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El soldado del futuro de EE.UU.

Drogado, blindado y matando a distancia

Fuentes: adbusters

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

El soldado incansable

Las anfetaminas y los militares se encontraron por primera vez en la neblina de la Segunda Guerra Mundial, cuando el Eje y las fuerzas aliadas recibieron por igual tabletas de ‘speed’ [sulfato de anfetamina en polvo] para prevenir la fatiga en el campo de batalla.

Más de 60 años más tarde, la Fuerza Aérea de EE.UU. sigue repartiendo dexanfetamina a pilotos cuyos deberes no permiten el lujo del sueño.

Parece que en todo esto, el cuerpo humano y sus debilidades carnales siempre originan problemas en la guerra. Igual que en las clínicas de salud de la nación, el primer punto de partida en el esfuerzo militar por corregir esas flaquezas es farmacéutico. El problema es que en realidad no se puede decir que lo hagamos demasiado bien. En el caso del ‘speed’ la propia DEA de EE.UU. señala unos pocos tropiezos indeseables como ser adicción, ansiedad, agresión, paranoia y alucinaciones. Para encarar efectos colaterales como insomnio, la Fuerza Aérea entrega «no-go pills» [píldoras de pasividad] como temazepam junto con sus «go-pills» [píldoras de acción]. La psicosis, claro está, es un poco más complicada.

Lejos de desalentarse, el consenso operante parece ser que solo falta perfeccionar las drogas. En los últimos años, se informa que EE.UU., el Reino Unido y Francia – entre otros – han estado financiando investigaciones de una nueva generación de potenciadores del rendimiento militar. Las listas de sustancias prohibidas por los organismos deportivos internacionales nos presentan la parte principal de esas drogas, incluyendo el estimulante efedrina, «agentes promovedores del desvelo» como modafinil (también conocido como Provigil) y eritropoyetina, utilizada para mejorar la resistencia al reforzar la producción de glóbulos rojos.

A medida que las intervenciones químicas se hacen más atrevidas y más sofisticadas, no nos debe sorprender que haya quienes comienzan a mirar más allá de párpados flácidos y músculos doloridos. Entre los nuevos horizontes prima la atrayente noción de profilácticos psicológicos: drogas utilizadas para prevenir loso efectos frecuentemente desagradables del estrés en el combate sobre los soldados, particularmente ese perenne espantajo de los veteranos conocido como trastorno por estrés postraumático [TEPT]. En EE.UU., donde aproximadamente dos quintos de los soldados que vuelven de la acción militar presentan serios problemas de salud mental, el TEPT se ha convertido en un tema político en la forma de la Ley de Psicología Kevlar, que instruye al Secretario de Defensa a implementar «medidas preventivas y de intervención temprana» para proteger a los soldados contra «psicopatologías relacionadas con el estrés.»

Los defensores del enfoque «Psicológico Kevlar» para el TEPT pueden haber encontrado una solución milagrosa en la forma de propranolol, un beta bloqueador que ya existe desde hace 50 años, utilizado según la etiqueta para tratar la alta presión arterial, y extraoficialmente como eliminador de estrés para artistas y examinados. La actual investigación psiquiátrica sugiere desconcertantemente que una dosis de propranolol, tomada poco antes de un evento angustioso, puede suprimir la reacción de estrés de la víctima y bloquear efectivamente el proceso psicológico que hace que ciertos recuerdos sean intensos e intrusivos. El que la droga sea barata y bien tolerada, es el toque final.

Propranolol ya ha sido apodado la «píldora del día después,» sobre todo por los que argumentan que su uso militar equivale a eliminar los remordimientos de conciencia. Por el momento, sin embargo, podemos dejar de lado nuestras visiones distópicas de zombis con fusiles, ya que es poco probable que los efectos tranquilizantes de los beta bloqueadores permitan su uso generalizado en el campo de batalla. Pero la farmacología se mueve más rápido con cada año que pasa – especialmente cuando cuenta con la ayuda de los dólares de la investigación para la defensa – y puede suceder que tengamos que resucitar esas visiones antes de lo que pensamos.

El soldado intermediado

El nuevo ejército modelo, excluye la fuerza brutal y las vísceras. Forman parte los artilugios de vanguardia, la vigilancia omnisciente y la liquidación de precisión a larga distancia. Lo que motiva todo esto es el tipo de guerra que tememos que vayamos a librar.

Los estrategas se han pronunciado al respecto: con Iraq y Afganistán como terrenos de pruebas, los conflictos del futuro serán guerras de guerrillas, sin fin, sin líneas de frente, sin reglas de enfrentamiento y con poblaciones civiles ambivalentes o abiertamente hostiles en las que cualquier hombre, mujer o niño puede convertirse en combatiente.

Al engendrar un soldado del futuro para esas guerras del futuro, dejaremos invariablemente atrás la simple rectificación de la debilidad humana y entraremos al reino del sobrehumano. Indicios de ese reino ya se han convertido en lugar común en la forma de blindaje cerámico-Kevlar y gafas de visión nocturna – la magia que transforma a hombres sonrosados y blanduchos en criaturas nocturnas a prueba de balas.

Esa magia continuará a paso acelerado bajo los auspicios de docenas de iniciativas de desarrollo militar en todo el globo, creando una especie conocida diversamente como el Guerrero de la Fuerza Futura de EE.UU., FIST [(Tecnología del Futuro Soldado Integrado] en el ejército británico, Félin en Francia. Todos son simplemente los componentes humanos de proyectos visionarios más amplios para lo que ha sido llamado «el ejército que vendrá después del próximo,» los más notable de los cuales son los Sistemas de Combate Futuro del Ejército [FCS] de EE.UU. Con un presupuesto que comienza con unos 160.000 millones de dólares o algo así, FCS no constituyen sólo uno de los programas más costosos de armamentos de la historia; son un programa de modernización global, que marcarán el comienzo de una reimaginación total de las fuerzas armadas.

Lo que los FCS y sus congéneres han imaginado para los soldados es una experiencia del campo de batalla que es cada vez más intermediada por la tecnología, aislada en una coraza de «multiplicadores de fuerza» – forma de hablar militar para cualquier cosa que permita que se cumpla más con menos personal. En términos concretos, eso se traduce en una diversidad de instrumentos diseñados para intensificar la letalidad y la supervivencia: armas de cinto de nueva generación; cascos auriculares que permiten comando y control en vivo, datos geográficos detallados y la capacidad de disparar alrededor de las esquinas de los edificios; trajes inteligentes equipados con blindaje ultraligero nanotecnológicos, acondicionamiento de microclima, monitoreo de la salud en tiempo real e incluso atención médica automatizada como ser resucitación cardiopulmonar [CPR, por sus siglas en inglés] y suministro de medicamentos. La etiqueta también incluye exoesqueletos que permiten que los soldados que los llevan puestos carguen cientos de kilos – incluso cuando corren – sin transpirar, así como equipos portátiles de gestión de imágenes que aseguran la capacidad de ver objetivos a través de los muros.

Nada de esto es un sueño imposible de ciencia ficción. El Radar Scope desarrollado por DARPA ya tiene un uso limitado, detectando a seres humanos que respiran a través de 30 cm. de hormigón, usando dos pilas AA. Se espera que la compañía de robótica Sarcos, basada en Utah, EE.UU., entregue sus prototipos de exoesqueletos al Ejército de EE.UU. durante este año, aproximadamente al mismo tiempo en que se inicien las pruebas en el terreno de muchos de los demás componentes del Guerrero de la Fuerza Futura. La producción con todas las de la ley de una serie de los sistemas está programada para comienzos de la próxima década.


El soldado ausente

Es tentador decir que la tecnología militar transforma continuamente la guerra en un videojuego. Pero hay una extraña ironía en lo que se preparara: mientras los juegos se agarran cada más de cerca a la apariencia y la sensación de la guerra real, ruda y vulgar, la guerra real se mueve rápidamente hacia la abstracción estratégica y tecnológica, dando efectivamente un paso atrás de su propia realidad.

Para todo el atractivo sexual al estilo de una PlayStation del guerrero ultra-mortífero, de fuerza multiplicada, la verdadera suerte del soldado en carne y hueso se desvanece hacia la abstracción.

El propósito explícito de los Sistemas de Combate Futuro es suplementar poco a poco, hasta llegar a un desplazamiento final, al soldado humano mediante toda suerte de tecnologías automatizadas, autónomas y remotas, como ser los aviones de vigilancia sin tripulación, municiones de largo alcance y guiadas con precisión sin línea de foco, y vehículos de combate aéreos y terrestres sin tripulación. Aunque este último grupo podría no parecerse jamás a Schwarzenegger sin piel, no debe cabernos duda alguna de que estamos hablando de robots convertidos en armas.

Un estudio frecuentemente citado de 2003 del Comando de Fuerzas Conjuntas de EE.UU. (intitulado de modo bastante sincero «Efectos no tripulados: Sacando al ser humano del bucle») predijo que robots autónomos conectados en red – más rápidos y más letales que combatientes humanos – podrían llegar a ser la norma en 2025. Podría ser que sea demasiado optimista, pero un mandato del Congreso ya ha demandado que un tercio de todos los vehículos militares terrestres de EE.UU. sean no tripulados en 2015, aumentando la cantidad a dos tercios para 2025.

Si la idea de que robots autónomos, homicidas, arremetan contra barrios bajos turbulentos del Tercer Mundo te da violentos escalofríos, es seguro que no serás el único. Conscientes de la visión de pesadilla, contratistas de la defensa y mandamases militares por igual han estado presentando un frente unido, señalando que se trata de colocar fuera de peligro a los soldados, no de eliminar por completo a los seres humanos de la «cadena de la muerte».

Aunque cabe poca duda de que la protección de los soldados sea la motivación central, el transferir a las tropas a un papel en el que pulsan pixeles a distancia también cumple un segundo propósito: elimina elegantemente obstáculos para los que quieren librar la guerra en el extranjero mientras gastan lo menos posible de su capital político interior. Puede ser calificado de subproducto, puede ser llamado de motivo ulterior, todo depende hasta qué punto el punto de vista sea lúgubre.

Sean cuales sean los motivos, al perdernos en la adorable fantasía de evitar veteranos mutilados y viudas en lágrimas, podríamos ir caminando directamente hacia un montón de mierda aún más repugnante. Durante la campaña de bombardeo que acompañó a la invasión de la coalición en 2003, municiones guiadas por satélites causaron una gran cantidad de muertes civiles accidentales. Si esa gente hubiera muerto ante los cañones de rifles de la coalición, sus muertes habrían sido calificadas de masacres; tal y como se presenta actualmente, fueron sólo fallas técnicas imprevistas y fracasos de la inteligencia.

La moral en este caso es clara: una vez que se diluye la presencia humana en la cadena de la muerte, lo mismo sucede con la responsabilización. El soldado del futuro podría estar rodeado por una bruma seductora de farmacéuticos, robots que toman decisiones, bombas errantes, y datos defectuosos de vigilancia; lo único que surja de esa bruma será un sentido emocionante de la propia inocencia. Es una lástima que sea poco probable que las poblaciones contra las que utilicemos nuestros juguetes de fantasía compartan ese sentimiento.


http://www.adbusters.org/magazine/77/Future_Soldier.html