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Votando por la muerte

Criminal contra criminal

Fuentes: CounterPunch

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

EE.UU., te has convertido en una nación de alcahuetes y apólogos de la tiranía y el asesinato masivo. Condenas a los guardas nazis y de los gulags del pasado, incluso mientras celebras a tus propios mercenarios y torturadores, incluso cuando justificas hábilmente, cuando no aclamas directamente, los inconfesables crímenes cometidos por tus hijos e hijas. No te interesa a quién matas, mientras tus soldados sean pagados, y tus fábricas de municiones, bombas y tanques estén funcionando.

Refugiados sin percances en parques de entretenimiento académicos, tus principales intelectuales se orientan ligeramente a la derecha o a la izquierda, pero nunca lo suficiente para sacudir esta cañonera en llamas, no vaya a ser que arruinen los cócteles o, Dios no lo permita, se les revoque su titularidad. Con sus bocas repletas de entremeses, son expertos en esquivar la cuestión de los prolíficos crímenes de Israel, el 11-S, la falsa muerte de Bin Laden o la parasitaria Reserva Federal, y mientras se aproxima otro chiste electoral, todos están llenos de entusiasmo a favor de candidatos que apoyan guerras ilegales y fraudes bancarios, ya que cada cual es supuestamente el menor de dos males.

Durante las últimas cinco elecciones presidenciales los candidatos vencedores han conseguido 52.9%, 50.7%, 47.9%, 49.2% y 43% del voto popular respectivamente, por lo tanto no ha habido un abrumador mandato para ninguno de ellos, sino sus oponentes del otro partido importante los seguían de cerca, y en 2000, en realidad antes del recuento del voto popular, el sistema bipartidista había obtenido una fuerza oculta sobre nuestra vida pública y los monederos. En cuanto a nuestros senadores, solo dos no son demócratas o republicanos. Una elección estadounidense, por lo tanto, es básicamente un referendo amañado a favor de este sistema totalmente corrupto y asesino, y simplemente por el hecho de votar, le estás dando luz verde para seguir matando y saqueando. Cada cuatro años somos condenados a aprobar la guerra interminable y una corrupción abismal. Si nos desilusionamos somos conducidos por nuestros medios de lavado de cerebros y de producción de estúpidos hacia un clone cercano de nuestro actual violador.

El Partido Republicano asusta a las clases superiores y medianas mediante amenazas: si no votas por nosotros, los demócratas tomarán tu dinero obtenido con tu esfuerzo y se lo darán a parásitos, drogadictos y otros diversos perdedores, mientras los demócratas, por su parte asustan a los escalones más bajos mediante sus gruñidos: si no votáis por nosotros, los republicanos dejarán a vuestros jubilados, con sus traseros con pañales pudriéndose bajo un puente, en un trozo de cartón… Dios mío, Dios mío, Dios mío, ya está sucediendo, pero no entremos en detalles.

Es adecuado que nuestro voto más importante haya perdido casi completamente de significado, se nos ofrece una miríada de oportunidades de votar por todo tipo de actos y personalidades irrelevantes, desde cantantes idiotas hasta payasos danzantes, hasta bateadores cargados de esteroides. Los estadounidenses nunca han votado tanto por tan poco.

Cada partido presenta al otro como el mayor mal, aunque ambos se prostituyen de la misma manera ante un complejo militar-bancario que ha causado tanto dolor y destrucción en todo el mundo, incluido este país. Mientras exportan tu puesto de trabajo, te podrán regalar un teléfono celular o permitir que te cases con tu amante del mismo sexo, pero ¿no es hora, seriamente, de que exijamos que nuestro dinero sea gastado responsablemente, para nuestras prestaciones? Pero no, solo podemos pedir calderilla, en lugar de verdadero dinero, y debemos votar, de nuevo, por mentirosos y criminales acreditados, esperando, contra toda evidencia, que esta vez no nos empalen. Por lo tanto ¿cómo se siente uno ante tanto mal, engaño y traición que se consolidan durante toda su vida? Pero lo que es peor en todo esto es que vosotros mismos habéis permitido que ocurra, lo habéis posibilitado, aunque sea solo simbólicamente, al votar por uno de los dos partidos que apoyan la guerra y la corrupción. Probablemente obtendrán un 99% de vuestros votos; de hecho, de modo que EE.UU. habrá vuelto a apoyar abrumadoramente, de nuevo, una agenda abiertamente criminal, y el mundo volverá a horrorizarse.

Con su dinamita caricaturesca, el reciente discurso de Netanyahu en las Naciones Unidas recuerda a Powell y su falsa gráfica antes de la invasión de Iraq, pero Bush por lo menos trató de convencer de que era necesaria una guerra, mientras Obama ni siquiera se da la molestia de hacerlo. Ignorando al congreso y al público estadounidense, simplemente ordenó una masiva campaña de bombardeo contra Libia, que apodó burlonamente de «acción militar cinética», desencadenó ataques menores contra Somalia, Yemen y Pakistán,

y envió terroristas testaferros a Siria, todo sin una protesta significativa de nuestro público adormecido o nuestra intelectualidad servil.

Repletos de propaganda ininterrumpida por nuestros medios corporativos en esta demencial casa de espejos, no podemos ver, ni nos interesa, cómo otros nos perciben, porque incluso mientras aumentan las protestas internacionales, nuestras banderas arden, nuestros soldados son muertos por supuestos aliados y un sondeo tras el otro nos coloca entre las naciones más despreciadas del mundo, seguimos creyendo que somos amados y admirados en todo el mundo. A nuestros políticos les encanta potenciar esa vanidad. Romney: «Tenemos una responsabilidad moral de mantener a EE.UU. como la nación más fuerte del mundo, la esperanza del mundo, la ciudad resplandeciente sobre la montaña». Obama: «No apostad nunca contra EE.UU. EE.UU. ha sido, y siempre será, la nación indispensable en los asuntos mundiales.» Solo niños creen en algo infinitamente duradero, pero así nos hablan hoy en día nuestros políticos.

Por lo tanto el mundo volverá a horrorizarse, así como la posteridad, a menos que podamos demostrar que no apoyamos al criminal que gane. Casi la mitad de los estadounidenses ya no vota en ninguna elección, pero debemos hacer que esta abstención tenga sentido, como una evidente señal de protesta y no un acto de apatía. El mundo debe ver que no todos los estadounidenses no son irracionales ni están hipnotizados como los que vitorean y votan por un criminal mentiroso tras el otro. Somos mejores que eso, por lo tanto demostrémoslo. Imaginad a miles en sitios públicos, declarando: «¡NO EN NUESTRO NOMBRE!» Mientras antes consigamos un divorcio entre nosotros y nuestro gobierno bribón, antes podremos librarnos de él. Aunque no sirva para otra cosa, resistir esta farsa electoral es lavarnos las manos, por lo menos parcialmente, de la sangre inocente que es derramada. Es la única decisión moral.

Linh Dinh es autor de dos libros de cuentos, cinco de poemas y una novela: Love Like Hate. Rastrea nuestro paisaje social en deterioro mediante su blog fotográfico, State of the Union.

Fuente: http://www.counterpunch.org/2012/10/03/voting-for-death/