El hecho de que uno de los periódicos más influyentes de Estados Unidos y el mundo, The New York Times, haya publicado en un mes seis editoriales contra el bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por Washington a La Habana desde hace más de 50 años, es un signo de que el tema cubano genera […]
El hecho de que uno de los periódicos más influyentes de Estados Unidos y el mundo, The New York Times, haya publicado en un mes seis editoriales contra el bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por Washington a La Habana desde hace más de 50 años, es un signo de que el tema cubano genera opiniones divergentes en los círculos políticos estadounidenses.
Sin embargo, hasta el momento han prevalecido en los poderes ejecutivo, legislativo y judicial las medidas para arreciar el cerco a la mayor isla de las Antillas. Dos ejemplos confirman lo anterior.
El primero trata de reclamaciones legales que buscan confiscar los ingresos de Cuba, bloqueados en bancos del vecino del norte. Más de 1000 millones de dólares es el resultado de los fallos de tribunales de EE.UU . en contra del gobierno cubano en los últimos años y no cesa la búsqueda de nuevas fuentes donde cobrar las reclamaciones.
Por esta causa los activos cubanos provenientes de las comunicaciones telefónicas con Estados Unidos, bloqueados en bancos de ese país desde 1966, han sido completamente saqueados, con las «indemnizaciones» decretadas por las sentencias judiciales. Una de las más notoria es la dictada contra el Estado cubano y su Fuerza Aérea por el Juez Federal de Miami Alexander King, por 187,6 millones de dólares a favor de los familiares de los pilotos de la organización contrarrevolucionaria «Hermanos al Rescate» derribados en sus aviones cuando violaban el espacio aéreo de Cuba, el 24 de febrero de 1996.
El 12 de noviembre de 1998, el juez King solicitó ante una Corte Federal de Nueva York la ejecución de la sentencia contra los fondos bloqueados, dirigiendo oficio contra la empresa de telecomunicaciones AT&T y el Chase Manhattan Bank, concretándose a partir de la Ley de Protección de Víctimas del Contrabando Humano aprobada el 12 de octubre del 2000 y por la cual los demandantes recibieron aproximadamente 97,6 millones de dólares.
El segundo ejemplo es la guerra declarada por la multinacional Bacardí a la empresa francocubano Pernod-Ricard-Havana Rum and Licours, para quitarle la propiedad de la marca de ron Havana Club, que tuvo su desenlace en mayo de 2012 con la decisión de la Corte Suprema de Estados Unidos que denegó a la compañía cubana Cubaexport la posibilidad de defender su derecho de renovar el registro de la marca de ron Havana Club, ante la Oficina de Marcas y Patentes de ese país.
Ninguna empresa ha dedicado tanto dinero y recursos a financiar acciones contra la Revolución cubana como la Bacardí. Sus directivos han sido protagonistas de innumerables maniobras terroristas, subversivas y judiciales contra Cuba. Pepín Bosch, máximo directivo de la multinacional en los años 60, organizó el bombardeo de las refinerías de petróleo de Cuba, acción que no se concretó pues fue delatada, y casualmente en el The New York Times apareció la foto del avión B-26 destinado para ello.
Los accionistas de la Bacardí se han destacado por sus contribuciones a los legisladores demócratas y republicanos, y pos sus aportes en la concreción de las leyes anticubanas Torricelli y Helms-Burton. Como dice el periodista colombiano Hernando Calvo Ospina en su libro, Ron Bacardí: la guerra oculta, «Como lo ha reconocido un alto directivo de la trasnacional, Bacardí es una compañía sin nacionalidad, con oficinas en Bermudas. A pesar de ello, valiéndose de su poder económico y de sus contactos en las altas instancias políticas, prácticamente redactó y acomodó a sus necesidades una Ley estadounidense. La Helms-Burton, como se le conoce, no solo atenta contra la soberanía de Cuba y la sobrevivencia de sus ciudadanos, sino que está aportando a la locura en que se desliza peligrosamente el sistema comercial capitalista, en sus ansias de derribar la mínima barrera de control.»
Violando las normas internacionales en materia comercial, estos mismos actores promovieron la aprobación de la Sección 211, un paso adicional con relación a la Ley Helms-Burton, que fue incluida en el proyecto de Ley presupuestario de 1999, el cual contaba con más de 4 mil páginas. Las primeras frases de la mencionada Sección, establecen que los tribunales de Estados Unidos no pueden reconocer ningún derecho a marca o patente de ninguna empresa extranjera, que tenga conexión cualquiera con propiedades de algún ciudadano estadounidense, que haya sido nacionalizada, sin indemnización, por el gobierno revolucionario de Cuba.[1] Así se cierra toda competencia a los jueces en esta causa.
Como se puede apreciar no basta con que directivos de la Pernod-Ricard hayan declarado recientemente en la Feria Internacional de La Habana, que están listos para comercializar el ron Havana Club en Estados Unidos, y que varias empresas de telecomunicaciones estadounidenses como ATT y Verizon, hayan mostrado interés en restablecer las comunicaciones directas entre Cuba y EE.UU ., se trata de penetrar en el andamiaje anticubano que dicta la política de Washington hacia La Habana.
[1] Hernando Calvo Ospina: «Ron Bacardí: la guerra oculta». Casa Editora Abril. 2000. P. 116.