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China es uno de los motores de la economía mundial, pero deberá hacer ajustes al modelo que le permitió lograr su impresionante crecimiento

Desafíos de gigante

Fuentes: Debate

El desempeño chino de los últimos 20 años ha sido extraordinario, promediando una tasa de crecimiento anual del 10,2 por ciento en dicho período (haciendo que la economía se multiplique por seis), desarrollo orientado a la inversión y las exportaciones. Los sucesivos superávits de cuenta corriente, que superan los 360.000 millones de dólares (5 por […]

El desempeño chino de los últimos 20 años ha sido extraordinario, promediando una tasa de crecimiento anual del 10,2 por ciento en dicho período (haciendo que la economía se multiplique por seis), desarrollo orientado a la inversión y las exportaciones. Los sucesivos superávits de cuenta corriente, que superan los 360.000 millones de dólares (5 por ciento del PBI), generaron un altísimo ahorro externo, lo que en combinación con una baja tasa de consumo (sólo el 35 por ciento del PBI), produjeron una cantidad excepcional de fondos que, en buena medida, fueron canalizados hacia la ampliación de la capacidad productiva y la infraestructura. Este proceso económico tuvo un impresionante correlato en la sociedad, ya que como consecuencia de esta expansión en la actividad 440 millones de personas salieron de la pobreza en China durante las últimas dos décadas, siendo ésta la reducción de pobreza más significativa en la historia de la humanidad.

Si bien en el pasado reciente China no muestra signos de desaceleración relevantes, algunos rasgos del modelo comienzan a mostrar signos de fatiga que generan preocupación en los mercados. En primer lugar, buena parte de la dinámica de las exportaciones, principalmente desde 2008, estuvo ligada a un desequilibrio comercial enorme con Estados Unidos, que no podrá ser sostenido en el largo plazo dado su impacto en la deuda externa norteamericana. Actualmente, las ventas a EE.UU. representan el 18,4 por ciento del total de las exportaciones chinas, mientras que sólo importa un 7,7 por ciento del total de sus importaciones estadounidenses. Hay que tener en cuenta que el superávit chino representa casi al 80 por ciento del déficit de cuenta corriente de Estados Unidos.

Por su parte, la situación europea, donde el 17 por ciento de sus importaciones provienen del gigante asiático, no muestra signos de recuperación. También se esperaría que empiecen a notarse restricciones en algunos factores económicos internos, como la mayor escasez de mano de obra a precios muy bajos y la menor oferta de tierras a bajo costo.

Bajo este esquema de mayores restricciones es que China redujo, en los primeros días de marzo, su proyección del PBI para 2012, desde un aumento del 8 al 7,5 por ciento. Dado que se contemplan estos signos de agotamiento en el sector externo, los mercados empiezan a descontar que, para poder mantener un proceso de fuerte crecimiento de la actividad en los próximos años, será necesario que haya una mayor expansión del consumo, lo cual a su vez ayudaría a compensar las eventuales caídas de ventas que sufrirían las industrias por la posible desaceleración de la demanda internacional.

Las voces más pesimistas no descartan un posible escenario de fuerte desaceleración en el producto chino en los próximos años. De todas formas, en el caso de que las complicaciones se multipliquen, la economía aún tendría poder de fogueo desde la ampliación de su política fiscal y monetaria para evitar un escenario como éste.
Con un mayor gasto público (que actualmente representa el 22,4 por ciento del PBI), y condiciones monetarias más laxas, en principio se podría impulsar el producto sin generar fuertes presiones sobre la inflación. De hecho, las autoridades confirmaron que de haber mayores restricciones de liquidez en los créditos se podría bajar la tasa de encajes que actualmente se encuentra en un 20,5 por ciento, o realizar compras de bonos del gobierno inyectando liquidez en el sistema, a través de operaciones de mercado abierto. Incluso, en el caso de que la economía se debilite considerablemente, las autoridades podrían recortar las tasas de interés, las cuales para préstamos y depósitos a un año se encuentran en un 6,5 y 3,5 por ciento, respectivamente.

En este sentido, se esperaría que, en el mediano plazo, China empiece a evidenciar un mayor nivel de consumo, lo cual estimularía las importaciones. De todas formas, los últimos datos relativos al comercio internacional de China muestran que todavía esta transición, hacia una mayor absorción interna, no ha comenzado. Muestra de esto son los datos relativos a las importaciones de marzo, que crecieron el 5,3 por ciento interanual, mientras que el mercado esperaba que lo hiciera a un ritmo del 9 por ciento. Esta última cifra también muestra una desaceleración respecto del primer bimestre, cuando habían crecido al 7,7 por ciento, lo cual estaría evidenciando una lenta evolución en el consumo. De todas formas, ya durante finales de marzo las autoridades tomaron nota de la situación y se incrementó la liquidez en el sistema financiero a partir de una mayor oferta de créditos. Se espera que el efecto de estas medidas sobre el consumo y, por ende, sobre los volúmenes de importaciones, tenga un rezago, pero se hará sentir en los próximos meses.

Respecto de las exportaciones, en marzo crecieron el 8,9 por ciento, en tanto el mercado esperaba un 7 por ciento y, en el primer bimestre, habían avanzado el 6,9 por ciento. Este resultado es una buena noticia en cuanto a que más exportaciones implican que, durante marzo, las limitaciones generadas por el contexto internacional fueron menores a las esperadas. Esto se vincula con el mayor optimismo financiero en los primeros meses del año, lo cual ayudó a incrementar la liquidez global y se trasladó a los mercados de demanda internacional. De todas formas, esta tendencia sería difícil de sostener ante un deterioro de la situación en Europa, escenario que no puede descartarse.

Por su parte, la inflación de marzo fue un poco mayor a la esperada, alcanzando un 3,6 por ciento anual, pero que en estos niveles aún estaría lejos de causar una preocupación en las autoridades. Tengamos en cuenta que un alza de precios creciente limitaría las posibilidades de una política económica más expansiva. De todas formas, en caso de un panorama negativo, ante los ojos de las autoridades chinas la posibilidad de una desaceleración en la economía sería una prioridad por sobre una eventual escalada inflacionaria, por lo que no dudarían en ser expansivos.

Por el lado de la política, fuente de estabilidad en el último tiempo, también comienzan a observarse fuentes de incertidumbre. En octubre próximo, el presidente Hu Jintao dejará el poder después de 10 años, lo que ha desatado una competencia feroz por ocupar ese lugar. Dentro del Partido Comunista Chino (PCC) existen dos vertientes. Una de las alas es reformista y pretende mayor apertura económica, mientras que otra es neomaoísta y propone el regreso a un Estado omnipresente. Por el momento, el sector aperturista es quien tiene mayores posibilidades, pero para consolidarlas en las últimas semanas, el líder conservador más carismático, Bo Xilai, fue destituido. La disputa por el poder promete continuar, lo cual podría generar ruido adicional.

El mundo no sólo está atento a la evolución económica y política de China, sino que también ha despertado un creciente interés la fuerte militarización que está realizando el gigante asiático. Su gasto militar crece a dos dígitos desde hace 20 años, lo cual la ha llevado a posicionarse como el segundo país que más invierte en armamentos. Durante 2011, el gasto fue de 89.800 millones de dólares, lo cual representa un 5,5 por ciento del gasto militar total del mundo.

En principio, el poderío militar chino estaría focalizado en evitar que Taiwan declare su independencia, pero también buscaría convertirse en una hegemonía continental y evitar así la influencia de EE.UU. en la región. Una particularidad que presenta China es que quien controla las fuerzas armadas es el Ejército Popular de Liberación (EPL), que depende del Partido Comunista y no del gobierno, lo cual genera una gran incertidumbre internacional de cómo usaría su fuerza en caso de que considere necesaria una intervención militar. Bajo este contexto, EE.UU. ha anunciado que buscará orientar su política militar hacia una mayor participación en Asia.

En cuanto a la situación social, China también presenta inconvenientes. Los niveles de corrupción siguen siendo elevados, situación que se ilustra en las expropiaciones de tierras que realizan autoritariamente los políticos locales. Además, el desarrollo industrial no se realizó con un correcto control ambiental, por lo que China ya es el país que más contamina en el mundo y muchos de los desechos industriales envenenan plantaciones y a los mismos ciudadanos. En cuanto al fuerte proceso migratorio, las personas que llegan desde el campo a las ciudades son consideradas ciudadanos «de segunda», mientras que también hay crecientes manifestaciones por parte de los obreros que cortan la producción de las plantas industriales amenazando con reducir la producción. Como si fuera poco, existe un descontento por la distribución del ingreso, ya que las clases obreras consideran que una parte pequeña de la población se está beneficiando de la mayor parte del crecimiento del producto.

No quedan dudas de que China, uno de los motores de crecimiento del mundo de la última década, se enfrenta a un escenario que presenta nuevos desafíos. En los próximos años, tendrá cambios sociales y económicos desafiantes bajo un nuevo marco político e internacional. El escenario de un aterrizaje forzoso por el momento parece distante, pero para continuar con el proceso de fuerte crecimiento deberán hacerse algunos ajustes en el modelo, aunque lógicamente los mismos serán bien graduales.

Fuente original: http://www.revistadebate.com.ar//2012/04/13/5298.php