El Presidente chino, Hu Jintao, culminó recientemente una nueva gira por varios países africanos. El viaje, que comenzó el pasado 30 de enero, le ha llevado a Camerún, Liberia, Sudán, Zambia, Namibia, Sudáfrica, Mozambique y las islas Seychelles. Fue la primera salida al exterior del líder chino en el nuevo año y la primera también […]
El Presidente chino, Hu Jintao, culminó recientemente una nueva gira por varios países africanos. El viaje, que comenzó el pasado 30 de enero, le ha llevado a Camerún, Liberia, Sudán, Zambia, Namibia, Sudáfrica, Mozambique y las islas Seychelles. Fue la primera salida al exterior del líder chino en el nuevo año y la primera también después de la Cumbre de Beijing del Foro de Cooperación China-África, reunido en la capital china en noviembre pasado.
Al tiempo de la iniciativa china, reveladora de su creciente interés por el continente africano y la firmeza de su apuesta, han arreciado algunas críticas internacionales contra su forma de abordar dicha relación. Por otra parte, Washington, en la tónica habitual, ha anunciado la creación de un comando militar específico para África, obviamente, para reforzar su lucha contra el terrorismo; y Francia, emulando a China, ultima los preparativos de una nueva cumbre con el continente que se realizará en la ciudad de Cannes los días 15 y 16 de febrero próximos. El tema central de dicho evento será «África y el equilibrio del mundo.»
El contenido de la gira
En Camerún, su primera etapa, Hu ha tenido la oportunidad de reforzar los vínculos políticos y afianzar el intercambio económico. En los primeros 11 meses de 2006, el volumen comercial entre China y Camerún alcanzó los 338 millones de dólares, es decir, un 101 por ciento más que durante el mismo periodo del año anterior.
En Liberia, con quien China reanudó relaciones diplomáticas en 2003, Hu Jintao ha anulado la deuda acumulada por este país hasta 2005, por valor de 15 millones de dólares. En los próximos dos años, China donará a Monrovia un total de 25 millones de dólares. La de Hu fue la primera visita de un presidente chino.
En Sudán, el contenido de su agenda se centró en el conflicto de Darfour (200.000 muertos y 2 millones de desplazados) y en el desarrollo de los lazos económicos bilaterales. Respecto del primero, Hu señaló que la Unión Africana y la ONU deben desempeñar un papel constructivo para garantizar la paz y la estabilidad, preservando la soberanía y la integridad territorial del país. China es el principal actor económico exterior de Sudán, ya que absorbe en torno al 60% de su producción petrolera. En los once primeros meses de 2006, los intercambios ascendieron a 2,9 mil millones de dólares. Tan poderosos vínculos económicos han determinado la posición china en el Consejo de Seguridad, bloqueando la propuesta de sanciones contra el régimen de Jartum. Las esperanzas de que Hu presionara a las autoridades sudanesas para propiciar un arreglo en Darfour, esperanza despertada después de la visita a Beijing en enero último de Andrew Natsios, enviado de Bush, no se han visto corroboradas por el momento. Hu, ante las quejas de que la misión africana desplegada en Darfour está mal equipada e infrafinanciada, ha entregado un cheque por valor de 4 millones de euros que también se destinará a ayuda material. Las autoridades sudanesas mantienen su oposición al despliegue de cascos azules en la zona.
En Zambia, donde crece la hostilidad a la presencia china, Hu ha anunciado nuevas condonaciones de deuda (7,9 millones de dólares) y la inversión de 800 millones de dólares en las minas de cobre situadas al norte del país (Chambesi). Además, ha ofrecido 150.000 dólares para la reconstrucción de las zonas destruidas por recientes inundaciones, y mayor colaboración para construir escuelas, hospitales y un centro de tecnología agrícola. Con estas medidas, China aspira a mitigar el resentimiento de ciertos sectores del país que acusan a los inversores chinos de explotar la mano de obra barata y de controlar los yacimientos minerales. El líder de la oposición, Michael Sata, es singularmente crítico con la política china en Zambia. Algunos de los contenidos del programa del presidente chino debieron anularse ante el temor a incidentes (incluyendo la visita a una mina explotada por chinos y en la que en abril de 2005 fallecieron 50 trabajadores). Hu ha acordado también el establecimiento de una zona económica especial que refuerce sus inversiones, centradas en lo esencial en las minas, la construcción y el textil. Será la primera en toda África.
En Namibia, Hu Jintao realizó su más relevante discurso económico de la gira ante un auditorio formado por representantes de las empresas de capital chino que invierten en el continente. A la importancia de la cooperación económica entendida como base del afianzamiento de las relaciones bilaterales, Hu ha sumado otros factores de proximidad como el hecho de que la mayoría de las naciones africanas sean países en vías de desarrollo y la significación estratégica de sus relaciones bilaterales que parte de la existencia de condiciones favorables para construir un mundo armonioso. Hu recordó a las empresas chinas la importancia de actuar con sentido de país, cuidar la reputación y no descuidar el bienestar social. Además, destacó que su imagen es la imagen de China, que su proyecto no es sólo empresarial y económico y que deben contribuir asumiendo responsabilidades sociales en materia de empleo, bienestar, ambiente, formación, de forma que aumente la influencia y la consideración social en las colectividades locales, en suma, ese poder blando que otros sitúan en clara cuarentena.
En Sudáfrica, Hu reforzó sus vínculos con Pretoria, mejorando la sintonía política entre ambos países e impulsando las relaciones a todos los niveles.
En Mozambique, además de anular deuda, el presidente chino acordó la concesión de préstamos preferenciales, la construcción de un nuevo estadio nacional de fútbol, e inauguró un primer proyecto de cooperación en tecnología agrícola que debe contribuir a reforzar los lazos económicos entre ambos países, favorecidos por el permanente intercambio de visitas de alto nivel. Hu se comprometió a fomentar el turismo chino a Mozambique y la inversión de empresas chinas con especial atención a la agricultura y a la construcción de infraestructuras. La lista de productos exentos de tasas pasó de 190 a 442, facilitando así su acceso al mercado chino. En 2006, el volumen de intercambio comercial ascendió a 210 millones de dólares, frente a los 119 millones de 2004. Aquí reivindicó Hu una «cooperación pragmática» con África.
En Seychelles, se convirtió en el primer jefe de Estado chino que visita este pequeño Estado insular desde el restablecimiento de relaciones diplomáticas en 1976. China construirá un nuevo edificio para la Asamblea Nacional y una escuela, aportando 8 millones de dólares en diversas ayudas y proyectos. El comercio bilateral ascendió en 2006 a 5,9 millones de dólares.
Más exigencias a China
En la cumbre africana de Beijing de noviembre último, China se comprometió, entre otros, a duplicar su ayuda a África hasta 2009 y habilitar préstamos preferenciales por valor de 3.000 millones de dólares y otros 2.000 más para importaciones. Además de habilitar un fondo de desarrollo de 5.000 millones de dólares para fomentar las inversiones de las empresas chinas, cancelará las deudas de algunos países africanos (China ha anunciado su intención de cancelar deudas este año con 33 países africanos). La gira de Hu tenía por objetivo concretar acuerdos que evidenciasen la voluntad china de materializar dichos compromisos.
El modelo de relación bilateral que China propone formalmente a los países africanos es una asociación estratégica basada en la confianza y en la igualdad, el intercambio cultural y una cooperación basada en el beneficio mutuo, tanto en el orden político como económico, y ya sea en el plano bilateral como multilateral. ¿Es solo retórica o, como se afirma, una nueva práctica en las relaciones internacionales? Al menos es verdad que coincide con lo que ha sido y es su modo cultural y habitual de negociar, es decir, la búsqueda del beneficio compartido y la satisfacción mutua, dos principios que asientan y dotan de futuro cualquier relación bilateral.
En 2006, el comercio entre China y África ascendió a 55.500 millones de dólares, con un crecimiento anual superior al 30% por quinto año consecutivo. Sus inversiones han alcanzado la cifra de 6.600 millones de dólares, con proyectos principalmente en agricultura, telecomunicaciones, energía y procesamiento, distribuidos en 49 países del continente. De aquí a 2010, China quiere que los intercambios alcancen los 100 millones de dólares anuales.
África es rica en recursos naturales y humanos, es un enorme mercado y tiene un gran potencial de desarrollo, asegura el viceministro de comercio chino, Wei Jianguo. Beijing es consciente de dichos atributos, pero rechaza la etiqueta de neocolonialista para una política que también está pensada para beneficiar a los pueblos africanos.
Coincidiendo con la gira de Hu, el presidente del BEI (Banco Europeo de Inversiones) ha acusado a China de competencia desleal por aplicar una política que juzga excesivamente generosa y sin control y que permitirá el endeudamiento incontrolado de los países en vías de desarrollo. Bancos chinos han financiado proyectos en los que habían venido trabajando las autoridades del BEI. Philippe Maystadt, su presidente, acusa a China de estimular el endeudamiento excesivo, aprovechándose de que las necesidades financieras de África son enormes, sin tener en cuenta requisitos básicos (viabilidad económica) o complementarios (respeto al medio ambiente, bienestar social, buen gobierno). El BEI reclama un diálogo directo con la banca china para pactar un código de conducta.
Es bueno y conveniente seguir de cerca los pasos de China en África, pero quizás es pronto aún para hacer una evaluación general de su actuar diplomático. Sus objetivos están claros: aumentar los vínculos económicos y comerciales en todos los aspectos e incrementar la influencia política. Los principios formales de actuación también: rechazo de las prácticas colonialistas, es decir, de aquellas, tan habituales en el comportamiento occidental, que traban el desarrollo, estimulan la dependencia y limitan la soberanía, y que han condenado al continente a una periferia marginal cuyos impactos en el mundo desarrollado se miden, esencialmente, en inmigración y violencia, lo que nos ha obligado a repensar nuestras relaciones. La competencia de China probablemente influirá también en esa reflexión.
A China se le exige más y otro comportamiento. Ello parece lógico, no sólo en función de tratarse de un país también en vías de desarrollo (no nos dejemos engañar por las luces de neón que iluminan sus zonas costeras) y de que, formalmente, abraza un ideario antiimperialista, sino igualmente porque la multiplicación de los errores de Occidente en África tendría efectos desastrosos sobre dicho continente.
Pero siendo razonable, ¿es fundada esa exigencia? ¿Cabe pensar que China apueste a fondo por un modelo de relaciones con los países africanos que tenga en cuenta el medio ambiente, un modelo que atienda exigencias laborales elementales o rechace políticas desarrollistas cuando ese olvido ha sido la tónica dominante en su propio proceso de modernización? ¿Puede ser armónico fuera cuando tanto le cuesta serlo dentro del propio país? ¿O repetirá los errores?
La experiencia de modernización y desarrollo china seguramente incorpora activos de gran valor para África. En especial, en lo que se refiere a la lucha contra la pobreza, proceso hoy algo estancado, y en la corrección del déficit alimentario. De hecho, ésta es una de sus mayores apuestas pensando en sus propios ciudadanos, pero no sólo. Por ejemplo, construirá un centro de desarrollo de arroz híbrido en Madagascar (con una inversión de 1,28 millones de dólares) mientras otros nueve proyectos similares están en preparación para entrar en funcionamiento antes de 2010. Esa senda puede aportar elementos muy positivos y beneficiosos, pero los claroscuros de la relación sino-africana son evidentes, y por ello es pronto tanto para distribuir halagos como para emitir condenas.
**Xulio Ríos es director del IGADI (Instituto Galego de Análise e Documentación Internacional). Artículo publicado originalmente en Argenpress (14/02/2007).