Aunque el aparente final del régimen de Muammar Gadafi en Libia generó una considerable satisfacción en Estados Unidos, nadie aún considera que se trate de una «misión cumplida», particularmente frente a las dudas sobre lo que vendrá. El propio presidente Barack Obama subrayó esas incertidumbres en una declaración divulgada por la Casa Blanca el lunes […]
Aunque el aparente final del régimen de Muammar Gadafi en Libia generó una considerable satisfacción en Estados Unidos, nadie aún considera que se trate de una «misión cumplida», particularmente frente a las dudas sobre lo que vendrá.
El propio presidente Barack Obama subrayó esas incertidumbres en una declaración divulgada por la Casa Blanca el lunes por la tarde, describiendo la situación en Trípoli como «todavía muy incierta».
«Quiero subrayar que esto no ha terminado aún», señaló. «Mientras el régimen colapsa, todavía hay fieros combates en algunas áreas, y tenemos informes de que elementos del régimen amenazan con seguir combatiendo».
«Aunque es claro que el régimen de Gadafi terminó, todavía tiene la oportunidad de evitar un mayor derramamiento de sangre explícitamente entregando el poder al pueblo libio y llamando a esas fuerzas que aún combaten a que entreguen las armas por el bien de Libia», añadió.
El mandatario estadounidense además llamó a las fuerzas rebeldes a que evitaran «represalias y violencia» contra los leales al régimen.
Obama también exhortó a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), que ayudaron al rebelde Consejo Nacional de Transición, a brindar apoyo fundamental en una «transición inclusiva que derive en una Libia democrática».
La declaración de Obama fue hecha luego del sorpresivo avance de los rebeldes en la mayor parte de Trípoli. Estos ingresaron este martes al complejo presidencial de Bab al-Aziziya, mientras Gadafi continuaba con paradero desconocido.
El progreso rebelde tanto del este como del oeste en la última semana, supuestamente facilitado por una creciente vigilancia de aviones no tripulados de Estados Unidos, permitió a la OTAN intensificar sus ataques contra los puestos defensivos del régimen, según varios informes.
Los rebeldes también habrían contado con apoyo de unidades de Bahrein, Francia y Qatar, así como de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos, que identificó objetivos y coordinó ataques.
Aunque la justificación original de la intervención de la OTAN –tal como fue autorizada en marzo por la resolución 1973 del Consejo de Seguridad de la ONU¬– fue proteger a la población civil, se fue haciendo cada vez más claro en los últimos cinco meses, y sobre todo en las últimas semanas, que el propósito real era un cambio de régimen.
No obstante, en Washington había más preocupación que celebración por la posible salida de Gadafi, dado que se duda sobre las consecuencias en la región y sobre la capacidad del Consejo Nacional de Transición libio para afrontar los desafíos que le esperan.
«Todavía puede haber un considerable derramamiento de sangre antes de que esto termine», alertó Robert Danin, experto en Medio Oriente del independiente Consejo sobre Relaciones Exteriores, quien también se desempeñó como alto asesor del expresidente George W. Bush (2001-2009).
Además de los temores por posibles «operaciones encubiertas» de leales a Gadafi -del tipo que efectivamente sabotearon los esfuerzos de pacificación tras la invasión de Estados Unidos en Iraq en 2003–, Danin señaló estar preocupado por la unidad y la composición del Consejo Nacional de Transición, así como por la lealtad de los combatientes rebeldes que teóricamente están bajo su autoridad.
«Temo mucho que Libia pueda resultar dividida por fronteras tribales y geográficas», señaló el analista en una teleconferencia de prensa en la que sugirió que ese país africano podía convertirse en un «estado fallido». Hasta ahora, indicó, los rebeldes «se han mantenido unidos (solo) en aquello a lo que se oponían».
«No sólo no está claro cuánta lealtad hay entre los combatientes» para con el Consejo Nacional de Transición, «sino que Libia no tiene ninguna institución», señaló por su parte el analista Blake Hounshell, especialista en Medio Oriente y editor del sitio Foreignpolicy.com.
«Era un estado administrado para beneficio de la familia Gadafi y su reducido número de amigos y aliados», señaló en el sitio web.
Seguramente haya fuertes discrepancias sobre cómo distribuir la riqueza petrolera del país, cómo juzgar los últimos 42 años de gobierno despótico, cómo incorporar al Islam en el Estado y cómo desarmar e integrar las diversas brigadas de combate que derrocaron a Gadafi, indicó.
De particular preocupación para Washington es la presencia de islamistas, algunos supuestamente vinculados con la red radical Al Qaeda.
«Hay muchas probabilidades de que fuerzas islamistas se escondan detrás de elementos más benignos, esperando el momento justo para abalanzarse, como más o menos pasó en Irán en 1978 y 1979», escribió en tanto Daniel Pipes, jefe del neoconservador Foro de Medio Oriente, en el blog de la revista de derecha National Review.
Sus opiniones coincidieron con declaraciones de John Bolton, embajador de Estados Unidos en la ONU durante la administración de George W. Bush, quien señaló: «Temo que fuerzas occidentales hayan llevado al poder a los peores enemigos de la civilización».