil», el cual parecía haberse vuelto contra las fuerzas de pacificación francesas, después de que hace dos años fueran invitadas expresamente por el gobierno del país africano. El mismo día, el canal francés TF-1 informó que «mercenarios israelíes ayudaron al ejército marfileño a manejar un avión sin piloto, el cual permitió guiar el bombardeo aéreo sobre una base francesa, en Costa de Marfil», el pasado 6 de noviembre. Pero el semanario Le Point aún fue más allá, al publicar un reportaje en el que se decía que las tropas francesas habían confiscado varios de estos aviones en el aeropuerto de Abidjan, y después de «su examen en Francia, se había verificado que el sistema fotográfico de estos aparatos contenía tomas aéreas» de la base francesa, a la que se había «fotografiado por los cuatro costados». Según Le Point, los técnicos israelíes estuvieron presentes «no sólo en el Hotel Marfil [donde al parecer se alojaban], también en el Centro de Comunicaciones de la capital e, incluso, en algunos locales de la presidencia».
La radio israelí, citando a una fuente del ministerio de Defensa del gobierno Sharon, desmintió esas informaciones. También lo hizo el Jerusalem Post citando fuentes del ministerio israelí de Asuntos exteriores.
Sin embargo, en septiembre pasado, el gobierno francés ya había pedido formalmente al de Israel que aclarara cuál era el papel que estaba desarrollando en Costa de Marfil. El 9 de noviembre, el director general del ministerio israelí de Defensa, el General Amos Yaron, prometió -con el cinismo que le caracteriza- acabar con el envío de equipamiento militar a este país del África occidental. «Esta decisión ha sido tomada a la luz del desarrollo de los recientes sucesos ocurridos en este país, y a la petición del gobierno francés», señalaba en un comunicado, y añadía que esa decisión permanecería «en vigor hasta que la situación, en ese país, haya sido clarificada».
Costa de Marfil es el primer exportar mundial de cacao, y sus recursos naturales se encuentran desde hace tiempo en el punto de mira de los intereses occidentales. Francia mantiene importantes inversiones y antiguas vinculaciones con el país. Por un lado, todos sectores clave de Costa de Marfil están dominados por 240 filiales de empresas francesas: petróleo (Total), electricidad (Bouygues), agua (también Bouygues), obras públicas (de nuevo Bouygues, Vinci, Setao, Colas), transporte marítimo (Bolloré), recursos naturales (también Bolloré, Castel), telecomunicaciones (France Telecom) y banca (Générale, Lyonnais, BNP-Paribas). Estos grupos franceses poseen el 27% del capital social de las empresas marfileñas. Francia es el principal proveedor y cliente del país. Pero por otra parte, los Estados Unidos están intentando desplazar a Francia de su zona de influencia en África. Las multinacionales norteamericanas ya se han apoderado del cacao, la riqueza de Costa de Marfil y lo van a intentar con el petróleo, pues al Golfo de Guinea (en donde se hallan las aguas jurisdiccionales marfileñas) ya se le conoce como el «Golfo Pérsico africano». A eso hay que añadir el papel que podría estar desarrollando el apéndice sionista de los EE.UU. en este país africano. Israel fabrica algunas de las más sofisticadas aeronaves (sin piloto) de vigilancia y/o espionaje del mundo, y desde hace más de 35 años es uno de los principales exportadores de armas en la zona del África subsahariana. Muy probablemente, Israel esté realizando el trabajo sucio que los EE.UU. querrían llevar a cabo contra los intereses franceses en Costa de Marfil.
Sin embargo, en las tensas relaciones entre Israel y Francia se dan algunas circunstancias paradójicas. Es claro que el gobierno del genocida Ariel Sharon defiende unos intereses que coinciden bien poco con los del gabinete de Jacques Chirac. Recientemente, el primer ministro israelí sacó de sus casillas a su homólogo galo cuando animó a los judíos franceses a que emigraran a Israel, pues allí tendrían garantizada su seguridad personal. Y a pesar de ello, Israel no quiere que la comunidad judía en Francia (la más numerosa de Europa) desempeñe el papel de víctima propiciatoria ante los nacionalistas franceses moderados, a causa de los 9 soldados muertos en Costa de Marfil. Además conviene recordar que ningún país ayudó tanto a Israel, durante sus primeros 20 años de existencia, como Francia.
Francia prepara la secesión
Por su parte, el periódico Notre Voie (de Abidjan) publicaba, también el 15 de diciembre, la noticia de que, según fuentes francesas que preferían mantener el anonimato, el gobierno de Jacques Chirac «se prepararía para apoyar a los rebeldes que quieren declarar la secesión de la parte del territorio nacional que actualmente controlan». La misma fuente aseguró que los diplomáticos franceses destacados en la capital, Abidjan, conocen el propósito de los rebeldes de proclamar de inmediato una secesión de hecho y convocar un referéndum apoyándose en el artículo 35 de la constitución. «Pero lo que me ha parecido curioso -añadía el mismo informante- es que los diplomáticos parecen aprobar esta decisión que tomarían los rebeldes. Algunos de ellos afirmaron que los rebeldes se encuentran en su derecho ya que el presidente ha dado pruebas de mala fe al querer someter el artículo 35 a referéndum, pero tal consulta es imposible según ellos en la situación actual del país».
Este nivel de injerencia fue calificado de «una extrema gravedad» por el periódico marfileño, que solicitaba a la comunidad internacional que abriera los ojos ante las intenciones del gabinete de Chirac, que desde el inicio de la crisis son los causantes del sufrimiento cotidiano de los marfileños.
Otra circunstancia interesante, dada a conocer hace unos días, fue un informe sobre varios ciudadanos franceses susceptibles de haber organizado la «defensa mediática» del presidente marfileño Laurent Gbagbo. Entre ellos se encontraría Lorrain de Saint-Affrique, antiguo consejero de comunicación de Jean Marie Le Pen, presidente de la organización francesa de extrema derecha Frente Nacional. Preguntado por el semanario Le Point, L. de Saint-Affrique afirmó desarrollar una «amistad activa» hacia los marfileños y consideró que el presidente Gbagbo estaba siendo «demonizado».