Mientras Europa descarga la crisis sobre los trabajadores, EE.UU. impulsa un redespliegue militar en varios frentes que pone al mundo ante el grave peligro de la militarización de todas las relaciones. En EE.UU. la economía no alcanza a despegar. A pesar de que se anunciara varias veces que la crisis había concluido, la confianza de […]
Mientras Europa descarga la crisis sobre los trabajadores, EE.UU. impulsa un redespliegue militar en varios frentes que pone al mundo ante el grave peligro de la militarización de todas las relaciones.
En EE.UU. la economía no alcanza a despegar. A pesar de que se anunciara varias veces que la crisis había concluido, la confianza de los consumidores sigue baja; el ingreso está estancado y el ahorro supera al gasto de las familias, la inversión es muy localizada y tecnológica y no crea empleo, los precios tienden a bajar. Una nueva caída en la recesión está siendo anunciada. Al compás de la crisis el gobierno de Barak Obama viene impulsando un reacomodamiento de su economía no sin un fuerte desgaste político a manos de los republicanos y del ala derecha de los demócratas.
Luego de largas batallas en el Congreso la nueva administración norteamericana ha logrado modificar parcialmente el programa de salud e implantar tibias medidas de control en el sistema financiero, al tiempo que la Reserva Federal mantiene bajas o nulas las tasas de interés para alentar el alicaído consumo interno, dejando caer el dólar con lo que ha logrado mayor productividad a costa del empleo y reducir parcialmente el déficit comercial, pero aumentando el déficit fiscal y el ya de por sí elevado nivel de endeudamiento
Debilidad económica
Estados Unidos conserva todavía una posición dominante en las relaciones mundiales. La declinación relativa de su hegemonía económica (reducción de su base industrial y alto nivel de endeudamiento) que parece inevitable frente al vertiginoso ascenso de los llamados países emergentes, especialmente los del BRIC (Brasil, Rusia, India y China), se combina con una fuerte hegemonía en el plano político y militar.
Para algunos observatorios internacionales las guerras en Irak y Afganistán, la falta de resolución del «problema Palestino» y una situación cada vez más complicada en Pakistán son muestras de cómo las supuestas soluciones políticas fuertemente militarizadas están empantanadas precisamente en lo que se considera áreas o zonas estratégicas para la administración americana. Son estratégicas porque allí es donde se juega su liderazgo militar. Una derrota, que se sumaría al debilitamiento de su hegemonía económica, presupondría una modificación de la relación de fuerzas a nivel mundial, y hay que pensar que en Irak no les ha ido nada bien y que muchos analistas consideran que en Afganistán la guerra ya está perdida.
Discursos y hechos
A la luz de este cuadro general es posible comprender una de las principales razones del triunfo de Obama: dar un vuelco al unilateralismo internacional de la administración Bush buscando la recuperación del control de la política mundial. Sus diversas iniciativas internacionales muestran por un lado discursos y actitudes de cambio o apertura en la política internacional. Habla de la solución «dos Estados» para Palestina; de la reconstrucción democrática de Irak; de querer el diálogo con Irán; presiona al gobierno israelí para que disminuya la implantación de colonias sionistas en territorio palestino; abandona el proyecto de despliegue misilístico en Europa del Este. Por el otro, multiplica las amenazas contra Irán; demora la retirada de tropas de Irak (aún cuando se concretara quedaran allí 50.000 efectivos); aumenta el número de tropas en Afganistán y redobla el esfuerzo de guerra; critica pero deja las manos libres al gobierno de Israel. También deja caer el proyecto de instalación de misiles en el Este, que no tiene otro objetivo que neutralizar el avance de China y Rusia
En América latina, luego de la derrota del ALCA, la administración Obama buscó retomar la iniciativa con la cumbre de Trinidad y Tobago, que culminó en un estruendoso fracaso merced a la actitud coordinada de los países integrantes del ALBA, pero también a través del golpe de Estado en Honduras; nuevas bases militares en Colombia; acciones militares de control en Puerto Rico; ocupación militar de Haití aprovechando el desastre natural; los 42 buques de la Armada yanqui en Costa Rica…
Irán y Venezuela
Dos regiones merecen especial atención en estos días. Por un lado el aumento de las amenazas de una acción militar contra Irán, en clara violación de la Carta de las Naciones Unidas y de resoluciones posteriores que prohíben el uso o la amenaza de la fuerza y llaman a todos los Estados a resolver controversias por métodos pacíficos.
Es sabido que la inteligencia de los EEUU considera a Irán como su mayor amenaza estratégica. Como señala el prestigioso politólogo Noam Chomsky, el régimen clerical iraní, que no es muy diferente de algunos regímenes aliados de EE.UU. en la región, es un gobierno sin duda brutal y una amenaza, pero para su propio pueblo. Pero esto no es lo que preocupa a los sectores militaristas y de inteligencia, como tampoco le preocupaban las cuestiones democráticas en Irak. Su preocupación no pasa por la amenaza militar: el gasto militar de Irán es relativamente bajo en comparación con el resto de la región, y no tiene punto de comparación con el de los EE.UU. Por lo demás agrega Chomsky «el esquema militar iraní es meramente defensivo ya que tiene una capacidad limitada para proyectar la fuerza más allá de sus fronteras». Por el contrario la amenaza iraní y su influencia en la región es que pone en peligro el control de los recursos energéticos del Medio Oriente, una de las prioridades estratégicas de los EE.UU. En lugar de avanzar en reducir la amenaza de la proliferación de armas nucleares lo que hace es reforzar el control en zonas productoras de petróleo.
Los que están detrás
La otra región que ha despertado inquietud en estos días es América Latina, particularmente el conflicto Colombia-Venezuela desatado por el presidente colombiano saliente, que aprovechando el tratamiento del caso de «los falsos positivos»(1) en la OEA, hizo una fuerte denuncia acerca de que el gobierno venezolano amparaba en su territorio a fuerzas guerrilleras colombianas, que terminó en el rompimiento de relaciones y movimientos de tropas en frontera. Sería muy ingenuo no ver detrás de esta crisis regional a los sectores más conservadores de los EE.UU. como también lo estuvieron detrás del golpe en Honduras. Provocan hechos consumados que finalmente van a reforzar la voluntad de hegemonía político-militar en el continente.
Con la asunción del ahora presidente Santos, que expresaría a la burguesía productiva-comercial que ha tenido fuertes pérdidas con la virtual paralización del comercio entre los dos países, en reemplazo de Uribe, expresión de una burguesía prebendaria del Estado y con denuncias de vinculación con narcotraficantes y paramilitares, el conflicto se ha enfriado, pero no las tensiones entre EE.UU. y Venezuela, como lo demuestra el reciente rechazo del embajador norteamericano por el presidente Chávez.
Economía, política y militarismo se funden en el actual escenario mundial, sin que la respuesta social esté todavía a la altura de la crisis económica y sólo algunas voces como las de Fidel Castro y Noam Chomsky se escuchan denunciando el retumbar de los tambores de guerra. Denunciar los intentos desestabilizadores en América Latina, bregar por la paz y los derechos de los pueblos en el mundo está nuevamente en el orden del día. Nota: 1) Se conoce como «falsos positivos» a los cientos de jóvenes, muchos de ellos adolescentes, asesinados por el ejército colombiano haciéndolos pasar como bajas de combate en enfrentamientos no confirmados con las guerrillas.
Eduardo Lucita es integrante del colectivo EDI (Economistas de Izquierda).
Fuente: http://www.argenpress.info/2010/08/estados-unidos-entre-la-economia.html