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Crónicas desde el corazón de la bestia

Dinero, electoralismo y desmovilización política en los Estados Unidos

Fuentes: Rebelión

Hace algunas semanas Jane Mayer publicaba un largo reportaje en la influyente revista The New Yorker sobre los hermanos Koch, una pareja de millonarios que llevan décadas dedicándose a financiar causas ultraconservadoras como el Tea Party o los delirios fanáticos y visionarios del agitador televisivo Glen Beck [1]. En estas mismas páginas de Rebelión Eliades […]

Hace algunas semanas Jane Mayer publicaba un largo reportaje en la influyente revista The New Yorker sobre los hermanos Koch, una pareja de millonarios que llevan décadas dedicándose a financiar causas ultraconservadoras como el Tea Party o los delirios fanáticos y visionarios del agitador televisivo Glen Beck [1]. En estas mismas páginas de Rebelión Eliades Acosta Matos ofrecía un inteligente y vitriólico ataque contra los infames hermanos Koch y la financiación en la sombra de las políticas más reaccionarias del país [2]. Es evidente que es esencial denunciar a quiénes están detrás de estas movilizaciones conservadoras, que toman la forma de un movimiento social de masas, pero que, en el fondo, no son más que espectáculos financiados por millonarios reaccionarios y racistas como los Kochs. No obstante, creo que es igualmente esencial comprender el modo en el que el dinero y la burocracia electoral pernean y limitan la mayoría del activismo político progresista en los Estados Unidos.

Cualquiera que haya ido al supermercado o a una feria o, en menor medida, a un centro comercial en Estados Unidos se habrá encontrado con un ejército de organizadores comunitarios («community organizers» en inglés) pertenecientes a organizaciones como Greempeace , Human Rights Watch , el Partido Demócrata, The Sierra Club y otras. De un tiempo a esta parte, los activistas ya ni siquiera se molestan en explicar el por qué de sus campañas políticas o de las causas que defienden; están ansiosos por pasar directamente a la posible contribución pecuniaria. Hace algunos meses en mitad de la campaña a favor de la reforma del seguro médico, un joven activista de la organización liberal Calpirg tocó a mi puerta para pedir dinero destinado a hacer lobby a los políticos de Washington más susceptibles de votar a favor de la reforma. Obviamente, le expresé mi apoyo absoluto a la aprobación de un sistema público y universal de salud, pero también le pregunté qué podían hacer las personas en paro o empleadas sólo a tiempo parcial para apoyar la causa, ya que, muy probablemente, ni siquiera podrían prescindir de diez dólares. El chico se me quedó mirando un buen rato y me contestó: «es una buena pregunta, no lo había pensado nunca». Así los entrenan. Acto seguido procedió a convencerme de que mi dinero es mi voz, de que la única manera de que mi voz sea escuchada en Washington es contribuir económicamente a la campaña de Calpirg , para poder mandar más activistas al Congreso y al Senado que puedan frenar el impacto que tienen en los políticos las poderosas aseguradoras médicas.

Pero lo verdaderamente trágico es que no son sólo las organizaciones liberales como Calprig las que han adoptado este modelo de participación política que cada vez se distingue menos de su opuesto, el modelo de las empresas capitalistas que ahora no sólo tienen el estatus legal de una persona física, sino que además pueden donar cantidades ilimitadas de dinero a los políticos o las causas que crean necesarias, puesto que, de acuerdo con la última sentencia del Tribunal Supremo, coartarles este derecho es como coartarles la libertad de expresión. Lo verdaderamente triste es que organizaciones de izquierda militante han caído, tal vez de manera irreflexiva, en esta carrera imposible de ganar en pos de la financiación de sus causas. Hace algunos meses, una profesora activista de Critical Resistance , una organización que trabaja denodadamente por abolir el complejo industrial de las prisiones privadas y que cuenta entre sus filas con activistas de reconocido prestigio como Angela Davis, pronunciaba un apasionado discurso frente a un grupo de estudiantes pidiéndoles que renunciaran «a un café latte por semana para escribirle un cheque a Critical Resistance «. Este mismo fin de semana, otro profesor y activista le decía a un grupo de estudiantes de color pobres que lo mejor que podían hacer por la lucha es mandar un cheque a una organización de Arizona que está armando una campaña para ilegalizar la ley racista en la Corte Suprema. Obviamente, no es que esté mal apoyar a estas organizaciones, está muy bien, el problema es que el campo de la participación política se achica cada vez más en favor de una lógica donde lo político es sólo el dinero, tanto tienes tanto vales.

Por supuesto, yo no soy el único que percibe los efectos de esta «financialización de la militancia política», The Revolution Will not be Funded («La revolución no será financiada»), un libro publicado recientemente por Incite! , un colectivo de mujeres de color explora precisamente este tema. Tal y como explica Andrea J. Ritchie en el libro, Incite! tiene una historia interesante, porque hasta el año 2000 recibía dinero de la Fundación Ford. Tras un viaje a la India donde otras feministas criticaron duramente a Incite! por recibir dinero de dicha fundación, empezaron a cuestionar su modelo de financiación. El detonante definitivo fue una carta de la Fundación Ford en la que les pedían que retiraran de su página Web el apoyo explícito a la «causa Palestina». Al negarse, Ford decidió retirarles su apoyo financiero.

Esta experiencia llevo a las activistas de Incite! a plantearse la relación entre activismo y financiación y, de ahí, a denunciar lo que ellas llaman «the non-for-profit industrial complex » («el complejo industrial filantrópico»). En Estados Unidos existe una pléyade de fundaciones y organizaciones filantrópicas – apeladas 501 (c) (3) en el código impositivo-que se dedican a financiar causas progresistas a cambio de exenciones fiscales. El objetivo de este complejo industrial es claramente contener la posibilidad de una revuelta social e impedir que emerja un bloque histórico lo suficientemente fuerte como para amenazar la hegemonía de las clases capitalistas, en su mayoría blancas. Este «complejo industrial filantrópico» funciona, según Incite! , de manera solidaria con el «complejo industrial de las prisiones»: uno encarcela y extermina masiva y desproporcionadamente a la población pobre y de color «sobrante» y el otro se asegura de que esta política genocida no genere revueltas sociales.

El tercer asiento de la desmovilización social -además del encarcelamiento masivo y la financialización del activismo político- es la burocracia electoral/judicial y sus múltiples tentáculos. El sindicato de profesores a que pertenezco AFT (Federación Americana de Profesores por sus siglas en inglés) ha decidido no apoyar activamente una jornada de movilización en defensa de los servicios públicos y la educación convocada para el 7 de octubre por los estudiantes, porque están inmersos en la campaña electoral de noviembre. A pesar de las más que decepcionantes políticas de Obama, la mayoría de los sindicatos siguen apoyando a los políticos demócratas porque, según ellos, es la única manera de asegurarse de tener alguna influencia en Washington. El otro día mi representante sindical quiso darme un póster de Jerry Brown, el cándidato demócrata a Gobernador de California. Cuando le pregunté por qué apoyábamos a este tipo, me dijo «porque no es Meg Whitman (candidata republicana y fundadora de ebay»). Y no sólo es que la burocracia electoral nos haga caer en la peor «política del mal menor», sino toda la energía gastada en unos candidatos que ya sabemos que tarde o temprano nos defraudarán, harán políticas más de derechas que la derecha etc. Cuando uno expresa en público dudas sobre esta estrategia se producen conversaciones como esta que presencie el otro día:

-Activista sindical: tenemos que apoyar la proposición J, porque propone una subida de 26 dólares en el impuesto de la propiedad destinada a las escuelas. Ustedes los jóvenes son el futuro, ya aterrorizaron a los conservadores votando por Obama; esos mismo conservadores están contando con que esta vez se van a quedar en casa, tienen que votar por la proposición J.

-Estudiante descreído 1: Esto está muy bien, pero ¿cómo podemos estar seguros que el dinero no desaparecerá como otras veces o que será distribuido de manera equitativa entre los distintos distritos escolares de San Diego?

-Activista sindical: Bueno, no hay manera de saber, porque la propuesta está escrita de manera deliberadamente ambigua, pero precisamente por eso nos tenemos que involucrar desde el principio y después asegurarnos de que los políticos aplican la ley de manera justa y sin corrupción.

-Estudiante descreído 2 (tirándose de los pelos, pero sin ofender a la activista sindical): Pero si esos políticos son todos igual de corruptos, no hay diferencias entre demócratas y republicanos, cómo podemos confiar en ellos.

-Activista Sindical (tono condescendiente): Yo soy demócrata, pero admito que no hay políticos buenos ni malos, los políticos hacen cosas buenas cuando les presionamos, si no les presionamos y les convencemos para que hagan cosas por nuestras comunidades no hacen nada, por eso es tan importante que ustedes se involucren.

En ese momento me quede pensando, ¿no sería más fácil poner toda la energía en organizar un movimiento de masas multiétnico de costa a costa para tomar el poder en lugar de gastar tanto tiempo y tanta energía en elegir y vigilar a políticos que ya han demostrado sobradamente cuán incompetentes son? Ni esta pregunta ni la pregunta sobre el dinero en la política de la izquierda se pueden hacer hoy fácilmente entre los grupos de activistas. Valdría la pena pensarlas, pues ya sabemos, al menos por la violenta reacción del Estado, que los movimientos de masas que más han amenazado la hegemonía de las clases dominantes -por ejemplo los Black Panthers-nunca aspiraron a participar en el juego electoral, no fueron financiados por ninguna organización filantrópica y en lugar de pedir dinero a las comunidades pobres crearon escuelas y un programa de desayunos gratis en los barrios más pobres.

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[1] http://www.newyorker.com/reporting/2010/08/30/100830fa_fact_mayer

[2] http://www.rebelion.org/noticia.php?id=113456&titular=el-kochtopodus-depredador-pol%EDtico-%28i%29-

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.