El pasado 8 de abril se celebraron elecciones presidenciales boicoteadas por la oposición en este pequeño país del Cuerno de África, contagiado por las movilizaciones populares contra los regímenes autócratas del Magreb y Oriente Medio, y que a la vez forma parte de los principales ejes de la lucha contra el terrorismo de EEUU. En […]
El pasado 8 de abril se celebraron elecciones presidenciales boicoteadas por la oposición en este pequeño país del Cuerno de África, contagiado por las movilizaciones populares contra los regímenes autócratas del Magreb y Oriente Medio, y que a la vez forma parte de los principales ejes de la lucha contra el terrorismo de EEUU. En consecuencia, la contundente victoria del presidente Ismail Omar Guelleh para gobernar un tercer mandato no fue ninguna sorpresa.
El 18 de febrero diversos partidos de la oposición, grupos de defensa de los derechos humanos y grupos de la sociedad civil lograron reunir a unos 30.000 manifestantes en el centro de la capital, una de las concentraciones más numerosas llevadas a cabo en este diminuto país del Cuerno de África, pero con mucha menos repercusión mediática que sus vecinos magrebíes. La Policía dispersó con brutalidad a los manifestantes, evitando que instalasen un campamento de protesta en el centro de la ciudad, a imagen y semejanza de la egipcia plaza Tahrir, y llevó a cabo la detención de 300 líderes de la oposición y de la sociedad civil. Según fuentes opositoras, se produjeron dos víctimas mortales y decenas resultaron heridas cuando la Policía lanzó disparos y gases lacrimógenos contra los manifestantes. Desde entonces, una presencia constante y masiva de la Policía en la ciudad, y las noticias sobre torturas y detenciones, moneda corriente por estos lares, han frenado la organización de nuevas protestas contra el Gobierno. Sin embargo, los líderes de la oposición decidieron boicotear el proceso electoral del 8 de abril al no presentar sus candidaturas, además de anunciar que continuarían las movilizaciones. La oposición, agrupada en torno a la coalición Union pour l’Alternance Démocratique (UAD), está permitida desde 2002, aunque boicoteó las elecciones de 2005 y 2008 por la ausencia de libertad de expresión y las presiones gubernamentales. Incluso una pequeña insurgencia, el Front pour la Restauration de l’Unité et de la Démocratie (FRUD), surgido de la comunidad afar, mayoritaria y marginada en el país, se ha reactivado y ha amenazado con llevar a cabo acciones bélicas para derrocar al Gobierno.
Protesta de la oposición al gobierno el 18 de febrero. El grupo de seguimiento de lecciones estadounidense Democracia Internacional denunció en marzo que el gobierno de Djibouti había expulsado un grupo de la oposición un mes antes de las elecciones (AP)
Djibouti, creado artificialmente por el colonialismo, accede a la independencia de Francia en 1977. Basado en razones estratégicas, el Estado depende de su puerto como principal recurso a través del cual Etiopía canaliza gran parte de su comercio exterior, y tras la guerra fronteriza que enfrentó a Etiopía con Eritrea entre 1998 y el 2000, se incrementó aún más esta dependencia. Su situación es también estratégica para el control del tráfico marítimo en el mar Rojo, y su proximidad a Somalia es un acicate para el establecimiento de misiones militares para controlar desde Djibouti las acciones de piratería en las aguas somalíes, en incremento constante desde el año 2008 y que la comunidad internacional se ve incapaz de frenar a pesar de la cantidad de recursos dedicados a ello. Centenares de barcos han sido secuestrados (y muchos de ellos liberados tras el pago de cifras astronómicas), algunos de ellos pesqueros que faenaban de forma ilegal en aguas somalíes, incluidos españoles, ante la mirada atónita de una de las operaciones militares más importantes de la actualidad. Aproximadamente una treintena de embarcaciones de guerra de unos 20 Estados patrullan las costas de Somalia y la parte noroccidental del océano Índico con el objetivo de frenar los ataques de las milicias somalíes. La operación, compuesta por la EUNAVFOR (cuya fuerza está comandada por un español desde diciembre), la OTAN y la Combined Task Force 151 (liderada por la V flota estadounidense) a la que se suman barcos de otros Estados como Japón, Rusia, China, India o Arabia Saudita, calificada de fracaso por sus propios miembros, tiene una de sus bases principales en Djibouti, por lo que pagan importantes sumas de dinero que a la postre, sirven para mantener en el poder al Gobierno autoritario que lidera Ismail Omar Guelleh desde 1999. Así, aunque este país no dispone de petróleo como sus vecinos del norte, ha sabido aprovechar su situación estratégica para conseguir que Francia, EEUU y desde el año 2010, Japón, alquilen bases militares por 40 y 50 millones de dólares al año. En el último caso, la base militar japonesa supone su primera misión en el extranjero desde la II Guerra Mundial. A estas cifras, además de la ayuda al desarrollo que recibe y los depósitos bancarios de los secuestros cometidos en las aguas somalíes, según numerosas fuentes, se une el hecho de que una séptima parte de su población, de un total de 800.000 habitantes, sufre una grave crisis humanitaria.
La base militar de EEUU, Camp Lemonnier, abierta a principios de 2001 sobre los restos de una antigua base francesa, adquirió un mayor protagonismo a raíz de los atentados del 11-S, convirtiéndose en la sede de la Combined Joint Task Force – Horn of Africa (CJTF-HOA) del U.S. Africa Command (AFRICOM). Es decir, EEUU dispone en Djibouti de su base de operaciones en África, desde donde lleva a cabo actividades de cooperación militar y lanza operaciones de lucha contra el terrorismo – Enduring Freedom – en el continente, y cuyos componentes navales, las coaliciones multinacionales navales Combined Task Force 150 y la 151, vigilan las aguas del océano Índico, el mar Arábigo y dan apoyo a las operaciones que se llevan a cabo en Iraq, en el marco de la Operation Iraqi Freedom. Así, este pequeño país, del tamaño de la Comunidad Valenciana, ha conseguido comprar el silencio de la comunidad internacional gracias a su situación estratégica frente a las violaciones de los derechos humanos que comete su Gobierno, por lo que la política de doble rasero de Occidente se pone aquí más que nunca de manifiesto. Mientras Occidente mira hacia Libia, está en manos de la población de Djibouti poner contra las cuerdas a su Gobierno y a la cínica geopolítica de la comunidad internacional.
Fuente: http://tomalapalabra.periodismohumano.com/2011/04/27/djibouti-la-revolucion-africana-olvidada/