Las presiones contra Karzai para que acepte el fraude electoral y convoque una segunda vuelta dan sus frutos en un contexto de busca de legitimidad de la ocupación. «La nueva estrategia para Afganistán y Pakistán del presidente Obama precisa de un resultado legítimo y creíble de estas elecciones, para así respaldar la guerra más larga […]
Las presiones contra Karzai para que acepte el fraude electoral y convoque una segunda vuelta dan sus frutos en un contexto de busca de legitimidad de la ocupación.
«La nueva estrategia para Afganistán y Pakistán del presidente Obama precisa de un resultado legítimo y creíble de estas elecciones, para así respaldar la guerra más larga que ha mantenido EE UU hasta ahora, tanto a nivel nacional como en el extranjero», escribía Bruce Riedel del Daily Times.
Miembro consolidado del Centro Saban para políticas en Oriente Medio en el Instituto Brookings, Riedel presidió una revisión estratégica de las políticas estadounidenses para Afganistán y Pakistán el pasado invierno, tras una solicitud de Obama. Este «resultado legítimo y creíble» ha sido echado por tierra después de que se confirmara el fraude general electoral realizado por Karzai.
Para legitimarlo era necesaria una segunda vuelta, algo que Karzai quería evitar, ya que puede conllevar resultados adversos para él. En la primera vuelta, la división étnica ha demostrado ser útil para Karzai, que representa el grupo étnico más numeroso del país (pastún): los otros grupos étnicos mayoritarios (hazaras, tayikos y uzbecos) tendieron a votar a sus propios candidatos. En una segunda vuelta, todos los no pastunes podrían unirse para garantizar que Afganistán tenga un presidente de otro grupo étnico por primera vez en toda la historia del país.
«El dilema que se plantea es curioso», declaró Bruce Riedel al New York Times. «La estrategia precisa de un Gobierno afgano que sea creíble y legítimo, tanto para que los afganos lo respalden como para que los estadounidenses y sus aliados no se desentiendan. La estrategia no funcionaría con un Gobierno al estilo de la República de Vietnam», señala Riedel. «Sería preferible una segunda vuelta a quedarse con una victoria para Karzai en una única vuelta carente de credibilidad», afirma Riedel.
En un informe anterior, ese periódico incluso anunció una división entre los funcionarios occidentales que gestionan los asuntos afganos. «Esa división se hizo pública esta semana, cuando el embajador estadounidense Peter W. Galbraith, y número dos de la Misión de Asistencia de la ONU en Afganistán, volvió repentinamente a Estados Unidos tras desacuerdos con el jefe de Naciones Unidas en Kabul, Kai Eide, sobre hasta qué punto había que forzar al Gobierno afgano». Galbraith prefería una postura más asertiva y añadió: «Estas elecciones tendrían que decidirse mediante un sistema matemático de recuento de votos que han depositado los votantes, no por cuestiones políticas».
A pesar de que Obama no perdiera un segundo la noche del 20 de agosto para anunciar la «victoria de la democracia» en Afganistán, se dice que un día después de sus declaraciones, el enviado especial estadounidense en la zona, Richard Holbrooke, mantuvo una reunión «explosiva» con Hamid Karzai en la que mostró su preocupación por la falsificación de papeletas. Se cree que Holbrooke presionó para que se efectuase una segunda vuelta durante la breve y tensa reunión con Karzai. La reunión acabó en gritos y Holbrooke salió rápidamente por la puerta, según informan los medios.
Los resultados preliminares otorgaban a Karzai el 54,6% de los votos, los suficientes para evitar una segunda vuelta frente a su principal rival Abdullah Abdullah, antiguo ministro de Asuntos Exteriores, que obtuvo el 27,7%. Pero los observadores electorales de la Unión Europea afirmaron que un millón y medio de papeletas eran fraudulentas, lo que deja abierta la posibilidad de que haya un cambio drástico.
La Comisión Electoral de Quejas (ECC) que respalda la ONU, ha ordenado recuentos en más de 2.500 centros electorales, alrededor de un 10% del total, tras hallar «pruebas claras y convincentes de fraude». Sin embargo, Karzai declaró con acritud en una conferencia de prensa: «Creo firmemente en la integridad de las elecciones, la integridad de los afganos y la integridad del Gobierno durante el proceso». Añadió, tal vez pensando en la victoria de George Bush: «Los medios han informado de un fraude catastrófico. No fue para tanto. De haber habido fraude, sería pequeño. Sucede en todos lados». E incluso Holbrooke está de acuerdo con esta afirmación. «Así es la política al estilo afgano», declaró Holbrooke a la CNN. «También sucede en las democracias occidentales. Constantemente, en las elecciones de EE UU, recibimos quejas de los candidatos diciendo que la oposición no permite que se registren [votantes potenciales]. No nos debería sorprender que la democracia sea imperfecta hasta en occidente».
Pero Karzai incluso «considera que EE UU está denunciando a su familia y a sus aliados políticos para minar su postura». En una entrevista para el periódico francés Le Figaro, Karzai dijo que EE UU está utilizando tácticas «encubiertas» para quitarle de en medio. Parece que Ahmedinejad leyó las declaraciones de Karzai en Le Figaro. El 17 de septiembre expresaba su solidaridad con Karzai en un comunicado: «(…) El presidente iraní felicitó a los afganos por haber tenido unas elecciones con éxito y espera que las elecciones recientes lleven a la prosperidad y el progreso del país. El presidente Karzai le da las gracias y desea que su país prospere y sea bendecido». El 20 de octubre Hamid Karzai aceptaba la convocatoria de una segunda vuelta.
Traducción: María José Castro Lage
Fuente original: http://www.diagonalperiodico.net/EE-UU-busca-legitimidad-para-la.html