Con la victoria de Donald Trump, la derecha radical en Estados Unidos se encuentra en ebullición. El neoconservadurismo obsesionado con los «valores cristianos», el mercado y la dominación del orden mundial entró en crisis, y ese lugar lo ocupa hoy parcialmente un archipiélago denominado «derecha alternativa» (Alt-Right), del cual Donald Trump funge como un verdadero caballo de Troya.
La persecución y asesinato masivo de judíos en Europa se convirtió en el horror más emblemático del nazismo. La extrema derecha siguió siendo antisemita durante décadas, pero el paso del tiempo reservaba sorpresa. Hoy, los herederos de las ideologías supremacistas son los grandes defensores del sionismo israelí y el genocidio en Gaza.
Discursos sobre clases medias enfrentadas a elites mundiales y locales, junto con abundantes dosis de racismo y sexismo y desdén por la democracia, dan forma a posicionamientos contradictorios entre sí, pero eficaces para construir imaginarios y movilizar al «pueblo blanco» de la nación.
Todos sabemos que Trump no es precisamente un intelectual, pero existen algunos intelectuales que piensan el trumpismo. «Primer diario académico de #trumpismo radical», el sorprendente Journal of American Greatness (JAG) fue pionero al publicar en 2016 «Hacia un trumpismo razonable y coherente» junto a otros artículos con títulos intrigantes tales como «Paleostraussianismo, parte 1: metafísica y epistemología.
La ultraconservadora Heritage Foundation lanzó hace unos meses un amplio catálogo de medidas, el Proyecto 2025, para inspirar a la futura presidencia. Ahora el America First Policy Institute lanzó las suyas, centradas en la política exterior y la seguridad nacional, a través de un libro.
El JAG resumía así la “verdadera ideología trumpiana”: «el control de las fronteras, el nacionalismo económico, una política exterior basada en los intereses nacionales y la evaluación de cualquier medida gubernamental en función de un solo criterio: ¿ayuda o castiga a los estadounidenses?». Y estas ideas le valdrían a Trump su éxito frente a una parte significativa de la clase media blanca.
La neorreacción es un movimiento poco difundido, a la vez antimoderno y futurista de libertarios desilusionados, nacido en 2007 con el blog Unqualified Reservations del programador Curtis Yarvin.Uno de los principales inversores del proyecto impulsado por el joven activista libertario es Peter Thiel, el célebre cofundador libertario de PayPal.
Yarvin propone tratar a los Estados como empresas: los países serían desmantelados en pequeñas compañías competidoras administradas por directores generales competentes y las acciones soberanas estarían en manos de la elite, lo que reflejaría el poder y la utilidad de los diferentes grupos dominantes. «Los habitantes serían como clientes en un supermercado. Si no están contentos, no discuten con el gerente, se van a otro lado», explica el británico Nick Land, exprofesor de Filosofía de la Universidad de Warwick.
En su blog Tradyouth, Matthew Heimbach llega a considerarse «anticapitalista», aduciendo que el capitalismo es una fuerza «deshumanizante» de la que «se sirven los proglobalización para anular la identidad étnica, religiosa y cultural» de los pueblos. Citando a Noam Chomsky, considera que tras haber promovido una ideología racista para «esclavizar al Tercer Mundo», el capitalismo es actualmente antirracista para favorecer la inmigración.
Esta redefinición de la división política fundamental en torno de la rehabilitación de las fronteras es una herencia del precursor de la Alt-Right: el paleoconservadurismo. Esta corriente nacionalista, proteccionista y aislacionista encarnada por el periodista Pat Buchanan, candidato a las presidenciales en 1992, 1996 y 2000, fue teorizada por su asesor, Samuel T. Francis (1947-2005). Para el JAG, este ensayista es «lo que más se acerca a la fuente del pensamiento trumpiano».
El nacimiento en 2013 del movimiento antirracista Black Lives Matter contra la violencia policial energiza hoy a los nacionalistas blancos, que dominan perfectamente la figura retórica de la inversión victimaria: «Solo a los blancos se les pide no preferir su propia raza. Los negros, los mexicanos, los judíos y los demás tienen derecho –y son incluso alentados– a formar organizaciones exclusivas y perseguir sus intereses particulares», se queja Richard Spencer en su sitio.
Los militantes de Black Lives Matter que reclaman la igualdad efectiva ante la policía y la justicia son considerados «directamente responsables de actos de terrorismo», mientras que los hombres blancos heterosexuales instruidos de la Alt-Right que sueñan con la depuración étnica y la restauración del orden social serían «herejes» perseguidos por una oligarquía izquierdista bien pensante. Prueba de la victimización de la derecha
El menú de 2024
Apoyo cerrado a Israel, condicionado a Ucrania y competencia hostil con China están en el menú de una propuesta Donald Trump pasó los últimos meses negando insistentemente que él o su equipo de campaña estén estrechamente vinculados con la ultraderechista Heritage Foundation, el think tank responsable de publicar el Proyecto 2025, una lista controvertida de ideas políticas dirigidas a consolidar el poder ejecutivo durante su nuevo mandato.
Todos saben que Trump es un negacionista. Como niega lo de Heritage también niega el genocidio en Gaza.
Sin embargo, hay otro think tank de derecha, influyente, que ha desarrollado su propia plataforma extremista para la nueva presidencia de Trump: el America First Policy Institute (AFPI). Que fuera fundado en 2021 por dos exfuncionarios del primer gobierno Trump, y que ha expandido discretamente su equipo, aumentado sus ingresos y ampliado sus propuestas políticas para convertirse en una fuerza influyente en el mundo MAGA (Make America Great Agaun).
La Heritage Foundation y el AFPI comparten objetivos e ideas generales, como fuertes recortes en las agencias federales, designación de personas leales en lugar de individuos calificados, reducción del derecho al aborto, restricción de la asistencia a aliados, entre otros.
Los planes del AFPI incluyen exigir ecografías para las personas que realicen abortos (incluso para abortos con medicación), facilitar el despido de empleados públicos al convertirlos en trabajadores a voluntad, y revertir leyes de tenencias de armas, por mencionar solo algunos ejemplos. Un libreto que desde ya aplican (o tratan de hacerlo) los gobiernos ultraderechistas de América Latina.
Las recetas de este laboratorio de ideas trumpista son la entrega sin reservas a Israel, ayuda condicionada a Ucrania y una fuerte rivalidad con China
Asimismo insisten en la creciente presión sobre la Reserva Federal (Banco Central), el aislamiento de la economía del país, la reducción de la asistencia gubernamenta, la expansión de los proyectos de extracción de petróleo y gas, y hacer permanentes los recortes fiscales de 2017, que benefician principalmente a personas adineradas y a las corporaciones
Linda McMahon, presidente de AFPI, ya es una miembro oficial del equipo de transición presidencial de Trump, lo que hace aún más probable que el mandatario electo adopte algunas de sus políticas en su segundo gobierno. La agenda del AFPI consta de 10 «pilares» para reformar el poder ejecutivo y promulgar cambios que, dice, mejorarán EEUU, de manera similar pero menos estructurada que las 900 páginas del Proyecto 2025.
A estas dos usinas se debe sumar la Fundación Atlas para la Investigación Económica, creada en 1981, que pasó a funcionar como nodo central de transmisión de fondos, personal y otros recursos que demanda el flujo transnacional de ideas y políticas ultraderechistas, incluída programas de capacitación de liderazgos para estadounidenses, pero sobre todo para latinoamericanos y europeos.
Rosa María Almansa, investigadora española, señala que el fenómeno Trump ayuda a entender la emergencia de la nueva ultraderecha, no sólo en EEUU, sino en el mundo en su búsqueda de una singularización identitaria de carácter excluyente que rompe con el consenso establecido entre las élites gobernantes durante décadas sobre muchos temas.
El martes 29 de octubre, El banquero Steve Bannon uno de los principales asesores de Donald Trump y de la internacioal ultraderechista, quedó en libertad luego de cumplir una condena de cuatro meses, por desafiar una citación en la investigación del Congreso sobre el ataque al Capitolio de Estados Unidos, el 6 de enero de 2021. Bannon, considerado como cerebro, del ataque, amenazó: “Los cazados se convertirán en cazadores”.
Bannon, el principal articulador de la ultraderechista Red Atlas en Europa, compareció en una audiencia por la presunta estafa al reclamar dinero a los donantes trumpistas para construir el muro en la frontera con México y, según la acusación de la fiscalía, se lo echó a su bolsillo. Bannon se declaró inocente de lavado de dinero, conspiración, fraude y otros cargos. El juicio está programado para comenzar el próximo diciembre.
La política como inversión
Poco antes de las elecciones de 2000, la revista Business Week presentó al público estadounidense un nuevo tipo de vehículo de inversión. Varias empresas, revelaba el artículo, habían creado fondos cuyo rendimiento estaría altamente correlacionado con el resultado de las elecciones. Los clientes podían comprar un fondo de los candidatos a la presidencia George W. Bush o de Al Gore, cada uno de los cuales estaba repleto de acciones y derivados que se revalorizarían si ganaba su candidato.
Los de Bush estaban repletos de todo tipo de valores, desde Microsoft hasta empresas financieras, tabacaleras y contratistas de defensa, es decir, una parte sustancial de la economía estadounidense. Los fondos de Gore, por su parte, eran un poco más escasos: competidores de Microsoft, consultores medioambientales y gestores de beneficios farmacéuticos. Entonces, los demócratas eran un monstruo de la recaudación de fondos y los republicanos luchaban por seguirles el ritmo
Dos décadas después, la situación es muy diferente. Ahora los demócratas son un monstruo de la recaudación de fondos y los republicanos luchan por seguirles el ritmo. En la era Donald Trump, los demócratas se han convertido, improbablemente, en el partido preferido del capital estadounidense. Un apuesta fallida, por lo visto.
Con Biden, los liberales estadounidenses se comprometieron más con una agenda social más progresista. Una retirada y chapucera de Afganistán, sumada a la invasión rusa de Ucrania y un conflicto israelí-palestino que amenaza con escalar hasta convertirse en una guerra total con Irán, la sensación del público de que la política demócrata no es antídoto contra el estado de la guerra que parece acompañar al internacionalismo liberal.
Después de echar a la vieja guardia, los populistas conservadores tienen que enfrentar la necesidad de construir una nueva clase elitista, que encapsule mejor los intereses de las elites y sus financistas. La principal sorpresa en el gabinete de Trump II es el nuevo Secretario de Defensa, Pete Hegseth, comentador de noticias en la cadena televisiva FOX, veterano de Iraq y Afganistán, que sorprendió al establishment militar y político.
Este nombramiento levantó temores de que Trump pueda usar sus poderes como comandante en jefe para purgar a los principales generales o funcionarios públicos, politizando el Departamento de Defensa
El secretario de Defensa es responsable de supervisar a más de 1,3 millones de militares y 1,4 millones de miembros de la Guardia Nacional. El cargo también conlleva un papel directo en el «NC2»: el sistema de mando y control nuclear, que permite al Presidente ordenar un ataque nuclear.
Al anunciar que nombraría a Pete Hegseth para dirigir el Departamento de Defensa, Trump provocó una conmoción en sus propias filas y no calmó los temores dentro del Pentágono al instalar a un lealista que llevará a cabo sin duda sus políticas. Hegseth advirtió que el enfoque actual en la diversidad y la inclusividad está debilitando las defensas de Estados Unidos.
Probablemente se reinstauren la prohibición de las tropas transgénero, pongan fin a las políticas de viajes al aborto, reaviva las batallas sobre bases nombradas en nombre de figuras confederadas, recortar los programas de diversidad y el uso de tropas en suelo estadounidense contra los disturbios civiles y sus enemigos políticos. A finales de su primer mandato, Trump ordenó la retirada de miles de tropas estadounidenses de Alemania, algo que el Pentágono no pudo lograr en el corto plazo que le quedaba.
El flamante jefe del Pentágono señaló que su plan es hacer una purga contra los militares woke. Hegseth es el nominado menos calificado para Defensa… y el más abiertamente político. Paul Rieckhoff, fundador de Independent Veterans of America, dijo de él: es altamente eficaz y feroz mediático, cultura y guerrero político para MAGA.
Álvaro Verzi Rangel: Sociólogo y analista internacional, Codirector del Observatorio en Comunicación y Democracia y analista senior del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)