El terremoto que se ha generado como consecuencia de la actual crisis financiera ha provocado además un interesante debate político que puede derivar con el tiempo en un cambio en las tendencias actuales en Occidente y todo ello además lo tenemos que encuadrar dentro de la larga campaña presidencial estadounidense que acabará dentro de algo […]
El terremoto que se ha generado como consecuencia de la actual crisis financiera ha provocado además un interesante debate político que puede derivar con el tiempo en un cambio en las tendencias actuales en Occidente y todo ello además lo tenemos que encuadrar dentro de la larga campaña presidencial estadounidense que acabará dentro de algo más de cuatro semanas.
Probablemente una de las claves de la crisis ha sido la falta de regulación general, o cuando menos inadecuada, que ha permitido la actuación de los llamados brokers hipotecarios y de algunos bancos también en torno a la concesión de hipotecas y préstamos, que se veían con libertad de actuar y no sujetos a regulación alguna. Como reconoce un profesor universitario estadounidense, «es una situación generada por instituciones e individuos no sujetos a control y capaces de realizar actuaciones negativas sin consecuencia alguna para ellos».
Esta situación ha generado el rechazo de buena parte de la población de EEUU, y es evidente que a las divisiones sociológicas existentes se le está añadiendo otra más, la económica. Así, la clase media del país está comprobando que la diferencia entre ella y los más privilegiados aumenta cada día que pasa. Según una reciente encuesta, «tres cuartas partes de la población afirman que los ricos son cada vez más ricos y que los pobres lo son más pobres».
Ocurra lo que ocurra finalmente en torno a las medidas para superar la crisis financiera, un acosa está quedando cada vez más clara, a partir de ahora va a ser muy difícil para la élite política, financiera y mediática de repetir la situación que se ha viniendo reproduciendo durante las últimas décadas.
Las consecuencias de la crisis están desplegando a su vez crisis en otros campos, sobre todo en el ámbito político.
Así, la economía se ha situado como el eje central de la campaña, arrinconando descaradamente otros temas como seguridad nacional, sanidad o la guerra de Iraq. Por otro lado se percibe un auge del llamado voto populista, y unido a ello un aumento importante del ya existente recelo hacia el gobierno federal en muchos estados del país.
Uno de los acontecimientos que más ha sorprendido a los observadores occidentales ha sido el rechazo del Congreso norteamericano a la propuesta conjunta para solventar la crisis y avalada en un principio por el presidente Bush, los candidatos presidenciales y las cúpulas dirigentes de ambos partidos políticos.
Evidentemente el voto negativo de esos congresistas (tanto demócratas como republicanos) ha obedecido a diferentes motivos, y al mismo tiempo ha generado un debate sobre la situación del sistema político en EEUU, que no olvidemos tiende a ser el que en Europa se aplica cada vez más.
Las razones del no son varias. Por un lado están los congresistas republicanos aliados en el llamado sector ultra liberal («libertarians»), partidarios de una regulación «cero» y de la economía de libre mercado, opuestos por tanto a cualquier tipo de intervención estatal; también estarían aquellos representantes republicanos que siempre han visto a Wall Street como la cuna de la élite demócrata; otros en cambio no han podido dar el visto nuevo a un nuevo esfuerzo económico, habida cuenta que los ochos años de presidencia con Bush han tenido que hacer importantes cesiones económicas para dotar de más fondos para la guerra en Iraq y Afganistán, de la reforma de Seguridad Social del presidente y para la Ley de Prescripción de Medicamentos. Éstos son conscientes de que más dinero supone recortes en muchos campos y que los más afectados vana ser sus propios electores.
Y es aquí donde encontramos el cuarto motivo, y que ha generado un debate curioso. Muchos representantes ven en el enfado popular un peligro a su futura reelección, y han optado por preservar sus propios intereses aún a costa de romper la disciplina de partido. Esta situación ha sido la base para que algunos analistas en Europa pongan el grito en el cielo, ¿cómo es posible votar contra lo que marcan los dirigentes del partido?». Esas mismas voces inciden en los intereses particulares de los congresistas, pero obvian que por una vez, han coincidido con las demandas de sus electores, que son en definitiva los que les conceden su representación, ¿no?
Los posibles escenarios futuros también son centro de atención de las especulaciones. El mejor escenario sería aquel que acabara con la impunidad de esa élite tecnócrata-financiera que especula y se enriquece a costa de la mayoría de la población. Pero es poco probable que de momento se materialice una situación como esa.
Por el contrario el peor escenario nos llevaría a repetir en pleno siglo veintiuno la grave crisis de comienzos del siglo pasado, conocida como la «Gran Depresión». Las consecuencias de esto aterrorizan a la mayoría de gobiernos del mundo y harán lo que esté en sus manos para evitar esa hecatombe para sus intereses.
Finalmente está el escenario más probable, que se forjará en torno a un nuevo acuerdo entre los representantes políticos estadounidenses (y que posteriormente tendrá su copia europea probablemente) que intentará detener a corto y medio plazo los augurios más negros creados por la crisis.
De momento, ese posible acuerdo ya tiene sus primeras consecuencias en EEUU. La intervención gubernamental a través de grandes sumas de dinero, va a condicionar sin duda alguna la política del próximo presidente. Así, McCain tendrá difícil mantener sus propuestas en torno al recorte de impuestos para las clases medias, mientras que Obama ya ha anticipado que «no introducir cambios en el programa inicial sería irresponsable2, en clara referencia a su apuesta original de una asistencia sanitaria universal. En ambos casos la crisis la va a acabar pagando las clases más desfavorecidas y las clases medias del país, la mayoría de la población.
La campaña sigue su rumbo, a pesar de los condicionantes generados estas semanas. Y al igual que en campañas anteriores, en las últimas semanas los candidatos se centrarán en hacerse con el llamado voto indeciso, que tras la crisis ha pasado del 6,3% al 8,8% del electorado. Junto a ello intentarán amarrar también el voto volátil que se mantiene en los últimos comicios.
Estas cuatro semanas, tanto Obama como McCain continuarán con sus esfuerzos por hacerse con un estado que anteriormente haya votado a su rival, por ello se están centrando cada uno de ellos en los llamados «estados clave». El candidato demócrata ha viajado sobre todo a Florida (10 veces), Ohio (9), Virginia (8), Pennsylvania (7) y Missouri (7). En los dos primeros intentará recortar la pequeña diferencia que aún le saca McCain. Mientras que éste ha hecho lo propio en Ohio (12 visitas), Pennsylvania (12), Florida (8), Michigan (7) y Missouri (6), con especial atención a los dos primeros, donde se quiere aprovechar de la crisis interna y los escándalos públicos que persiguen a sus rivales en esos estados.
A la vista de ello parece evidente que una de las peleas más reñidas la vamos a encontrar en torno al estado de Ohio, que junto a Virginia (para Obama) y Michigan (para McCain) pueden desnivelar la balanza electoral hacia un lado u otro.
Finalmente conviene recordar que también se celebran el mismo día las elecciones al Congreso, y en ese contexto nos encontramos con una paradoja bien diferenciada. En estas últimas, los candidatos republicanos se presentan como garantes del cambio en aquellos estados y distritos que normalmente eligen a los demócratas, mientras que éstos se encuentran con dificultades para superar a sus rivales en las zonas donde éstos triunfan. No ocurre lo mismo en la campaña para la presidencia donde la batalla por el cambio parece representarla Obama, mientras que McCain quiere dar la imagen de la reforma.
Todavía quedan los debates televisivos, el desenlace de la crisis y algún que otro acontecimiento doméstico o internacional que pueden influir en el electorado estadounidense de aquí al 4 de noviembre.
TXENTE REKONDO.- Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)