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Diáspora africana: ¿a quién afecta?

Fuentes: Afrikara

Traducido por Caty R. y revisado por Guillermo F. Parodi.

Los días 11 y 12 de septiembre de 2007 en París, el Comité de Organización de la Conferencia Consultiva Regional Unión Africana-Diáspora Africana en Europa se reunió bajo la presidencia de la embajada y el gobierno de Sudáfrica, para preparar la cumbre histórica que reunirá por primera vez en 2008 en Sudáfrica a la Unión Africana y a los representantes de la diáspora africana en el mundo. Una perspectiva que se hace eco de la decisión de la Unión Africana de integrar a la diáspora africana como su sexta región de pleno derecho, decisión muy popular entre los africanos del extranjero desde que conocieron esta noticia.

Hay que decir que el relanzamiento de la cuestión de la diáspora se produce en el marco de una sequía de ideas y propuestas de desarrollo, de ideales que renueven las esperanzas de expansión, de distribución del bienestar o, aunque sólo sea, de la supervivencia africana. Cada vez son más numerosos los que miran de reojo a los emigrantes africanos, recientes o antiguos, y a los afrodescendientes de las Américas y el Caribe en busca de otra cosa que la cotidianidad apagada y rutinaria que se les ofrece a muchos jóvenes y menos jóvenes. Aunque la situación general de los negros en la diáspora, potencial y colectivamente presuntos miembros de la diáspora africana, está más cerca de la subordinación que de los centros de decisiones, algunos ejemplos alentadores y estimulantes pueden indicar logros, éxitos profesionales o incluso fortunas no desdeñables, suficientes para enviar señales descifradas positivamente en África y hacia los negros de las diásporas relegados socialmente.

El descubrimiento del potencial de desarrollo, de los recursos dinamizadores y de apertura del mundo específico de las poblaciones emigrantes, está llamando más la atención de los especialistas en cuestiones económicas, culturales, demográficas y de la evolución de las sociedades. Los economistas tienden a poner el acento sobre las transferencias de fondos y tecnología mientras que los sociólogos ven los efectos de imitación y aprendizaje sociopolítico (pluralismo político, formación continua…), los nuevos comportamientos, las prácticas emergentes que estas poblaciones generan, como la aceleración de la apropiación de las nuevas tecnologías de información y comunicación (NTIC) en lugares remotos de África, por necesidad de comunicar con un pariente que emigra porque no podría asumir sus cargas en el medio local.

En cuanto a estas circunstancias se molestaron poco (los asistentes a la Conferencia, N. de T.) en la definición incluso del concepto de diáspora, especialmente delicado para los africanos y sus descendientes del siglo XXI europeo. El África miserable y muerta de hambre ya no tiene capacidad para crear sueños, sus independencias ya no son más que «democraturas» (1) sin atractivo y escenarios de guerras y luchas que invaden las pantallas y periódicos occidentales como para amargar la tranquilidad de los opulentos felices. Sus propios hijos se desvían y evaden las fortunas mal adquiridas de sus terruños para disfrutar, piensan, en occidente. En cuanto a los afrodescendientes, están sometidos a corrientes a menudo contradictorias. En las Américas, más numerosas en poblaciones de raíces africanas, desde los años 50-60 África se impone en la denominación y la identidad señaladas de los «afroamericanos», «afrobrasileños», «afroperuanos», etcétera. La pujanza de las corrientes criollistas que marcan la noción de mestizaje algunas veces toma en Martinica y entre algunos intelectuales una expresión de patología antiafricana que el contenido intrínseco de las afirmaciones de «criollización» no implicaría necesariamente. Lo cierto es que las afirmaciones de criollismo y africanismo se cruzan, haciendo frente a un África que ya no suscita la fascinación y las esperanzas de hace cincuenta años. En aquella época muchos criollizantes de los años 2000 no carecían de un coloquio importante sobre África y su diáspora, haciendo cuerpo con el continente a la manera de Fanon, que proclamaba que la revolución africana seguía siendo su último objetivo. Por no hablar de Firmin, Price-Mars, Césaire…

Una definición unilateral y sustancial del concepto de diáspora, de «a quién concierne», también choca con las consideraciones diplomáticas, puesto que los presuntos miembros de la diáspora son susceptibles de tener nacionalidades de otros países, por hechos administrativos y/o por adhesión. Con el fin de no correr el riesgo de ponerse contra los anti-África africanos y afrodescendientes que consumen sin matices los desgraciados contenidos de las imágenes de televisión respecto al continente y para prevenir cualquier ofensa diplomática, la UA adoptó una definición prudente y sabia basada en la adhesión individual voluntaria de los originarios más o menos directos de África: «Conjunto de las personas de origen africano que viven fuera de África, independientemente de su ciudadanía y nacionalidad, y que desean contribuir al desarrollo del continente y a la construcción de la Unión Africana».

No se puede dejar de señalar que el insustancial escritor Claude Ribbe, que intervino el 11 de septiembre en la conferencia consultiva sobre la diáspora africana (una de las tres comisiones que trataban de los retos comunes), no supo leer bien y menos todavía comprender esa definición que concluye claramente con una llamada no a los que desean garantías institucionales para sí mismos, sino a quienes quieren contribuir al desarrollo del continente. En efecto, oportunista típico y equilibrista iluminado por el sufragio universal en junio de 2007 donde se puso en ridículo aspirando a una candidatura lamentable a la diputación de una región parisina, Claude Ribbe, que probablemente ya no sabe dónde vive, ha conseguido pasar, en algunos años, de guadalupeño descendiente de africano a ciudadano francés no-negro (y quizá antinegro), antiafricano en tanto que originario de un departamento de ultramar, para volver a la diáspora africana con el rabo entre las piernas. Un acróbata maltrecho por los fracasos políticos y la avidez. Hay que decir que la apuesta valía la pena, son Sudáfrica y la UA quienes invitan… Una ilustración de que dicha definición de la diáspora abre las puertas a los francafricanos de todos los pelajes y a los ávidos secundarios que intentarán capitanear los centros de representación de la diáspora africana que se están gestando.

Será entonces tiempo de volver a las realidades amargas pero inevitables. La diáspora africana oculta un potencial enorme, pero también contiene las taras y torpezas que padece el continente en cuanto a los progresos colectivos. A pesar de la enorme esperanza que su institucionalización podría suscitar, no es ni pura ni perfecta, y para muchos, está dispuesta a reproducir los reinos de las «democraturas» y corrupciones afro-occidentales en África. Sin embargo no debemos limitarnos a una definición esencialmente negativa e improductiva, ni mucho menos.

(1) Democratura, término compuesto por las palabras democracia y dictadura inventado por el escritor bosnio-herzegovino Pedrag Matvejevic según el cual hay pueblos que no han aprendido a vivir en un verdadero sistema democrático y por eso han diseñado sistemas que en apariencia son democracias pero en la práctica funcionan como dictaduras.

Original en francés: http://www.afrikara.com/index.php?page=contenu&art=1892

*Pierre Kassenti es colaborador habitual de afrikara.com, publicación online de información alternativa que desarrolla una línea editorial basada en el análisis de hechos socioeconómicos, comentarios alternativos de la actualidad y crítica de productos culturales alternativos (música, libros, espectáculos, películas). Su intención es destacar las contradicciones informativas y dar a conocer opiniones poco difundidas, poco conocidas o controvertidas sobre la actualidad o la Historia -africana y europea- y mostrar otras formas de ver el mundo.

*Caty R. y Guillermo F. Parodi pertenecen a los colectivos de Rebelión, Cubadebate y Tlaxcala. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y la fuente.