Traducido por Carmen García Flores para Rebelión
En primer lugar, querría agradecer al blog El Kasbah y a sus lectores por ofrecerme al oportunidad de poder dar mi opinión sobre una serie de cuestiones. Quiero también rendir homenaje a una manera de hablar de política que trata siempre de partir de un análisis de fondo y de unos referentes teóricos. Tendré la ocasión de hablar de ello más adelante.
Me tomo la libertad, antes de contestar a las preguntas, de referirme brevemente a mi viraje, que por otra parte ha sido objeto de una cuestión que aún no ha sido zanjada (1). Podrán encontrar más detalles en las obras que he escrito al respecto (2).
Mis diferentes adhesiones a las sucesivas organizaciones corresponden, de hecho, a la evolución de un pensamiento que no ha cesado de preocuparme: la libertad individual y la autonomía de la elaboración de las políticas. Así, en el Partido Comunista Tunecino, del que he sido miembro desde 1954 hasta 1958, fue la relación de la libertad de los pueblos del país y del Estado con los principios comunistas afirmados por los dirigentes de la Unión Soviética lo que me retó. Encontré una contradicción inadmisible entre las artimañas del tipo colonialista de los gobiernos soviéticos con las ideas del socialismo: por lo que, con algunos camaradas, reclamé un debate sobre estos problemas que parecían vitales para el socialismo; la dirección del PCT nos movió al orden de seguir la voz del comunismo internacional y de aceptar sin discusión sus quebradizos análisis. Siguiendo la reflexión (la que sirvió para que nos excluyeran del PCT) hemos encontrado una explicación de esta desviación en el análisis de Trotski, que parecía que se trataba, más que de dar una explicación, de proveer los métodos para la superación de estos fenómenos.
Rompí formalmente con el grupo trotskista basándome en su rechazo de actuar verdaderamente en Túnez (la mayor parte de sus miembros estaban en Francia) y política e ideológicamente me parecían carentes de un buen análisis: puesto que el trotskismo creía que el régimen de la URSS era un régimen socialista degenerado, en el que la naturaleza socialista no había sido tomada en cuenta por la dominación de una burocracia corrupta, con lo que yo me persuadí de que este régimen era un régimen capitalista de tipo nuevo, donde la burguesía era esta burocracia, poseedora colectiva de los medios de producción que los hacía funcionar por los salarios, con lo que demandaba la acumulación primitiva del capital como exacción, opresión y represión…
Durante un tiempo, fui activista con el Grupo Perspective al que yo me había unido por la actividad democrática que él desarrollaba, y en el que adopté en parte el maoísmo porque creía encontrar en él, además de la enorme capacidad de movilización que parecía aportar a la época, una manera de resolver las contradicciones en el seno del pueblo: la revolución cultural, comprometida como la revuelta de las masas populares contra el Partido: nosotros estábamos muy alejados de todo eso. Pero, mis camaradas y yo, nos habíamos desmarcado de los análisis maoistas que preconizaban la revolución nacional y democrática, el régimen tunecino ya era para nosotros lo que correspondía a un capitalismo dominado. Esta independencia de reflexión estaba igualmente manifiesta en nuestro rechazo de promover la lucha en Túnez en el marco y la perspectiva de una problemática de unidad árabe que provocaría una nueva escisión: los que comenzaron a creer en el amel tunsi ( El trabajdor tunecino) no querían dejar la estricta ortodoxia maoísta.
A mi salida de la prisión en el año 1979, permanecí desorganizado, aunque continúe reflexionando: el régimen tunecino, de todos los regímenes de los países recientemente independizados donde dominan un partido único en general, me parecía que tenía grandes similitudes con el de la Unión Soviética. Me puse pues con la redacción de lo que debía pubilcar en el año 2011, después de la revolución tunecina, con el título ¿Hacia la democracia? Donde establezco que estos regímenes son unos regímenes históricamente nuevos, y unos Estados de partido único en los que la administración y el partido se enredan y se mezclan y dirigen un Estado capitalista dominado por las potencias imperialistas y limitado en sus posibilidades de desarrollo, adoptando la ideología de la unidad nacional como ideología de desarrollo, después de fingir adoptar, sin cambiar de naturaleza, la ideología de los derechos humanos.
El problema que quedaba sin solucionar aparentemente era el del modo de pasar a un régimen democrático: no se distinguía entonces ninguna clase o categoría capaz de suscitar tal cambio y los partidos políticos no me parecían que tuvieran un proyecto realmente diferente al de la constitución del Estado en partido único, ya que ellos no dejaban de involucrarse más en la forma del poder político y no en su naturaleza.
La revolución que se produjo a partir del 17 de diciembre de 2010 debía aportarme una respuesta a esta cuestión: Cómo derrocar el régimen y cómo reemplazarlo. Resolveré este punto respondiendo a la primera de las diez preguntas propuestas.
En una de sus intervenciones publicadas después del 14 de enero de 2011, usted ha declarado que la revolución tunecina no era ideológica sino popular y democrática. En unos meses culminará el segundo año de la revolución. ¿Cómo comprende usted, hoy en día, esta revolución?
Para hablar con propiedad de la revolución, hay que, primeramente, evocar el régimen que la precedió. Se trataba, ya lo he dicho, de un Estado de partido único, en el que los medios de producción esenciales eran propiedad colectiva de una clase formada por los miembros del partido, por sus descendientes y sus aliados , que reinaban sobre todas las instancias del Estado.
Bourguiba, no más que Lenin antes que él, y como otros dirigentes en el mundo, no había elegido deliberadamente este tipo de Estado, se le impuso por las circunstancias, sobre todo las necesidades objetivas (3): era la única voz para realizar el mínimo de desarrollo exigido por la constitución y la reafirmación de un Estado nacional, dirigido por los tunecinos, incluso cuando muchas de sus decisiones, en particular en el dominio político, resultaban de la presión venida del extranjero, ya fuera de países o de organismos internacionales. El comienzo del desarrollo coincidió con la generalización del mercado capitalista en el país, que permitió una cierta acumulación primitiva, que fue la base de la creación, durante cierto tiempo, del crecimiento de los recursos del Estado cada vez más destinados a la remuneración de lo que se podría llamar la burguesía del Estado.
Como las fuentes de la acumulación primitiva se agotaron rápidamente, ya que las alianzas comerciales con el extranjero hacían salir del país una parte considerable de la riqueza (lo que se ha llamado «el cambio desigual») se asistió al límite de las posibilidades de la supervivencia del sistema tal como era: hay que señalar que este límite ha sido alcanzado casi simultáneamente, a finales de los años ochenta por numerosos Estados. Cuando un régimen no puede desarrollar por sí mismo sus fuerzas productivas, es decir su riqueza, él ha cumplido con su misión histórica y debe ser reemplazado.
Pero para que este reemplazamiento pueda producirse, junto con las condiciones objetivas debe haber ciertas condiciones subjetivas: la presencia de una clase o de un grupo portador de otro tipo de forma de desarrollo, lógicamente se podía pensar que este grupo sería la emanación de empresarios capitalistas nacionales, no existe por el momento la independencia, hoy tampoco existe, como ha demostrado la adhesión de Mansour Moalla, uno de los más ilustres empresarios tunecinos, al reagrupamiento de los ex-RCD, vinculados visceralmente al capitalismo de Estado; sería necesario que este grupo contaran con las fuerzas políticas suficientes para el cambio en cuestión. Esta última condición, capital para el giro del aparato de Estado, es en principio la consecuencia de un trabajo político, el cual, efectuado por uno o varios partidos políticos, permite desarrollar la consciencia, comenzando a existir entre las masas, por la necesidad de cambio.
Este aspecto subjetivo, aún no existe en ningún país. Las crisis constatadas por todas partes han sido atribuidas a la forma del régimen, a la organización política del Estado, y han desembocado en unos cambios políticos importantes, ciertamente, sobre todo cuando se ha traducido por nuevas independencias en Europa del Estado, pero que no se han fijado en la naturaleza del Estado. En Túnez fue el golpe de estado del 7 de noviembre de 1987, donde el remplazamiento oficial de la ideología del desarrollo que era la de la unión nacional ha sido formalmente (y abusivamente) reemplazada por la ideología de los derechos humanos. Al comienzo de esos sucesos, el partido único, el PSD, depurado y despejado de sus símbolos, los más rechazados, retomaba su lugar oficial, bajo el nombre de RCD: el nombre y muchos de los hombres habían cambiado, pero el papel y el funcionamiento eran los mismos.
En la situación económica de la época, había que encontrar recursos para financiar el desarrollo del partido y las estructuras del Estado, único garante del mantenimiento en el poder de los jefes de la época, Ben Ali, en esta ocasión. La economía, cada vez más, giraba hacia el exterior, la apertura a las inversiones extranjeras permitían recuperar las migajas que los extranjeros dejaban (bajo diversas formas, especialmente las de las comisiones y las sumergidas). Esto no fue suficiente, la administración y el RDC fueron autorizados implícitamente a desvalijar a los tunecinos, generalizando las prácticas existentes de bakshish y de racket de los intermediarios auto asignados: los representantes del RDC a todos los niveles, los agentes de la administración bien situados ingresaron en un frenesí de desvío, envalentonados en sumo grado por un presidente cada vez más abierto a mafias y a su insaciable familia, que se había fijado como objetivo poseer ella sola todo el país. Y por supuesto el régimen cada vez se iba haciendo más dictatorial y represivo; para detener las protestas, aumentaba los papeles y poderes de los aparatos de represión del RCD, sobre todo del Ministerio de Interior, con el apoyo de los países Occidentales que veían en su represión a los islamistas, un impedimento para los terroristas musulmanes.
Demasiado, esto era demasiado: las masas populares no podían más y los responsables del RCD intentaron poner coto a una política que les desposeía de su poder económico y que transformaba su rol político: tenían un pacto implícito con Ben Alí, basado sobre un reparto de territorios de malversaciones diversas a su cargo, a cambio de asegurar su permanencia en el poder por una reelección periódica. A comienzos del año 2010 a casi tres meses de su reelección, lanzan una advertencia a Ben Alí: haciendo campaña por la reelección en 2014, le recuerdan su trato y le intimidad para que frene las ambiciones de sus familiares. Ben Alí reacciona marginando el papel del aparato del partido, elemento capital de vigilancia y de represión popular, apoyándose más en la administración, en particular en los aparatos de seguridad, lo que tendrá importantes consecuencias en el desarrollo de los acontecimientos de junio de 2011.
Cuando la insurreción estalla y se extiende, existe aún la posibilidad de una reedición del 7 de noviembre, con la destitución de Ben Alí. Pero hacía falta que los dos aparatos colaborasen. Ante la determinación de reprimir a Ben Alí, el RCD empieza a recular y abandona a su jefe. La falta de resistencia política en el levantamiento, la brutalidad de la represión, la rapidez de la comunicación transforman la revuelta de regiones discriminadas y de parados en una revolución de todo el país y de todas las clases sociales contra la dictadura de la mafia y sus artimañas: el pueblo, por esta vez unido, reclama al unísono el cese de los gobernantes: esta revolución, que no tenía dirección política, y aún menos orientación ideológica, ataca a los fundamentos del régimen, el Estado y sus órganos de represión, policía y guardia nacional, y al partido único, quemando los locales del RCD unánimemente rechazado por el pueblo.
Junto a la ausencia de centros de decisión, el RCD no ha podido jugar el mínimo papel en la expulsión de Ben Alí que ha sido asunto de los militares y de la guardia presidencial. En adelante, los esfuerzos del RCD por volver a la vida política, se desplegaron a la sombra de los gobiernos provisionales.
Volvamos a lo que fue esta revolución, en la que ningún partido de oposición ha sido capaz de dirigir, ni siquiera de prever (5). La voluntad, los objetivos eran claros y simples: Libertad, trabajo y dignidad. Pero muchos objetivos han sido dibujados bajo formas de rechazo y negación: rechazo al RCD y a las instituciones autoritarias y policía del Estado; rechazo a la corrupción, a la discriminación regional, a la arrogancia policial, a las discriminaciones de todo género, especialmente al empleo, etc. Y no había ninguna formulación positiva de lo que debía ser el régimen económico, la forma de Estado y las relaciones políticas en el seno de la sociedad.
Esta ignorancia de lo que debía o podía ser Túnez después de la revolución y la ausencia de partidos políticos dirigentes no se explica por los motivos políticos circunstanciales. La razón debe buscarse en el hecho de que no existe y puede que no exista nunca, el modelo de esta sociedad futura, en la que las posibilidades de reproducción de los sistemas del pasado o de el extranjero sean imposibles. Se está frente a una situación nueva que no desembocará más que a atravesar por un proceso, sobre todo largo, que va a dibujarse poco a poco, al hilo y a la medida con la que vaya progresando la consciencia tunecina y vaya aumentando la participación ciudadana en todos los aspectos de la vida del país.
Es por eso que los revolucionarios venidos del interior del país se pararon delante de la puerta del primer ministro diciendo: «No queremos el poder, os lo dejamos a cambio de que satisfagáis nuestras reivindicaciones. Pero os vigilamos y no vamos a dudar en intervenir de nuevo».
Cuando M`bazaa anunció la convocatoria de la asamblea constituyente, mucha gente pensó que eso había sido la ocasión para redefinir las relaciones entre el ciudadano y el poder, en el marco de las reivindicaciones democráticas de la revolución. Habría sido más fácil para ello que la Constituyente estuviera compuesta mayoritariamente por los actores de la revolución, y especialmente por los jóvenes.
Hay un punto sobre el cual me gustaría volver, a propósito de la revolución como uno de los grandes eventos políticos: la intervención de las fuerzas extranjeras. Me gustaría decir sobre esto que sería ingenuo pensar que las grandes potencias asisten impasibles a los acontecimientos y toman a continuación, tranquilamente acta de la situación. Es cierto que hay intervenciones extranjeras, pero no han sido intervenciones directas por la vía militar, han sido intervenciones indirectas que han pasado como tunecinas: se han aplicado por personas que viven en el centro del país y que les han posibilitado la acción siendo, en definitiva, determinadas por las relaciones de fuerzas existentes. Es pues, sobre estas relaciones sobre lo que se debería tratar, sin atacar a los molinos de viento o a personas lejanas que pueden ser tenidas en consideración…
¿Cuál es el balance que usted hace desde el 14 de junio de 2011? Los procesos de transición habrían podido ser mejor dirigidos por los protagonistas? Según usted ¿cuáles han sido los aspectos de mayor maestría de la oposición?
Hacer un balance después del 14 de enero de 2011, es primero describir los primeros pasos de esta revolución, los esfuerzos que se han hecho para parar o desviar sus objetivos, y la resistencia popular de estos esfuerzos, resistencia permanente, obstinada, que toma formas diversas, que sufre niveles de consciencia escalonados, pero que no se desmiente de la defensa de las libertades y lo referente al nivel de vida, de la reivindicación de la dignidad (individual, local y regional) y lo que atañe al empleo, y exprime siempre su apego a la revolución.
Una vez dicho esto, el balance propiamente dicho se unirá a los principales actos de los dos primeros gobiernos, en los que yo diría que la acción estaba dirigida contra la revolución, para transformar esta última en una simple revuelta que habría permitido algunas reformas, pomposamente bautizada como «transición democrática»: Se esforzaba en la práctica en impedir que se reunieran las condiciones de una verdadera democracia. El gobierno de Caid Essebi, se distanció más del régimen de Ben Alí, al afirmar que quería edificar un Estado de derecho y que para ello realizaría las elecciones para la asamblea constituyente; esto pudo suponer un cambio durante algún tiempo. Tengo que decir que yo soy de los que esperaban que esta asamblea supusiera, por lo menos, la exclusión del RCD de la vida política; sólo por eso para mí ese gobierno estaba acreditado.
En realidad, al conceder de hecho a los partidos políticos el derecho de decidir el modelo de escrutinio, se había decidido la eliminación de los actores de la revolución de las elecciones, se había asestado un gran golpe a la revolución, e hizo posible, incluso inevitable, el hundimiento de la vida política que hoy conocemos.
Los partidos políticos se han entregado a un modo de escrutinio habitual, todos trabajaron (todos los partidos políticos confundidos) para impedir que la elección de los electores basada en los proyectos de la constitución, se valiese de la lucha pasada, de los sacrificios consentidos, de su pertenencia a tal o cual corriente, haciendo promesas sin fundamentos, todos juraban su abnegación a la revolución y su respeto a los principios de la democracia y del pluralismo. No había, en el fondo, diferencias fundamentales en cuanto a su proyecto económico y social (ningún partido propuso una política económica o social diferente radicalmente a la de Ben Alí), no podían diferenciarse más que en lo relativo al tema del lugar que ocuparía la religión en el país. En ausencia total de la depuración de la policía y de la justicia, los contrarrevolucionarios hicieron todo lo posible antes de las elecciones por atizar los conflictos relacionados con las cuestiones religiosas; cada cual campaba bajo las posiciones estereotipadas y sectarias, transformando una divergencia sobre la elección individual en un conflicto insalvable.
De esta manera se ha quebrado el impulso que existía en el frente del 18 de octubre: en vez de unir los esfuerzos para encontrar soluciones a los problemas más urgentes, los partidos representados en el ANC han mantenido una guerra estéril por el poder. Los islamistas, inexpertos en la gestión, pero maestros en el victimismo, han justificado su inmovilismo por el sabotaje de unos, la hostilidad de otros, utilizando cínicamente, o sin desaprobar, los mercenarios que se decían salafistas y que hacían una demagogia, acompañada de violencia -e impune- que crispaban aún más a los «laicos» en la denuncia de la voluntad hegemónica (real) de los islamistas: el único debate político que ha tenido lugar ha sido sobre la violación de los derechos y los atentados a la libertad de expresión y creación, en materia de libertades públicas; y sobre las libertades privadas, especialmente la de vestirse a su antojo para los mujeres.
A la sombra de este engaño, los Rcdistas se reagruparon y en su versión «honorable», la de los bourguibistas, han constituido un partido que reagrupa en su seno, o alrededor de él, a muchas personas que tienen pánico a la amenaza de la «dictadura islamista» que este mismo partido agita como un trapo rojo delante de sus ojos. Pero si , por retomar la imagen que ha sido creada después de la salida del gobierno de Mohamed Ghannuouchi, la qobba se reagrupa y se manifiesta cada vez más abiertamente como partidarios de Nidaa Tounès, la Kasba, por su parte, no se siente concernida por estos partidos de poderes. Lo que no deja de inquietar al Nahda, que toma conciencia de su aislamiento y de su debilidad política, intentado varias tácticas, pero aparentemente resignado a una alianza más larga que la que tiene con el CPR y Ettakatol, partidos que sufren duramente los efectos de su apoyo al Nahda.
Para resumir en una frase lapidaria este balance, decir que los miembros de la esfera política están en la actualidad completamente sesgados de la revolución, lo que aprovechan en demasía los esfuerzos contrarrevolucionarios. El Nahda, ¿verdaderamente ha comprendido esto, tal como Lofti Zitun le ha hecho enetender, o no reconoce sus errores los cuales podría rectificar? De la respuesta a esta pregunta depende su futuro y en un futuro próximo, el de Túnez.
En fin, para responder brevemente a la cuestión que nos lleva precisamente al proceso de transición, yo diría: no, este proceso ha sido muy mal defendido, incluso bloqueado por ciertas fuerzas. Para que salga bien hace falta que los actores políticos interesados en el cambio, y no en el poder, se reagrupen en una plataforma y definan claramente los objetivos y el calendario de progreso de este proceso: sobre una base bien definida, habrían podido formar un gobierno de transición democrática, dejando provisionalmente de lado, o al menos, apartados para la sociedad, los problemas ideológicos y religiosos, y ganando la confianza de la juventud, parte de la cual muestra su desesperanza en las tentaciones de suicidio.
¿Cómo caracteriza usted la situación política actual y cuales son, según usted, los principales desafíos para poner en pie, en la fase actual de la transición (fase constituyente)?
Esta cuestión confirma la anterior: si las necesidades de la fase de la transición no han sido respetadas en la fase transcurrida, hoy hay que hacer frente a la demanda que se vuelve más imperiosa con el tiempo. Es lo que yo recalco: la necesidad de que las personas interesadas en la derrota de la contrarrevolución se reagrupen y con más valor que nunca; es urgente que esta unión de una señal fuerte de su voluntad de aportar respuestas serias a las reivindicaciones de la revolución, tal es el desafio, en el que una constitución democrática no es la menor.
Actualmente, tras la confusión aparente de la situación, lo que parece más simple es que los contrarrevolucionarios y su aliado Nidaa Tounès, cojan el toro por los cuernos, afirmando con insolencia la inocencia y la pureza de los Rcdistas, haciendo un balance positivo del periodo de Ben Alí y reprochando incluso a los heridos y mártires de la revolución he haber buscado las balas para ser indemnizados. Tienden la mano a los antiguos demócratas, hoy en los partidos de la oposición (¡quizás sea una vocación!) para unirse contra el Nahda en las elecciones. Ni rastro de otras proposiciones del programa y otras respuestas a las reivindicaciones de la revolución. Estos partidos de la oposición que se aproximan cada vez más claramente al Kolna Tounès y a la red Doustourna, parecen más que tentados por esta alianza electoral, no habiendo aparentemente aprendido las lecciónes de la historia y queriendo reiterar la alianza catastrófica con Mohamed Ghannouchi después del 14 de enero.
Conscientes del peligro, que los demócratas no dudan de dramatizar, incluso evocando la posibilidad de una intervención de la armada, el Nahda tiene tres posibilidades delante de él:
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Intentar continuar para mantenerse en el poder negociando esta permanencia con Nidaa Tounès y continuar la colaboración con los miembros del antiguo aparato del Estado y entonces llevar la verdadera justicia de la transición a las calendas griegas -esto es lo que les sugieren sus aliados de Qatar-; pero el peligro es muy grande porque después no dispondrá de otros apoyos más que de sus fieles y de esta manera reforzará a sus enemigos lo que terminaría dentro de poco obligándole a abandonar el poder;
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esforzarse en obtener la colaboración de los partidos de la oposición que no sean destouriens y consentir en todos los compromisos, especialmente los referentes a las libertades y al lugar de la religión en la constitución que esta colaboración exige; el peligro sería entonces que él se alía con elementos radicales del movimiento, salvo en lo concerniente a las reivindicaciones del tipo «Ekbbes», ¿aceptarán esto sus aliados?
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Retomar para su corriente el discurso Ekbess y apoyarse en sus miembros para imponer su mantenimiento contra los demás movimientos políticos (excepto el CPR y Ettakatol,desde luego) pero ¿esto será capaz de ir verdaderamente en el seno de las reivindicaciones revolucionarias como la creación de empleo o la democracia local y regional?
Esta situación tiene que evolucionar rápidamente, el mantenimiento de las presiones populares de todo tipo puede convertirse en un factor decisivo.
Un anteproyecto de la constitución en curso de preparación ha sido hecha pública. Este anteproyecto es el resultado, no final, del trabajo de las comisiones. Contiene una serie de puntos no consensuados (ejemplo, el artículo 28) y permanece aún abierto el tipo de régimen. ¿Cuáles son los puntos que a usted le parecen los más importantes para garantizar la adopción de un texto fundador el más apto, para hacer de nuestra segunda república una democracia moderna que respete estrictamente las libertades y los derechos fundamentales del ciudadano?
Yo no entraría en este detalle por una cuestión muy simple: este anteproyecto es el resultado no final del trabajo de comisiones en las que los participantes, sobre todo los del Nahda no han dado muestras de mucha transigencia o de mucho espíritu de compromiso. La situación puede cambiar completamente si la entrevista de Lofti Zotoun tiene alguna significación. Por otro lado El Nahda no tiene la seguridad de reunir la mayoría de la Asamblea y, de todas formas, no considera con optimismo un recurso al referéndum. Hay muchas posibilidades de que este anteproyecto sea rápidamente abandonado.
Por lo que se refiere a un texto fundador el más apto, para hacer de nuestra segunda república una democracia moderna que respete estrictamente las libertades y los derechos fundamentales del ciudadano, le diría simplemente que nosotros tenemos en nuestra asociación , El manifiesto del 20 de marzo elaborado junto con otras tres asociaciones colectivamente (somos alrededor de 350) en julio de 2011 en Mahdiya, un proyecto de constitución que responde, según mi opinión a las condiciones anunciadas en la pregunta que usted me hace. Reenvío pues a los lectores a este proyecto que pueden encontrarlo en la siguiente dirección:
http://ddata.overblog. com/1/35/48/78/Tunisie/Projet-doustourna.pdf
Considero que este texto es el más avanzado en estos puntos, no sé en qué medida va a ser tenido en cuenta en los trabajos del ANC.
La oferta política hoy está siendo reestructurada alrededor de dos polos: uno alrededor del polo islamista y otro alrededor de un polo bourguibista. Un tercer polo (tercera vía) de la izquierda parece tener problemas para surgir. ¿Cómo ve usted este polo? ¿Por qué no consigue emerger?
Usted entenderá que yo no estoy muy interesado en las divisiones ni las luchas políticas por el poder y no sitúo mi acción en ese terreno. Debo reconocer que no he comprendido bien esta noción de la tercera vía. Sobre el plano de las orientaciones hay más de tres vías, sobre la política concreta, no hay más que uno para los que buscan el poder, que consiste en la búsqueda por ella misma, y una única sobre el plano de la sociedad, la lucha para la continuación de la revolución.
Creo también que exponer los problemas en estos términos, las diferentes vías, es esperar una solución llavero, de prêt-à-porter en la que la suerte de los vendedores serían los partidos políticos: el comprador (el ciudadano) no tendría ninguna participación en la fabricación, salvo quizás realizar pequeños retoques. Todas las experiencias en la historia muestran que los regímenes no corresponden a las voces de los partidos vencedores, sino que son determinados por factores objetivos; los partidos no pueden hacer otra cosa más que modificaciones de forma (retoques).
En otros términos, puede haber varias proposiciones, varios programas de gobierno o varios proyectos de sociedad, que será determinante, a fin de cuentas, no es el programa anunciado, pero sí los posibles objetivos: estado de las fuerzas productivas, grado de integración en la marcha mundial, y sobre todo, la relación de fuerzas entre las diferentes clases y categorías de la sociedad.
Esta convicción no me impide observar con mucha atención lo que pasa en las esferas aliadas en la búsqueda o la conservación del poder político. La revolución no era política, presentaba problemas absolutamente nuevos en materia de las relaciones de la sociedad con la política, cierto, pero dependía también de lo que sucedía sobre el plano del poder político, y debo pues estar alerta sobre las diferentes propuestas en la materia.
La oferta bourguibista, como se ha dicho, ha tenido abiertamente como objetivo, cuanto menos, de parar la revolución; no habla de libertades más que en oposición a los islamistas, no ha avanzado proposiciones constitucionales tendentes a reforzar la democracia, sobre todo a nivel local y regional. Su referencia a Bourguiba, el fundador del Estado centralista y autoritario, el que instauró el partido único, esta referencia es para mí un signo de ensalzamiento de la contrarrevolución, al menos tal como Bourguiba lo había hecho. Esta oferta permitiría abrir la vía al retorno del Estado de parito únici (RCD u otro) apoyando -y apoyándose en- los supuestos del antiguo régimen, que, para la mayor parte, están lejos de haber sido eliminadas de las estructuras del Estado.
La propuesta islámica no habla propiamente de una oferta política: lo más importane para ella era el aspecto moral y religioso, ella no puede proponer una construcción original en los dominios social, económico o político, va, pues a intentar de implantar sus objetivos religiosos en los proyectos existentes, esforzándose en guardar el poder político, que de hecho no lo hace. Pero este movimiento no está libre de actuar a su antojo: por otra parte, los limitados objetivos de la situación, de las redes del país como de las capacidades de invención de los islamistas, son muy diversos, y su paso al gobierno le ha hecho perder mucha de su credibilidad, al la vez que las reivindicaciones populares no gozaron más que de una escasa satisfacción al principio. Este movimiento oscila entre la necesidad de apoyarse en la revolución, al menos de no dejarla desaparecer completamente para hacer frente a sus adversarios bourguibistas y Rcdistas, y la tentación de la hegemonía que no puede esperarse más que con el aval de estos últimos de los que se querrían recuperar métodos y personas. Pero esta es una vía muy peligrosa para su subsistencia, y probablemente no tenga salida. Y no es cuestión de rechazarla solo como una opción, es más bien que ella no dispone de la maestría de un aparato de seguridad que muestre de continuo su voluntad de guardar el estatus que tenía antes de la revolución.
Ante la falta de perspectivas que presentan estas dos ofertas, los demócratas se vuelven con esperanza hacia la unidad de formaciones de izquierda que proponen una tercera vía, distante de la de los bourguibistas y la de los islamistas. Yo me temo que se trate solo de una ilusión, por tres tipos de razones al menos. La primera cosa a destacar es que ninguna de estas formaciones aporta proyectos de sociedad originales; bajo formas políticas diferentes, con más o menos apego a las libertades, con unas actitudes diferenciadas, pero en el fondo parecidas, sobre el nacionalismo árabe o sobre la religión, ellas son incapaces de salir del modelo general del estado de partido único. Un segundo punto a señalar, y no es menor, es que estos partidos de izquierda no están verdaderamente unidos a las clases o a las categorías sociales que podrían representar: Ellos tienen referentes ideológicos y políticos preestablecidos que no pueden prever cómo podrían adaptarse a la situación. En fin, las divergencias que existen entre ellos no favorecen los compromisos sobre las cuestiones de organización, la renuncia a su manera habitual de funcionar , la adopción de una verdadera democracia interna. Concentrado, esencialmente, en estar con El Nahda u otros, este polo eventual no parece tener la capacidad de definirse positivamente, Se puede esperar encontrar en él un apoyo para la defensa de las libertades de los trabajadores, pero no se puede esperar que sea el motor de estas acciones.
Es muy probable que la solución esté, como es a menudo el caso, alejada de la causa del problema, es decir en el seno de la sociedad civil en la que la acción induce a los partidos políticos no hostiles a la revolución a hacer evolucionar su práctica, incluso sus propios principios estereotipados.
Ciertos observadores y analistas han preconizado que Túnez será probablemente un laboratorio político porque la anatomía de la opinión pública muestra que el país no podrá más que ser gobernado por una suerte de alianzas del centro entre las fuerzas islamistas y las fuerzas de izquierda. La opinión se apoya sobre dos resortes fundamentalmente: uno relativo a la identidad y otro a lo social. ¿Qué piensa usted?
A mí esto, me parece evidente. Independientemente de a qué país nos refiramos, ya sea Egipto, o Argelia, incluso Turquía donde el ejército sometido al poder perturba el curso de los acontecimientos, se podría casi decir que Túnez es una caso de estudio. Pero yo no estoy seguro de que plantear el problema desde el punto de vista de «la anatomía de la opinión pública», en tanto que determina el tipo de gobierno, pueda ser pertinente. Este tipo de lenguaje es perfectamente apto para los países con largos años de democracia donde el límite de opinión pública tiene un sentido (incluso si no toma totalmente en cuenta la influencia real que puede tener esta opinión pública sobre el tipo de gobierno y su funcionamiento, etc.). En Túnez, lo que se podría llamar opinión pública no lo constituye más que una parte de la sociedad, la que sigue seriamente la vida política y que es mediáticamente audible. Esto significa que hay una parte muy importante de la sociedad, al que se le ha llamado el pueblo de la revolución que no interviene ni como elector ni como opinión pública. Pero sí interviene en las decisiones de poder de manera indirecta y a veces determinante.
Creo que el resultado es aparentemente el mismo «el país no podrá más que ser gobernado con una suerte de alianza del centro entre fuerzas islamistas y fuerzas de izquierda» (6), pero no será el resultado de una cualquiera anatomía de la opinión pública, sino de la relación de fuerzas en el país, donde la resistencia de la revolución impondrá este tipo de gobierno en parte atendiendo a las reivindicaciones de esta última, porque será la única manera en la que los elementos de esta coalición podrán resistir a los ataque de los ex-RCD. Hay que esperar a que estos partidos tengan un poco de tiempo, para que tomen conciencia de esta necesidad, en particular los partidos de la oposición no destourianos, esperemos que no lo hagan demasiado tarde.
¿Qué futuro tiene el «Manifiesto del 20 de marzo? Esta inciativa que usted ha contribuido a que surgiera y que sirvió para que después naciera la red de Dousturna, ¿qué papel activo cree usted que jugará en esta segunda fase, capital, de la transición?
Al día siguiente de la revolución, nosotros creamos una asociación (El manifiesto del 20 de marzo) y no un partido político. Tomamos esta decisión porque teníamos la convicción, sostenida por la manera en la que había tenido lugar la revolución, de que la intervención y el compromiso en el dominio político no podían ya hacerse eficazmente desde arriba, desde un lugar de poder, sino que ahora era imperioso dirigirla desde la sociedad civil (7), mediante la adopción de los objetivos de la movilización y de los métodos democráticos para dirigir estas luchas: Unas luchas de no-poder que aspiran, no a la gestión de la sociedad, sino a la adopción de todos los modos de relaciones respetuosas de los ciudadanos y ciudadanas y de sus derechos, todos sus derechos. En la situación nueva de ausencia ideológica, previa a la revolución, la lucha por la conquista y el ahondamiento de esta última, y por tanto para la construcción de la nueva sociedad, debía dirigirse en el seno y con la participación activa de la sociedad civil: la cual se compone de una multitud de organizaciones que defienden intereses muy diversos, a veces en conflicto, y por lo tanto no sabría cómo conseguir ni elaborar una ideología propia: no puede precisar las reglas de cómo vivir juntos por las diferencias existentes entre todos sus componentes.
Es decir, nosotros teníamos el deseo de jugar un papel en el asentamiento de la revolución, y en su futuro: en primer lugar sobre el plano político, esforzándonos en descifrar y traducir los problemas generales de cada fase, jugando un papel de vigilantes de la revolución, de centinelas al acecho; por otro lado, y este no era el menos importante, participando en los progresos de la ciudadanía, verdaderos autores de la revolución, no solo solo en un plano general, en el de la intervención política, de la apropiación progresiva de la cosa pública por el ciudadano, sino también por su intervención en la solución de los problemas económicos y sociales. Pensábamos que para sacar adelante las consecuencias de la revolución, había que romper de una vez por todas, con las maneras tradicionales de concebir el desarrollo: en lo sucesivo, al lado de su acción de seguimiento del control de las políticas económicas públicas, la sociedad civil debe tener un papel iniciador en materia de desarrollo local y regional. En este dominio, el Estado debe ayudar a las iniciativas populares en materia de desarrollo, para organizarlas, velando por la homogeneidad de la gestión común, para la integración de todos los esfuerzos en una visión global, explicada y llevada a cabo por los diferentes factores, porque pensamos que los ciudadanos deber ser los actores de su destino en todos los dominios.
Después de la decisión de convocar una asamblea constituyente, nosotros estimamos que esta perspectiva podría ayudarnos en la realización de nuestros objetivos: discutiendo largamente los principios fundamentales que debían presidir la elaboración de una constitución conforme a la revolución, a su dinámica y a su sentido, teníamos la ocasión, primero nosotros y después todos lo que discutieran el problema (junto a nosotros, confiábamos poder contar con todo el mundo) de descifrar siempre más esta revolución, su contenido, sus objetivos y sus modos de acción en lo que nosotros empezábamos a comprender algo.
En este punto debo decir, sobre el sentido de la revolución y de su gestión implícita, que nosotros habíamos aportado una serie de elementos substanciales: nuestro análisis de estos problemas es aún hoy en día prácticamente único, y nuestra contribución a la definición de las bases del nuevo régimen, es decir, nuestro proyecto de constitución, redactado en julio de 2011 en Mahdia, está lejos de ser abandonado. Pero en el periodo precedente a las elecciones, en parte por falta de medios humanos, en parte a causa de una sobrevaloración del aspecto relativo a la redacción de este trabajo sobre la constitución, habíamos abandonado prácticamente el desarrollo de nuestro programa. En cuanto a la búsqueda de soluciones en materia de desarrollo a la fase siguiente a la adopción de una constitución, nosotros no hemos tenido una actitud diferente de la del poder de la época y de todos los partidos políticos.
Yo no voy a desarrollar aquí la autocrítica de los errores que el Manifiesto ha podido tener, una autocrítica que nos debería permitir avanzar. El espíritu de esta autocrítica no ha sido asumido por todos los miembros de la asociación: parte de ellos se decepción con los resultados de las elecciones, pero pensando que estos resultados, unicamente se debieron a la falta de medios para popularizar nuestro proyecto, se creó la asociación Doustourna uno de cuyos proyectos políticos es participar de forma activa en las luchas políticas y, en última instancia, en las próximas batallas electorales. Los que quieren mantener la asociación en el único marco de la sociedad civil y no participar en las luchas por el poder han permanecido en el Manifiesto y han intentado rehacer un proyecto inicial de la asociación.
Yo no presumiría de que no hemos sufrido en esta crisis, ni de la confusión, que aún existe a veces, entre el Manifiesto y Doustourna. Pero nos esforzamos de hacer virar estos vientos en el futuro. Al lado de la publicación de una revista que ha salido modestamente y que expone unas reflexiones que nosotros hacemos sobre la situación, hay también un blog: es una de las maneras de nuestra actividad de vigilar la política; participamos de manera autónoma y precisando cada vez el sentido de esta participación, en todas las manifestaciones de la sociedad civil en favor de las libertades y en contra de la violación de los derechos de los ciudadanos; nos hemos asociado a las iniciativas (cuando no hemos estado presentes en sus creaciones) de acciones particulares, como la defensa de los heridos y de las familias de los mártires de la revolución…
Al lado de todo esto, estamos trabajando la manera de iniciar varios proyectos que favorezcan el nacimiento de un sector económico solidario, en particular estamos formando personas aptas para dirigir empresas en este sector con miras de liberar la expresión de los sentimientos de la población. En estos proyectos, nosotros jugamos un papel importante, pero nos esforzamos para poder actuar con otros actores de la vida asociativa, para, tras el periodo de lanzamiento, darles la responsabilidad principal. Es así como nosotros mostramos nuestro savoir-faire, nuestra capacidad de movilizar experiencias o recursos de organización e individuos solidarios, y permanecemos aún para observar y tomar lección, especialmente política, de la evolución de estos sectores.
Para poder resumir todo esto en breves palabras: el futuro del Manifiesto, esperamos que sea la unión de un colectivo de intelectuales que aporte sobre todo contribuciones intelectuales y de savoir-faire a la revolución, que ambiciona alcanzar la edad adulta cuando el progreso de la sociedad civil ya no tema por su futuro.
¿Qué apreciación haría usted sobre el trabajo y el resultado de la actual clase política? Algunos observan que es difícil ponerse en el lugar del hombre político cuando se viene de la militancia a favor de los derechos humanos. ¿Comparte usted esta reflexión?
La respuesta está de alguna manera en la pregunta, aunque yo no la formulara así exactamente porque la actual clase política, en lo esencial, no viene de la militancia en defensa de los derechos humanos. Yo diría que esta clase política, tan decepcionante en su conjunto, no estaba preparada para jugar el papel que desempeñó, ni por su formación y sus referencias, ni por la capacidad, demasiado débil, de comprender las verdaderas dinámicas del país. Además ellas permanecen encerradas en los viejos esquemas de análisis y de organización, lo que explica ciertos errores de elección especialmente graves, como el que sea la religión la apuesta principal de las luchas.
La obcecación con la que esta clase política ha dado pruebas, la crispación sobre las posiciones políticas antagónicas, la aparente fijación en el poder, no los ha rehabilitado a los ojos del pueblo tunecino, persuadido de no poder escapar de la peste más que quedando atrapado por la cólera.
Todas estas fechorías son comprensibles, excusables, en los grupos debutantes en la verdadera responsabilidad política, todos tienen más hábito, incluso vocación, de oposición que de responsabilidad, testigo de ello, las prestaciones de Marzouki, donde se distingue a veces difícilmente si verdaderamente ha interiorizado el hecho de ser el Presidente de la República… pero los tunecinos no comprenden que estas actitudes persistan aún en el tiempo: el tiempo de rodaje hacia la nueva situación debería acabar rápidamente si no se quiere ver cómo se levanta por todas partes un nuevo «fuera» atronador.
Independientemente del resultado de las próximas elecciones generales cual es el desafío que ve usted para las próxima fase de la transición, la que corresponde a la duración de la próxima legislatura (la primera de la segunda república)?
Debo admitir que me es difícil prever los problemas del futuro en términos de legislatura o de retos lanzados a los que tendrán el poder. Lo que debería contener un juicio de valor por la relación de la capacidad de los unos o los otros entre los candidatos que tiene que soportar el desafío y debería de evitar por mi parte, dar implícitamente o explicítamente instrucciones de voto. Es decir, yo no tengo ninguna cualidad para dar instrucciones ni de voto ni de otra cosa. Las elecciones no son hoy más que una perspectiva lejana, hay que cesar de fijarse en ellas y ocuparse de los problemas actuales para darles una solución urgente. Los heridos y los mártires, la verdad de la represión, las libertades a menudo amenazadas por una policía arrogante y brutal, al lado de un gobierno ineficaz, la Constitución, la cual es necesario vigilar la redacción, el paro, las discriminaciones regionales, los inmigrantes sin papeles y así, sucesivamente. Todo lo que no se haya avanzado en la solución de estos problemas ahí incluidos es lo que hará evolucionar la situación en el plan electoral, más que todos los cálculos políticos. ¡Dejemos de bailar al son de los que no se interesan más que por el poder y bailemos al son de las músicas más convincentes para la revolución!
Esto no significa que yo no quiera contestar a la preguntar, sino que ella me parece completamente fuera de mi campo de reflexión: el desafío, si es que lo hay, no concierne únicamente a los próximos elegidos, se comprenderá que su identidad me parece de una importancia relativa, si no que concierne a toda la sociedad entera, la cual será la misma durante mucho tiempo: avanzar en la revolución, inventar nuevas relaciones de producción, nuevas relaciones entre las regiones, entre los ciudadanos, entre los hombres y las mujeres. Este reto no se ganará por la lucha electoral, sino por la capacidad de los ciudadanos a afrontar la realidad y a darle los medios para actuar sobre ella, es decir, para que los ciudadanos se conviertan en autónomos, capaces de elegir su destino, de participar activamente en lo relativo al país. Y por todas estas reflexiones, el desafío es aportar todas sus fuerzas, poner todos sus capacidades al servicio de este proceso.
¿Cómo ve usted a Túnez dentro de diez años?
Yo no soy profeta, no interpreto los posos del café. Lo que puedo decir del futuro, son las posibilidades y no todas. Puedo, también, hablar de mis esperanzas, donde uno es libre de pensar aunque ellas sean irrealistas, de mis temores, también: la intervención enérgica de los militares para realizar un golpe de Estado – aunque ahora se sabe que no pueden mantenerse durante largo tiempo sin desarrollar las fuerzas productivas, por lo que no permanecerían (piense en Chile)- pero podría desbaratar los plazos; ataques que vengan del extranjero, aunque no se tolerarían por largo tiempo; o incluso, una deflagración mundial que pondría todas las previsiones a su disposición…
Hablaré de lo que siguiendo el curso «normal» es probable que suceda en Túnez durante un decenio. Lo primero decir que tengo plena confianza en este pueblo, en esta juventud que ha demostrado a la humanidad la clave del futuro: cuando las perspectivas eran duras, cuando no se disponía de más instrumentos de análisis para preparar la salida de la crisis, este pueblo ha encontrado, sin grandes palabras, sin discursos, el comienzo del capítulo siguiente, un capítulo que puede desembocar en el fin de la historia, como diría Marx, es decir sobre el fin de las luchas de clases y de la división del trabajo.
Y no anticipamos demasiado: con su esfuerzo resolverá los problemas que tenga que hacer frente, la experiencia del pueblo tunecino lo irá convertido poco a poco en un pueblo de ciudadanos activos, que no se dejarán embaucar, aumentará y será mejor su participación, especialmente gracias a los progresos inimaginables que continuarán haciendo la ciencia y la tecnología de las comunicaciones. Es posible que la Constitución que salga no sea buena, sin ninguna duda ella será enmendada dentro de algunos años y será reeditada sobre un pacto social basado en la libertad y la justicia, en la erradicación de todas las discriminaciones, atenderá a la soberanía efectiva de los ciudadanos y permitará solucionar, pacíficamente, por la vía de las negociaciones, todos los litigios y conflictos de la sociedad.
Si yo no puedo prever con precisión la forma exacta que tomará el funcionamiento de la democracia, permítame que sueñe con un ciber-gobierno en el que podría participar cualquier ciudadano o ciudadana y en el que la voluntad podría en cada momento expresarse y llevarse a través de un diálogo permanente por internet o un equivalente, entre todos los ciudadanos, en los caminos a seguir, en las medidas a aplicar en todos los niveles… Usted piensa que estoy soñando ¿no? Verdaderamente no, los elementos técnicos de este futuro están poniendo en marcha, al igual que los elementos humanos, el conocimiento de cada uno, entre este pueblo que accede cada vez más a la educación y a la cultura, va a conocer un crecimiento exponencial merced a la técnica, y los elementos políticos irán en paralelo.
En fin, no olvidemos lo que decía Marx: «La humanidad solo se plantea problemas que puede resolver» y hasta ahora no ha podido ser desmentido.
Gilbert Naccache 14 de septiembre 2012
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Esta sociedad civil está en curso de construcción esta lejos de englobar a un porcentaje importante de la población, pero se desarrollará y se reforzará porque es el único lugar de defensa real, es decir por ella misma, de esta población.
Fuente: http://www.facebook.com/notes/el-kasbah/10-questions-%C3%A0-gilbert-naccache/462952320411007