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Cuando la mano de la CIA no debe aparecer

Fuentes: Rebelión

Mientras cinco cubanos siguen encarcelados en EE.UU. por haber infiltrado grupos terroristas cubanoamericanos, queda oficialmente sin resolver el atentado del 29 de diciembre de 1975 en el aeropuerto La Guardia de Nueva York, que causó 11 muertos, a pesar de las circunstancias y elementos de prueba que apuntan hacia el terrorista cubano americano Orlando Otero […]

Mientras cinco cubanos siguen encarcelados en EE.UU. por haber infiltrado grupos terroristas cubanoamericanos, queda oficialmente sin resolver el atentado del 29 de diciembre de 1975 en el aeropuerto La Guardia de Nueva York, que causó 11 muertos, a pesar de las circunstancias y elementos de prueba que apuntan hacia el terrorista cubano americano Orlando Otero alias Cóndor, alias Papillón, y los pandilleros Orlando Bosch y Frank Castro.

Eran las 6:30 de la mañana este día de fin de año y numerosas personas se alineaban frente a la puerta 22 del edificio TWA del aeropuerto neoyorquino.

La explosión destruyo enteramente el local, provocando una muerte atroz a once pasajeros y heridas a más de 75 otros, además de causar un pánico general a través de la inmensa instalación.

El atentado terrorista era el más espectacular de la década en esta ciudad, tanto por el número de víctimas que por el lugar y la fecha donde ocurrió. Sin embargo, más de treinta años después, el crimen ha sido borrado de la prensa norteamericana – normalmente tan ávida de hechos violentos – y las pocas referencias que se puede encontrar en sus archivos sobre el tema hablan de sospechosos que «incluyen a terroristas croatas o puertorriqueños», en un evidente intento, de parte de sus fuentes, de borrar pistas.

El 17 de noviembre, es decir a penas seis semanas antes, una explosión idéntica, realizada con los mismos medios y con la misma perfidia, había ocurrido en la entrada principal del Aeropuerto Internacional de la ciudad de Miami.
Los días 3 y 4 de diciembre siguiente, ocho bombas más explotaban en esta misma ciudad de la Florida, en lugares que demostraban una increíble insolencia de parte de los autores: los cuarteles generales del FBI, los del Departamento de Policía de Miami, los edificios del Correo y las oficinas de la Fiscalía federal.

Tres semanas más tarde, el FBI identificaba un sospechoso después de encontrar sus huellas dactilares sobre un comunicado reivindicando la campaña de violencia y en el propio armario de alquiler donde había sido colocada la bomba del aeropuerto de Miami.

Se trataba de un cubanoamericano de 32 años, Rolando «El Condor» Otero Hernández, perteneciendo a la organización terrorista Frente Liberación Nacional de Cuba (FLNC), encabezada por Frank Castro, que pronto se fusionara a la Coordinación de Organizaciones Revolucionarias Unidas (CORU) que crearan Orlando Bosch y Posada Carriles.

CAPTADO POR LA CIA, DESPUES DE GIRON

Hijo de una familia cubana adinerada, Otero había pertenecido a la Brigada 2506, aplastada en Playa Girón, y se decía que era, con 18 años, el más joven de los mercenarios de la fracasada operación.

Fue luego uno de estos cubanos seleccionados por la estación CIA de Miami, conocida como JM/WAVE, entrenados en varias instalaciones militares, entre los cuales Fort Benning, en técnicas de terrorismo.

Documentos desclasificados confirman que a partir de este periodo, Otero fue durante varios años un operativo contratado por la CIA para diversas acciones encubiertas.

Participará en atentados contra misiones diplomáticas de Cuba y contra entidades privadas en Miami.

Será luego «liberado» para reaparecer, de varios lados, en el amplio plan de acciones llamadas «autónomas» que permitirán a la agencia organizar acciones criminales contra Cuba y varios otros países de América Latina, siempre tratando de que nunca aparezca su mano.

Así fue como el 4 de enero de 1976, informado de que el FBI lo buscaba, el terrorista huyó a Republica Dominicana donde se encontraba Frank Castro. Los investigadores federales pronto lo ubicaron ahí, obtuvieron su arresto y reclamaron su extradición.

Pero Frank Castro, usando su influencia con un alto oficial dominicano, logro obtener la complacencia del Presidente Joaquin Balaguer que lo dejara salir del país.

El 23 de enero, Otero abandonó Santo Domingo y emprende un recorrido donde se evidencian más que nunca el apoyo, el financiamiento y las orientaciones de Bosch y Posada.

En menos de seis meses, Otero participó sucesivamente en los planes de atentados montados por Bosch contra Andrés Pascal Allende y su esposa y luego contra Henry Kissinger, en San José, Costa Rica. Paso después a Venezuela donde aparece de torturador y represor en la DISIP al lado de Posada quien lo envía luego a Chile para tratar de conocer, por su cuenta, los planes de los militares chilenos, en plena Operación Condor.

CAMBIO DE SEDE: ¡TEMIA A LOS DEMAS TERRORISTAS!
Frente a las intervenciones del FBI y del Fiscal federal Robert Rust que lo habían de nuevo encontrado, tal vez por una indicación traicionera de Posada a los «federales» norteamericanos con quién mantenía lazos, los chilenos lo mandaron repentinamente de regreso a Miami, esposado de las manos y de los tobillos, en un vuelo comercial. No se puede excluir que la decisión fue quizás provocada por la propia CIA, para salvarlo de los chilenos que iban sospechando el juego de Posada.

Al día siguiente de su regreso a EE.UU. el terrorista – que ahora usaba un «chivito» – era acusado de 17 cargos vinculados a nueve atentados o intentos de atentados ocurridos en Miami.

Extrañadamente, el crimen de Nueva York, el más grave de todos, se quedaba fuera del paquete.

Preocupado por el ambiente de Miami en proa a guerras de clanes mafiosos, Otero obtiene entonces, sin dificultad ninguna, un cambio de sede hacia el condado de Okaloosa – ¡en la frontera norte del Estado! Ahí, «milagrosamente», el 25 de agosto de 1976, está ABSUELTO de todos los cargos por un jurado, ante el juez Clyde C. Wells de la corte federal de distrito.

Sin embargo, se quedo mantenido en detención a solicitud de la Fiscalía estatal de la Florida que no llegaba a digerir la inexplicable decisión.

Un nuevo juicio le valdrá, en Miami, el 17 de marzo de 1977, una condena a treinta años de cárcel con 10 años de periodo probatorio.

Sin embargo -¡otro milagro! – Otero estará de nuevo en la calle a partir del 1 de septiembre de 1989. Tremenda rebaja para alguien que se ofrecía el lujo de plantear bombas en aeropuertos y oficinas de la policía y de la fiscalía.
El 30 de este mismo mes de su liberación, en el condado de Broward, amenaza con matar a sus abogados a quien reclama dinero con una bomba. y desaparece luego hasta el 11 de diciembre de 1998, casi diez años después, cuando está arrestado e inculpado. Lo que hizo durante este periodo queda por descubrir.

En esta fecha, está acusado de agresión armada y extorsión. El juicio será expedito: el 18 de diciembre de 1997, el asalto de 1989 – y no los actos de terrorismo anteriores – le valdrá una condena a sentencia perpetua.

Orlando Otero está actualmente detenido en el penal de Union, en la Florida.

¿QUIÉN TENÍA LOS MEDIOS Y LOS MOTIVOS?
¿Quién tenía en diciembre 1975 los medios y los motivos para realizar el sangriento atentado del Aeropuerto de La Guardia, en Nueva York? ¿Por qué razón el FBI nunca llego a resolver tan horrible crimen en 30 años?

El especialista cubano José Luis Mendez propone una explicación bien relevante: «Allí mismo, en los bajos de ese lugar donde ocurre la explosión, se efectuaron entonces conversaciones secretas entre enviados del entonces Secretario de Estado Henry Kissinger y funcionarios cubanos ante la ONU, para iniciar un proceso de distensión que no continuó».

«Los terroristas consideraban este hecho como una traición hacia su causa», añade el experto.
Los grupos terroristas de Miami, bien implantados en New Jersey, a minutos de la misma zona aeroportuaria, disponían de un individuo tal cómo Otero, con experiencia de este tipo de acción.

Más aún, el propio FLNC de Frank Castro manifestaba en estos mismos días su furia por el arresto de uno de sus matones, Humberto López Nuñez, a su llegada de República Dominicana, el anterior 5 de octubre.

Y la propia trayectoria judicial de Rolando «El Condor» Otero, llena de ambigüedades y de irregularidades, apunta hacia la CIA y sus intereses tan a menudo equívocos, en este crimen terrorista de extraordinaria proporción por su ubicación del cual se olvida, milagrosamente, la prensa norteamericana. Son muchos los milagros.

Con «Condor» Otero, una vez más, se demostró como el terrorismo anticubano ha sido, es y será una amenaza para la seguridad nacional de los Estados Unidos, de Cuba y de muchos países: si realmente la administración Bush quiere combatir al terrorismo como lo proclama, al Sur de la Florida tiene un escenario idóneo. .