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30 años de apoyo a la anexión marroquí

De Franco a Zapatero complices en la ocupación del Sahara Occidental

Fuentes: Rebelión

El próximo 27 de febrero tendrá lugar el 30 aniversario de la independencia del Sahara Occidental y de la creación de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD). Sin embargo, tres décadas no han sido suficiente para que esta nación pueda vivir en paz y en libertad en su propia tierra. El ignominioso papel del gobierno […]

El próximo 27 de febrero tendrá lugar el 30 aniversario de la independencia del Sahara Occidental y de la creación de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD). Sin embargo, tres décadas no han sido suficiente para que esta nación pueda vivir en paz y en libertad en su propia tierra. El ignominioso papel del gobierno español en su descolonización y la complicidad con el régimen dictatorial marroquí han mantenido al pueblo saharaui en el exilio del desierto o bajo la dominación colonial de la dinastía alauita.

Mientras en los territorios ocupados la población continúa siendo brutalmente reprimida desde hace meses, por reivindicar su derecho a la autodeterminación y a la independencia, en los campos de refugiados de Tinduf (Argelia) se prepara la conmemoración de la independencia que tendrá lugar en Tifariti el próximo 27 de febrero. Esta ciudad, situada en los territorios liberados, será sede del gobierno saharaui y albergará el Parlamento y las sedes de sus instituciones. Según informaciones procedentes del Frente Polisario, se encuentran también en proyecto la construcción de 400 viviendas que, por el momento, no podrán ser usadas de manera estable ante el peligro de un más que posible ataque aéreo marroquí.

Naciones Unidas, como en tantos otros casos de violaciones gaves de la legalidad internacional, continúa siendo una institución inoperante sometida a los designios de las potencias occidentales, que encuentran en el gobierno de Rabat un fiel aliado en la zona. Ni el régimen dictatorial de Franco, ni los gobiernos derechistas de su sucesor Juan Carlos de Borbón han tenido la más mínima duda a la hora de a quien dar su apoyo. Marruecos y España, subpotencias regionales, han mantenido pese a todo un fraterno idilio aderezado con pequeños incidentes puntuales. Reencillas que ambos Estados han ido sorteando dentro de los estrechos márgenes impuestos, fundamentalmente, por los Estados Unidos.

Pese a cuantas declaraciones se han realizado, por parte de unos y otros, en favor de la legalidad internacional y de las resoluciones de la ONU, la realidad es que el pueblo saharaui no ha contado para nada en el actual encaje del sistema capitalista mundial. Más aún, mucho antes de que el gobierno español entregara a Marruecos el Sahara Occidental, ya estaba claro que la anexión marroquí sería siempre más ventajosa para Occidente que la existencia de un Sahara independiente, más proclive a la colaboración con los países del tercer mundo que al sometimiento a las potencias capitalistas.

Después de tantos años, la postura del actual gobierno español sigue siendo tan falsa como la de todos los que le precedieron. Y ello pese a las recientes declaraciones del Secretario de Estado, Bernardino León, en las que reconoció la pasividad de los diferentes gobiernos al tiempo que se comprometía en comenzar un nuevo ciclo de negociaciones con todos los implicados, pues «son ya demasiados años de conflicto».

Por su parte, en la página web del Ministerio español de Asuntos Exteriores (actualizada el pasado 23 de diciembre) se asegura que «la cuestión del Sahara Occidental es objeto de especial atención y seguimiento, en la voluntad de ejercer un compromiso activo en la búsqueda de una solución justa, duradera y consensuada en el respeto de la legalidad internacional y del principio de libre determinación, dentro del marco de las NNUU». Sin embargo, estas escasas líneas son toda la referencia a la cuestión que el Ministerio incluye dentro del capítulo de la política exterior del reino de España hacia el Norte de África y Oriente Próximo.

Recordemos que Rodríguez Zapatero realizó su primer viaje internacional a visitar al adalid de los derechos humanos y gran protector de la legalidad internacional, el rey de Marruecos. Y al término del cual se refirio al Sahara Occidental para decir que «el método del acuerdo debe ser la clave para resolver dicho conflicto». Qué se entiende por acuerdo, no está muy claro. Pues hasta el momento ni la multitud de acuerdos de la ONU, ni los de la Organización para la Unidad Africana (OUA), ni los del Parlamento Europeo, ni los de distintas instituciones han servido para que Marruecos acate la legalidad y la llamada comunidad internacional se digne a presionar, siquiera timidamente, a la dictadura establecida en Rabat. Lo cual tiene bastantes similitudes con el conflicto palestino-israelí.

De manera que el discurso de los gobernantes españoles deambula por un camino, mientras su política oficial va por otro.

En 1976, Felipe González -secretario general del PSOE- aseguró a los saharauis que «nuestro partido estará con vosotros hasta la victoria final», y en un comunicado conjunto con el Frente Polisario se rechazaron los pactos de Madrid y la invasión marroquí. En agosto de 1978, el gobierno español reconoce al Polisario como único y legítimo representante del pueblo saharaui. Dos años después España declara su apoyo al derecho de autodeterminación del Sahara.

Pero en 1982, el PSOE llega al poder y mientras Felipe González visita a Hassan II y le pide la aplicación de las resoluciones de la ONU y de la OUA, el ministro de Asuntos Exteriores, Fernando Morán, declara que «no solo no se hará nada para desestabilizar al rey de Marruecos, sino que se hará todo lo posible para estabilizarlo». Ese mismo año, la delegación española se abstiene en la votación de la ONU sobre el conflicto del Sahara, lo que significaba de facto un alineamiento con las posturas marroquíes.

En 1984, el gobierno español acuerda vender armas a Marruecos, en guerra con los saharauis. Y mientras la RASD es admitida en la OUA, el gobierno socialista expulsa a los representantes del Frente Polisario.

En marzo de 1989, el Parlamento Europeo adopta una resolución en la cual se afirma que el Sahara es un problema de descolonización que se ha de resolver sobre la base del derecho inalienable a la autodeterminación y a la independencia. Y se reitera la adhesión a las resoluciones de la ONU de 1985, 87, 88 y a la 104 de OUA. Seis meses después se firma un nuevo acuerdo marroquí-español para la venta de armas.

En junio de 1990, el Secretario General de la ONU hace público el plan para el referéndum del Sahara. Ante lo cual Marruecos presenta múltiples objeciones. Un mes después el gobierno español reconoce una nueva venta de armas «en el marco de unas relaciones de paz y amistad».

Abril de 1991, el Parlamento Europeo solicita un referéndum sin presiones en el Sahara y apoya el plan de paz de la ONU. Ese mismo mes la ONU acuerda un plan de paz, con el consenso de las dos partes en conflicto. El gobierno de Rabat acepta sólo a cambio de que se reconozca la marroquinidad del Sahara. Esta tozudez motiva una resolución en el Parlamento Europeo en la que señala que Marruecos pone trabas incompatibles con el plan de paz. Para celebralo, Juan Carlos de Borbón viaja a Rabat para asistir a la firma del Tratado de Amistad, Buena Vecindad y Cooperación entre el Reino de Marruecos y el Reino de España que, según manifestó Hassan II, supone un salto cualitativo en las seculares relaciones entre ambos países. El acuerdo fue firmado por el primer ministro marroquí, Azzedine Laraki, y Felipe González.

En febrero de 1992, el Parlamento Europeo paraliza el fondo de ayuda financiera a Marruecos a causa de la falta de derechos humanos y el bloqueo al plan de paz. En mayo se formaliza una negociación hispano-marroquí para una nueva venta de armas.

En mayo de 1993, se aprueba una nueva resolución del Parlamento Europeo condenando las desapariciones y las detenciones clandestinas en Marruecos y en las zonas ocupadas. Se afirma la desaparición de al menos 1.000 personas y se pide su liberación. El mismo año los Parlamentos español y marroquí ratifican el Tratado de amistad entre ambos países subrayando la voluntad de reforzar sus relaciones políticas y de incrementar la cooperación en todos sus ámbitos.

Desde 1994 a 1999 se dan múltiples situaciones de bloqueo y trabas por parte de Marruecos en línea con las realizadas en años anteriores. El referéndum de autodeterminación, previsto para 1998, no pudo ser llevado a la práctica. Tampoco lo sería en 2000. mientras eso sucedía Felipe González viajó a Marruecos en 1994 y se entrevistó con el Rey Hassan II a quien expresó su apoyo para acelerar el tratado entre la UE y Marruecos. Un año después los quince países miembros de la Unión Europea (UE) llegaron a un consenso para firmar el Acuerdo de Asociación con Marruecos. En mayo de 1996 el nuevo presidente español, José María Aznar, visitó Rabat en su primer viaje oficial al extranjero, donde fue recibido en audiencia por Hassan II. Ambos departieron sobre cuestiones de interés bilateral y concluyeron con el deseo de que la confianza mutua fuera la base de sus relaciones y el estímulo para profundizarlas en los ámbitos político, económico y cultural. Hassan II distinguió a Aznar con el Gran Cordón de Uissam Alauí, la máxima condecoración que otorga Marruecos. Un año después el Príncipe heredero de Marruecos, Sidi Mohamed, realizó una visita oficial a España en la que fue recibido por la monarquía al completo, José María Aznar y el ministro de Asuntos Exteriores, Abel Matutes, entre otras personalidades. El Gobierno español concedió a esta visita la «máxima importancia», que puso de relieve las excelentes relaciones entre los dos países y las dos casas reales. En enero de 1998, el ministro de Asuntos Exteriores, Abel Matutes, realizó una visita a Rabat donde fue recibido por Hassan II. La agenda de la visita, enmarcada dentro de las estrechas y cordiales relaciones entre ambos países, incluyó entre otros asuntos el contencioso del Sáhara Occidental y la celebración de un referéndum de autodeterminación previsto para finales de 1998, así como la cumbre hispano-marroquí a celebrar en Rabat. Cinco ministros marroquíes viajaron ese mismo año a Madrid para participar en un encuentro que tuvo como objetivo primordial promover la imagen de Marruecos entre la opinión pública española. El 10 de julio de 1999, Juan Carlos de Borbón y su esposa viajan a Rabat para participar en la fiesta del 70 aniversario del rey de Marruecos. Trece días después repiten el viaje, aunque esta vez para asistir al funeral de Hassan II. La delegación española estuvo integrada, además por Felipe de Borbón, José María Aznar y su ministro de Exteriores, Abel Matutes. En agosto, José María Aznar vuelve a Rabat para entrevistarse con el nuevo dictador marroquí, Mohamed VI. Fue la primera visita de un gobernante europeo al nuevo monarca.

Desde 2000, una vez anulado el referéndum por el Secretario General de la ONU y aparcado el llamado Plan Baker, la situación es de franco estancamiento. Ni siquiera el Plan Baker II, que recogía las aspiraciones marroquíes sobre el plan de paz, fue aceptado finalmente por la dictadura alauita. Parece que el gobierno de Rabat enfrenta más problemas de los que cree poder controlar. Pero lo cierto es que desde hace ya meses los ciudadanos saharauis han desencadenado dentro de los territorios ocupados una ‘intifada’ popular con la que desestabilizar al régimen y forzar la convocatoria del referéndum sobre la autodeterminación del Sahara Occidental. Algo a lo que se viene negando Marruecos desde que en 1966 la Asamblea General de la ONU aprobara la Resolución 2229, en la que se recoge la realización de una consulta a la población nativa. Fuentes saharauis aseguran que las revueltas en las ciudades ocupadas no se detendrán hasta conseguir la independencia. La vulneración de los derechos humanos y la violenta represión en la zona ocupada son cada día más evidentes, la resistencia contra la invasión marroquí también.

La RASD va encontrando cada día más apoyos internacionales. Recientemente ha establecido relaciones diplomáticas con algunos países latinoamericanos, algo que enerva a la casa real marroquí. Pero ésta a su vez también mueve sus hilos. La pasada semana se supo que Felipe González podría haber influido en la presidenta Michelle Bachelet para que Chile no reconociera a la RASD. Las conocidas buenas relaciones del expresidente español con el reino alauita, podrían haberle empujado a esa tarea. Por medio existen negocios en los que estaría implicado el magnate mexicano, de origen libanés, Carlos Slim. Ambos realizaron una visita al monarca marroquí en enero de 2005. González, Slim y Mohamed VI estuvieron juntos en la localidad de Ouarzazate, participando en los Encuentros de Turismo junto al primer ministro y al príncipe Mulay.

La duda estriba en si finalmente se impondrá la razón y la legalidad internacional o si nos encaminamos inexorablemente a la ley del más fuerte impuesta por los matones del Imperio y aprovechada por todos sus adláteres de Marruecos o Israel, pasando por Colombia.